El invitado especial de Riquelme a su palco, los jugadores más aplaudidos y los hits contra River: las perlitas de la fiesta de Boca en La Bombonera

Minuto a minuto, cómo se vivió el triunfo del Xeneize en el Superclásico desde las tribunas

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Espectacular recibimiento en la Bombonera para Boca

Camino al estadio, los hinchas de Boca Juniors se informaron de la derrota de Gimnasia La Plata -que podía ser líder en soledad- ante Newell’s y se convencieron aún más de que el partido ante River era EL PARTIDO. A pesar de algunas escaramuzas en la previa en uno de los ingresos a la Bombonera, el barrio fue una fiesta en los minutos previos. Y desde muy temprano, como es habitual en cada cita superclásica, los cánticos estuvieron dirigidos al rival de toda la vida. Esta ocasión fue especial, ya que habían pasado tres años desde el último derby en el Alberto J. Armando con público. La fiesta fue total.

Todavía el reloj no marcaba las 16 cuando una silbatina feroz se dirigió hacia tres integrantes de la delegación millonaria que asomaron su humanidad en el césped tras recorrer la manga que conectaba al túnel visitante con el campo de juego. El clima comenzó a ponerse espeso. “El que no salta, se fue a la B” fue el hit casi instantáneo. Lo siguieron “Suben y bajan, parecen ascensor” y “El que no salta, es una Gallina”. Pero durante la entrada en calor de ambos planteles en cancha, la gente de Boca bajó un mensaje: “Para ser campeón, hoy hay que ganar”. Temperatura de final de campeonato.

A la abstinencia de clásicos de tres años, el pueblo xeneize la contrarrestó con un recibimiento atronador e impactante: fuegos de artificio, estruendo, bengalas de humo, color con globos en cada bandeja, aliento y una bandera nueva desplegada en el campo que rezaba “El único grande”. Desde su palco, Juan Román Riquelme se deleitó, mate en mano, junto a la compañía de su hermano Cristian, quien siempre ve los partidos a su lado. Para esta ocasión, al desfile de invitados especiales del vicepresidente a su cubículo se sumó Mariano Herrón, ex ayudante de campo de Miguel Ángel Russo y Sebastián Battaglia que hoy dirige a una Reserva con números asombrosos (bajo su tutela ganó 10 partidos y empató uno) y que había ganado el Superclásico el sábado en el Monumental.

Juan Román Riquelme, junto a
Juan Román Riquelme, junto a su hermano Cristian y Mariano Herrón (Foto José Brusco | Diario Popular)

No fueron las únicas caras conocidas en los diversos sectores de la Bombonera, ya que para esta cita única también se asomaron en otro palco Daniel Osvaldo (vestido con una camiseta manga larga noventosa de Boca) junto a Benjamín Agüero, el Manteca Sergio Martínez (hoy será declarado Personalidad Destacada por la Legislatura porteña), el Ruso Jorge Ribolzi, Clemente Rodríguez y casi todos los muchachos que trabajan en las divisiones inferiores del club, Sergio Chiquito Romero y hasta el Changuito Exequiel Zeballos, quien luego del partido se dirigió al vestuario para festejar con sus compañeros.

Cuando las voces del estadio mencionaron a los apellidos de la alineación de Boca, el podio de los más aplaudidos fue integrado por Agustín Rossi, Marcos Rojo y Alan Varela. Y es válido hacer una mención para Luca Langoni, el juvenil debutante en Superclásicos. La perlita en la salida de los equipos fue cómo Rojo corrió lideró la corrida hasta la mitad del campo de juego, con la adrenalina por los aires antes de arrancar el compromiso, dejando transitar solamente al plantel de River y los árbitros debajo de los carteles de la Liga Profesional. La ansiedad por saludar a los hinchas y empezar el partido mató al protoloco previo.

“Las Gallinas son así, son las amargas de la Argentina, cuando no salen campeón, esas tribunas están vacías”, fue el clásico cántico que eligió La 12 para los primeros convulsionados minutos de un encuentro que amagó con ser de alto voltaje y terminó siendo muy chato. Algunos fanáticos se impacientaron por un par de imprecisiones de Pol Fernández y se registró un “uhhh” de pánico tras la salvada de Agustín Rossi en el cabezazo de Emanuel Mammana en el inicio del encuentro.

El festejo a lo Manteca
El festejo a lo Manteca Martínez de los jugadores de Boca ante River (Reuters)

Al minuto 18, el elenco dirigido por Hugo Ibarra merodeó el arco rival y la gente empujó: “Dale, dale, dale, dale, Bo”. El juego entró en un bache por varios minutos y a ambos les costó hilvanar buenas maniobras. En la recta final de la etapa inicial, los locales cantaron “vamos Xeneize, que tenemos que ganar, que esta hinchada, no te deja de alentar”.

El segundo tiempo arrancó caliente, pero siguió deslucido. “Oh, nosotro’ alentamo’, ponga huevo, que ganamo’”, fue el nuevo hit. A los 12′, Marcos Rojo cruzó fuerte a De La Cruz y algunos hinchas se agarraron la cabeza porque temieron que lo expulsaran. Se tranquilizaron cuando Darío Herrera le enseñó la tarjeta amarilla. A los 18′, Pol Fernández ensayó una volea que fue despejada de forma espectacular por Armani y la Bombonera se vino abajo. “Vamos Xeneize, con huevo vaya al frente, te lo pide la gente, no para de alentar”, gritaron y gritaron mientras Briasco ingresó por Langoni y Darío Benedetto se preparaba para conectar el tiro de esquina de Ramírez y hacer delirar a toda la Bombonera.

¿Qué habrá pensado el Manteca Martínez cuando vio que su recordado festejo se multiplicaba en el alambrado de las tribunas Sur de la Bombonera con varios futbolistas trepándose al mismo? Infernal desahogo para un Benedetto que probablemente deseaba más que nadie dentro del plantel ese gol. Horas después, Riquelme reveló que el equipo había tenido una premonición: antes de la concentración algunos dijeron que iban a hacer un gol de pelota parada.

Se sembró la congoja e incertidumbre en los instantes finales por la expulsión directa de Marcos Rojo tras su patada voladora a la cabeza de De La Cruz, pero el alma volvió al cuerpo de los simpatizantes xeneizes cuando Rossi atenazó el esférico en el aire. Fue el momento de enrojecer otra vez las gargantas con la atenta mirada al juez Herrera, que chequeaba si su reloj llegaba al séptimo minuto que había adicionado.

Fue una explosión, literal: nuevamente estallaron bombas de estruendo y fuegos de artificio inmediatamente después del pitazo final. “Boca, Boca de mi vida, vos sos la alegría, de mi corazón” fue la canción de despedida. Los jugadores, como si fueran parte de la hinchada, entonaron las dedicatorias para River, saltaron y se dirigieron hacia uno y otro sector popular para alzar las manos y recomponer definitivamente la relación con los seguidores que habían perdido algo de fe desde la eliminación en la Libertadores.

El resultado del partido y fundamentalmente la forma en la que lo afrontó Boca, le servirá como inyección anímica de cara a la recta final del torneo. Los hinchas volvieron a creer en el equipo y el grupo.

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