“Todos los días apoyo la cabeza en la almohada y digo ‘misión cumplida’. Jugué con Diego Maradona y Ricardo Bochini. Fui dirigido por Carlos Bilardo, César Luis Menotti y José Pastoriza. Salí campeón del Mundo en México 86 y con Independiente en la Libertadores 84 y en la Intercontinental del mismo año. Cuando hago un repaso de mi carrera, me siento satisfecho con todo. Siempre me preparé de la mejor manera y con la idea de entrar a la cancha y dejarlo todo”. Néstor Clausen cumplió los sueños que anhelaba desde chiquito, cuando caminaba descalzo por las calles de tierra de Arrufó, su pueblo natal en Santa Fe, y se ilusionaba con ser un jugador profesional y representar a su país en una Copa del Mundo.
Con el paso de los años, se convirtió en un hombre de fútbol por excelencia, de carácter fuerte y de decisiones firmes. A los 21, se consagró campeón con Independiente en la etapa del paladar negro. Fue titular en ese gran equipo que estuvo dos veces en la final del torneo argentino, del que finalmente fue campeón en 1983. Además, fue clave de ese mismo once que ganó por última vez en su historia la Libertadores en 1984 y conquistó la Intercontinental ganándole 1–0 a Liverpool de Inglaterra.
“La situación actual me hace acordar a cuando pasamos por lo mismo en los años 80. La hinchada no estaba para nada de acuerdo con la dirigencia. Pero hay presidentes que deben tener la valentía de decir ‘no bajo los brazos, sigo adelante’. En aquel entonces, Pedro Iso sufrió presiones porque no ganábamos. Sin embargo, se trajeron buenos refuerzos, armamos otro plantel, se nos dieron los resultados y eso calmó a las fieras”, recuerda el ex lateral derecho.
Clausen llegó a Independiente a los 16 y un año después debutó en Primera, siempre como defensor por derecha. Fue el club más importante de su trayectoria. Allí jugó durante dos etapas. La primera, entre 1980 y 1988, y la segunda entre 1995 y 1996.
Bilardo lo incorporó enseguida a la selección argentina y lo hizo debutar contra Corea del Sur, en el primer partido de México 86. Luego, no volvió a jugar durante el torneo. “Me afectaba la altura”, reconocería alguna vez.
Del Rojo se fue al Sion de Suiza, atraído por sus orígenes helvéticos. Al regreso parecía que regresaría a Independiente, pero fue a Racing, ni más ni menos. “Yo jugué en la Academia, pero luego volví al Rojo y fuimos campeones de la Supercopa; y por primera vez un equipo argentino dop una vuelta olímpica en el Estadio Maracaná”, resalta el hombre de 59 años.
Se retiró en Arsenal de Sarandí, en mayo de 1998. No tardó demasiado en integrarse a las divisiones juveniles de Independiente como entrenador, antes de llegar a la Primera. Le tocó una época difícil: en 2001 Independiente pensaba más en alejarse de los puestos de descenso que en pelear un campeonato.
Con la idea de seguir dirigiendo, recaló en Oriente Petrolero y empezó su historia en Bolivia. También, dirigió a The Strongest, Bolívar y al Blooming. En su país, pasó por Chacarita y Huracán de Tres Arroyos. En Suiza estuvo en el Sion –donde había jugado– y en el Neuchatel Xamax. Luego, se fue más lejos todavía y condujo conjuntos en Kuwait y Dubai.
Hoy, se encuentra radicado en Bolivia y es panelista televisivo. “Ni loco dirijo a la selección boliviana”, afirma en diálogo con Infobae.
-¿Qué es de tu vida, Néstor?
-Desde el 2012 estoy radicado en Santa Cruz de la Sierra, Bolivia. Cuando terminó mi contrato con el Real Santa Cruz, me quedé acá, porque se vive más tranquilo. Está bastante complicado vivir en la Argentina y sigo todo lo que pasa allá por los medios de comunicación. Son diferentes las costumbres bolivianas y a través de los años me fui adaptando a ellas.
-¿Qué te da Bolivia que no te da tu país?
-De Argentina me fui en el 2004. Anduve por diferentes países como entrenador hasta que llegué a Bolivia en el 2012. Acá hice muchos amigos y me consideran un boliviano más. Estoy trabajando como panelista en un programa deportivo de televisión. Al mediodía salgo en una radio. De esta manera, me entretengo hablando de fútbol, mientras espero una nueva oportunidad para volver a dirigir.
-¿Qué balance hacés de tu paso por el fútbol boliviano?
-Dirigí a ocho equipos y el balance es positivo, más allá de que muchas veces el hincha analiza sólo si salís campeón y es lo único que sirve. En todos los clubes donde estuve, clasificamos a copas internacionales. Además, salí bicampeón en The Strongest. En sólo dos equipos estuve peleando el descenso y no fui para salir campeón, y el objetivo en cierta forma se cumplió porque los clubes siguen desarrollándose en la Primera División.
-¿La presión que hay en el fútbol argentino es distinta a la que se vive en Bolivia?
-No, todo lo contrario, en Bolivia hay menos paciencia que en la Argentina, especialmente con los entrenadores porque son muy resultadistas. Acá, por campeonato, hay 12 cambios de conductores. Sucede que pasan tres fechas y, si no hay buenos resultados, deciden sustituir al director técnico. Es más, hay equipos que cambian hasta cuatro veces al conductor durante un torneo. En el fútbol, los procesos son importantes, pero tenés que ganar para mantenerte en el cargo porque no queda otra y la dirigencia no soporta la presión.
-¿Qué te pareció el comunicado de la Federación Boliviana de Fútbol que busca entrenador a través de un casting?
-Primero, hay que decir que la Federación tomó contactos con varios entrenadores de trayectoria como el Checho Batista, Gustavo Costas, Hernán Bolillo Gómez y Juan Antonio Pizzi, entre otros. Después de eso, sacó un comunicado dándole la posibilidad a cualquier técnico a que presente su curriculum vitae y eso me parece una falta de respeto y poco serio respecto a los que ya se reunieron. La Federación quiere mostrar transparencia, pero entonces: ¿por qué te reuniste con varios técnicos de jerarquía?
-¿Se comunicaron con vos para ofrecerte el cargo?
No, no se comunicaron conmigo, pero ni loco voy a dirigir a la selección de Bolivia.
-¿Por qué?
-Porque el fútbol boliviano sufre una gran diferencia a nivel internacional en la parte física y futbolística. Entonces, lograr los resultados que la dirigencia pretende es muy difícil. Podés contratar al mejor entrenador, pero sí tus rivales tienen otro ritmo físico y de juego, no vas a estar a la altura para competir. Los bolivianos no están preparados para jugar al mismo nivel. Sea quien fuese el técnico, se le va a complicar la tan ansiada clasificación a un Mundial. Primero, Bolivia debería mejorar en las divisiones menores para que los futbolistas lleguen con mejor formación. Y después, quien se haga cargo de la dirección técnica debe contar con las herramientas adecuadas y necesarias para estar mejor preparado.
-¿Cómo observas a la selección argentina comandada por Lionel Scaloni?
-Este presente es muy bueno. Al inicio, cuando se decidió que Scaloni fuese el técnico, nadie le tenía mucha fe, porque siempre los que estuvieron fueron conductores con mucha trayectoria y Lionel no contaba con esa experiencia. Sin embargo, partido a partido, y en silencio, se fue ganando la confianza. Hoy tenemos una selección que, después de mucho tiempo, despertó el entusiasmo de los hinchas.
-¿Es candidata al título en Qatar 2022?
-Sí, se convirtió en una gran candidata junto con Brasil. Luego de ganar la Copa América, se le puso a la par a la Verdeamarela y se convirtió en un seleccionado con chapa de campeón. Lo único que le falta es que durante el Mundial repita la misma producción que se vio en los últimos partidos. Además, hay que ver como están las luces encendidas de Lionel Messi que jugará su último Mundial y tendrá la oportunidad de lograr lo que muchas veces el argentino le ha reclamado, así, y de una vez por todas, se lo deja de comparar con Diego Maradona.
-¿Al seleccionado nacional le conviene jugar contra Brasil lo que resta del partido suspendido por las Eliminatorias sudamericanas?
-A veces es bueno disputar esos partidos para saber en qué nivel está la Selección como equipo. Lo bueno sería jugar prácticamente con el mismo 11 que arrancaría a disputar la Copa del Mundo. En caso de lograr un resultado positivo, anímicamente sería muy favorable para el grupo.
-En la previa al Mundial 86 Argentina no llegó como favorita. Sin embargo, se consagró. ¿Es mejor llegar como favorita o no?
-Sí, es mejor llegar como favorita, porque los rivales te tienen respeto. En 1986 no llegamos como favoritos, pero teníamos al número 1 que era Maradona. Durante el Mundial, Diego fue creciendo y eso provocó que el resto lo haga también. Partido a partido el seleccionado se fue convirtiendo en un candidato al título. Hoy, la selección argentina llega como una de las candidatas firmes al título y tiene un grupo bastante positivo que está creído de que se le puede dar.
- En México 86, ¿estaba fortalecido el grupo antes de llegar a disputar el Mundial?
-Sí, el grupo estaba fortalecido, más allá de que el más cuestionado fue Carlos Salvador Bilardo, y no tanto los jugadores. Al ver que la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) bancó al entrenador, el grupo se hizo fuerte, y finalmente la decisión que tomó Julio Grondona como presidente fue acertada.
-Jugaste en el debut de la Copa contra Corea del Sur, tu único partido en un Mundial…
-Sí, le ganamos 3 a 1. Al siguiente encuentro, Bilardo decide hacer cambios. Primero me saca a mí y luego a Oscar Garré. Con estas modificaciones, el equipo pasó a jugar con tres marcadores centrales. Producto del clima que había en México, todos los seleccionados jugaban con un sólo delantero. Entonces, el entrenador decidió formar esa línea defensiva para poblar un poco más la mitad de cancha. Al final, los resultados le terminaron dando la razón.
-¿Le preguntaste a Bilardo por qué te sacó en el primer partido y no te puso más?
-No. Lo tenía bien en claro y nunca hubo problemas al respecto. Cuando pasé a ser entrenador, lo entendí un poco más. Para eso están los técnicos, para asumir ese tipo de responsabilidades. Bilardo, en su momento, no tomó decisiones por bajos rendimientos, sino que llevó a cabo una nueva idea táctica.
-¿Cuándo se dieron cuenta de que iban a ganar el Mundial?
-Luego de vencer a Uruguay, que era el clásico sudamericano, ya que siempre fueron partidos difíciles. Ganarles a los charrúas hizo que el grupo tomara mayor confianza. Luego, en el campo de juego no había margen para el error. El que perdía, armaba la valija y se volvía. Cada partido era una final y Argentina las jugó como tal.
-¿Qué conservás de aquel Mundial ganado en México?
-Los recuerdos. El hecho de irme a dormir, apoyar la cabeza en la almohada y recordar cómo uno arrancó la carrera deportiva no tiene precio. Llegué a Independiente con la ilusión de convertirme en un profesional. Después, vas cambiando los objetivos. Por ejemplo, quería consagrarme con el Rojo de Avellaneda, ir a un Mundial y salir campeón con la camiseta de mi país. Hoy, apoyo la cabeza en la almohada y digo “misión cumplida”. Jugué con Maradona, con Bochini y cuando hago un repaso de mi carrera me siento satisfecho con todo. Siempre me preparé de la mejor manera, con la idea de entrar a la cancha y dejar todo.
-¿Qué guardás de tu carrera como futbolista?
-Lo único que conservo es la medalla por haber sido campeón del mundo. Donde voy, ella está. El resto lo regalé todo; como camisetas de Independiente a los hinchas que hoy me escriben por Facebook o WhatsApp y me lo recuerdan. Las camisetas de la selección se las dejé a mis tres hijos que residen en Suiza. Se los di todo, hasta los botines que utilizaba. Hoy, digo “la pucha, por qué regalé todo”. Me gustaría tener un museo personal con todas las cosas mías, pero no las tengo. Antes, al fútbol no se le daba la importancia que hoy tiene, y en mi época no me di cuenta.
-¿De Maradona conservás algo?
-Los recuerdos. He jugado 30 partidos en el seleccionado y estuvo en casi todos. Lo más lindo era la motivación que tenía para incentivarte durante las arengas, siempre a los gritos antes de salir al campo de juego, pidiendo concentración, juego y entrega. Ese aliento que te daba como líder, te llegaba a emocionar y te agrandaba. Era un tipo que con los tobillos hinchados igual estaba presente y nunca dijo “hoy no juego”. Si no podía, se infiltraba para hacerlo.
- ¿Te sorprendió su partida?
-Por cómo se lo había visto últimamente, la verdad que no me sorprendió, era algo que se preveía. Pero a medida que pasaron las horas, me cayó la ficha y me iba doliendo cada vez más, porque recordaba cuando compartíamos vestuarios y entrenamientos. Con todo lo que hizo y generó, el irse tan joven me dolió mucho. Luego, leer las cartas que le escribían sus hijas fue lo que hizo que me largara a llorar. En la vida privada no he compartido mucho tiempo con él, salvo un cumpleaños de una de sus hijas. Yo no era amigo de Maradona, sólo me llevaba bien y éramos buenos compañeros. Nunca lo veía solo como para acercarme a hablar porque siempre estaba acompañado. Entonces, nunca me acerqué a él para generar una gran amistad.
-¿Qué es lo primero que rescatás de tu época en Independiente?
-Fue el club que me abrió las puertas y me permitió debutar en Primera División. Además, viví en el mismo estadio y cuando me hablan del Rojo lo recuerdo todo. Cumplí el sueño de aquel pibe que, a 430 kilómetros de Buenos Aires, imaginaba ser un jugador profesional y lo logró. Recuerdo que perdimos dos campeonatos en 1982 y, a pesar de eso, la dirigencia supo mantener al grupo y se reforzó con dos jugadores. En 1983, de la mano de José Pastoriza, logramos salir campeones. Luego, ganamos la Libertadores, la Intercontinental, metimos una seguidilla de resultados importantes y entramos en la historia de ese Independiente que era el paladar negro del fútbol argentino.
-¿Alguna vez los hinchas del Rojo te cuestionaron haber pasado por Racing?
-Masivamente no. Siempre algún que otro hincha en las redes sociales que escribe: “No se olviden de que Clausen jugó en Racing´. Pero saltan otros a defenderme y a pegarle a quien remarca eso. Yo jugué en Racing, pero luego pude volver a Independiente, y volvimos a ser campeones, ya que ganamos la Supercopa; y por primera vez un equipo argentino dio una vuelta olímpica en el Estadio Maracaná.
-¿Te seduce volver a dirigir en el fútbol argentino?
- Ya pasó mucho tiempo. Para dirigir ahí tenes que estar empapado en el medio. Yo lo sigo a la distancia y los dirigentes eso lo saben, que son los que después tienen que tomar las decisiones. Pero, cómo está el fútbol argentino hoy, es una gran responsabilidad ir a dirigir, poner la cabeza y no poder vivir el clima que se vive allí.
-¿Ni que te llame Independiente volvés a dirigir?
-Podría dirigir a cualquier equipo argentino, menos a Independiente. Y eso que soy ídolo del club. Con el hincha del Rojo tengo una muy buena relación, pero el equipo no está para salir campeón. Si voy y no tengo resultados positivos, los hinchas no se fijan en quien está en el banco de suplentes. Entonces, me pregunto: “¿Para qué voy a ir como técnico, a poner el riesgo mi pasado futbolístico, si no puedo salir campeón y, de esa manera, llegaré a romper esa relación que hoy tengo con ellos?”.
-Aunque sea te llamaron para que les dijeras que no?
-No, no me llamaron. Igualmente, no me quiero quemar más. Bochini estuvo como entrenador y, cuando no logró resultados, el simpatizante se molestaba con él. El hincha caliente no se fija en quién está en el banco de suplentes y siempre quiere ganar. Además, hace un repaso de la época de paladar negro, de cuando peleó campeonatos, ganó copas internacionales y con este presente se quiere matar. Nunca más volvería a dirigir a Independiente. No quiero tomar ese riesgo, porque ir significaría salir campeón para seguir manteniendo la buena relación con los hinchas. Me quedan 25 años de vida, prefiero vivir bien y tener buena relación con los del Rojo. Muchas veces me dicen “Negro, volvé”, pero no, ni loco volvería a Independiente.
-¿Por qué cayó tan bajo?
- Por errores dirigenciales. El fútbol fue cambiando y el club no se adaptó a esos cambios, se dejó estar. ¿Quién iba a pensar que Independiente se podía ir a la B Nacional? Y pasó. Muchas veces, cuando cometés errores no te los perdonan. Los dirigentes se fueron equivocando y no supieron reaccionar a tiempo. La institución cayó muy bajo. Se fue a la B. Con Ariel Holan recuperó su buen momento, ganó la Copa Sudamericana, y luego volvieron a cometer los mismos errores. En lugar de reforzar el plantel, se desprendieron de los campeones y rearmaron otro equipo. Si no pegan el volantazo rápidamente, van a estar de nuevo en dificultades.
-¿Qué sentís cuando ves al club pasando por esta situación?
-Me hace acordar a cuando nosotros pasamos por esta misma situación en los años 80. La hinchada no estaba para nada de acuerdo con la dirigencia. Cuando el hincha se enoja, pasan esas situaciones de destrozos, como sucedieron hace poco en la puerta de la sede en Avellaneda. Lo grave es cuando hay heridos y pasa a ser peligroso.
-¿Cómo salieron adelante en tu época?
-La presión también le llega a los jugadores, no creas que no. Primero, a los dirigentes, porque el hincha pide cambio de dirigencia. Hay presidentes que deben tener la valentía de decir “no bajo los brazos, sigo adelante”. En aquel entonces, Pedro Iso sufrió presiones porque no se daban los resultados. Sin embargo, supo mantenerse en el cargo y los jugadores en la cancha logramos revertir los resultados, más allá de que en 1982 perdimos dos campeonatos. Para Independiente ser subcampeón no era un buen resultado y contaba con mucha presión. Entonces, se trajeron buenos refuerzos, armamos otro plantel, se nos dieron los resultados y eso calmó a las fieras.
-Te noto dolido por la situación…
-Y sí. Cuando digo que no voy a dirigir nunca más a Independiente es porque me dolería que el hincha me insulte, porque cuando está caliente no se fija a quién insulta. Por eso, prefiero evitar los insultos. El equipo no está para salir campeón y tengo muchos amigos que me escriben muy preocupados. Me dicen: “Negro, estoy muy mal por la situación que atraviesa el Rojo”. A ese nivel llegó el momento que atraviesa el club. Me piden que haga algo como si fuera un médico que los va a curar. Esa misma tristeza que ellos tienen, me la transmiten. Mi paso por Independiente no fue del todo brillante. Tuve que soportar insultos y no es un momento lindo para nadie, sino de tristeza para todos.
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