En julio de 2015 Bruno Galván recibió el llamado del Flaco Schiavi, quien por entonces era entrenador de la Reserva de Boca Juniors. “Te vas a Primera”, le dijo al joven de 21 años y le dio un consejo: “Disfrutá porque son momentos únicos”. Con esa frase, el arquero nacido en Lugano dejaba atrás su etapa de formación y comenzaba a escribir una nueva historia.
En el pasado quedaban varios recuerdos, pero ninguno tan importante como el Mundial Sub 17 que jugó en 2011. A aquel certamen celebrado en México viajó junto a varias promesas argentinas como Lucas Ocampos, Gaspar Iñíguez, Martín Benítez y Agustín Allione, entre otros. El seleccionado conducido por Oscar Garré no tuvo una gran actuación y en la primera ronda perdió 3-0 contra Francia, que contaba con jóvenes talentos como Benjamin Mendy (ex Manchester City), Kurt Zouma (West Ham-United) y Tiémoué Bakayoko (AC Milan), venció 2-1 a Jamaica y sucumbió 3-1 ante Japón. Pese a eso, logró acceder a la siguiente ronda, por ser uno de los mejores terceros, y se topó con Inglaterra, uno de los candidatos.
“Un Mundial de la ostia, nos quedamos en octavos contra Inglaterra, que para nosotros era el más fuerte porque tenía varios jugadores de jerarquía, estaba Sterling que ya jugaba en primera, Jordan Pickford, también ya en Premier League, perdimos por penales. Yo atajé uno, él dos. Es muy bueno en los penales ese monstruo”, recordó Galván, quien en la actualidad defiende los colores de Morón en la Primera Nacional.
En aquel duelo ante los británicos, sintió la diferencia de categoría que había con los europeos: “Tenían una resolución muchísimo mejor, además hacía como dos días que no paraba de llover y entonces ellos en la cancha volaban con la cancha rápida. Nosotros igual tuvimos nuestras chances, ellos también y fuimos a penales”. Después del 1 a 1, por los goles de Maximiliano Padilla, el por entonces defensor de Boca, y Sterling, en las definición desde los 12 pasos fallaron Allione e Iñíguez y la Albiceleste se despidió prematuramente del torneo.
Galván recibió en 2015 el llamado de Schiavi y comenzó así a practicar con la Primera que era dirigida por el Vasco Rodolfo Arruabarrena. “El Cata Díaz estaba bastante con los chicos, era el capitán antes de que llegara Tevez y él estaba bastante con el grupo. Nos volvía locos. Estaba encima para que todos sigamos por el mismo camino”.
Fueron solamente dos años los que estuvo en el plantel profesional de Boca Juniors, pero suficientes para aprender que no es fácil ser parte de ese mundo. “Teníamos situaciones con jugadores que nos tocaban vivir y en ese momento salían a la luz y vos decías ‘¿Quién carajo habló?, ¿cómo se enteraron si no hay nadie adentro del vestuario?’. Y se terminan enterando de todo... Porque además, una persona que se enteró y ya lo agrandó y lo vendió. Pero en los vestuarios grandes pasa eso. Se vive distinto que en un club normal. Los clubes grandes como PSG, Barcelona o Boca generan plata y prestigio entonces hay que estar a la altura”.
Su paso por las inferiores del Xeneize, en donde coincidió en categoría con Luciano Acosta (ahora en la MLS), le dejó una gran amistad con Leandro Paredes. “Lo considero uno de los mejores amigos que me dio el fútbol, tuvimos momentos en los que debimos demostrarnos lealtad y siempre lo hicimos. Nos hicimos muy fuertes, muy compañeros y amigos y se generó un hermoso vínculo desde los 10 años, cuando arranqué en Boca porque su mamá es muy amiga de la mía también. Hasta el día de hoy seguimos charlando, pero yo intento no volverlo loco”.
Cabe recordar que el pequeño Bruno tenía solo 11 años cuando llegó al club de La Ribera y para ese entonces ya todos sabían que en esa categoría 94 había -como se dice en la jerga futbolera- un pichón de crack: “Cuando fui a firmar había una foto suya con 8 años y sosteniendo la pelota en la cabeza en La Bombonera y yo dije, ‘Fa este pibe...’. Cuando lo vi en cancha dije que era especial y a lo largo de la carrera obviamente que marcó la diferencia y todo el mundo sabía quién era Leandro Paredes. Siempre marcó la diferencia, nos hacía ganar partidos, a veces estaba muy trabado y con una pelota filtrada que sólo él veía o con un tiro libre o pateando de afuera del área te resolvía todo. Nosotros sabíamos que algo él iba a inventar. Él jugaba de enganche en ese momento y era un máquina, ya se veía de chico que tenía ese don”.
Lo que nunca imaginó Galván es que sería esa estrecha relación con el actual mediocampista de la selección argentina la que lo llevaría a ser parte de unos amistosos secretos plagado de estrellas del fútbol nacional. Es que fuera de temporada, Paredes suele viajar al país para estar con su familia y aprovecha sus ratos libres para organizar partidos con algunos de sus colegas que se encuentran de vacaciones.
“Cuando viene a la Argentina no tiene arquero, entonces me llama”, explica Galván. “Son amistosos con amigos, pero picantes. La otra vez fuimos a jugar contra (Marcelo) Tinelli y ahí estaban Diego Polenta, Licha López, arriba estaba Toto Salvio, atajaba el arquero de Peñarol... nosotros teníamos a Leandro Paredes pero con sus amigos. Me llevó a mí al arco, llevó a Driussi arriba. Obvio que el partido es jodiendo, pero en un momento... olvidate, el jugador de fútbol va a querer ganar hasta en la PlayStation. Es amistoso, pero hasta ahí”.
Los partidos tienen espíritu amateur, pero a medida que pasan los minutos la intensidad aumenta. “Él (Paredes) juega con la misma seriedad con la que juega un partido, se la das mal al pie y te pone cara de orto, y no se la vuelvas a tirar mal al pie porque otra vez...”. En ese sentido reconoce que él, como arquero, tampoco se suma a esos encuentros para ir a buscar la pelota muchas veces al fondo de la red: “Yo tengo una personalidad bastante jodida también en el arco, si me hacen uno o dos goles... muchachos, dale. Yo no vine acá a perder el tiempo y que me hagan 50 goles. Entonces ahí como que todo el equipo va reaccionando y es eso, disfrutar pero tomárselo con seriedad el partido”.
Consultado sobre la posición favorita del volante del PSG, no duda: “Si jugamos en cancha chica, él juega de defensor, pero si es grande, juega en el medio. Por lo general hacemos en cancha de siete, porque de 11 es muy difícil conseguir gente”.
Sin cámaras de televisión, los futbolistas suelen protagonizar duelos vibrantes que cualquiera pagaría por ver: “El otro día fuimos a jugar con De Paul y Leo (Paredes) y del otro lado estaba Thiago Almada, Matías Zaracho, Facundo Farías... entonces cómo vas a jugar contra esos monstruos cagándote de risa, te cagan a bailes, literal”. Son en esos encuentros en donde suele haber tiempo también para tomar nota: “Aprendés de ellos porque cuando juegan en serio juegan muy rápido y muy fuerte. Es otra cosa el fútbol como juegan, es a uno o dos toques todo el tiempo. Jugar con ellos hace que pienses y actúes más rápido”.
Cuando la pelota termina de rodar siempre hay tiempo para comer algo y charlar. Allí, con un plano de comida en el medio, Paredes suele volverse el centro de atención: “Escuchas las anécdotas. Uno los ve como normales pero no, ellos conviven con Keylor Navas, Oblak, Neymar... ellos te cuentan algunas cosas, también de la Selección y es hermoso. Además para ellos sos uno más, saben de vos, saben de Morón y entonces te sentís un par”.
En relación a sobre si futbolistas como De Paul o Paredes son conscientes del nexo que se ha creado entre la Scaloneta y el público, Galván es sincero: “Ellos caen en lo que está pasando, pero no toman dimensión. Yo cuando hablo con él le digo, ‘Amigo yo me fui al Obelisco cuando salimos campeones’, me llena de orgullo. Pero ellos no se dan cuenta de la magnitud que generan como argentinos. Si bien saben que obviamente representar al país es un montón, no creo que tengan noción de lo que generan en los partidos”.
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