La miseria había llegado de manera degradante. Boca, un símbolo grandioso del fútbol argentino había tocado fondo y una amenaza de remate ponía en riesgo a su templo, La Bombonera. Se habían acabado los festejos del campeonato de 1981 obtenido al conjuro de la magia de Maradona y de Brindisi. En los tres años siguientes, un encerado tobogán económico lo dejó al borde de un abismo.
Fue así que la recomendación a los jugadores por parte del presidente Domingo Corigliano -al momento de pedir licencia por “cuestiones de salud”- fue: “Muchachos no hay plata, tenemos que jugar la copa Gamper en Barcelona como parte de la venta de Diego y después de todo lo que ustedes recauden, habrá una parte para los gastos, una parte para el club y una parte para ustedes….”. Y así, con el estadio clausurado Boca jugó 30 amistosos. Y ellos comenzaron en abril frente a Estrada de Formosa, Chilecito y Andino de La Rioja, Simoca de Tucumán, entre otros. Luego continuaron con aquella derrota contra el Barcelona por 9 a 1 por la Copa Joan Gamper llegando hasta Grecia, Francia e Italia en Europa; después a Fresno, California y hasta un frustrado cruce de frontera para llegar a México y jugar con el Atlas. Este último compromiso no pudo concretarse por falta de la documentación completa de los jugadores.
¡Qué Boca era aquel Boca…! Parece un cuento: para un encuentro oficial contra Atlanta tuvieron que prestarle las camisetas blancas que el club de Villa Crespo usaba como alternativa y dibujarles los números en las espaldas con un lápiz de crayón a los pibes de las inferiores que jugaban en la primera porque los grandes estaban en huelga. Increíble. Era tal la situación que el gobierno del presidente Alfonsín decretó intervenir el club –debe haber sido la única Intervención de su mandato- y designó para tal función a Federico Polak, un caballero. Fue la salvación pues Boca pudo reinstitucionalizarse y los socios, luego, votaron por Antonio Alegre y Carlos Heller, la fórmula que habría de devolverles prolijidad administrativa y grandeza institucional.
Antes que ello ocurra y en el transcurso de aquella famosa gira ocurrieron hechos inimaginables. Uno de ellos fue que Hugo Orlando Gatti, su arquero y estrella, ingresara obligadamente como delantero. Diríamos por qué el plantel era escaso y al equipo le faltaba uno… Esto pasó el 17 de septiembre de 1984. El rival era el Atlas de México y la temperatura en Fresno superaba los 39°. Boca se imponía por 1 a 0 gracias al gol convertido a los 28′ por el uruguayo Fernando Morena.
Fue en aquellas adversas condiciones climáticas que tres jugadores –el límite previsto para cambios- pidieron ser relevados durante el entretiempo pues estaban deshidratados. El estadio Ratcliffe tenía arcos de fútbol americano, las medidas del campo no llegaban a los 105 metros, en las tribunas no había ni público ni alambrado; menos aún, bancos de suplentes, fue por ello que Gatti aprovechó para dejarse el pantaloncito, cubrir parte de sus pies con un par de ojotas y dejar que el sol tiña de bronce sus doradas piernas, torso y rostro toda vez que en el arco de Boca jugaba Balerio. El Loco Gatti solo se reincorporaba de su posición horizontal en caso de alguna jugada que lo ameritara a juzgar por los gritos de los jugadores.
El director técnico de aquel equipo era el brasileño Dino Sani, valorado campeón del mundo con la selección de Brasil en Suecia 58′. Su fama quedó asociada a la consagración de Pelé, pues este ex talentoso volante fue el cerebro táctico de aquel inolvidable equipo. Dino Sani –quien hoy tiene 90 años– también jugó en Peñarol, en Boca, en Milan, en no menos de 7 equipos brasileños y hasta en el Puebla de México. Y fue campeón con la selección y con equipos como jugador y también como conductor.
Este hombre bueno también es recordado por la anécdota de haber elegido un gol en contra como “el mejor gol de la jornada” en el programa de televisión que lograba el mayor rating los domingos por la noche. En esa emisión de Canal 9 del domingo 14 de mayo de 1984 los conductores Julio Ricardo, Adrián Paenza, Marcelo Araujo, Fernando Niembro y Dante Zavatarelli, no podían creer que el ilustre técnico de Boca hubiese elegido un desafortunado gol del volante Marcelo Firpo quien al intentar rechazar un remate de Lucca tras un centro de Comas, metió el balón en su arco faltando 5 minutos. Con ese gol en contra, Velez le ganó 1 a 0 a Atlanta y Dino Sani lo destacó como “el mejor gol de la jornada”...
Por cierto que este hecho fue motivo de bromas en todos los ámbitos del fútbol y mucho más en el caótico vestuario de Boca. Pero todos sabían que Dino Sani era un hombre cordial, apacible y digno. Tanto que ilimitó la tolerancia a sus jugadores quienes habrían de cobrar 4.500 dólares para enfrentar al Atlas de México lo que en el prorrateo significaron 261 dólares para cada uno.
Hubo más cosas increíbles en esa devastadora gira de Boca realizada por Europa y Estados Unidos en 1984. Por ejemplo que los jugadores viajaron unos 350 kilómetros desde Los Angeles hasta el Valle de San Joaquin y al llegar a Fresno –lugar del amistoso- muchos de ellos, la mayoría, debieron dormir en autos y ocupar algunos asientos del bus pues no había lugares disponibles para todos en los hoteles adecuados.
Mientras todos corrían, Hugo Orlando Gatti tomaba sol acostado sobre el lugar donde sus compañeros, unos pocos suplentes, seguían el partido en cuclillas o sentados fuera del campo de juego sobre un piso de césped sintético. Parecía el mismo osado joven a quien Osvaldo Zubeldía hizo contratar en 1962 para que fuese el arquero de Atlanta. Fue el mismo día en que llegó desde Carlos Tejedor, su tierra natal, para probarse. Don León Kolbowski, presidente del club –un hombre que dignificó a la dirigencia argentina- habló con Gatti y luego de ello llamó a Zubeldia.
— Osvaldo –le dijo al enorme Osvaldo, un revolucionario de la táctica y de la estrategia en el futbol– este muchacho que probaste y querés que contratemos está “mishiguene” (loco en idish); dice que es mejor que Carrizo, que Roma es un antiguo, que con él llegará la revolución de los arqueros”. Y tomándose la cabeza, comenzó a lamentarse: “Mome Maine” (madre mía).
Zubeldía lo tranquilizó: “Don León ya tuvimos a Errea (Néstor) –un arquero que jugaba bien con los pies, alto, flaco, frio, de tirarse poco y ordenar la defensa que falleció silenciosamente –junio del 2005 a los 66- en Grecia- y a quien Don Victorio Spinetto le había dado la titularidad. Bueno –completó Zubeldía– éste pibe Gatti tiene condiciones, va a andar bien, quédese tranquilo Don León; hágale firmar el contrato”, completó el revolucionario técnico. Frente a tanta contundencia, Don León repreguntó a su DT: " Y dígame Osvaldo, ¿usted cree que podremos venderlo y recuperar la inversión? (Vaya si lo logró Don León: su venta fue por 15 millones de pesos de la época que significaban unos 150.000 de entonces…).
Quien hubiera dicho que aquel muchachito de 1.83, casaca de colores vivos, pelito corto, sonrisa fresca, patitas flacas, salidas audaces, transgresor, osado, intrépido y de enormes convicciones iba a llegar a jugar 765 partidos en la Primera División, de los cuales 548 fueron en Boca. Para lograrlo habría de pasar por River -93 partidos sin poder desplazar a Amadeo Carrizo, su obsesión-, más sus exitosas campañas – 244 partidos- en Gimnasia y Esgrima –durante la cual hizo el famoso aviso de ginebra Bols con Smowing, un gol de arco a arco- y Unión de Santa Fe , club en el cual Juan Carlos Lorenzo tras dirigirlo lo incluyó como condición “sine qua non” para tomar la dirección técnica de Boca en 1976. Se trató de una operación muy larga y complicada entre el presidente de Unión, Super Manuel Corral y el de Boca, Don Alberto J. Armando. Y fue con esa, su última camiseta, con la cual Gatti ganó 6 títulos inmortalizando el penal que le atajó a Vanderley en la final contra el Cruzeiro, como el más significativo símbolo de su paso por el club.
El hombre que había sido héroe en Kiev bajo la nieve con la Selección Nacional de Menotti, el que había dicho que Maradona era un gordito, que Carrizo un timorato, que Roma un antiguo y que era mejor que Fillol, tomaba sol a un costado de la cancha mientras los demás corrían en aquel inservible partido que se jugaba en Fresno, California.
De tantos años –desde cuando se fue a probar a Atlanta – hasta el final de su carrera contra Deportivo Armenio el 11-9-88… tras aquel gol que se comió al salir tarde frente a Maciel de Armenio en La Bombonera- y Boca perdió 0-1… cuántos momentos he compartido con este fenomenal protagonista quien hoy a los 70 vive en España con su familia y sigue peleándose en El Chiringuito o donde el fútbol sea debate.
De todos los recuerdos –que son muchos y de todo tipo- habré de rescatar uno que debí sobrellevar con algo de nerviosismo. Fue en mayo de 1979 cuando la revista El Gráfico celebraba sus 60 años. En tal oportunidad, El Gráfico invitó al evento a grandes deportistas argentinos e internacionales. Entre quienes vinieron desde distintos países del exterior estaban J.C Owens – 4 medallas doradas en los Juegos Olímpicos de Berlin 1936-, Jackie Stewart –3 veces campeón del mundo de la F1-, Pelé –3 veces campeón del mundo-, muchas figuras del continente y Muhammad Alí, la estrella máxima del boxeo mundial.
Uno de los compromisos de nuestra agenda era llevar a Muhammad Alí a Canal 13 el domingo 20 de mayo para que participara relevantemente del programa “Mónica Presenta” que conducía Mónica Cahen D’Anvers junto a César Mascetti con la participación de Roberto Maidana, todos primeras figuras de la comunicación de entonces. Pero esa noche había un selecto grupo de invitados: Tito Lectoure, Edmundo Rivero y acompañábamos a Muhammad, su esposa Verónica Porsche, su fotógrafo Howard Bingham y nuestro corresponsal en Estados Unidos, Alberto Oliva.
Tal como era la televisión de entonces, todo estaba cronometrado: “Mónica abre programa, habla 1 minuto y medio; continua Cesar 45 segundos…Vamos al living con Roberto, 2 minutos y volvemos con Alí, Mónica, Cesar y fotógrafos; aplausos a las 21.07; luego Rivero con “Por una cabeza”; aplausos; Mónica comienza la entrevista con Alí…”. Todo milimétricamente cronometrado. Hasta que de repente apareció Gatti con su hijito Lucas Cassius de 15 meses en brazos –hoy tiene 44 años, reside en España, jugó en varios países del mundo– y puesto que la seguridad y todo el mundo en el piso creía que era un invitado al programa, Gatti se acercó a Alí y le hizo traducir que le había puesto Cassius como segundo nombre a Lucas por su admiración hacia él. Muhammad no entendía bien, pero se puso a jugar con el bebé al tiempo que el productor general gritaba “mandá corte, mandá tanda…”.
Desde aquella anécdota con Muhammad Ali en Canal 13 a este hecho en Fresno que hoy recreamos, habían pasado 5 años. Y Gatti era cada vez menos Hugo Orlando y cada vez más El Loco. Y aunque el 11 de agosto de 1976, durante los festejos por la obtención del Campeonato Metropolitano frente a Platense en La Bombonera ya había jugado un rato de 9 como parte del show, ésta sería la primera vez que lo haría oficialmente. La crónica de El Gráfico decía que el correntino José Orlando Berta se lesionó y pidió el cambio. Dino Sani lo miró y quejosamente le respondió: “Aguanta que no tenemos más a nadie…”. Faltaban 17 minutos e iban 1 a 1. De repente lo miró a Gatti que seguía tomando sol y acercándose le inquirió: “¿Usted se animaría Hugo a jugar de punta?”. La respuesta fue inmediata pues El Loco se puso de pie y mientras le pedía el calzado al utilero Quintieri sin tiempo para vendarse, el preparador físico Rodriguez se fue corriendo hasta el ómnibus y trajo una camiseta de Boca impecable con el numero 14. En menos de dos minutos salió el Gringo Berta e ingresó para hacer su “debut internacional” como centro delantero Hugo Orlando Gatti, uno de los más famosos arqueros del mundo. Una vez en el campo ocurrió lo siguiente: “Porté (Omar Rodolfo) lo mira y escucha a Gatti que le indica, “Omar, tírame buenos centros y mirá lo que hago, vas a ver cómo se juega al fútbol. Atención troncos, que entró el maestro, le vociferó a sus exhaustos compañeros”.
La pelota no llegaba y Hugo se tiró a la derecha. La recibió y se mandó por el lateral, pero lo salió a marcar un defensor y se fue con la pelota afuera de la cancha. El crack uruguayo Fernando Morena no desaprovechó la oportunidad para cargarlo: “Hugo, andá a jugar a Carlos Tejedor”. Por fin el gol que pudo meter Gatti, ese que fue el sueño de su vida, lo convirtió el Potrillo Morena con un remate que dejó sin chance al arquero mexicano y le dio el triunfo a Boca por 2 a 1.. Pensar que era inmejorable la posición del Loco para empujarla si el uruguayo lo hubiera visto… Que lástima.
Aunque hoy, 38 años después, nos seguiría contando como fue…
Archivo: Maximiliano Roldán
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