“Me costó mucho, muchas veces miré estas cosas desde el sillón de mi casa. Por momentos pensé que no llegarían, realmente no estoy acostumbrado a lograr los objetivos que me propongo, por eso ahora trato de disfrutarlo al máximo. Porque estoy en los lugares que siempre soñé estar”.
Es loco lo que le sucedió a Nicolás Romano en su carrera. Este juninense de 34 años siempre fue un jugador valioso, incluso importante en nuestra Liga Nacional, pero no fue hasta hace dos años que tomó otro status, que se transformó en alguien determinante, en una superestrella de nuestra competencia. Y no fue hasta hace meses que logró la ansiada citación a la selección argentina. Por eso ahora que toca el cielo con las manos le da “un poco de bronca no tener más tiempo para pensar y disfrutar lo que estoy logrando. Termina una cosa, como me pasó con el título de la Liga con Instituto, y a los días me tuve que venir a concentrar con el seleccionado. Y en el Súper 20, en noviembre, me pasó lo mismo. Pero a la vez vivo lo que siempre quise. Muchas veces sufrí por no tenerlas, no me puedo quejar ahora. Soy un agradecido. Pero es verdad que me gustaría detener todo, estar con mi familia y vivir todo esto que tanto cuesta y lleva tanto sacrificio. Pero así es. Y hay que seguir, más ahora que estoy entre los 12 para representar al país contra dos rivales tan difíciles como visitante”, se despacha en el comienzo de una larga charla con Infobae.
De repente, en un par de años, gracias a producciones estables durante las últimas dos temporadas y, en especial, por apariciones en momentos decisivos, de máxima presión, Romano se transformó en una figura de la competencia y en una pieza esencial de los últimos dos campeones. Pasó con San Lorenzo en la anterior campaña, en la que, entre otras cosas, clavó un bombazo que fue la diferencia en el séptimo y decisivo juego ante Quimsa. Pocos meses después, tras cambiar de club, volvió a ser fundamental –de hecho fue elegido MVP- en la conquista del Súper 20, el primer título de Instituto en este regreso a los primeros planos del básquet nacional. Lo que sería, claro, un presagio de lo que llegaría hace semanas, cuando nuevamente resultó clave en la ansiada Liga que conquistó la Gloria, tras ganar el Juego 5 ante Quimsa en Santiago. En la previa, el durante y el post, citaciones a los tres seleccionados que se armaron para jugaron las tres primeras ventanas clasificatorias para el Mundial 2023. La última, muy trascendente, porque se mantuvo pese al regreso de varios consagrados –Campazzo, Bolmaro, Delía, Brussino y Garino, entre otros-, ratificando este status de ganador que se creó él mismo en base a trabajo y resultados. Es otro hito en su carrera, para disfrutar, pero como lo hacen esta élite de jugadores: buscando seguir rindiendo, en este caso en los dos juegos que Argentina disputará este jueves ante Venezuela en Puerto La Cruz y el domingo contra Panamá. “Parece mentira pero a los 34 estoy viviendo lo que siempre soñé. Y creo que es un premio a nunca haber bajado los brazos. Estoy feliz”, admitió.
-¿Y por qué te pasa todo esto? ¿Qué tiene Nicolás Romano para que haya pasado algo así? Porque yo en la suerte creo poco…
-Yo tampoco creo en la suerte. Justamente se lo digo siempre a mi hijo mayor (Camilo, de 17 años), que quiere jugar al básquet. Recuerdo que, cuando arrancó la pandemia y algunos jugadores se abandonaron un poco, yo no paré ni un día. En casa corría los muebles y entrenaba. Me armé un mini gym y trabajé pensando en que la Liga podía reanudarse. Cuando se suspendió, tampoco me detuve. En realidad, es una conducta que, no sé si por moda o por maduración, tomé hace unos años para intentar el último esfuerzo para llegar a los lugares que quería. Dediqué los recesos a hacer entrenamientos de postemporada, además de tener una rutina de alimentación y descansos bastante estricta. Y cuando vi que todo eso me daba muchos resultados, le tomé el gustito.
-¿Siempre pensaste que se podía lograr lo que vivís hoy?
-Yo siempre fui positivo, nunca pensé que estaba grande o que estaba en los últimos años de carrera. Me concentraba en mejorar cada día, por mí y también para darle este ejemplo a mis hijos (NdeR: los otros son Benicio, de 9, y Salvador, de 5), que me vieran luchando, sacrificándome y tuvieran presente cómo se pueden cumplir los sueños.
-Y ahora son testigos de que es así.
-Sí, y mucho le debo a ellos, también. Y a mi mujer (Geno), porque en estos años me puse medio rompe con los horarios, las comidas, los descansos, y eso requiere una ayuda grande de la familia…
-¿Y por qué sentís que te pasa a esta edad, más allá que siempre fuiste un jugador importante?
-A veces, para lograr los objetivos, se tienen que dar un montón de cosas: un buen grupo, que el sistema del entrenador te guste y cuadre con sus características, estar en una ciudad donde estés cómodo, que el club te cumpla, entre otras cosas. A veces tener buenos equipos no alcanza, fallan otras cosas. Me pasó. Yo estuve muchos años sin ganar nada. Hasta que en el 2020 me tocó ir a México, a Fuerza Regia, una experiencia que me hizo crecer en varios aspectos. En el equipo había veteranos que habían ganado mucho y yo traté de copiar lo que más pude. Se logró un título allá y luego vine a San Lorenzo y me pasó algo parecido. El estar rodeado de jugadores ganadores me hizo bien. Pero sí, volviendo a tu pregunta, se necesitan otras cosas, además del nivel propio, para que pase algo así.
-¿Sentís en compañeros, rivales, árbitros, hinchas o dirigentes ese otro status que lograste en estos dos años?
-No, en general no. Sólo un poco ahora en la situación de que Instituto quiera renovarme y hayan llegado otras propuestas de equipos con pretensiones. Pero no mucho más que eso.
-¿Y qué pensás hacer?
-Por lo pronto, arreglé con Gladiadores de Anzoátegui en Venezuela para jugar desde el 9 de julio. Serán dos o tres meses, dependiendo de cuán lejos llegue el equipo. Y luego, cuando regrese, tomaré una decisión.
-Una decisión extraña teniendo en cuenta que los equipos se armarán en breve, sobre todo los candidatos de nuestra Liga.
-Sí, puede ser que sea una decisión extraña, pero es la que tomé. Quiero dedicarme a full a lo de Venezuela y luego evaluar qué hay.
-Te vuelvo al trabajo, al que hiciste en estos últimos dos recesos con Facundo Sucatzky (NdeR: ex figura de la Liga que ahora es entrenador de desarrollo individual). ¿Cuánto te sirvió y una reflexión sobre lo que dijo él que eras el jugador de la Liga que más trabaja entre temporadas?
-No sé si el que más, pero yo creo en eso, en el trabajo, no en la suerte, como ya dije. Facundo me dio una mano muy grande. Tal vez lo dijo por lo que me dijo, que notaba diferencias con otros jugadores de la Liga, porque yo quería entrenar todos los días, hasta los domingos. Lo que pasa es que yo sentía que me estaba haciendo bien, que iba mejorando, entonces le pedía más. Por ejemplo, practicar ejercicios de otros puestos, para seguir agregando cosas a mi juego. Lo hicimos y luego lo pude llevar a la práctica, ejecutar el pick and roll entre grandes, el salir de un bloqueo y lanzar como un perimetral. O el traslado con dribbling. Todas cosas que yo no tenía. Se lo debo a Facu. Como le debo a Gastón Rey, PF que me dio una gran mano en lo físico. Y a Melu, mi nutricionista. Lo mismo que a mi familia, que acomodó su vida para que yo pueda rendir al 100%. Me dispuse a hacerlo, llevando a cabo todo un sacrificio. Otro, a mi edad, tira un poco la toalla o se relaja. Yo, a los 34 años, fui por más.
-¿Y cuánto le debés a tu mentalidad y personalidad, no sólo para el trabajo sino también en los partidos?
-Creo que siempre tuve personalidad, pero es verdad que en este último tiempo sentí que empezaba a tener un rol más primario que secundario, como tenía antes. Y por eso también el insistir en ser líder desde el ejemplo y el estar fuerte mentalmente. En los últimos años, en cada club que estuve, buscaba poner mi cabeza en modo para jugar finales y ser campeón. Porque sentía que ya era grande y que no había logrado muchos torneos... Y, realmente, no era demasiado feliz con eso. Ya no quería ver más las finales en el sillón de casa. Empecé a pensar y actuar de otra forma, con más ambición, buscando acercarme a lo que quería. Con Regatas gané la Liga de las Américas con Regatas en el 2011 y luego, en la temporada 12/13, ganamos todo, incluyendo la Liga Sudamericana y la Liga Nacional. Pero desde ahí no gané más, pese a estar en algunos equipos con potencial. Y quería volver a ganar así.
-Y ahora te tocó nuevamente en la Selección, al lado de Delfino, Campazzo, de jugadores que fueron subcampeones del mundo.
-Sí, de la primera ventana a esta, la tercera, quedamos Taya (Gallizzi) y Carlitos (Delfino) y yo. Es verdad que cambiaron varios jugadores, vinieron varios de afuera y esto, sin menospreciar a nadie, sube mucho el nivel. Yo lo estoy disfrutando todos los días, como nunca, diría. Estar con estos compañeros, viendo lo que hacen día a día, es como una caricia al alma. Además de llenarme los ojos. Me siento un privilegiado.
-¿Y cómo es compartir equipo y entrenamientos con Campazzo?
-Siento que jugar al lado de Facundo y poder compartir el día a día es uno de los regalos más lindos que me dio esta profesión. Se aprende muchísimo y lo disfruto mucho.
-¿Y sentís que estás a la altura de este nuevo grupo de jugadores, muchos de los cuales están en Europa o la NBA?
-Llegué un poco cansado, por los festejos, pero por suerte venía con ritmo de temporada y me he sentido bien. Y, claro, estoy tratando de no desentonar, haciendo mi juego con mucha concentración.
-No es fácil llegar a un grupo con algunos jugadores importantes y no sentirse algo intimidado. Tal vez a vos no te pasó por tu edad y experiencia.
-Sí. Yo lo vivo normal. Incluso trato de ser un poco el que empuja, de que los entrenamientos sean serios, de que no nos olvidemos que somos la Selección subcampeona del mundo. Debemos recordarlo y tenerlo presente. De cualquier forma, en este equipo, sé que mi rol será secundario, pero no menos importante. Trato de disfrutar y aprender, cada día, de los compañeros y de Néstor (García).
-¿Cómo compite un jugador de la Liga con los de Europa?
-Primero, no sintiéndose menos. Yo, personalmente, no me siento menos que nadie. Es mi actitud, mi manera de poder competir, a pesar de tener claro que algunos jugamos una liga de menor nivel. Los otros pueden ser más fuertes, grandes o rápidos, pero mi mentalidad es no sentirme menos y creer en mis recursos y ganas para poder competir de igual a igual.
-¿Cómo analizás el rendimiento del equipo en los amistosos ante Uruguay?
-Es un equipo nuevo. Se vieron cosas buenas por el poco tiempo que llevamos trabajando juntos. Hay que seguir sumando trabajo y corrigiendo errores en estos días que nos quedan. Se vienen dos partidos muy duros y para poder ganar debemos mejorar algunos aspectos, cómo por ejemplo las pérdidas de pelota. La última ventana no fue buena, más allá de la victoria y la derrota, ahora queremos ganar ambos y jugar mejor. Con estos 10 días que completaremos siento que se verá un mejor básquet.
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