Usted no pregunta: el día que Menotti discriminó a un periodista crítico en medio de una entrevista antes del Mundial 78

Horacio Monzo trabajaba para el diario La Razón y se levantó de su asiento cuando se encontró con el veto en la exclusiva rueda de prensa que había armado la revista El Gráfico. Aquí, revive su relación con el ex entrenador, a quien había presentado a directivos de Huracán

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Horacio Monzo, el periodista que tuvo que dejar una conferencia porque César Luis Menotti se negó a responder sus preguntas
Horacio Monzo, el periodista que tuvo que dejar una conferencia porque César Luis Menotti se negó a responder sus preguntas

De pronto el silencio. Espeso e incómodo. Inhabitual, además, por tratarse de un ámbito lleno de periodistas. El mes de mayo de 1978 se acercaba a completar su primera quincena y el país latía al compás de la fiebre mundialista en cada esquina. La revista El Gráfico tuvo la idea y reunió en su redacción a César Luis Menotti con un grupo de especialistas de radio, diarios y televisión para una charla sobre la Selección a escasos días del inicio de la Copa del Mundo.

La mayoría de los medios había apoyado el proceso del Flaco, comenzado en 1974, con un par de voces disonantes, como la revista Goles y el diario La Razón. Por parte de este último concurrió a la conferencia Horacio Monzo, una de las plumas destacadas y crítico del entrenador. Se podía suponer un ambiente de tensión, pero no lo que se vivió apenas el DT tomó la palabra.

“Antes de comenzar la serie de preguntas quiero aprovechar para aclarar una posición que yo sostengo desde hace tiempo. Muchas veces he diferenciado al periodismo, y supongo que alguno de ustedes pudo sentirse ofendido. Por eso hoy quería dejar aclarado que la línea periodística a la que me refería y que no comparto por razones que todos los que estamos acá conocemos es la que representa el señor Horacio Monzo. Por eso, no voy a aceptar ni voy a contestar sus preguntas. Además, deseo dejar sentado que nunca he hecho declaraciones para el diario La Razón y que todas las afirmaciones puestas en boca mía fueron recogidas de otros medios”.

La respuesta del periodista no se hizo esperar y empezó a puntualizar una serie de críticas futbolísticas que el vespertino había hecho, como los movimientos lineales de los cuatro defensores, la escasa velocidad de Carrascosa o el excesivo traslado de Ardiles. Fue allí cuando Menotti lo interrumpió, remarcando que no quería entrar en polémicas. Monzo se puso de pie y dijo: “Debe ser solo por las críticas que le hicimos. No quiero que nadie se sienta incómodo. Con el permiso de ustedes me quiero retirar y agradecer la invitación”.

 César Luis Menotti con un grupo de especialistas de radio, diarios y televisión preparado para una charla sobre la selección a escasos días del inicio de la Copa del Mundo. Hasta ese momento Horacio Monzo permanecía en la reunión
César Luis Menotti con un grupo de especialistas de radio, diarios y televisión preparado para una charla sobre la selección a escasos días del inicio de la Copa del Mundo. Hasta ese momento Horacio Monzo permanecía en la reunión

Horacio Monzo se sienta a la mesa del comedor de su departamento en el barrio de Congreso y recuerda con detalles aquella jornada y distintos momentos vividos con Menotti: “Aquella no fue una situación trascendente para mí. Fui sabiendo que era para hablar con él, pese a la distancia que había. Me senté igual como correspondía ante la invitación que me había hecho El Gráfico. Después, como no quiso contestar las preguntas, me levanté y me fui. En ese momento estuvieron muy bien conmigo Héctor Vega Onesime y Ernesto Cherquis Bialo, que eran subdirector y jefe de redacción de la revista, respectivamente, y José María Muñoz y Néstor Ibarra. Los demás siguieron, lógicamente, porque era una entrevista con el técnico de la Selección a pocos días del Mundial. Ibarra era un amigo de muchos años y me agarraba de todos lados para que no me fuera”.

En total fueron 13 los periodistas presentes con una variada conformación: cuatro diarios del Interior del país, cuatro nacionales, un corresponsal de Alemania, Muñoz y Zavatarelli por Radio Rivadavia, Héctor Drazer (canal 11) y Néstor Ibarra (13) por la televisión. El técnico se ubicó en una silla en diagonal al grupo sentado en dos hileras: “Hubo repercusión de semejante situación en los medios, empezando por el Gordo Muñoz que me llevó a la Oral Deportiva, el programa más escuchado de la tarde. El asunto no era conmigo, sino con La Razón, donde vendíamos 840.000 ejemplares cada tarde, por lo que era una opinión muy influyente, con la conducción de un director fantástico como Félix Laiño. Un genio total”.

Horacio Monzo, con 82 años, en las calles de Buenos Aires (Crédito: Nicolas Stulberg )
Horacio Monzo, con 82 años, en las calles de Buenos Aires (Crédito: Nicolas Stulberg )

Por aquellos años, los vespertinos eran parte de la costumbre de los argentinos. Épocas donde había más tiempo para la lectura, con menos ansiedades y en los que la gente compraba el diario al regreso del trabajo cuando caía la tarde. En La Razón se había impuesto una sección, leída por todo el ambiente del fútbol y creada por Monzo.

“Los dialoguitos nacieron en Uruguay, en un enero frío y de poca playa, en medio de la cobertura del clásico torneo de verano. No había demasiado material para enviar y comencé a copiar las historias que contaba Pipo Rossi. Lo titulé Dialoguitos en la arena y al regresar, como andaba bien, el director me propuso continuarlo, cambiando el asfalto por la arena. Me sentía cómodo en mi trabajo y desde allí fui crítico del estilo de Menotti porque era un fulbito y veía que de ese modo no se podía encarar un Mundial, quizá me haya equivocado, pero lo concreto es que el equipo se modificó de lo que era en 1977 a lo que fue al año siguiente. Olguín y Tarantini cambiaron de posición y se incorporaron algunos que él no los tenía en cuenta. Eran pocos los medios que señalábamos lo que ocurría, ya que además de nosotros estaban Crónica y la revista Goles”.

Esta publicación había sido la histórica competidora de El Gráfico, desde hacías varias décadas. En los últimos meses del ‘77 intentó una renovación, desde la estética de su tapa, con más colores, hasta la conformación de su staff, donde Rolando Hanglin asumió la dirección y así lo recuerda: “Aldo Proietto se fue y en ese momento me ofrecieron el cargo. Respondí automáticamente que sí, porque pese a no ser periodista deportivo, soy hincha de fútbol. Me encontré con un ambiente un poco hostil por ser de afuera para ellos, pero lo sacamos adelante. Sobre todo, con el tema de la selección paralela, que movió el ambiente y creó varias polémicas. Para la época fue una revista original y muy buscada, porque todo el mundo quería tenerla para saber lo que publicábamos contra Menotti, pese a que a mí me gusta su estilo de juego, pero me habían llamado para eso. Le hicimos la guerra unos cuantos meses, hasta que todo se terminó abruptamente a fines de abril del ‘78 cuando pusimos de título algo sobre las brigadas rojas en un partido donde Independiente y Argentinos se habían pegado mucho. El chiste era muy simple por la similitud de colores de sus camisetas, pero era la época donde actuaban las brigadas rojas en Italia matando gente, justo en el momento que la revista había sido vendida a un grupo de empresarios de ese país. La situación ya venía mal y después de ese incidente se hizo insostenible. Presenté la renuncia y no llegué al Mundial, pese a lo que produjimos en el ambiente con la selección paralela, que lo fastidió a César, pero que fue una idea bastante vendedora, porque el equipo no jugaba bien”.

El director de selecciones nacionales y entrenador campeón del mundo en Argentina 1978, César Luis Menotti, en una rueda de prensa en las instalaciones de la AFA en Buenos Aires (Argentina).
El director de selecciones nacionales y entrenador campeón del mundo en Argentina 1978, César Luis Menotti, en una rueda de prensa en las instalaciones de la AFA en Buenos Aires (Argentina).

Ernesto Cherquis Bialo era el jefe de redacción de El Gráfico. Así recuerda aquella situación tan particular que se desarrolló en el mítico edificio de la calle Azopardo, sede de Atlántida, la editora de la publicación: “La revista era un soporte fundamental para la organización del Mundial ‘78, a partir de la relación cercana que tenía el director ejecutivo, Constancio Vigil, con Joao Havelange, presidente de FIFA. Esa lucha de El Gráfico se sucedió luego que Argentina perdiera, en 1964, la chance de ser sede de la Copa del Mundo de 1970. México había llevado un video revolucionario a nivel tecnológico para la época, al tiempo que nuestros dirigentes apenas tenían unas cartulinas. Recién fue confirmada como anfitrión en 1974. Dos años más tarde llegó el golpe de estado y fue designado Alfredo Cantilo como interventor y luego asumió como presidente, apoyándose mucho en gente de su confianza, entre los que estaba Julio Grondona, quienes reafirmaron como entrenador a Menotti. Él trajo un discurso, un orden y un aire nuevo al fútbol argentino. Héctor Vega Onesime era la cabeza de nuestra revista y había apoyado al Flaco desde antes que asumiese en la Selección con algunas notas editoriales, donde proponía que el juego de Huracán estuviese en el cuadro nacional. A partir de esa situación, El Gráfico se convirtió en sostén del entrenador y por ello fue la sede de aquella conferencia de prensa, e hizo que César se sintiera local. Cuando vio que en representación de La Razón estaba Horacio Monzo, le dijo que no pensaba responderle ninguna pregunta, por lo que el colega se levantó y se fue. Allí se produjo una situación incómoda para nosotros como anfitriones de los medios más importantes, uno de sus representantes decidió marcharse por propia iniciativa. A mí no me gustó lo ocurrido, porque cuando das una conferencia, no podés poner condiciones. Y si lo hacés, es antes de organizarla para que los involucrados lo sepan”.

Con más dudas que certezas, Argentina avanzó segunda en su grupo y debió disputar la fase siguiente de la Copa del Mundo en la ciudad de Rosario. Con el recordado 6-0 ante Perú pasó a la final, donde se consagró campeón. Así recuerda Monzo la cobertura del diario en medio de la tirante situación con el DT: “Yo me abrí y cubrí otros partidos. Me borré solo porque no tenía sentido que fuera a los encuentros de Argentina si el técnico no me hablaba, tal como iba a ocurrir en España ‘82. Laiño me dijo que igual iba a trabajar porque no podía perder mi continuidad en los Mundiales (estaba desde el ‘66 y llegué hasta el ‘86). El día contra Holanda estuve en la cancha, pero no escribí. A Menotti lo asumo como un error mío, porque yo lo llevé a Huracán junto a Julio Prado, que era un empresario rosarino hincha de Newell’s. Se lo presentamos en 1971 a Luis Seijo, presidente de la institución de Parque Patricios y nos costó mucho que lo aceptara, ya que no tenía demasiados antecedentes. Finalmente lo logramos, pero me equivoqué. Descubrí tarde quién era Menotti. Cuando Prado lo trajo desde Rosario, yo solo lo conocía de haberlo visto en alguna cancha, donde trotaba como jugador y le pegaba muy fuerte a la pelota, eso se lo reconozco. Con Seijo yo tenía una relación fluida, por mantener charlas de fútbol y pese a ello, la negociación se extendió hasta el día que Menotti fue solo por su cuenta a la casa del presidente en Caseros y La Rioja y le dijo: ‘Seijo, vengo a firmar el contrato’. La respuesta lógica fue ‘el contrato no está hecho’. Y el replicó: ‘Entonces no vengo más’. Y ahí comenzó su historia con Huracán”.

Luego del fracaso en Alemania ‘74, la selección nacional tenía que nombrar a un nuevo entrenador y en el mes de octubre ese lugar fue para el Flaco, una historia que Monzo conoce bien: “Para mí fue una sorpresa que lo designaran. Desde ese momento discutimos mucho y charlamos algo, más bien poco. La pelea definitiva fue cuando desafectó a los futbolistas de River que habían optado jugar por su club en la Copa Libertadores cuando se venía una gira de la selección, en marzo de 1976. Por ese tema puntual me peleé con Menotti en el tercer piso de la AFA, donde tenía su oficina. La discusión fue grande hasta que le dije: ‘Me voy’. y nunca más le hablé. Ahora nos hemos cruzado algunas veces en la zona de Recoleta, pero no nos saludamos. Para mí no cambió, debió haber sido siempre igual o parecido”.

Junto con la despedida llegó la última pregunta a Horacio Monzo: “¿Usted volvería a hacer lo mismo que hace 44 años?” La mirada fija preanunciaba la respuesta que llegó con convicción: “Por supuesto que sí. Me levanto y me voy”.

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