“Hoy en Boca se sabe todo lo que pasa. Antes, lo que sucedía en el vestuario no trascendía. Es difícil manejar esa situación porque sale todo a la luz y no se cuidan los detalles. Por ejemplo, tras una pelea entre dos compañeros se conoce quién pegó primero. En mi época, había jugadores de experiencia que habían vivido ese tipo de situaciones y sabían cómo manejarlas”. Julio Marchant conoce lo que es el mundo Boca. Vivió una de las etapas más gloriosas del club de la mano de Carlos Bianchi entre el 2000 y 2002, ganando dos Copas Libertadores, un titulo intercontinental y un campeonato local.
Su primer partido como titular con la Azul y Oro fue el 9 de febrero del 2000, cuando el Virrey decidió ponerlo ante River en el torneo de Verano. Aquel Superclásico le costó el cargo al ex técnico millonario Ramon Díaz. El Xeneize era un equipo plagado de juveniles, salvo el arquero Roberto Abbondanzieri.
“Recuerdo que nos querían matar por desfachatados. Era la oportunidad que todos los chicos esperábamos y la supimos aprovechar, ya que Carlos nos dio confianza. Empezamos perdiendo 1 a 0 con el tanto de Juan Pablo Ángel. Luego, empató Alfredo Moreno de penal, que en paz descanse, y Sebastián Battaglia de cabeza puso el 2 a 1 definitivo”, recuerda el chango.
Ese mismo año, con 20 recién cumplidos y un puñado de partidos en Primera, Marchant levantaba la primera Libertadores tras vencer a Palmeiras en la final y entraba en la historia grande del Xeneize al formar parte del plantel que viajó a Japón para derrotar a Real Madrid y consagrarse campeón intercontinental.
“Hubo muchos festejos descontrolados, como saltar arriba de las mesas en la concentración hasta que Bianchi nos mandó a dormir, ya que al otro día teníamos que regresar a la Argentina y en la semana jugábamos contra San Lorenzo por el torneo local. Román estaba con el parlante a todo volumen. De alguna manera teníamos que descargar. Terminamos de cenar, pusimos música, bailamos, hasta que Carlos nos mandó a las habitaciones”, recuerda el volante
Tras su paso por Boca, el santiagueño extendió su carrera en Racing Club, Unión de Santa Fe, Nacional de Portugal, Necaxa de México, Defensor Sporting de Uruguay, Banfield, América de Cali de Colombia, Chacarita, Mitre de Santiago del Estero, Juventud Antoniana y se retiró en Vélez de San Ramón en el 2017.
Hoy, el ex mediocampista trabaja como relacionista público en el Estadio Madre de Ciudades y vive en Santiago del Estero desde el 2017, provincia que debió dejar a los 14 años para vivir en Buenos Aires.
“Tuve que armar todo y arrancar un camino que al principio me costó mucho. Yo pude vivir un proceso porque llegué al Xeneize de muy chico. La camiseta de Boca no es como las demás: si no llegás con la cabeza dispuesta a entender rápido lo que es la institución, no te adaptás, y si no te adaptás, hay otros esperando”, relata el hombre de 42 años en dialogo con Infobae.
-¿Que es de tu vida, Julio?
-Estoy en Santiago del Estero, donde nací. Hace un par de años me radiqué aquí, ya que despunté el vicio en el club Vélez de San Ramón, donde participé del Federal B. Cuando colgué los botines a mis 37 años, me contrataron como relacionista público del Estadio Madre de Ciudades.
-¿Cómo es tu trabajo?
-Supervisar a diario el estadio, recibir a los turistas y cuando se juega un partido acá, mostrarles las instalaciones a los planteles y darles la bienvenida. Soy el encargado de las Relaciones Públicas. Estoy muy orgulloso de contar con esta cancha en mi provincia. Creció mucho Santiago del Estero a nivel deportivo. El gobierno local apoyó mucho las políticas de estado. La verdad es que muy bueno contar con un escenario de semejante magnitud, considerado como la frutilla del postre para nuestra ciudad. Estoy contratado por la Secretaria de Deportes local.
-¿Te picó alguna vez el bichito de ser director técnico?
-Entrenador no, pero siempre pensaba que podría ser ayudante de campo, ya que tuve buena afinidad con la mayoría de mis ex compañeros; me llevo bien con casi todos. Me gustaba esa idea de ser el nexo entre los jugadores y el entrenador, que tiene que mantener una distancia y ser el más serio del grupo. Hace varios años hablé con Sebastián Battaglia para sumarme a su grupo de trabajo, ya que somos amigos más allá de que fuimos compañeros. Cuando armó su cuerpo técnico, surgió la idea de trabajar juntos, pero luego me vine para acá y no se pudo hacer. Igualmente, estoy muy contento con la función que me toca cumplir como relacionista público, involucrado en el fútbol de alguna manera.
-¿Te llamó Battaglia cuando armó su cuerpo técnico para Boca?
-No, porque ya estaba consolidado en lo mío. Había llegado a Santiago y estaba trabajando en el estadio. Siendo Battaglia el entrenador de la Reserva de Boca, vino a dirigir acá, al Madre de Ciudades que no estaba terminado, y fui el anfitrión para darle una visita por el estadio. En su momento, cuando iba a tener su primer paso como DT en Almagro me llamó para que me sumara a su grupo, pero se me complicaba por la distancia.
-Por la relación de amistad con Battaglia, ¿te dolió la manera que se fue de Boca?
-No deja de ser un amigo y me duelen estas situaciones. También, por todo lo que representa como ex jugador y por los títulos obtenidos, porque quiero que le vaya bien. Me hubiera gustado que esté un poco más de tiempo en Boca, porque sé cómo trabaja y de la manera que lo hace, ya que lo ayudó mucho conocer desde chico el paño xeneize. Aunque nos duela y nos moleste, las decisiones que se toman hay que aceptarlas.
-¿Cómo viste su salida como entrenador?
-Me sorprendió su salida. Deportivamente las cosas le estaban saliendo bien, pero veo que no sólo pasa por ahí. Los que estuvimos dentro de un campo de juego sabemos que hay cuestiones que te llevan a no poder seguir, como por ejemplo que los dirigentes tomen la decisión de buscar otro director técnico por motivos extra futbolísticos. Le deseo lo mejor a Sebastián en lo que le toque de aquí en más.
-¿Cómo llegaste a Boca?
-A través de una prueba. Primero, fui a Vélez Sarsfield durante dos semanas, pero no pasé la prueba. Antes de volverme a Santiago, recalé en Boca, tuve una prueba y me dijeron que sí. Con 14 años, tuve que armar todo y arrancar un camino que al principio me costó mucho. Yo pude vivir un proceso porque llegué de muy chico. La camiseta de Boca no es como las demás: si no llegás con la cabeza dispuesta a entender rápido lo que es la institución, no te adaptás, y si no te adaptás, hay otros esperando.
-¿Te costó adaptarte el mundo Boca?
-No, la verdad que no, me adapté rápido. Luego, me cita José Pekerman para el seleccionado sub 17. Deportivamente las cosas se fueron resolviendo rápidamente y eso hizo que me fuera adaptando. Me tocó jugar el Sudamericano en Paraguay y el Mundial de Egipto Sub 17 junto a Franco Costanzo, Gabriel Milito, el Hueso Galetti y el Tecla Farias, entre otros.
-¿Quién te hizo debutar en Boca?
-Carlos Bianchi me dio la posibilidad. Llevó a un grupo de jugadores de la Reserva a la Posadas de los Pájaros en el 2000. En ese momento, Diego Cagna se va a jugar al Villarreal de España, que era el titular en mi posición. De esta manera, el Virrey me dio la oportunidad y por suerte todo salió bien. A partir de ese día, jugué Copas Libertadores y el torneo local junto a comprovincianos míos con Alfredo Moreno y el Pelado Pérez, que cumplimos el sueño de vestir la Azul y Oro. Fue maravilloso.
-Te tocó debutar como titular nada más y nada menos que en un Superclásico.
-Sí, fuimos todos chicos los que jugamos y le ganamos 2 a 1 a River. Fue el partido en el que Ramón Díaz, luego de la derrota, deja su cargo como entrenador millonario en una conferencia de prensa. Recuerdo que nos querían matar por desfachatados. Era la oportunidad que todos esperábamos y la supimos aprovechar, ya que Carlos nos dio confianza. Empezamos perdiendo 1 a 0 con el tanto de Juan Pablo Ángel. Luego, empató el Negro Moreno de penal, que en paz descanse, y Battaglia de cabeza puso el 2 a 1 definitivo.
-¿Tomás dimensión de lo que lograste en Boca?
-Sí, soy consciente de lo que gané en Boca. Jugábamos cada tres días, entre el torneo local y la Libertadores, y pude disfrutarlo. Desde chico pude percibir y darme cuenta de cómo se manejaba la interna del club.
-¿En qué sentido lo decís?
-En el día a día. Aprendí de chico a comportarme en la pensión para que, a la hora de hacer los primeros pasos como profesional, correr con esa ventaja de conocer el mundo Boca.
-Hablando de interna. ¿Cómo viviste la pelea entre Riquelme y Palermo?
-Estuve presente. En el día a día eran profesionales y era lo que más importaba, ya que habían separado las cosas. Una cosa era su pelea interna, porque pasa en todos los trabajos, ya que no podés ser amigos de todos. Siempre tenes más afinidad con unos que con otros. En ese sentido, eran profesionales y más de una vez quedó marcado que en la cancha esas diferencias las dejaban de lado y tiraban todos para adelante, en función al equipo. De hecho, con la interna y todo, se consiguieron objetivos personales y colectivos.
-¿Había tensión en el vestuario cuando ambos se cruzaban?
-No, era más lo que pasaba afuera que adentro de un vestuario. No había tensión ni se ventilaban tanto las cosas como salen hoy a la luz. Si había una pelea, pero quedaba en el vestuario. En la actualidad, se refleja todo en las redes sociales, y ahí te das cuenta cuánto venden los equipos grandes, para bien y para mal.
-¿En Boca ¿se magnifica todo?
-Sí, se magnifica. Hoy en Boca se sabe todo lo que pasa, me doy cuenta. Antes, lo que sucedía en el vestuario no trascendía. Es difícil manejar esa situación porque sale todo a la luz y no se cuidan los detalles. Por ejemplo, tras una pelea entre dos compañeros se conoce quién pegó primero. En mi época, había jugadores de experiencia que habían vivido ese tipo de situaciones y sabían cómo manejarlas para que no salga nada. De esa manera, los más chicos nos apoyábamos en los más grandes.
-¿Quiénes eran los que hablaban en el vestuario?
-Jorge Bermúdez, Martín Palermo y el Pepe Basualdo. Había un mix de jugadores con espalda que sabían manejar la situaciones en el vestuario.
-¿Qué enseñanza te dejó Bianchi como entrenador?
-Es un técnico que tenía la facilidad de motivar al plantel. No había un futbolista que no quisiera ir a entrenar porque entendía que si hacia bien las cosas, iba a tener su oportunidad. Eso le generaba a los jugadores y era una virtud del entrenador que al final quedó demostrado en encuentros puntuales, cuando les daba chances a algunos de mostrarse y estos sabían aprovecharlas.
-¿Cuál es el partido que más te marcó con la camiseta Azul y Oro?
-Hay un Superclásico que empatamos 1 a 1 en La Bombonera que jugué muy bien. Luego, un choque contra Peñarol por la Libertadores 2000, que marqué un gol y ganamos 3 a 1. También, la victoria sobre el América de México, cuando también convertí pero de zurda. Con ese tanto, le tapé la boca a varios compañeros porque me decían que la zuda la tenía sólo para caminar (risas).
-Quedaste marcado como el jugador que le da la pelota a Riquelme antes del caño a Yepes, como el pase del Loco Enrique a Maradona previo al segundo gol a los ingleses…
-Es verdad, sí. Eso me dice un amigo. Que soy como el Loco Enrique, que le pasa la pelota a Maradona antes del gol del siglo y siempre saco chapa del pase que le di a Román (risas) en un partido muy importante para nosotros.
-¿Qué tuvo ese Boca que ganó tres títulos internacionales?
-A Carlos Bianchi siendo el cabecilla de un cuerpo técnico que estaba en todos los detalles y en el día a día. Que le inculcó la confianza que necesitaba cada integrante del plantel para ganarlo todo. Confiamos en que podíamos hacerlo y lo hicimos en Japón, nada más y nada menos que frente al Real Madrid.
-¿Quedaste con el sabor amargo de no haber podido entrar en esa final?
-Sí porque no pude sumar minutos, con el deseo de querer entrar. Y no, porque luego observé el contexto y entendí que el equipo venía muy bien como para hacer cambios. Era un encuentro difícil, que se había complicado en varios tramos del juego, pero lo sacamos adelante. Me queda la buena sensación de haberlo disfrutado desde donde me tocó, en el banco de suplentes.
-¿Qué le escribiste a Battaglia antes de la final en Tokio?
-En la previa contra el Real Madrid le escribí a Battaglia que ganábamos por 2-1 con un fibrón del japonés Watari. Jugué a ser adivinador ese día. En las prácticas previas al encuentro, con Sebastián le firmábamos camisetas a los japoneses presentes. Un día, me quedé con un fibron que utilicé en la previa al partido para escribirle en el apoyacabeza del bus que íbamos a ganar por 2 a 1 cuando nos dirigíamos rumbo al estadio.
-¿Cómo fueron esos festejos post victoria ante el conjunto español?
-Hubo muchos festejos descontrolados, como saltar arriba de las mesas en la concentración hasta que Bianchi nos mandó a dormir, ya que al otro día teníamos regresar a la Argentina y en la semana debíamos jugar ante San Lorenzo un partido clave por el torneo local. Román estaba con el parlante a todo volumen. De alguna manera teníamos que descargar. Terminamos de cenar, pusimos música, bailamos hasta que Carlos nos mandó a las habitaciones.
-¿Cómo es tu relación con Román?
-Buena. Soy muy agradecido a él porque se me acercaba y me daba consejos. Eso siempre lo valoré. Riquelme trataba de corregirme cosas. Hemos compartido fuera de la cancha algún asado. Me invitó a su casa.
-¿Se encarga de hacer el asado?
-Es muy anfitrión. Tiene un amigo que se encarga de la parrilla, él no cocina. Pero sí no para de conversar y de querer estar atento a todo. En su oportunidad llevé a un amigo que estaba conmigo y se portó de diez.
-Hoy se compara a Marcelo Gallardo con Bianchi. ¿Son comparables? ¿O nadie igualaráa al Virrey?
-Tienen algo en común por lo que me entero de Marcelo. Cuando vuelve de un viaje, al otro día va a ver a la Reserva de River y no para, quiere abarcar todo y está muy bien. Carlos era igual. Encima, la forma de trabajar de Gallardo es muy buena porque los jugadores están conformes. Digo esto por la información que me llega. Con Carlos pasaba lo mismo. Ninguno del plantel xeneize quería perderse los entrenamientos. Las comparaciones son odiosas, pero considero que son dos de los mejores técnicos que nos ha dado nuestro fútbol.
-También fuiste parte del plantel de Banfield que salió por primera vez campeón con Julio Falcioni. ¿Qué te tocó vivir en ese club?
-Tuve la suerte con Julio de ganar el único título en la historia del Taladro y fue hermoso, la gente nos reconoce hasta el día de hoy. Falcioni es muy capaz, de pocas palabras, pero conciso y muy parecido a Bianchi en ese sentido. Un gran tipo Julio, que eso también es importante.
-En ese Banfield, ¿jugaste al lado de James Rodríguez?
-Sí, porque el colombiano arranca allí su carrera. Mas allá de los títulos ganados, lo que me queda es el orgullo de haber compartido cancha con esos monstruos, que es muy gratificante.
-¿Qué recuerdos tenés de haber compartido vestuario con Mostaza Merlo en Racing?
-Había perdido terreno en Boca, por eso decidí ir a La Academia. Cuando llego, estaba Merlo como entrenador, pero luego de la pretemporada se va, cuando regresamos de los Estados Unidos. Me tocó estar poco a su lado. En su reemplazo contratan a Osvaldo Ardiles, pero no pude jugar mucho. Arranco jugando el torneo, pero después las cosas no fueron como quería. Hice buenas relaciones con el Polaco Bastia, con Lisandro López, entre otros.
-Jugaste con Riquelme, Palermo, Licha López, James. En un pan y queso, ¿a quién elegirías primero para tu equipo?
-Qué difícil ¿no? (risas). Jugué con Román, Palermo, James, Lisandro López, pero me dejo llevar por Riquelme, porque Martín se cansó de hacer goles y los grité a todos. Elijo a a Román porque es mi ídolo y el de Boca. Yo soy hincha de Boca de chiquito.
-¿Te llamó Riquelme para sumarte a su grupo del Consejo de Fútbol?
-Sí, sí, pero como estoy trabajando en Santiago, no pude sumarme. Es más, cuando lo recibí en el estadio que vino a jugar Boca, tuve una charla con él y me aconsejó: “No es el momento para que vengas a Boca. Dale con todo y te felicito por tu trabajo en el estadio”. Entendió mi situación y por eso, sigo trabajando en mi provincia.
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