Los detalles del implacable “método Riquelme” para negociar los contratos en Boca Juniors

En medio de la polémica con Agustín Rossi, el vicepresidente xeneize se muestra implacable a la hora de las tratativas con colegas, representantes y jugadores

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Cómo maneja Juan Román Riquelme
Cómo maneja Juan Román Riquelme las negociaciones (Foto NA: JUAN VARGAS)

“Que el hincha se quede tranquilo porque le vamos a cuidar el club”. Esta es una de las frases más utilizadas por Juan Román Riquelme cuando brinda alguna entrevista. Entre sus prioridades a la hora de aceptar meterse en el barro político fijó esta cuestión ligada a las características históricas de la institución de la Ribera y fundamentalmente para mantener el orden económico y financiero a la par de la otra pata de la comisión directiva, orquestada por el presidente Jorge Amor Ameal.

El ídolo creó un Departamento de Fútbol con nombres de ex jugadores históricos para apoyarse en ellos en cada asunto ligado al plantel profesional. Renovaciones, contrataciones y ventas. Si bien es cierto que Román se autoexcluye del grupo de trabajo conformado por Jorge Bermúdez, Raúl Cascini, Marcelo Delgado y el ex ayudante de campo de la Reserva Mauricio Serna, no hay decisión que se tome de la que no esté al tanto. Cada cuestión pasa por las manos y se aprueba con su venia.

Las cuestiones menores como las firmas de los primeros contratos de los juveniles, charlas preliminares con representantes y situaciones que requieren menor atención, son delegadas a sus laderos. Bermúdez y Cascini son quienes suelen tomar las riendas, aunque el Chelo Delgado también lideró varias tratativas desde que asumieron en su cargo a principios de 2020, época desde la que empezaron a cuestionar el escaso dinero que había dejado en caja la comisión saliente (aseguraron que había 5 millones de dólares cuando en realidad se había vendido recientemente por mucho más).

Y ya en un primer semestre en el que el equipo de Miguel Ángel Russo le arrebató el título de Superliga a River y se desató la pandemia, empezaron a asomar los primeros conflictos contractuales con futbolistas que pertenecían al plantel. Uno de los casos que terminó siendo de los más emblemáticos por la vertiginosa evolución deportiva del futbolista es el de Nahuel Molina, quien recién había vuelto de su préstamo en Rosario Centeral -donde se había destacado- y fue pedido por el DT para permanecer el plantel. El lateral cordobés tenía contrato hasta mediados de 2020 y llevaba años con un vínculo en pesos que se había desfasado por la inflación reinante del país. El mismo había sido rubricado por la CD anterior, pero las charlas con su representante no llegaron a buen puerto. Molina terminó apartado del plantel profesional y firmó en condición de libre en Udinese de Italia, donde explotó, fue convocado a la selección argentina y transferido al Atlético Madrid.

“Nahuel quería jugar en Boca y le dijo eso al Consejo. Lo llamó por teléfono Cascini, que es un rottweiler. Son tres rottweiler que tiene Riquelme. Negocian como jugaban ellos, como jugaba Cascini y Bermúdez, te comen los sesos. Esta gente no te escucha, ellos piensan que nosotros somos nada y están equivocados”, fue lo que declaró el padre de Molina cuando estaba a punto de concluir el vínculo de su hijo. Habló de soberbia en general, pero señaló principalmente a Cascini por su “prepotencia”. Fue un primer indicio de la escasa tolerancia y cintura para negociar del Consejo. El primer precedente de las ofertas “es esto o nada”. Existió otro caso de un jugador colgado, aunque de menor renombre: Julián Chicco, libre en junio de 2021.

Distinto fue el caso de Junior Alonso, a quien Boca le quiso comprar el pase a través de la opción de compra de la que disponía. Habiendo acordado con el Lille de Francia, finalmente el defensor paraguayo acusó cuestiones familiares para alejarse de Argentina. Por lo bajo, desde el club deslizaron que el guaraní había priorizado una mejor propuesta económica de Atlético Mineiro, pese a haber dado el OK en su momento al Xeneize.

La salida de Alonso tomó cierta trascendencia pública, aunque no tanta como las de los cordobeses Cristian Pavón y Julio Buffarini. “Cristian no conoce la voz de los dirigentes. Nunca le preguntaron qué quería hacer, qué pensaba. Lo único que hicieron fue borrarse. Juro que no lo entiendo. Como jugadores son magníficos, han sido muy buenos los del Consejo. Pero de pecho no vas a ganar nada, eh. Lo operaron ayer y te creés que alguno del Consejo le preguntó qué le había pasado. No lo llamó nadie”, fueron los explosivos dichos del padre y representante de Pavón. La historia posterior es sabida: Kichan se reincorporó en buena forma y fue utilizado a lo largo de todo 2021, pero a seis meses de concluir su contrato, no hubo acuerdo por su continuidad y firmó con Atlético Mineiro (los últimos seis meses se entrenó junto al plantel profesional de Boca, pero no fue inscripto en la lista de la Copa Libertadores ni convocado a ningún encuentro oficial).

Buffarini, de perfil más bajo, prefirió no confrontar pese a que el club emitió un comunicado oficial en el que informó que el lateral había rechazado la propuesta para renovar por cuestiones personales ligadas a la seguridad del país y firmó en la Segunda de España.

El Consejo tuvo cortocircuitos con los representantes de Esteban Andrada, Pol Fernández (fue apartado de las convocatorias cuando anunció que no renovaría su vínculo a fines de 2020) y Carlos Tevez, por quien existió una “guerra fría” entre ídolos que hasta derivó en indirectas del Patrón Bermúdez apuntando al “oportunismo político” del Apache, amigo personal de Daniel Angelici. Riquelme quedó al margen de todas estas negociaciones, salvo la de Tevez, a quien llamó para solucionar el conflicto por su renovación a mediados de 2020. Su permanencia se prolongó, pero Carlitos dejó el fútbol a mediados de 2021, cuando todavía tenía vínculo vigente. La imagen de los ídolos abrazados en los pasillos internos de la Bombonera fue más protocolar que sincera. Ambos se tienen un respeto supremo, pero comprenden que caminan por veredas opuestas...

En paralelo, Riquelme sondeó a varias figuras internacionales a las que tentó más desde lo sentimental y pasional que desde lo económico. Los chilenos Mauricio Isla y Gary Medel admitieron haber dialogado con Román, mucho antes de que Arturo Vidal coqueteara con Boca en este mercado. El argentino Guido Carrillo fue otro de los apuntados por JRR, que no pudo dar el brazo a torcer con el uruguayo Lucas Torreira y hasta hoy continúa haciendo una tarea fina para convencer a Edinson Cavani, con quien hubo conexión directa desde un principio gracias al Manteca Sergio Martínez. ¿Por qué se frustraron estas tratativas? Dicen que no hay peor gestión que la que no se hace, aunque a Riquelme y Boca le jugó en contra la inestabilidad económica del país y el límite que la Comisión se autoimpuso a la hora de negociar contratos millonarios. “Hasta acá nos estiramos. ¿Venís? Bárbaro. ¿No venís? Buscamos otra opción”.

El batacazo que sí metió Román en uno de los mercados que afrontó como dirigente fue el fichaje de Marcos Rojo. Libre de Manchester United, el defensor que disputó los últimos dos Mundiales con la camiseta de la Selección había estado a préstamo en Estudiantes de La Plata sin continuidad por una lesión y la posterior pandemia. Riquelme lo endulzó, tocó su fibra íntima familiar xeneize y le ganó la pulseada nada menos que a Marcelo Gallardo y a River para quedarse con los servicios del número 6 que rápidamente se convirtió en referente del plantel.

Pero retornando al modus operandi de Riquelme y su Consejo a la hora de gestionar renovaciones de contrato, se registraron ejemplos que los describen. Mauro Zárate percibió uno de los salarios más altos del fútbol argentino hasta mediados de 2020. Miguel Russo pretendía mantenerlo en el plantel y desde el CDF le avisaron que harían lo posible, pero no a cualquier precio. Le propusieron entonces extender el vínculo por un año, aunque reduciendo un 75% sus ganancias. Muchos hubieran comprendido esta propuesta como una elegante invitación a despedirse; Mauro aceptó y jugó hasta que pidió la rescisión antes de que concluyera la actividad de la temporada 2020/2021.

A ocho meses del vencimiento del contrato de Pavón y Eduardo Salvio, el Patrón Bermúdez adelantó que les harían llegar ofertas de renovación que se dilataron más de la cuenta. La representación del cordobés rompió el diálogo de forma definitiva a principios de este año, momento en que no habían prosperado las ofertas de compra de Los Angeles Galaxy (según informó Riquelme, desistieron por su denuncia por abuso) y Cruz Azul. Con el Toto habló directamente Román en el viaje a Arabia Saudita para afrontar el amistoso de Barcelona y midió su deseo de permanencia en Boca. La propuesta formal llegó a diez días del vencimiento de su vínculo y estuvo muy por debajo de lo requerido por Salvio, quien optó por marcharse a Pumas de México, en la que fue una despedida “prolija”, lejos estuvo de parecerse al escándalo mediático que acaba de desatarse por la situación contractual de Agustín Rossi.

Más allá de la debilidad de Riquelme por Edwin Cardona (incluso Cacho, su papá, lo defendió durante un partido en plena Bombonera), desistió de la idea de que Boca le comprara el pase luego de algunas actitudes poco profesionales del colombiano y una serie de lesiones que lo alejaron de su mejor nivel. Y el otro que no se fue del todo bien fue Wanchope Ábila, vendido a Colón de Santa Fe: “Con Román tuve poco contacto, como la mayoría. Conmigo siempre tuvo un trato muy cordial y respetuoso. Un día estábamos en el palco y se sacó una foto con mi hijo. Sabe lo que representa como jugador y como dirigente tomará sus decisiones, uno puede estar de acuerdo o no. No me quejo, porque entiendo el juego. Después podés arrastrar una amistad o tener otros vínculos que ellos creen que influyen, pero para mí nunca influyó nada. Yo siempre jugué por la ambición de ganar y salir campeón. ¿El resto del Consejo? No los conozco. No son amigos míos”.

A días de que salieran a la luz los cruces con Carlos Izquierdoz (pasó de la mejora salarial a un “exilio” casi obligado al fútbol español) y Agustín Almendra (por discrepancias con el Consejo podría no vestir más la camiseta de Boca), explotó el caso Agustín Rossi y las visiones son múltiples.

Desde la representación del jugador hablaron de la postergación de reuniones por la renovación de su contrato y del desgaste provocado por tratos que no se condicen con la relevancia que hoy tiene el arquero en el plantel. El agente de Rossi fue quien arrojó los números sobre la mesa de la oferta de Boca, que a decir verdad fue -cuanto mínimo- para analizar. Pero las puertas se cerraron al no haber lugar para la negociación, contraoferta o revisión de las posturas. Nuevamente “única oferta o nada”, con el agregado de advertir que solamente será transferido por el monto fijado en la cláusula (asciende a 18 millones de dólares).

No está en tela de juicio que la Comisión Directiva boquense haya fijado un tope salarial para Rossi, ¿pero no hubiera sido mejor para Boca que el Consejo propusiera una oferta menor para abrir un margen de negociación? Al haberse negado a rever el contrato propuesto por el jugador, no existirán más réplicas ni charlas. Cuanto máximo, el arquero seguirá atajando hasta fin de año y Boca buscará un reemplazante pensando en la Libertadores 2023. Se ahorrará varios meses de pagarle el suculento sueldo a Rossi y podrá invertir ese dinero en la contratación de un sustituto que esté a la altura (tarea para nada sencilla). Al mismo tiempo, se privará de la tranquilidad de contar con un guardameta que es querido por los hinchas y una potencial venta millonaria.

Riquelme, implacable para negociar. Tómenlo o déjenlo.

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