“La música y el fútbol son primos. El fútbol es de la mañana, la música es de la noche, pero estamos intentando unir los dos mundos”.
En Juan Ignacio Antonio habitan los dos universos, sin antagonismos ni rivalidades. El Flaco, o Iñaki, vive abrazado a una pelota desde que tiene uso de razón, es el vehículo que lo llevó a la selección argentina, a tirar paredes en River Plate con el Muñeco Gallardo o el Burrito Ortega, a brincar al fútbol europeo. Y “pellizca la guitarra” desde que, durante los fines de semana, “mi vieja y mi tía tocaban canciones de Sui Generis; con mi hermano parábamos la oreja y escuchábamos”. Aquel futbolista, el que llegó al gran escenario deportivo de manera casi arrebatada y se bajó a los 27 años, hoy se sube al otro, como prueba de que el maridaje es posible.
El delantero ágil que deslumbró a Passarella y llegó al combinado Sub 17 antes que a un club de élite hoy es el frontman de una banda de rock: Francia 98. Sí, imposible gambetear el lazo futbolístico, implícito en el nombre y en la estética del grupo musical, que hasta se anima a un cover de “Un estate italiana”, el eterno tema del Mundial del 90. Y quiere jugar su Copa del Mundo junto a sus nuevos compañeros de equipo, con las cuerdas en lugar de los gajos del balón.
-¿Cuándo te tocó la puerta el fútbol? ¿Alguna vez compitió con la música?
-El fútbol, de manera muy natural. De chiquito le pegaba para afuera y la pelota entraba. Era algo que me salía fácil, con la música soy más laburador. Mi vieja contaba que de chiquito estaba todo el día con la pelota. En mi casa teníamos un espacio que se utilizaba como comedor, mi vieja no había comprado las mesas y lo usábamos como una cancha. El día que mi vieja compró los muebles fue el día más triste de mi vida.
-¿En el camino alguna vez dudaste si tu verdadera vocación no era la música?
-Yo sabía que en algún momento me iba a dedicar a la música, pero no sabía cuándo, porque cuando estás abocado a una profesión, uno va como los caballos, tenés la mira en eso y la dinámica del día a día no te ayuda a pensar en lo que viene. Y como la vida del futbolista es muy monótona, no te podés dormir, porque te ganan el puesto, cambia todo muy rápido, entonces no tenía pensado el cuándo ni el cómo. Sí sabía que la música estaba ahí, que pasara lo que pasara iba a agarrar ese fierro. Las cosas que te gustan tarde o temprano te tocan la puerta.
-¿Y qué espacios encontrabas para la guitarra mientras desarrollabas tu carrera?
-Está bueno después de... No era lo primero que hacía. Me juntaba a morfar con amigos y agarraba la guitarra. Iba a jugar al fútbol, volvía a casa, y agarraba la guitarra. Siempre fue mi compañera de viaje, como el mate. Y me acompañó durante toda mi trayectoria. Tiene algo muy lindo la música que es que siempre va a estar ahí, esperándote.
-¿Dónde empezaste a jugar?
-En Trelew empecé en un club de barrio que se llama Los Aromos, que se terminó afiliando a la CAI de Comodoro Rivadavia, y esa filial, que tenía más alcance, me permitió jugarme una fichita en el fútbol.
-Lo curioso en tu camino es que llegás primero a la Selección Sub 17 que a River.
-Fue medio atípico, en el Sur no tenemos tanto alcance. Un día mi viejo me levantó y me dijo: “Flaco, están probando jugadores en la cancha de Racing de Trelew y está Tocalli con Tojo”. Mi viejo me levantó con ese mensaje de ir a divertirme un rato. En eso mis viejos estuvieron pillos, fueron más compañeros, Eso me ayudó mucho. Caí en la cancha y ese día, ponele que salimos 7-1 e hice 10 goles... Estaba inspiradísimo. Terminó el partido, Tocalli cruzó la cancha y se puso a hablar con nuestro técnico. Y sentí esa corazonada de que le gusté, uno quiere enamorar, es tu pasión. Ese día fue el día en el que se me abrió la puerta para venir al Sub 17. El arreglo que se hizo con Tocalli y Tojo fue que yo tenía que terminar el colegio en mi ciudad, no podía vivir ese desarraigo en ese momento, me dejaron terminar el cole y viajar para jugar. Hice como un ida y vuelta por un año, fue estresante, pero me ayudaron todos.
-Y por lo que mostrabas en la Selección, te llevó a prueba el Liverpool...
-Fue algo muy loco, porque son saltos muy grandes. Fui, hice como una mini prueba, anduve bien, pero nunca terminé de entender si era para quedarme o no. Volví y me dije “paremos la mano, empecemos en un lugar cercano a mi casa”.
-¿Cómo fue ese viaje?
-No estás preparado, más por el tipo de vida que llevaba en el Sur. Allá dormimos la siesta, miramos el atardecer, somos pibes tranquilos, con otro ritmo, y el ritmo de Buenos Aires, de los compañeros con los que jugaba, que venían más formados, era diferente. No es fácil la adaptación, tenés que adaptarte rápido o te quedás afuera. Lo vivía con estrés, pero a los 17 años te da el cuero para todo. Ya de grande te ponés más analítico. Me decían en Liverpool, “está Gerrard”, y pensás, ¿Gerrard? En la AFA también, entrás a Ezeiza y ves los cuadros, las habitaciones... La AFA es como el Hogwarts de los futbolistas. Es una escuela, ves a Maradona, la Copa del mundo, sentís el olor a césped mojado, recién cortado... Es como mucho, es tanta información que me hubiera gustado vivirlo más de grande. No llegás a asimilarlo con la madurez que requiere cuando sos pibe. Fue hermoso.
-¿Y cómo se dio el pase a River?
-La Selección fue la llave para que pudiera llegar a River. Tenía que buscar un atajo más corto que Liverpool, y la oportunidad fue ir a River, a través de la Selección.
-El proceso para llegar a Primera también fue corto, de apenas unos meses.
-Fue algo muy fugaz. Llegué a la Quinta, me acuerdo de un técnico divino, que fue Ricardo Valiño. Habré hecho diez partidos, y ya me subieron a Reserva. Y en Reserva, de pretemporada en Mar del Plata, fuimos a hacer un amistoso con la Primera. Cuando terminó vi que Passarella fue a hablar con el técnico, fue parecido a lo que me pasó en la Selección, por cómo había jugado, estaba convencido de que le iba a decir algo de mí. Y me avisaron: “Te quieren en la concentración en el Costa Galana”. Armé el bolsito y me cambié.
-¿Cómo sobrellevaste ese cambio tan abrupto?
-Llegué regalado, con el bolso, tipo provinciano. Desde el primer momento que te sentás en una mesa con ellos, con los referentes, empezás a aprender, a charlar. Entrás en esa vorágine del profesionalismo. Yo los veía en el póster al Burrito Ortega, al Muñeco Gallardo. Y en ese momento los tenía ahí.
-¿Qué te dijeron en ese primer acercamiento? ¿Con quiénes concentrabas?
-Compartí con varios. El Pitu Abelairas, Ahumada, Lamela... Lo que te dicen los más grandes es... Fue un mensaje muy lindo, muy fácil. Que todos quieren estar en River, que hay que cuidar el lugar y que uno tiene que hacer el esfuerzo en cada entrenamiento. Que hay que mantener lo que uno construyó, que es difícil llegar y lo más difícil sin dudas es mantenerse. La voz cantante, el que explicaba bien esas cosas, era el Muñeco. Yo era un tipo que escuchaba mucho, pero el mensaje me entraba más con tipos de temple. Él hablaba lo justo y necesario, y cuando decía algunas cositas me llegaba, sobre todo por sus formas. Si te lo explican mal, no querés aprender o no escuchás. Pero cuando te lo dicen bien, te entra mejor. Y es más lindo.
-¿Lo veías técnico a Gallardo?
-Yo no me daba cuenta, lo que puedo destacar es que como compañero era un tipo muy noble, para corregirte, para marcarte un error. Un señor. Hoy me doy cuenta de que le daba para lo que generó. En ese entonces lo que veía era cómo le pegaba a la pelota. También veía a Falcao saltar dos metros y que se mantenía en el aire. O veía tipos muy profesionales, como Danilo Gerlo, que era el primero que llegaba y hacía 500 abdominales por día... Aprendés de todos.
-En tu currículum podés poner todos los nombres con los que jugaste. Recién nombraste a Ortega, Gallardo, Falcao. Y en la Selección juvenil tenés a muchos más para sumar.
-Tuve suerte, me tocó una camada de jugadores que fueron ídolos. Encontrar un Ortega, un Gallardo, un Riquelme; esos jugadores ya no abundan. Tuve la suerte de compartir cancha y vestuario con esos locos. En la Selección, con el Kun Agüero, Papu Gómez, Juan Forlín. Con Di María estuve en el Sub 20 en un amistoso en el Monumental, no compartimos mucho. Con Papu y Kun compartimos más, el primer año y medio, dos años, los preparativos para el Sudamericano Sub 17. Son con los que más estuve.
¿El Kun y el Papu siempre fueron de hacer bromas?
-Unos personajes, tenés la risa asegurada con ellos. No me acuerdo de algo puntual, pero ellos siempre tuvieron esa característica muy bonita que envidié, que se tomaban todo de manera natural. Estaban en Buenos Aires desde hacía mucho, y lo vivían con más alegría que seriedad. Yo el primer tiempo me lo tomé mucho más serio. Y hoy en día los ves y mantienen ese espíritu. Jugábamos al poker, al fútbol-tenis, hacíamos apuestas...
¿Tocabas para ellos en Ezeiza?
-Sí, obvio. Llevaba la guitarra a la concentración y me pedían que tocara, sobre todo las canciones de moda. Arranca corazones de Ataque 77, algún himno popular, algo de Los Auténticos Decadentes. Era eso, buscar canciones que nos divirtieran.
-¿Seguiste en contacto?
-Cada tanto me hablo con el Papu, con el Kun no. Se fue para arriba muy rápido y le perdí el rastro. Calculo que se va a acordar, la pasamos muy lindo.
-En ese Sudamericano Sub 17 de 2005 en Venezuela tenían un lindo plantel, pero el equipo no pasó primera ronda. ¿Por qué?
-Son campeonatos muy cortitos, tenés tres partidos para demostrar, ganar, entrar bien. Y pasa que empatás uno o perdés, ganás otro y no te alcanza. Son torneos asesinos, bravos, porque si no entrás bien, la pasás mal. Es lo que nos pasó. Era la ilusión de defender los colores. Había ido Maradona para hacer una arenga, fue todo muy emotivo. Y cuando no se dio, fue la primer derrota dura que sufrí como futbolista. Quedó como una marquita. Si pasábamos esa ronda, nos esperaban lindas cosas. A veces los grupos no terminan de madurar y necesitan un poco más de tiempo.
-¿Cómo fue eso de la arenga de Maradona?
-Diego fue al partido mismo, en el estadio se hablaba de que iba a estar, como un rumor. Y justo en un momento antes de salir a la cancha se ve que viene escoltado entre varios. Se metió en el medio del grupo, hicimos una ronda, lo abrazamos. No recuerdo todo lo que dijo, pero fue emotivo, algunos lloraban. Fue muy como era él, una arenga bien del Diego antes de salir a jugar.
-Tuviste a Passarella como técnico. ¿Era tan riguroso en cuanto a las reglas, como con el tema del pelo largo, como se decía?
-Yo me encontré con un técnico que no estaba con las cuestiones del pelo, no me dijo nada, y yo tenía el pelo larguísimo y desprolijo. Un tipo con mucha experiencia. Estaba con Sabella; tuve la suerte de compartir con Ale, que nos aconsejaba mucho, y terminó siendo el técnico de la Selección.
-¿Las lesiones conspiraron contra tus chances de instalarte en River?
-Al principio, por no haber hecho todas las Inferiores, hizo que cuando vine a Buenos Aires me encontrara con un ritmo muy fuerte. Cuando fui a Europa había encontrado ya la marcha, y después se dieron algunas cosas personales que hicieron que la mochila estuviera más pesada, y me seguí lesionando. Y ahí vi que no me daba el cuerpo, mi cuerpo estaba sufriendo. Y eso hizo que pensara en un retiro temprano. Me retiré a los 27, era joven. La idea no era retirarme temprano. Uno arranca para darle con todo, el fútbol sigue siendo mi pasión, sigo jugando con mis amigos, pero en la vida van pasando cosas, y hubo algunas determinantes, que fueron marcando la línea. Y el tema de las lesiones fue la punta del iceberg. Te hace decir “no puedo levantarme y tener las rodillas así”. No tengo cuentas pendientes con el fútbol, porque le saqué el jugo y la pasé bien.
-¿Cómo evaluás tu experiencia en Europa? Estuviste cinco años.
-Fue increíble, porque tuve que empezar de cero. River me dejó libre, primero me fui a África, a Túnez. Me dijeron: “Hay un equipo en Túnez que te quiere”. Me llevó un representante, terminó siendo una situación bizarra, llegué y no eran las condiciones que me habían dicho. Yo necesitaba encontrar una nueva casa. Y apareció esta oportunidad, que no se me terminó dando.
-¿Bizarro en qué sentido?
-Me dijeron “vas a un equipo, te está esperando, te quieren, vas a ser el enganche, vas a estar un año y de ahí vas a ir a Europa”. Para mí era agua en el desierto, no tenía dónde jugar. Pero llegué y era como la película de Francella, “Un Argentino en Nueva York”. No entendía el lugar, era difícil cómo jugaban, todo pelotazo. Yo, flaquito, no paré una. Estuve a punto de dejar. Volví a la Argentina y de la nada apareció un loco que me dijo: “Te vi jugar en River, tengo una propuesta para Italia, al Brescia”. Estaba en duda. Es difícil el fútbol cuando volvés a empezar de cero. Era eso o ponerme a estudiar o buscar laburo. Fui y ahí se destapó todo. Pude encontrar el lugar. Yo veía a los italianos y veía a mi abuelo. El fútbol me venía al pelo, ellos eran disciplinados y yo, rebelde. Pude encontrar mi juego, me fue bien, me compró la Sampdoria y pasaron cosas que siempre había soñado.
-En Sampdoria eran varios argentinos.
-Chiquito (Romero), Maxi (López), (Mauro) Icardi, (Fernando) Tissone... Después vino Bergessio, aunque compartimos poco tiempo. Muchos argentinos. Allá te acercás a los sudamericanos o argentinos, compartís el mate, el asado, el “che, boludo”, la forma de hablar. Cosas que te hacen volver a tu tierra. Se arman los picados sudamericanos contra europeos; armaban lindos contra feos. Todo tipo de picados temáticos.
-Imagino que tus amigos te volverán loco preguntándote en los asados sobre cómo era la convivencia entre Maxi López e Icardi después de lo que pasó entre ellos...
-Y, sí, te preguntan, te preguntan. Pero yo estuve cuando estaba todo bien. Después no sé la historia, y no me estoy lavando las manos, ¿eh? Cuando estuvimos ahí era una situación muy amena, jugábamos a la Play, morfábamos juntos, salíamos a dar una vuelta...
-¿Solos o en pareja?
-Depende, a veces morfás con los pibes o cada uno con su señora, su novia, se hace más dinámico.
-¿Te sorprendió lo que pasó entre ellos?
-Sí, son cosas de las que me desentendí cuando me fui de Sampdoria, termino yendo a préstamo a otro lado y aparecen estas noticias y te sorprenden. Vaya uno a saber cómo son las cosas, el recuerdo que tengo del grupo es muy bonito, porque son los que te ayudan a volver a tu lugar cuando estás lejos. Pero sí, siempre está el tema, que te preguntan qué pasó, a partir de los trascendidos. Yo estuve ahí en el grupo, es normal. Yo no cuento mucho y nunca resulté ser muy conocido, y a veces pasa desapercibida la cuestión.
Dicho quedó, mientras llevaba la pelota junto al botín, cargaba la guitarra en el hombro. Ya cuando surgió en la élite, tenía una banda, “La Vieja Mimosa”. Y luego alumbró a “Trakis y los Atlantes”. Ambas formaciones sirvieron como plataforma para Francia 98, que compone junto a Fermín Sastre (guitarrista y primo) y Danilo Antonio (bajista y su hermano).
¿Por qué Francia 98?
-Teníamos que buscar un nombre que nos representara. Y fueron dos los motivos. Primero, somos muy futboleros. Francia 98 fue el primer Mundial en el que tuvimos uso de razón. Tenía 10 años, fue un antes y un después. A cualquier pibe lo marca un Mundial. Nos identificó eso. Y la pregunta que nos hacíamos era, “che, hoy toca Francia 98″. Y suena bien.
-Pero además le adosaron un toque temático, usan ropa de la Selección para tocar.
-Algunos caraduras vienen como si fueran jugadores de la Selección, no se confundan, somos músicos, je. Encontramos una temática copada, ir a ver un show de la banda tiene su costado futbolero, no nos podíamos esconder atrás de la pelota. La música y el fútbol son primos. El fútbol es de la mañana, la música es de la noche, pero estamos intentando unir los dos mundos.
-¿Qué tipo de música hacen? ¿Cómo definirías a la banda?
-Hacemos música popular. El género no es algo que nos haya importado. Escuchás y tiene ADN argento, hay algo de pop, rock, algunas cositas del indie... Pero vos escuchás y decís “esto es una banda argentina”. Estamos juntos desde hace dos años y medio. Tocamos en el Roxy, en Niceto, en el Hard Rock Café de Puerto Madero, y el show debut fue en una cancha de fútbol. A nuestro manager se le ocurrió ir a una cancha de fútbol y fuimos, firmes, vestidos de la Selección.
-¿Con qué sueñan como banda?
-Queremos llegar al Mundial. No me tocó llegar como futbolista por distintas cuestiones y el sueño es tocar en el fan fest de Qatar. Tenemos una canción que estamos preparando para agosto, que es una sorpresa, y tenemos un disco laburado con mucho amor que respalda todo esto. Uniría todos los puentes ir al Mundial, y la banda tiene herramientas para ir, le tenemos fe.
-¿Y hacer un show para la Selección?
-Es el otro sueño, sería espectacular. Un pasito a la vez.
¿Reversionaron la canción del Mundial de Italia 90?
-Teníamos que encontrar algo que uniera todo, nuestro pasado. Un estate italiana fue la mejor canción de los Mundiales. Hicimos una reversión y estamos ansiosos por salir a la cancha. Estamos preparando un videoclip.
-¿Qué ex compañeros te escuchan y qué te dicen?
-Hay de todo, es raro, soy del palo del rock, y el futbolista es más cumbiero, que tiene su parte divertida. Hay cariño y con los pocos que he hablado, famosos y no famosos, me bancan. Saben que siempre nos hemos divertido con la música.
-¿Quién es el Maradona o Messi de la música?
-Sin dudas, Charly García, para la música nuestra y la del mundo. Y después muchos, como Fito Páez, Calamaro; Spinetta, codo a codo con Charly..
-¿Y quién es el Juan Antonio de la música?
-Yo estoy recién arrancando, no me puedo comparar con alguien. Quizá con un tiempo más de trayectoria me anime, por ahora soy el Pipino Cuevas de la música.
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