Del consejo de Maradona que marcó su vida a convertir “los goles más lindos” de la historia de Racing

Juan Ramón Fleita se convirtió en uno de los personajes más entrañables de la Academia. Sus obras ante José Luis Chilavert, sus conquistas en los clásicos ante Independiente y sus vivencias en el club de Avellaneda lo llevaron a meterse en el corazón de los hinchas albicelestes

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El Lagarto Fleita, en el
El Lagarto Fleita, en el banco de suplentes de Racing durante la etapa de Diego Maradona como entrenador (Foto: El Primer Grande)

Él está sentado en una de las butacas de la tribuna. Los hinchas más veteranos lo reconocen y se le acercan para saludarlo, darle una palmada o pedirle una foto. Para los más jóvenes, en cambio, se trata de un plateísta más que está junto a su familia aguardando la salida del equipo de Fernando Gago. Observa los arcos, esos en los que tantos goles ha marcado, y entiende que el Cilindro está distinto. Más moderno. En su mirada hay nostalgia. Y casi sin pensarlo lanza una frase que va acompañada de unos ojos húmedos que le provoca el recuerdo. “La pucha, qué memoria”...

Admirador de Maradona, fue un encuentro casual con Pelusa el que lo impulsó a intentar con el fútbol. En el viejo ATC había un programa en la década del ochenta que se llamaba 60 Minutos y el pequeño Juan Ramón Fleita fue al estudio de televisión para tener un contacto personal con su ídolo. Antes de la partida del Pibe de Oro al Barcelona, el chico abrazó a la leyenda y le comentó que quería jugar como él. “Si te portás bien, estudiás y entrenás duro, seguramente vas a llegar”, fueron las palabras del Diez que le sirvieron como motivación para insistirle a su padre para que lo llevara a probarse a Racing. Y el círculo se cerró en esos días en los que Diego lo dirigió en la entidad de Avellaneda

Cuando el Lagarto llegó a la Academia era un flaquito lleno de rulos que todavía no había cumplido los 10 años. Cuatro décadas más tarde revive lo que fue su historia deportiva y se sorprende con los cambios que se han hecho en el club.

Sus tardes en pre-infantiles no tenían nada que ver con el presente. En aquella época no existía la cancha auxiliar y sus entrenamientos se hacían en el playón. “Lo que hoy es el estacionamiento”, aclara en diálogo con Infobae. “Y a veces, como no había arcos, en los picados jugábamos con el caballo que tenía Tita”, continúa apelando a su memoria.

Cirilo era una especie de arco movible en el que los pibes intentaban hacer los goles entre sus patas. “¡Pobrecito! Como no siempre había buena puntería, algunos pelotazos le iban al cuerpo y salía corriendo. Y eso nos complicaba, porque el arco se nos iba cada vez más lejos”, desliza el ex delantero con una sonrisa.

Para Juan fueron “momentos hermosos” que vivió en el Cilindro, porque Racing lo formó “como pibe, como persona y como jugador”. “Lo más rico de todo fueron las experiencias vividas. Más allá del debut en Primera División, a uno le queda el sacrificio que hizo de levantarse temprano, no faltar a ninguna práctica y estudiar con todas las necesidades que tenía mi familia”, continúa.

Él venía de un hogar con bajos recursos, “pero una riqueza muy grande en educación”. “Los valores que me inculcó mi viejo se los voy a agradecer toda mi vida, porque siempre me ayudó en todo lo que hice”, remarca. Y cuando no había plata para el colectivo, aquellas caminatas rumbo a los entrenamientos junto a su padre, desde La Boca hasta Avellaneda, fortalecieron su vínculo. “Había días que nos prestaban alguna bicicleta, pero si no teníamos que salir una hora y media antes para llegar a tiempo”. Y así, con el bolsito al hombro y una mochila llena de ilusiones fue formando una carrera que le permitió afianzarse en Primera.

“Cuando debuté fue algo que me marcó para toda la vida. Estaba en la Quinta División y un día me llamó Roberto Perfumo para que empezara a trabajar con los muchachos del plantel profesional. Era un vestuario con unos monstruos increíbles, porque estaban el Goyco, la Tota (Fabbri), el Turco (García), Cacho (Borelli), Perico Pérez, Rubén Paz”…

El Lagarto, durante un interinato
El Lagarto, durante un interinato como entrenador de Racing

Con una humildad notoria, emparejada a su timidez, cuando el Lagarto Fleita ingresó al vestuario del Presidente Perón se quedó paralizado por las figuras que formaban la base del equipo que había logrado el último título internacional para la institución. “Los trataba a todos de usted, porque estaba muy temeroso. Y el primero que me habló fue la Tota Fabbri. Apenas me vio, me dijo: Nene, el fútbol es un juego, pero con el fútbol no se juega. Fue una frase que me quedó grabada para siempre. Yo había sido su alcanzapelotas y cuando Racing le ganó al Cruzeiro con el gol de Colombatti, salí en la tapa de la revista El Gráfico festejando el campeonato. ¡Era la mascota del campeón de la Supercopa del 88!

La prueba de fuego la tuvo durante su primera práctica. Atrevido y veloz como se caracterizó durante toda su trayectoria, el joven delantero se destacó entre los suplentes a pura gambeta. Cuando repasa la jugada que le abrió las puertas del fútbol grande todavía se divierte. “Dejé en el camino a Fabbri y cuando la pelota se me fue larga, vino Perico Pérez y me levantó por los aires. Así como caí, me paré de inmediato y seguí corriendo con la pelota en los pies”...

Tras finalizar aquella sesión, en las duchas se le acercó el experimentado volante central para explicarle lo que había sucedido en la cancha: “Nene, disculpame por la patada que te pegué, pero fue una orden de Roberto para ver si te la bancabas”. Y Fleita se la bancó.

El examen fue reivindicado en una breve charla íntima que mantuvo con Perfumo.

¿Viste la patada que te pegó Perico? ¿Te duele?—le soltó el Mariscal.

Está bien, no pasa nada. Duele un poquito, pero no pasa nada—respondió el delantero.

Bueno, esa patada te la mandé a pegar yo para ver si te la bancabas. Y esa reacción que tuviste, de caerte e ir a buscar la pelota, te va a permitir debutar el domingo—cerró el DT.

Ese fin de semana, por el Apertura de 1991, el Lagarto Fleita cumplió el sueño del pibe ante Chaco For Ever. Y para celebrarlo, la entrañable Tita Mattiussi lo invitó a su casa para que asista a las tradicionales picadas que se hacían con el resto de los jugadores. “Ella fue como una madre, porque cuando éramos chiquitos nos cobijaba con mate cocido en las frías tardes de invierno”, recuerda el ex delantero.

Alguna vez reconoció que la primera vez que comió bien fue cuando tenía 18 años y se concentró en un hotel con Racing. Atrás habían quedado los conventillos de la Isla Maciel y La Boca, donde formó una personalidad de lucha en contra de cualquier adversidad que podría inculcarle el destino.

Durante su estadía en el Cilindro se encargó de convertir “los goles más lindos” de la historia de Racing. Uno de chilena y otro de rabona, ambos a José Luis Chilavert, son recordados con nostalgia por los simpatizantes. Pero para él hubo otro mejor. “Hay otro que la gente capaz no lo tiene tan presente. Los hinchas se acuerdan de la chilena, y los que son fanáticos de otros cuadros, cuando me paran en la calle, me lo recuerdan. Fue un orgullo hacérselo a un gran arquero como fue Chilavert; pero el más lindo fue el que le hice a Independiente por el torneo Centenario en 1993. Fue después de un centro del Piojo López, que la agarré de tijera y la clavé en el ángulo. Como fue en el clásico, de local, en una llave eliminatoria y en una noche en la que tuve la suerte de hacer dos, creo que fue el que más me gustó. Incluso lo disfruté más que el de chilena y el de rabona”.

Los mejores goles del Lagarto Fleita en Racing

En su memoria también tiene presente otro duelo contra el Rojo. Aquel 2 a 2 en la Doble Visera por el Apertura de 1995 tuvo un sabor especial por el diálogo permanente que mantuvo con Pedro Marchetta, quien por ese entonces dirigía a la Academia.

Cuando el encuentro estaba 2 a 0 abajo, el delantero que se encontraba en el banco de suplentes le lanzó una predicción al DT para tranquilizarlo: “Pedro, quedate tranquilo que este partido no lo perdemos”...

Al terminar el primer tiempo, en el descanso, después de dar la charla para intentar corregir los errores que habían puesto el marcador a favor del rival, el carismático estratega se le acercó y con su voz aflautada retomó lo que le había dicho.

¿Estás seguro de que se lo vamos a empatar?—lanzó el DT.

Sí, Pedro. Quedate tranquilo que hoy no perdemos— insistió Fleita.

En el complemento, un error del arquero César Velázquez le permitió descontar al Piojo López. Y después de los festejos del gol, el Negro buscó la mirada cómplice del Lagarto

¡Pedro! Vos confiá en mí, que no vamos a perder— volvió a decirle el atacante.

Entonces calentá bien que vas a entrar— le devolvió el entrenador.

La diferencia era mínima y Racing intentaba arrinconar a Independiente para evitar la derrota. Como el tiempo se consumía, Marchetta llamó a Fleita para sumar más gente en su ofensiva. Y antes de realizar el cambio, la conversación entre ambos volvió a tener el tema principal de toda la tarde.

Movete, buscá opción de pase y fajate con los centrales— fue la indicación del técnico.

Sí, Pedro. Vos tranquilo que hoy no lo perdemos— fue lo último que le dijo el futbolista antes de ingresar.

En el instante en el que el Chelo Delgado improvisó una de sus mejores obras con tres dedos que concluyó en el 2 a 2 se generó la euforia albiceleste. “Cuando vimos la comba que agarró la pelota salimos todos desaforados a gritar el gol. Más allá del empate, festejamos que Independiente no nos podía ganar, pero después de los abrazos, lo escuché al Negro Marchetta desde el banco que gritaba mi nombre”, recuerda el Lagarto.

¡Fleita! ¡Fleita!— fueron los desaforados gritos del entrenador en lo que parecía que se venía una llamada de atención.

Pensé que me iba a cagar a pedos. Cuando lo miré, estaba medio temeroso; pero después me sorprendí porque hizo el gesto que habitualmente hace la Mona Giménez con la mano y me gritó con su voz aflautada: ¡Fenómeno! ¡Tenías razón!”...

El ex delantero es el
El ex delantero es el entrenador de la Reserva de la Academia

En la actualidad, Juan se desempeña como entrenador de la Reserva de Racing. Para él “es un privilegio” ocupar ese cargo. Al igual que cuando tuvo que asumir dos interinatos en el plantel profesional junto Chiche Arano. “Por suerte pudimos promover a varios chicos que hoy tienen un gran presente, como Kevin Gutiérrez o Rodrigo Schlegel, que siempre me lo agradecen”, subraya con orgullo.

Según su mirada, su trabajo consiste en “la formación final del jugador”. “Si bien la gente está pendiente del resultado, en el fútbol argentino hay que entender que la Reserva es el último paso para que el chico llegue bien a Primera. Es más fácil que recuerden cuándo debutó un jugador, que a los campeones de las categorías menores. Hoy les dimos la oportunidad a jóvenes como Nico Meauro que fue al banco de suplentes de Primera varias veces; Román Fernández que es una gran proyección y Baltazar Rodríguez que también tiene grandes condiciones… El mayor triunfo es que los pibes lleguen a Primera”, remarca.

Durante su etapa en el predio Tita Mattiussi también le tocó atravesar momentos complejos, como la vez que Ricardo Centurión debió entrenar con la Reserva luego de su discusión con el Chacho Coudet y en una de las prácticas se peleó con un juvenil. “Fue una situación de tensión, pero no pasó a mayores. Más allá de ese episodio, uno sabe que Ricardo es un muy buen pibe, que vivió momentos difíciles en el ámbito privado. Uno siempre le desea lo mejor”, asegura sin darle demasiada importancia al hecho.

En el mismo sentido, hoy cuenta en su equipo con José Luis Gómez, quien a los 28 años firmó con la entidad de Avellaneda con el deseo de volver al primer plano. “En Racing tenemos un plantel con mucho recambio y un proceso muy interesante. Hay pibes de categorías de 2004 o 2003 que muestran un gran futuro. Pero también tenemos casos especiales como el Negro Gómez que vino a trabajar con la idea de demostrar que está para volver a Primera. Nuestro objetivo es potenciarlo y recuperarlo. Ojalá que pueda demostrar lo que demostró en el pasado”.

Durante su trayectoria, Juan Ramón Fleita también se destacó en México, Uruguay, Chile, Paraguay, Venezuela, Bolivia, Guatemala y el Ascenso. Pero su etapa más difícil la vivió cuando defendía los colores de Huracán. “Cuando me detectaron el Mal de Hodgkin no sabía lo que era. Después escuché la palabra cáncer y lo único que quería era curarme para volver a jugar. Apenas me dio la noticia el médico, se me puso la mente en blanco. Tuve que sacar una fuerza de adentro por amor al fútbol”, rememora el ex delantero.

¿Sabés una cosa Doc? Yo me voy a curar y voy a volver a jugar. Eso te lo puedo garantizar— le dijo el futbolista al profesional cuando le dio el doloroso diagnóstico.

Y el Lagarto se recuperó luego de un proceso de un año y medio de una dura pelea contra la enfermedad. “La considero como la batalla más importante de mi vida. Estaba convencido de que la iba a superar, porque quería volver a una cancha. Fue un campeonato de doce fechas en el que gracias a Dios pude ser campeón. A Huracán lo quiero mucho por la contención que me dio. Si bien soy hincha de Racing, el Globo también se me metió en el corazón”, confiesa mientras se acomoda en su asiento y vuelve a decir una frase sin pensar: “La pucha, qué memoria”...

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