Los secretos de la sangrienta interna de la barra de San Martín de Tucumán, que terminó con un asesinato

La familia Roldán, encabezada por Sergio Flay, su líder, maneja la barra con “La banda del camión” desde hace más de dos décadas y amplió sus negocios mucho más allá del fútbol. La irrupción de “La banda del chicle” amenazó su poder

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Sergio Flay Roldán, líder de la barra del Ciruja y Berenjena López, el hincha asesinado, que pertenecía a la Banda del Chicle
Sergio Flay Roldán, líder de la barra del Ciruja y Berenjena López, el hincha asesinado, que pertenecía a la Banda del Chicle

Corría la década del 90 y una familia dominaba a sangre y fuego la tribuna de San Martín de Tucumán: los Alé, cuyos líderes eran Rubén alias La Chancha y Ángel, al que bautizaron el Mono. Nadie les podía hacer frente. Pero al costado de la tribuna, en un lateral, fue armándose otro grupo con otro clan: Los Roldán. Oriundos de Villa 9 de Julio, ese apellido comenzó a circular por La Ciudadela primero por lo pintoresco que resultaba que llegaran en un viejo camión Ford 350 rojo y blanco, los colores del club, y después porque a medida que pasaban los partidos iban juntando más y más gente. Los Roldán no eran desconocidos en el mundo policial y político tucumano. El jefe del clan familiar, Ramón Roldán, fue un histórico puntero peronista del barrio El Molino, paradójicamente más cerca del estadio de Atlético Tucumán que de San Martín. Sus cinco hijos varones heredaron de él la pasión por vivir de la política barrial y le sumaron los negocios de cancha. Y se convirtieron en un grupo todo terreno para lo que guste mandar.

Su ascenso hacia el sitial mayor del paravalanchas fue lento pero seguro. Y tuvo dos situaciones que favorecieron su llegada: primero, los problemas judiciales de la familia Alé, que finalmente fue condenada a prisión por asociación ilícita. Y segundo, convertirse en hombres que en el Concejo Deliberante sabían bien con quién relacionarse. Desde ese lugar, el primogénito de Ramón, Sergio Flay Roldán, terminó amasando un poder que para los primeros años del nuevo siglo ya era imponente. Dueño de todo lo que ocurría en la Villa 9 de Julio, con profusas relaciones con el gobierno de José Alperovich y con el diputado Gerónimo Vargas Aignasse, hizo de sus hermanos más cercanos su círculo íntimo en los negocios y la barra. Así, Jorge alias Sombra, Diego apodado Condorito y César conocido como Cucaracha, eran los que manejaban con él las entradas, los viajes, el merchandising, los puestos de comida y bebida y todo lo relacionado al espectáculo futbolístico. Y al mismo tiempo eran el filtro para conseguir planes sociales. De hecho, el propio Flay cobraba uno de los planes Argentina Trabaja.

Ese poder creciente los fue embebiendo de una soberbia que los llevó a cometer el primer crimen. Tras un clásico de local, La banda del Camión emboscó a la de Atlético y hubo una balacera infernal que dejó un chico muerto, Luis Caro, de apenas 14 años y otro de 19 herido. En el juicio, a Flay Roldán le dieron ocho años de prisión por la tentativa de quien fuera herido. Pero no pasaría demasiado tiempo entre rejas. Salió en libertad condicional y con un certificado de buena conducta. Cosas que ocurren en la Justicia argentina. Mientras estuvo en prisión fueron sus hermanos quienes le cuidaron el lugar. Al salir no sólo lo recuperó, sino que aumentó su cuota de poder. De hecho, fue uno de los fundadores de Hinchadas Unidas Argentinas, aquella supuesta ONG que reunía a barras de todo el país bajo la batuta del dirigente peronista Marcelo Mallo con el objetivo de trabajar para el Justicialismo a cambio de un viaje all inclusive al Mundial de Sudáfrica. Y allí estuvo Flay, con un problema: fue deportado junto a Pablo Bebote Álvarez y el resto de las caras visibles de la organización. Su impunidad era tal que había viajado aún cuando tenía prohibida la salida del país por estar cumpliendo la libertad condicional.

Mientras, sus hermanos tampoco se quedaban atrás. En 2008 fueron a emboscar a los líderes de La Inimitable, la barra de Atlético, manejada por las familias González y Acevedo. Y en la balacera terminaron matando a Adrián Brito, un adolescente de 14 años. Pero siempre tuvieron un aura especial para escapar de los problemas judiciales: recién fueron a juicio en 2017 y recibieron una pena de tres años de prisión en suspenso. Y ninguna restricción para acceder a los estadios. En medio de todo esto, Flay sólo una vez temió por su vida, pero no por cuestiones de cancha sino por un accidente automovilístico que sufrió en marzo de 2014, y que lo privó de ir al Mundial de Brasil al que sí concurrieron varios de sus familiares y otros miembros de La Banda del Camión. La primera vez que el clan tuvo una oposición real en la tribuna fue a finales de 2015, cuando un grupo llamado La Matienzo porque se reunían en la intersección de esa calle y General Paz, a unos 500 metros del estadio, quiso disputar el poder porque no veía beneficios de su participación en la barra. La resolución del conflicto fue primero una batalla y después una requisa policial sólo sobre los miembros de La Matienzo. Estaba claro que la agenda del poder la tenían los Roldán.

Ocurrió en la previa del encuentro entre San Martín de Tucumán y Belgrano de Córdoba por la Primera Nacional.

Con ese panorama no había quién pudiera hacerles sombra en todos los rincones que manejaban en el Jardín de la República. De hecho, Flay fue acusado de participar de una red de distribución de droga en toda la provincia, algo que el capobarra negó y que nunca la Justicia pudo comprobar. Pero esa fuente de negocios habría provocado otro cortocircuito con gente de la mismísima Villa 9 de Julio, que se sentía relegada en el poder. Así, para 2016 fue conformándose una facción llamada La banda del Chicle, que de cualquier manera seguía estando bajo la tutela de los Roldán. Y de la forma en que el clan había sumado cada vez más gente y poder desde mediados de los 90 hasta conseguir el trono de la barra, la gente del chicle fue también acumulando voluntades. De hecho empezaron a sacar micros por su cuenta y hasta generar red de amistades con otras barras.

Por ejemplo, en el presente torneo se los vio en el estadio de Chacarita con los violentos funebreros aún cuando el público visitante sigue prohibido. En este último grupo se referenciaba Manuel Alejandro López, alias Berenjena, el barra asesinado en la previa del partido con Belgrano de Córdoba. Si bien eran todos del mismo barrio, las rispideces por los distintos negocios estaban a la orden del día. Y estallaron justo en el partido más importante del campeonato. Según la pista judicial, uno de los Roldán, Braian (a los hermanos se les sumaron hijos y primos en el negocio de la política y la barra) discutió por esas cuestiones con Berenjena y terminó asesinándolo. Braian se presentó ayer en Tribunales y quedó detenido. Pero hay otro miembro del clan al que la Justicia tiene en la mira. Un clan que lleva más de 20 años dominando la tribuna del Santo y cuyo desenlace está cerca de suceder, siempre y cuando la política y la Justicia que tantas veces miró para el costado, ahora vaya a fondo con este caso.

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