Fue campeón del mundo con Argentina en el 78 y hoy trabaja como recepcionista: “Hay compañeros que tuvieron que vender sus camisetas por necesidad”

Miguel Ángel Oviedo integró el primer plantel albiceleste que ganó un Mundial y es una leyenda de Talleres. Hoy es empleado en el el Polideportivo Municipal Carlos Cerutti de Córdoba: “Los grandes me reconocen, los jóvenes no dimensionan lo que es ser campeón del mundo”

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La Cata en la actualidad
La Cata en la actualidad y con la camiseta de la Selección

“Nos convocaron para jugar el Mundial 78 e hicimos lo que teníamos que hacer. Que no nos reconozcan es un problema de la gente. Tengo la conciencia tranquila, nunca hice nada que no fuera jugar al fútbol. Pero en nuestro país a ese equipo que no se lo reconoce. Nuestro país es muy exitista, hay que triunfar, triunfar y triunfar”. De esta manera, se presenta Miguel Ángel Oviedo, uno de los 22 futbolistas argentinos campeones del mundo en 1978.

La Cata Oviedo es uno de los cinco cordobeses integrantes del plantel que levantó la Copa, junto con Osvaldo Ardiles, Américo Gallego, Rubén Galván y Mario Kempes. Sin embargo, por las calles de su provincia a veces pasa inadvertido. “Los grandes me reconocen, los niños no. Los jóvenes no alcanzan a dimensionar lo que es ser campeón del mundo”, afirma.

El oriundo de Córdoba capital surgió en el club Palermo de su provincia. Luego, pasó por Racing de Nueva Italia y debutó en Instituto (1973) hasta que logró ser parte de la época dorada de Talleres (1974/82), que fue el trampolín para ser convocado a la selección argentina del Flaco Menotti.

Más allá de su paso por la Albiceleste, Oviedo disputó 453 encuentros con la camiseta de la T, siendo el jugador con más presencias en la historia albiazul. Sin embargo, mantiene un perfil bajo. “Laburé toda la vida de lo que me tocó, sin pedir privilegios a nadie. Haber sido futbolista y ser campeón del mundo fue un hecho muy importante en mi vida, pero la vida continúa”, remarca humildemente.

Desde hace 19 años es empleado público y tiene que cumplir horarios. Se presenta de 14 a 21 en el Polideportivo Municipal Carlos Cerutti. Gestiona, abre la puerta del estadio, oficia de recepcionista, habla con la gente y atiende llamados por teléfono.

“Me da tranquilidad saber que tengo un sueldo seguro a fin de mes. Hoy trabajo y cumplo un horario porque no estoy salvado. Vivo tranquilo y cómodo; y me gusta lo que hago”, asegura Oviedo en diálogo con Infobae.

-¿A qué se dedica hoy, Miguel?

-Soy empleado de la Dirección de Deportes de Córdoba. Soy administrativo y recepcionista en el Polideportivo Municipal Carlos Cerutti, ya que atiendo el teléfono desde hace 19 años. Es una labor tranquila. No está relacionada con el fútbol directamente, pero sí con el deporte en general, ya que se practican diversas competencias.

-¿Como llegó a ocupar ese cargo?

-Con la gestión de Luis Juez, actual senador de la Nación, quien me llamó para que trabajara con él en el área de Deportes. Mucho tuvo que ver mi nombre para jerarquizar el lugar sin pasar por soberbio ni nada. La idea era traer más gente al deporte.

-En las calles, ¿la gente lo reconoce por ser uno de los campeones del mundo?

-Los grandes me reconocen, los niños no. Los jóvenes no alcanzan a dimensionar lo que es ser campeón del mundo.

-Luego de colgar los botines, ¿a qué se dedicó?

-Cuando me retiré como futbolista me recibí de entrenador y dirigí a Talleres, a Racing de Córdoba y a otros clubes de la liga cordobesa. Cuando me incorporé a la municipalidad dejé la actividad de director técnico porque no me daban los tiempos.

-¿Hoy se relaciona más con el básquet que con el fútbol?

-De alguna manera, sí. Porque en el polideportivo Cerutti se juegan los partidos oficiales del club Atenas en básquet. Trabajo en el estadio donde Atenas ha dado más vueltas olímpicas que cualquier equipo en Córdoba y en toda la Liga Nacional de Básquetbol. Tengo una amistad con el técnico Claudio Arrigoni y con varios basquetbolistas. Atenas se entrena en su club, pero acá juega el fin de semana por la liga local. Así que pasé de relacionarme tanto con el fútbol como con el básquet. Igualmente, sigo practicando fútbol, pero por la pandemia tuve que suspender mi actividad un tiempo. De a poco estoy volviendo a despuntar el vicio.

-¿Cómo se siente trabajando fuera del fútbol?

-Bien. Me da la tranquilidad de saber que tengo un sueldo seguro a fin de mes. Cuando jugaba en Talleres, en la época dorada del club, ganaba muy bien e invertí en algunas propiedades. Pero mas allá de eso, hoy trabajo y cumplo un horario porque no estoy salvado. Vivo tranquilo y cómodo; me gusta lo que hago. Además, tengo a mi mujer Gladys que me acompaña y organiza mi vida, también maneja la plata.

-¿Vive bien desde el punto de vista económico?

-No sobra, pero tampoco me falta. Estoy viviendo bien, trabajando en una entidad pública. No me quejo y vivo como vive toda nuestra sociedad; peleando, peleando y así. Gracias a Dios estoy bien.

-Por haber sido campeón del mundo, ¿ganó buen dinero?

-En esa época no se ganó tanto dinero con relación a lo que se percibe ahora. Pero para ese momento era muy buena plata y, el que la supo invertir, hoy no tiene que estar sufriendo ni padeciendo los problemas económicos que hay en la Argentina. Gané 35 mil dólares por haber sido campeón del mundo en 1978, que para esa etapa era un montón de guita.

-¿Recibe el subsidio de la AFA por haber sido campeón del mundo?

-Sí, hay un reconocimiento que se inició en la época de Julio Grondona, ex presidente de AFA, y con Chiqui Tapia a la cabeza seguimos percibiendo esa ayuda económica. No nos olvidemos de que una de las estrellas que se lleva en el pecho es de los campeones del 78.

-¿Qué le genera el recuerdo del Mundial 78?

-Todo lo que viví en la Selección no se me borra nunca más en la vida. Todos los recuerdos buenos, pero también malos. Buenos por la parte deportiva, malos por el lado de la sociedad, ya que por el momento que estábamos viviendo te quedan grabadas muchas cosas…

-¿Cómo cuáles?

-Haberles dado un poco de alegría a los argentinos por ganar el primer título mundial. La sociedad estaba sufriendo mucho. Se pudo ganar una Copa del Mundo y fue un desahogo para el pueblo. La parte mala es que fuimos dirigidos por un gobierno militar, y era complicado vivir en esas circunstancias.

-¿Sintieron la presión de los militares para ser campeones?

-No, ninguna presión, aunque cuando salíamos de la concentración de José C. Paz eras una persona común que transitabas por las calles y tuvimos los controles que tenía el resto de la gente. En ese momento, ya dejabas de ser futbolista de la Selección. Nuestro seleccionado quedó pegado al gobierno militar, pero nosotros (los futbolistas) no tomamos partido en nada. A ningún compañero lo vi salir por la calles con ametralladora porque solo lo que hacíamos era jugar al fútbol, y nada más.

-¿Qué recuerda de aquella final ante Holanda?

-Ese día, cuando salíamos de la concentración rumbo al Monumental sentimos mucha adrenalina por la final que íbamos a disputar. Producto de la ansiedad, el viaje se hizo interminable porque uno ya quería llegar rápido para estar en el campo de juego. En el vestuario hubo mucho nerviosismo que nos llevó a sufrir bastante, por la presión que la gente nos metía y el solo hecho de saber qué iba a pasar en esa final ante Holanda. Esa presión te mata. La charla técnica de Menotti fue: “Hay que darle una alegría a esta gente que vino a vernos”.

Disputó 453 encuentros con la
Disputó 453 encuentros con la camiseta de la T: lo quiso River, pero quedó en el corazón del club cordobés

-¿Qué conserva por haber sido campeón del Mundo?

-Conservo la estrella que se observa en la camiseta cada vez que juega nuestra Slección. La miro y siento que me pertenece, que forma parte de mi vida. Siempre hago hincapié en la primera estrellita que la voy a llevar siempre en mi corazón.

-¿Se guardó la medalla de aquel Mundial?

-Sí, la tiene mi hija mayor, Mónica. Yo no me quedé con nada, regalé todo.

-¿La camiseta 17 que usó la conserva?

-Se la regalé a mi viejo. Él se la dio a mi madre. Y ella se la regaló a mi hermana Gloria, que la tiene muy bien guardada bajo cuatro llaves y en el cofre de los recuerdos. Siempre que voy a su casa me dice: “Este es el regalo que me hizo la mami”.

-¿Es cierto que intercambió camisetas y se exponen en el museo del estadio Mario Alberto Kempes?

-Sí, hay tres camisetas que yo le cedí a un periodista, Gustavo Farías, para que estén en el museo del estadio a la vista de todos. Una es de Francia, otra de Holanda y la tercera de Italia. Firmamos un contrato de seguridad para poder recuperarlas cuando yo quiera. A cambio, no cobro nada por ser mías. El vínculo lo firmé con el ex gobernador José Manuel De la Sota. Luego, cuando llegó Juan Schiaretti también asumió la responsabilidad de lo firmado.

-¿Es verdad que existe una camiseta suya que se expone en un museo europeo?

-Sí, en Países Bajos. Me enteré que el holandés Wim Jansen, con quien intercambié la camiseta en la final, fue quien la entregó a un museo en Ámsterdam, donde todavía está expuesta.

-¿Pensó en poner en venta sus camisetas?

-Recibí propuestas y hubo gente interesada, pero nunca las vendí. Vino gente de Centroamérica y de Europa interesada en comprarlas y me ofrecieron 15 mil dólares, pero no, camisetas como éstas no las vamos a tener nunca más. Hay ex compañeros de la Selección que tuvieron que venderlas por una necesidad económica.

-¿Quiénes son?

-No son de los más reconocidos, ni pudieron participar en ninguno de los partidos del Mundial 78, pero formaron parte de los 22; no jugaron ni un minuto. No fueron compañeros de Talleres. Digamos gente de Rosario y de Buenos Aires. En mi caso, las voy a conservar para mi nieto de 14 años.

-¿Sienten que a los campeones del mundo del 78 no se los valora tanto como a los del 86?

-Nos convocaron para jugar el Mundial 78 e hicimos lo que teníamos que hacer. Que no nos reconozcan es un problema de la gente. Tengo la conciencia tranquila, nunca hice nada que no fuera jugar al fútbol. Pero en nuestro país no es solamente a César Menotti y a ese equipo no se los reconoce, hay mucha otra gente a la que no se reconoce. Nuestro país es muy exitista, hay que triunfar, triunfar y triunfar. Nosotros sabemos que salimos campeones del mundo, y eso lo vamos a llevar siempre en nuestro corazón. Pasaron 44 años y seguimos tan unidos como cuando nos consagramos. Le dimos una alegría inmensa a la gente y quedaremos marcados de por vida.

-¿Que enseñanza le dejó Menotti?

-Era un tipo tan abierto y confiable, al igual que el profesor Ricardo Pizzarotti, que junto con Roberto Saporiti armaron este lindo grupo. Luego, los tres tuvieron que armar, además, la lista definitiva para el Mundial.

-¿Como vivió aquel momento en el que Cesar leyó la lista definitiva y Maradona quedó excluido?

-Fue una tarde muy triste, porque Diego era un pibe que recién salía, con muchas condiciones, pero no dejaba de ser un chico. En su puesto, competían Omar Larrosa, el Beto Alonso, la Rana Valencia y Mario Kempes, muchos jugadores de peso. Nos hubiera gustado que Pelusa nos siguiera acompañando, pero se tuvo que ir junto Víctor Bottaniz y Humberto Bravo, aunque Lito (Bottaniz) se mantuvo en el plantel y dio la vuelta olímpica con nosotros. Se sintió tan compañero nuestro que no nos dejó nunca, a pesar de haber quedado excluido.

-¿Diego no llegó a acompañarlos como allegado al plantel?

-Se enojó porque quedó afuera de la lista, es entendible también. Fue parte de un proyecto en el que se sintió adentro, se hizo la ilusión y luego de un momento al otro quedó afuera. Se entiende que se enoje porque es complicado quedar fuera de la lista. Entonces, se enojó con César. Pero cuando terminó el Mundial se juntaron a hablar y tras ese cónclave, el Diez fue convocado para el Mundialito juvenil de Japón 79. En ese mismo momento, Maradona confesó que se había equivocado con Menotti.

-¿Cuándo fue la última vez que vio a Pelusa?

-Cuando vino a Córdoba con Gimnasia y Esgrima La Plata. Fue muy emotivo. Yo conocí al Diego juvenil y también lo vi por última vez en el ocaso de su vida; no hubo un Maradona intermedio. Existió uno en sus inicios y otro cuando estaba muy mal y falleció. Fue la última oportunidad que lo vi. No se lo veía bien, pero era Pelusa.

-¿Lo sorprendió su fallecimiento?

-Sí, mucho tuvo que ver el entorno y él no estaba preparado en su vida para semejante trajín. Durante mucho tiempo, tuvo concentración, publicidad, partidos cada cuatro días, y era un pibe que no estaba preparado para todo eso junto. Y las consecuencias están ahí. Murió solo, abandonado y fue una lástima que terminara de esa forma. Ya venía anunciando él cómo iba a terminar, eh. Fue el camino del final.

-¿Cómo fue ser parte de Talleres en la época dorada del club?

-Gracias a Talleres tuve la posibilidad de recorrer el mundo y formar parte de la historia, y realmente me quedarán grabadas todas esas vivencia que tuve en esa institución. Por su buen juego, la T arrastró mucha gente de Córdoba y de otros equipos que lo seguían.

"No sobra, pero tampoco me
"No sobra, pero tampoco me falta. Estoy viviendo bien", dijo sobre cómo sobrelleva el día a día desde lo económico

-¿Lo tentaron de River o Boca?

-Tuve la posibilidad de jugar en River, estaba todo cerrado de palabra. Pero era tan grande el cariño que me tenía Amadeo Nuccetelli, ex presidente de Talleres, que le dije que no a Amadeo Labruna, que me vino a buscar. Angelito había dejado la T para pasar a dirigir al Millonario. También me buscó el Independiente de Julio Grondona, pero el conjunto cordobés pagaba muy buen dinero y el mandamás no quiso que me fuera ni al Rojo ni al club de Núñez.

-¿Se arrepiente de no haber ido a River?

-Soy hincha de ese club por mi viejo porque le gustaba cómo jugaba el River de Labruna. Me hubiese gustado jugar ahí, pero no me arrepiento de haberme quedado en Talleres.

-Del exterior, ¿lo vinieron a buscar?

-Sí, cuando era futbolista de Racing de Córdoba me quiso el Real Madrid. Tuve la posibilidad de ir allá, pero como Racing pidió mucha plata, se frustró mi pase a la Casa Blanca. Nunca se había dado semejante interés y se interesaron en mí antes de que Kempes se fuera al Valencia y que Milonga Heredia y Rafael Zuviria jugaran en el Barcelona.

-¿Qué hizo con el primer sueldo que cobró en Racing de Córdoba?

- Cuando llegué a Racing padecíamos un problema muy grande con mi familia. Mi viejo había hipotecado la casa. Entonces, me reuno con el secretario general del club y me dice: “Queremos saber la parte económica. ¿Cuánto quiere ganar usted?”.

- Qué le respondió?

-”Lo único que quiero es que salven mi casa, porque la tiene un grupo de abogados y mi viejo no puede pagar esa deuda”, le dije. Entonces, me respondió: “Bueno, mañana tráiganme los papeles de la deuda y se la llevamos a los abogados de la entidad”. Al otro día, cuando le llevé documentación al secretario, éste me dijo: “El abogado del club es el mismo que tiene la hipoteca de tu casa”. Fue una linda coincidencia. Mi viejo fue a hablar con el letrado, se puso a llorar sabiendo que su casa ya no tenía más deuda y la recuperó; fue una alegría muy grande.

-¿Quién es la Cata Oviedo?

-Primero, el mote de la Cata fue una ocurrencia de mi abuelo, porque cuando íbamos a visitarlo con mi familia todos los domingos, yo movía la cabeza como la Cata, la lora de la casa, y así quedó mi apodo que lo tuve toda mi vida. Segundo, la Cata Oviedo es un empleado municipal que trabaja tranquilo y lleva adelante una vida sin ningún tipo de problemas. Que va a ver a Talleres de vez en cuando, tiene dos hijas, Mónica y Soledad, convive con su esposa Gladys y es una persona feliz.

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