Él camina tranquilo por las calles de Barcelona. Si bien es consciente de que a fin de mes termina el mercado de pases en Europa, algunas propuestas de Italia mantienen sus pensamientos en calma. La posibilidad de volver a la Argentina también es una chance para continuar su carrera en el Ascenso. Pero por ahora prefiere estar alejado de las vivencias que le tocó atravesar en su país.
Fermín Holgado tuvo su última experiencia con el fútbol en San Cristóbal, un equipo de la Tercera División de España ubicado en Cataluña. Se trata de una categoría semi profesional, por lo que tuvo que gastar parte de sus ahorros para poder llevar una vida digna en la Ciudad Condal.
Su relación con la pelota se inició en Gimnasia de La Plata, donde fue compañero de Ezequiel Bonifacio en las divisiones juveniles. A los 14 años dejó su Trenque Lauquen natal y partió hacia la Ciudad de las Diagonales en busca de un sueño. “Cuando mi viejo me llevó para que me probaran, fui con una mochilita porque no pensaba que iba a quedar”, dijo entre risas en diálogo con Infobae. Sin embargo, sus condiciones le permitieron quedarse en Estancia Chica y se instaló en la casa de su hermano que estaba radicado en la capital bonaerense.
Tras su etapa en Séptima y Sexta, emigró hacia Arsenal de Sarandí, donde dio sus primeros pasos entre los grandes. En el Viaducto terminó su proceso formativo y recibió su premio cuando Gustavo Alfaro lo llevó a entrenar con el primer equipo. “Fueron 6 meses hermosos, pero cuando llegó Martín Palermo incorporó a varios arqueros y me tuve que ir a Central Córdoba”, recordó.
Antes de su partida a Santiago del Estero, Fermín Holgado compartió la gloria con el plantel que se había consagrado en la Copa Sudamericana y luego conquistó la Copa Argentina. “Fue un grupo que estaba lleno de monstruos. Siempre me pasaba a buscar Pablo Lugüercio por casa, porque los dos éramos de La Plata. Se lograron títulos muy importantes, y trabajar al lado de Campestrini era un aprendizaje constante”, analizó.
En su memoria todavía permanece la violenta patada que Braghieri le propinó a Ronaldinho en un encuentro de la fase de grupos de la Libertadores. “En las concentraciones lo volvían loco a Diego, porque fue con las dos piernas a la rodilla. Cada vez que aparecía, alguno decía: ¡Cuidado, que ahí viene!, y todos empezaban a correr para que nadie terminara lesionado”, reveló entre risas.
Para él “fue hermoso ver a esa leyenda en Sarandí”. “Me hubiera gustado entrar unos minutitos para saber lo que se siente enfrentarlo. Creo que lo hubiera disfrutado mucho más”, remarcó.
El cambio de entrenador lo obligó a buscar un nuevo destino. Al no ser considerado por el Titán, tuvo un breve paso por El Ferroviario antes de sumar su primera experiencia en el exterior. “Alfaro siempre me quiso. Cuando se fue, me recomendó para varios equipos”, aseguró.
Las palabras del actual estratega de Ecuador llegaron hasta España, dado que El Palo se interesó en él. Fueron dos años en el modesto equipo que forma parte de la filial del Málaga, donde consiguió tener continuidad. Y sus producciones le permitieron volver con más fuerza al Ascenso argentino.
Fue un cambio de vida abrupto para el arquero. De un día para el otro pasó de disfrutar del sol andaluz a sufrir hechos de violencia en Isidro Casanova. “Me quería morir cuando volví. Me arrepentí por mucho tiempo. Me habían pintado pajaritos de colores que no terminaron siendo así. Era muy joven y me había creído todo lo que me habían prometido. Al principio me costó un poco la adaptación, porque venía de Málaga, que era todo hermoso, y cuando llegué a Almirante Brown, en la entrada en calor escuchaba balazos afuera”.
Fue uno de los momentos más difíciles que le tocó atravesar durante su carrera. “En todos los partidos se escuchaban tiroteos en la puerta del estadio. Como es un equipo que tiene cuatro grupos de barras y es una cancha con tres tribunas, siempre hubo enfrentamientos. Se escuchaban balazos que no eran de la policía”, explicó.
Además, los resultados no acompañaban y la convivencia con los violentos de La Fragata apresuró su partida. “Como no nos iba tan bien, nos vinieron a apretar un par de veces. Yo tenía idea de cómo eran las cosas, por mi experiencia en Central Córdoba, pero ahí viví momentos muy chotos. Es una pena que se llegue a ese punto. Es gente que entra a un vestuario a amenazar a sus jugadores. He visto cómo le han pegado un cachetazo a un compañero al lado mío. Eso genera mucha indignación, porque piensan que uno quiere que le vaya mal a propósito. Es lamentable que piensen que con el apriete o a las trompadas se puedan arreglar las cosas”, analizó.
En Bahía Blanca tampoco tuvo tranquilidad. Entusiasmado con afrontar el desafío de la B Nacional, en Olimpo conoció “otras calamidades” del fútbol argentino. “Fue cuando el equipo venía de descender de Primera División. Lamentablemente no pudimos cumplir el objetivo, porque terminamos en el Federal. Analizándolo fríamente, duele un poco menos, porque no fue una campaña tan mala. Había un tema político que nos perjudicó mucho”.
Su lugar en el mundo lo encontró en Andorra. En el Principado firmó un contrato que incluía un buen sueldo y casa. “A pesar de que es una liga semi profesional, hay 4 o 5 equipos que invierten en la mitad de su plantel y dan primas por partidos”, destacó.
Con el Sant Juliá ganó la Copa Constitució (similar a la FA Cup o Copa del Rey) y fue subcampeón del torneo doméstico y la SuperCup. “Es un lugar en el que la gente generalmente va a esquiar o hacer actividades en la montaña. Sufrí muchísimo, porque las temperaturas eran muy duras. A veces había que esperar a que sacaran la nieve para entrenar. O en algunas prácticas parabas 5 minutos para que te explicaran algún ejercicio y el cuerpo se enfriaba. Había que empezar de nuevo”, recordó.
A pesar de las distintas condiciones que tenían los futbolistas, el vestuario se mantuvo unido gracias a los buenos resultados. “Las diferencias económicas que hay dentro del plantel están consensuadas, porque puede que hubieran jugadores de 38 o 40 años que ya estaban retirados de la Liga de España o de la Segunda División y lo toman de otra manera”.
Su máxima conquista fue la clasificación a la Europa League, aunque la competición continental permanecerá como una cuenta pendiente en su trayectoria. “Tuve un inconveniente con el dueño del club. Como había tenido la chance de irme a un equipo de la Segunda División de Francia, se generó un problema entre mi representante y el dirigente que derivó en la caída del pase. Al final de la temporada fui elegido el mejor arquero de Andorra, y cuando iba a viajar a jugar la Europa League, me echaron. Había trabajado muy bien gracias a Sergio Lelli (entrenador de arqueros), pero el propietario me dijo que no iban a contar más conmigo. Fue un golpe muy amargo, porque estuve a punto de dejar todo”, confesó.
Antes de llegar a los 28 años, Fermín Holgado barajó la posibilidad de patear su tablero personal. “Tenía pensado dejar el fútbol, pero me llamó el técnico del San Cristóbal para preguntarme si quería sumarme a su proyecto. En principio le iba a decir que no, pero fui porque prefería seguir haciendo lo que me gusta, antes que quedarme tirado en mi casa”.
Con el combinado catalán logró la clasificación a los Playoffs para luchar por el Ascenso, pero la derrota con el Girona (el segundo equipo del que juega en La Liga) le puso punto final al sueño. Debido a sus actuaciones, recibió la propuesta para jugar en la selección del Principado, pero la documentación desechó la oferta. “Tengo nacionalidad española y para adquirir la de Andorra tenía que estar viviendo durante 5 años. Son muy estrictos en ese punto”, detalló.
En la actualidad está a la espera de concretar una nueva aventura. “No sé si volverme para Argentina o ir para Italia. Todavía no tengo nada cerrado y está todo en el aire. Como en todos los mercados de pases”, deslizó sin pensar en el tiempo que se le agota. “Podría regresar a Andorra, pero pienso en el frío y me cuesta un montón. Mis amigos también me dicen que me quede en Europa, porque las cosas en Argentina no están fáciles, pero mi tierra me tira un montón”, completó. Mientras tanto, él sigue disfrutando del verano en Barcelona a la expectativa del llamado que lo obligue a hacer las valijas. Pero por ahora su destino es incierto.
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