Fue campeón en Boca y revela los mitos y verdades de la pelea entre “Halcones y Palomas”: qué pasó entre Márcico y Navarro Montoya

Carlos Moya jugó la última serie de eliminación directa entre el Xeneize y Corinthians en la Libertadores, además de acumular 130 duelos con la Azul y Oro. Sus vivencias en el Xeneize, los problemas económicos que sufrió por el corralito y el cepo cambiario y su vida entre Granada y Mendoza

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Moya, con la camiseta de Boca en La Bombonera
Moya, con la camiseta de Boca en La Bombonera

Corinthians y Boca Juniors volverán a verse las caras en Brasil, por los octavos de final de la Copa Libertadores. En esa misma instancia existe un solo antecedente entre ambos clubes. La ida se jugó el 17 de abril de 1991 en la Bombonera, con victoria del local por 3 a 1. La serie se definió siete días más tarde, cuando el Morumbí de Sao Paulo fue escenario del empate 1 a 1 que le sirvió al equipo dirigido por Oscar Tabárez para avanzar a la próxima ronda.

“Fueron partidos muy duros, muy jodidos, especialmente el segundo por el solo hecho de ir a Brasil. Mucha psicología externa e hinchas dentro de los hoteles en San Pablo. No pudimos descansar bien. Había mucho barullo en los pasillos y bocinazos en las calles. Nos querían amedrentar, te hacían sentir un clima caliente en la previa”, recuerda Carlos Moya, lateral izquierdo titular en dicho encuentro.

En aquella edición de la Libertadores 91, el Xeneize quedó eliminado en semifinales ante Colo Colo en Santiago de Chile, en un partido escandaloso, que terminó en una batalla campal entre jugadores, hinchas, carabineros, entrenadores y “barras-fotógrafos”.

“No era normal ir a hacer un lateral y que te pegaran con una cámara fotográfica en la cabeza. O que el Mono Navarro Montoya sufriera flashes en los ojos en cada tiro de esquina. O que 400 personas estén escupiéndote. El Maestro Tabárez terminó ensangrentado porque se acercó un ‘camarógrafo’ al banco y le pegó con una cámara. Además, recuerdo que caían al campo de juego las tapas de las latas del dulce de batata como platos voladores. Utilizaron todo tipo de artimañas para sacarnos del juego”, revela Moya, quién jugó 130 partidos con la camiseta Azul y Oro, ganando dos títulos en esa institución.

A los 53 años, la vida del ex defensor de Banfield, Ferro y Deportivo Español se divide entre el pueblo de Granada, España, donde reside, y Mendoza, su lugar de origen. Sin embargo, se hizo un tiempo para hablar con Infobae sobre su paso por Boca en la época de Halcones y Palomas, del dinero que perdió producto del cepo cambiario y el corralito en el 2001, y su acercamiento a la iglesia en su rol de “pastor”.

Con su esposa, con quien convive en Granada y Mendoza
Con su esposa, con quien convive en Granada y Mendoza

-¿Que es de su vida, Carlos?

-Mi vida es una larga historia. Después de colgar los botines, me preparé para ser entrenador de fútbol. Con 38 años, me retiré y me instalé en Granada. De esta manera, hice los tres cursos españoles. Luego, fui a aclimatarme a Sevilla, al Real Madrid y al Atlético de Madrid para recorrer los entrenamientos y ahondar en el tema. En el transcurso del aprendizaje, salieron algunos trabajos de entrenador, pero lo que pasó en Argentina a nivel económico hizo que tuviera que volverme los últimos siete años a Mendoza con mi esposa, a intentar solucionar inconvenientes económicos en mi país.

-¿Qué problemas tuvo?

-En el 2013, mi hija se instaló en Mendoza con la finalidad de estudiar una carrera y se recibió este año de psicóloga. Una vez recibida, nos volvimos a Granada hace 20 días. Pero durante su periodo de estudios, nos quedamos a bancarla desde lo económico y para qué no estuviera sola. Además, tuvimos problemas económicos con el cepo en Argentina y eso me llevó a que tuviera que quedarme a solucionarlos, ya que con ese dinero mantenía al resto de mi familia en España. Allí se encuentra mi otro hijo, recibido de licenciado en geografía.

-¿Perdiste plata producto del cepo cambiario?

-Sí, perdí plata. Ya me había pasado lo mismo en el 2001, producto del corralito. Tenía unos pocos ahorros en el banco. Me lo querían devolver 10 años después, pesificado. Hoy, con 53 años observo que todo sigue igual en mi país y que la cosa no cambia; me da bronca y tristeza al mismo tiempo. Uno confía en que la situación puede llegar a cambiar, porque mi hija todavía se encuentra en Mendoza. Pero cuando venís a España observás que viven de otra manera. Mira que yo viví la época de la hiperinflación, devaluación, secuestros, robos, cepo y corralito.

-¿Seguís con el emprendimiento inmobiliario?

-No, fue en mi época de futbolista. Con mi mujer comprábamos baldíos y construíamos una vivienda para vivir del alquiler. En mi etapa como jugador, firmábamos contrato año tras año, muy diferente a ahora que los futbolistas ponen el gancho por dos o tres años. Me parece muy bien porque les da mucha tranquilidad.

-¿La pasaste mal en tu momento de futbolista?

-Recuerdo que con mi familia nos vestimos durante tres años con la ropa que nos regalaba la marca Adidas. No teníamos coche, para ahorrar y comprar tierras para construir. Así fue nuestro desarrollo familiar. Tuvimos dos o tres departamentos para vivir del alquiler y con eso podíamos tener la comida de los chicos más o menos asegurada. Era mucho sacrificio y había que remar mucho. Luego, quisimos traer el dinero para acá (España), pero no me lo permitieron, a pesar de tener todo en blanco. A todo esto, hubo tres equipos que no nos terminaron de pagar.

-¿Cuáles?

-Deportivo Español, Banfield y Ferro. No me pagaron lo que me debían y me vine a Granada para jugar en la Segunda División de España.

-Hoy, ¿a qué se dedica en Granada?

-A estar en familia y con amigos. Si sale alguna propuesta para entrenar, tanto en Argentina como acá, la analizaré, pero ya cumplí con tener a mi hija recibida en Mendoza y, por eso, decidimos venirnos a vivir a Granada.

-Estuviste en Boca previo a la asunción de Jorge Amor Ameal y Juan Román Riquelme. ¿cuál era tu trabajo en sí?

-Estuve trabajando en las Divisiones Inferiores como captador de talentos, viajando por varias provincias y moviéndome como reclutador en Cuyo durante 6 meses, gracias a la dirigencia encabezaba por Daniel Angelici. Busqué a chicos del Interior con posibilidades de llegar al club. Pero mi idea fue distinta al resto.

-¿Cuál fue?

-Que los chicos no sólo piensen en jugar, sino también en estudiar. Que tengan un sentido de pertenencia y comunicarme continuamente con los padres, con los dirigentes y entrenadores sobre la formación del chico, trabajar todos a la par. Lleva más tiempo, pero creía que era lo mejor. Lo primero que hacía era reunirlos. Luego, preguntarles cómo les iba en el colegio, cuál era el trato que tenían con sus padres, y a partir de ahí, los involucraba en el club, con la firme idea de inculcarles un sentido de pertenencia. Firmé contrato hasta las elecciones que ganó la dirigencia encabezada por Ameal y Riquelme.

-¿Le ofrecieron quedarse en la entidad boquense?

-Terminó mi etapa y llamaron a otros colaboradores. Tengo ex compañeros que estuvieron siete años y ya no están más en Boca. Luego, llegó la pandemia y no tuve oportunidades de juntarme para exponer mi proyecto. Tengo amigos como el Mono Navarro Montoya y Medina como cabeza del grupo de los captadores de talentos.

-¿Cómo fue su llegada a Boca como futbolista?

-Por intermedio de Carlos Heller, el ex vicepresidente de la institución en la década del 90. Viajó a Mendoza por un trámite bancario y se reunió con un gerente de un banco local que le comentó que había un defensor de Godoy Cruz, que disputaba los regionales, con mucha experiencia y era ideal para Boca. Le dijeron que era un marcador central, zurdo, rápido y que iba muy bien de cabeza.

-¿Heller que le respondió?

-”Contáctate con el presidente Antonio Alegre para que Moya vaya a jugar a Boca”. Así que fue que me llamó el mandamás del Tomba para decirme que me querían Vélez, el Ferro de Carlos Griguol y el Boca de Carlos Aimar.

-¿Por qué elegiste el Xeneize?

-Porque soy hincha del club y ahí quería jugar. Llegué, hice una prueba con futbolistas de la Reserva, y en un momento Carlos Aimar me llamó a un costado para preguntarme sobre mí, y me dijo: “Cuando vengamos de Japón, quiero que entrenes con nosotros”.

-¿Le costó afianzarse?

-No. Tenía muy en claro lo que quería. Lo que sí, fue toda una odisea el viaje en bus desde Mendoza hasta Buenos Aires. Me subí con un buzo, unas zapatillas y un bolso con muy poca ropa, porque no tenía más que eso. Cuando llegué a Retiro, me pasó a buscar un coche que me llevó al Banco Credicoop y ahí me recibió Heller para firmar el contrato. “Vine a Boca para no irme más”, le dije a Carlos. Gracias a él llegué al club de mis amores.

Walter Pico, el Mono Navarro Montoya, Moya y Soñora, parte de aquel equipo de Boca en los 90
Walter Pico, el Mono Navarro Montoya, Moya y Soñora, parte de aquel equipo de Boca en los 90

-Se enfrentan Corinthians y Boca en Brasil, por los octavos de final de la Copa Libertadores. El único antecedente en esa instancia fue en 1991 y disputó ambos partidos. ¿Qué recuerdos tiene?

-Fueron partidos muy duros, muy jodidos por el solo hecho de ir a Brasil. Mucha psicología externa e hinchas dentro de los hoteles. No pudimos descansar bien en San Pablo. Había mucho barullo en los pasillos y bocinazos en las calles. Te hacían sentir un clima caliente en la previa. Igualmente, no nos afectó en el campo de juego porque nosotros éramos Boca. Se dieron encuentros épicos, hermosos. Fue un grupo al que le faltó la guindita que era ganar la Copa Libertadores, pero no se nos dio por un tema extrafutbolístico.

-¿Cuál fue?

-La batalla campal en Chile ante Colo Colo, por las semifinales del torneo. Fue muy premeditado y visto por todo el mundo; no fue normal lo que pasó. Fue la única vez en mi vida que sentí un poco de temor porque si los cabineros se soltaban, íbamos a tener muchos más problemas de los que tuvimos. Había 800 personas en el campo de juego. Muchos de ellos, integrantes de la hinchada disfrazados de periodistas y nos decían: “Vos perdiste en las Malvinas, ahora vas a perder acá también, huevón”. Se hacían pasar por camarógrafos y te revoleaban las cámaras. Además, la policía te tiraba los perros encima. Fue terrible.

-¿Estaba todo armado por Colo Colo?

-Sí, totalmente, porque querían que la pasáramos mal. Si hubiese sido un juego normal, le ganábamos y hubiéramos sido campeones de la Libertadores, no tengo dudas. Estábamos primeros en el torneo local, invictos, y sólo habíamos recibidos 5 goles en contra, no más. Al año siguiente, pudimos consagrarnos en el torneo local.

-¿Cómo se inició la pelea en el campo de juego?

-Fue desde el comienzo, durante la entrada en calor. Había mucha gente en los pasillos del estadio, en el vestuario, en el túnel, un montón de hinchas con la intención de amedrentarnos. Sabían que la única opción que tenían para ganarnos era una catástrofe como la que se vivió en el campo de juego; estaba todo armado. Me hubiera gustado que el encuentro se perdiera adentro de la cancha y no con tanta violencia en el campo de juego.

-¿Que artimañas utilizaron para ensuciar el partido?

-No era normal ir a hacer un lateral y que te pegaran con una cámara fotográfica en la cabeza. O que el Mono Navarro Montoya sufriera flashes en los ojos en cada tiro de esquina para no dejarlo jugar. O que 400 personas estén escupiéndote. El Maestro Tabárez terminó ensangrentado porque se acercó un “camarógrafo” al banquillo y le pegó con una cámara. Además, recuerdo que caían al campo de juego las tapas de las latas del dulce de batata como platos voladores. Utilizaron todas las artimañas posibles para sacarnos del juego.

-¿Cómo fue la salida del estadio?

-Estuvimos durante seis horas en el vestuario y luego nos llevaron detenidos. Los cristales del micro estaban rotos, producto de los piedrazos. Tres jugadores tuvieron que ir a declarar a una comisaría cercana a la cancha y, luego, nos volvimos. Nos fuimos con mucho miedo.

-Al otro año, se consagraron campeones del torneo Apertura 92 después de mucho tiempo. ¿Por qué se festejó tanto ese título?

-Porque lo necesitábamos, luego de todo lo que habíamos pasado en Chile. Se festejó como si fuese un título de Libertadores porque arrastrábamos mucha bronca. Me acuerdo de que se cayó el alambrado detrás del arco que da a La 12 y nos salvamos varios, ya que caímos sobre los carteles publicitarios. Alejando Giuntini se lastimó uno de sus ojos. Yo me lastimé todo el brazo derecho, nos salvamos. Pero estoy feliz de haber jugado en Boca 130 partidos, haber sido campeón y ver a la gente que llegaba a la cancha en mameluco y con los chicos en brazos.

-¿Que enseñanza le dejó Tabárez?

-El Maestro es un adelantado en todo. Compartí cuatro años con él; las etapas lindas, pero también las feas. Sabe manejar muy bien el equilibrio emocional, sobre todo cuando vas ganando y perdiendo. Es muy complicado pararte frente a los futbolistas en las derrotas y Oscar sabía cómo hacerlo, decía las palabras justas y mantenía ese equilibrio. Era muy claro y sencillo con lo que quería trasmitir. Por su parte, Aimar arrastraba la docencia de Griguol, el sacrifico y la humildad de ayudar a los utileros.

-También tuvo a Menotti. ¿Qué aprendizaje le dejó?

-Como futbolista, lo más lindo que me pasó fue tenerlo de entrenador. Sus charlas, su visión de juego, sus frases en los momentos puntuales; cómo te aclaraba y te descomprimía la situación. Un adelantado en materia futbolística. No por nada tanto Guardiola como Bielsa se reunieron con él para hablar de fútbol. Sin embargo, fue tan cuestionado en Argentina, pero ninguno que lo tuvo como DT te va a hablar mal del Flaco.

-¿Cómo fue ser parte del plantel xeneize que estaba dividido entre Halcones y Palomas?

-Cuando Boca gana, en el plantel está todo bien, los grupos son los mejores, pero cuando pierde dos partidos, empiezan los problemas y el grupo se divide. En esa situación, todo se magnifica porque ser el club más grande club de la Argentina te lleva a eso. Cuando se pierde, existen roces entre los jugadores, los entrenadores se vuelcan por algunos futbolistas y por otros no, algún jugador habla con la prensa con la intención de salvar su pellejo, pero la única opción que hay es estar todos juntos y que el equipo empiece a ganar para su beneficio. También, están los egos de los jugadores, ¿no? Se reflota todo lo malo cuando no existen los triunfos.

-¿Cómo nació Halcones y Palomas?

-Era por una división que existía en el plantel. No sé quién lo dijo, pero quedó muy marcado en la etapa final del Maestro Tabárez y los dos meses que estuvo como interino, Jorge Habegger. En esos momentos, veníamos de una seguidilla larga de partidos sin ganar; las prácticas eran muy tensas. Pero luego ganamos dos partidos seguidos y nadie volvió a hablar sobre ese tema.

-¿Hubo una pelea entre el Mono Navarro Montoya y el Beto Márcico?

-Pasó tiempo ya. Cuando vino el Flaco Menotti se mantuvo el mismo plantel. Nunca hubo una pelea. Lo del Mono pasó que estábamos en el gimnasio trabajando con pesas, se le soltó una mancuerna chiquita y le pegó en la pera. Acto seguido, se puso una curita y cuando salió, dijeron que se habían peleado, pero no presencié ninguna pelea. Lo que sí pasaba era que había mucha tensión porque no se nos daban los resultados. Cuando asumió el Flaco nos llevábamos todos bien y éramos hermanitas de la caridad (risas). A raíz de esto, el primer entrenamiento todo fue distinto.

-¿Está en contacto con tus ex compañeros?

-Sí, cuando estoy en Argentina nos juntamos a comer en la casa de Aimar. Compartimos un grupo de WhatsApp en el cual escribimos sobre la actualidad de Boca. Están Quique Hrabina, Batistuta, Simón, Medero, el Mono, Saturno, Gaona, Pico, Soñora, el Loco Blas, Neffa, Marchesini, Mac Allister, el CAI, Musladini, Carrizo y el Turco Apud; una linda banda de buena gente. Por eso te digo, no hay rencores ni nada de lo que se habló en su momento. Yo tuve muy buena relación con el Mono y el Beto. Era parte del grupo de los jodones, donde estábamos con el Manteca Martínez, Márcico, Giunta y Saturno. Jodíamos al resto por la ropa que usaba cada uno y nos moríamos de la risa.

El ex defensor marca a Bam Bam Zamorano
El ex defensor marca a Bam Bam Zamorano

-¿Qué balance hace de su paso por el fútbol argentino?

-En esa etapa los clubes se endeudaban y a los futbolistas no les pagaban. Luego, esa deuda que existía la terminabas cobrando a 20 años, en pesos y sin interés. En Banfield, por ejemplo, durante la temporada que estuve no cobré y 25 años después, me llegó una notificación para cobrar 14 mil pesos actuales y hace poco, perdieron el expediente. Entonces, no lo cobraré nunca más. En Deportivo Español lo mismo, ya que en su momento presentó la quiebra. Luego, recalé en Israel a préstamo, y en Ferro la gente que estaba hizo un gran sacrificio, nos salvamos del descenso, pero me quedaron debiendo plata, Por este motivo, decidí irme al fútbol español porque tenía que mantener a mi familia y no había cobrado en Banfield, en Español, tampoco en Israel ni en el Verdolaga. A todo esto, estuve casi cuatro años sin poder cobrar.

-¿Tuvo que remarla bastante en esa época para vivir el día a día?

-Sí, mucho tuvimos que remar con mi mujer porque no parábamos de trabajar y de gastar nuestros ahorros, ya no percibíamos nada. Pero así somos, de confiar en la gente, de ayudar dentro de nuestras posibilidades. Con ella estamos muy apegados a la Iglesia y a Cáritas para dar una mano en todo.

-¿De qué manera se acercaron a la fe cristiana?

-Soy creyente y me aferro mucho a Dios. Creo en la palabra de las personas, confío mucho en la gente y en la buena voluntad dentro de las normas que me marcó mi viejo, como ser respetuoso y amable. En mis inicios estaba un poco distante de la Iglesia, pero siempre fui muy creyente y rezaba. Pero en los últimos años, me metí un poco más. Llegué a un sitio donde hay personas que trabajan ad honorem, que se desviven por ayudar al otro y hay, como en todos lados, buena y mala gente.

-¿Desde qué lado ayudan?

-Nos metimos a trabajar en distintas pastorales. Arrancamos con estar cerca de los padres en las comuniones y los acercamos a Dios. En el último tiempo, nos inmiscuimos en las pastorales del bautismo para charlar con los papás, también. Es un aprendizaje continuo. Igualmente, es más lo que uno puede aprender que lo que llegás a enseñar. En los pastorales, la idea es juntarte con gente y charlar de la vida para acercarlos a Dios. Estoy en una etapa nueva, después de remarla tanto y ver a mis hijos crecer. Hoy sí les puedo dar una mano a los que más lo necesitan lo voy a hacer.

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