Edgardo Bauza supo hacer historia dentro del mundo del fútbol, al ser ídolo en Rosario Central, uno de los defensores más goleadores en la historia del torneo argentino, ganar dos Copas Libertadores como entrenador (con Liga de Quito y San Lorenzo) y dirigir la selección argentina. Sin embargo, a los 64 años, el Patón sufre una enfermedad neurodegenerativa que lo obligó a alejarse del ambiente deportivo, algo que confirmó su hijo Maximiliano.
Tras el reconocimiento que le hizo el Canalla (inauguraron un busto en homenaje al ex jugador y ex director técnico en el predio de la ciudad santafesina de Arroyo Seco) a Bauza, José Camello Di Leo, su histórico ayudante de campo durante 24 años, habló y no pudo ocultar su dolor por el presente de su amigo durante una entrevista con Super Deportivo Radio, programa que se emite por Radio Villa Trinidad.
“Cuando vi el busto del Patón me puse mal, porque él no puede disfrutar y valorar lo que le están haciendo. Me hubiera gustado que esté, pero por su problema tiene que estar tranquilo en su casa. Tuve un día de mucha angustia, tristeza y se me mezclaron muchas cosas. Fuimos y somos hermanos, todo duele mucho”, comenzó su relato. En la placa de mármol situada debajo del busto reza la frase “Edgardo Patón Bauza. Campeón como jugador y como director técnico. Defensor con más goles en la historia de Rosario Central. Máximo goleador en clásicos”. El santafesino, oriundo de la localidad Granadero Baigorria, actualmente vive en Quito junto a su familia.
El Camello, también surgido de la cantera canalla, recalcó que “uno nunca está preparado para esto. Me duele haber logrado muchísimas cosas y ahora no poder disfrutarlas juntos. Siempre hablábamos de retirarnos juntos y que íbamos a ir a ver todos los Mundiales”.
Uno de los momentos más dolorosos de la entrevista fue cuando Di Leo brindó detalles del cuadro de salud de su amigo: “Son etapas diferentes. De arranque, estaba acá en Argentina, podía hablar. Ahora estamos en una etapa donde es necesario forzarlo a que se acuerde, o no. También pasa que por ahí estoy con él y termino lastimándome, porque es como que se está forzando. No tiene sentido. No me gusta eso, tener que forzarlo. No me gusta eso. Es muy difícil. La verdad que no sé explicártelo. Son cosas que son difíciles. Antes teníamos charlas cotidianas, todo el día. Nos mirábamos y ya sabía lo que quería. Tiene que estar tranquilo. Tiene algo que no sé explicarlo bien. No es Alzheimer como decían. Sino otra cosa. Lo hace estar alejado de la realidad. Entonces es necesario estar y exigirlo o pedirle algo que no lo puede hacer”.
“En enero o febrero voy a ir a Ecuador. Tengo ganas de verlo y no me importa si no me conoce. Quiero verlo cómo está. Todos los días pienso que todo lo que le pasa es una mentira y vivo con esperanza de que vuelva a ser él. Cada vez que hablo me pongo mal”, advirtió.
Para cerrar el tema, esbozó: “A mí me da mucha pena acordarme de cuando me decía que él iba a laburar hasta los 68 años y yo hasta los 64. Él me decía que lo único que quería era tener su casita, una pileta y un parrillero para comer un asado con los amigos. Me da mucha angustia que yo pueda disfrutar y él no lo pueda hacer. Eso me hace mal, mal. Él no sabe lo que le está pasando y vive otra realidad. A veces digo qué injusticia todo, qué pena”.
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