Una vez por semana, cada diez días, espera paciente su resurrección. La caricia cálida de la llave en el tambor, el ronroneo cómplice del motor, la exhalación de vida por el caño de escape. Por unos instantes, la Renault Fuego vuelve a ser lo que es, aunque esté fuera de circulación, pese a que la mayoría de los demás habitantes del garage y sus dueños lo desconocen: la cábala más longeva Carlos Bilardo, hombre afecto a los amuletos o “costumbres”, tal como prefiere decir.
“Carlos es así, fútbol, fútbol, fútbol. Jamás le interesó otra cosa, ni lo material. ¿Ropa? ¿Autos? ¿Una casa mejor? Nada. La ropa, por ejemplo, siempre se la compró Gloria. Lo único que tiene, que guarda, es la cupé Fuego que compró en el 83 cuando agarró la Selección. La tiene guardada en el garage. Cada tanto va mi yerno a ponerla en marcha. La tiene porque siempre dijo que le trae suerte, nada más”, confesó Jorge Bilardo en 2020, en una entrevista con Olé.
“Nunca tuvo idea de autos. Mirá, una vez Gloria le compró un Mondeo. Nos fuimos juntos a Junín. Me dice: ‘Ah, este auto es bárbaro. Mirá, no gasta nada, la aguja de la nafta ni se mueve’. Le digo: “Carlos, eso es el alternador”. Y, claro, al rato, nos quedamos sin nafta en la ruta... Tuvimos que hacer dedo”, completó el hermano del Doctor con una anécdota que profundiza en los conocimientos del entrenador sobre el mundo motor. Sin embargo, la cupé Fuego estuvo siempre, como talismán sobre ruedas en sus momentos más importantes con el buzo de DT, incluido su máximo hito, el Mundial de México 86.
El propio Narigón supo confirmar los “poderes” del vehículo en una entrevista con Jorge Guinzburg. “Sigo con el mismo coche desde que lo compré en el 83, es cábala, no lo cambio, ese viene derecho, viene con suerte, lo dejo ahí”, le respondió al humorista, que lo acusó de “pijotero”. La cupé Fuego incluso tiene su aparición en la serie documental “Bilardo, el Doctor del Fútbol”.
“Ahí está el auto” dice, al pasar, en una de sus intervenciones, en la que además se ve el predio de la AFA en Ezeiza en plena construcción. Y vuelve a aparecer en el minuto 47 del capítulo 4. Allí, de fondo, suena una canción que terminó representando al mítico estratega: “Me olvidé de vivir”.
“Las costumbres no se cuentan”, se anticipa con fiereza el Cabezón Miguel Ángel Lemme, ex dirigido y luego ladero del Doctor, cuando se lo consulta sobre el talismán long play. Pero acepta soltar algunos detalles de la relación simbiótica automóvil-dueño. “Para mí lo compra cuando estaba en Estudiantes, antes de la Selección. Yo hace mucho que no lo veo, pero estaba muy lindo”, ilustra ante la consulta de Infobae.
Un periodista puede ufanarse no sólo de haber conocido a fondo el auto-cábala, sino de haberse subido como copiloto de Bilardo. Martín Flores, periodista de radio Continental, trabó una relación cercana por años con el Doctor y ofrece detalles de su transporte fetiche, que sobrevivió al tiempo y a los avances tecnológicos. Cada vez que necesitaba su toque, lo llevaba del volante hacia su destino.
“Tenía una bagueta negra al costado, era una cupé bastante deportiva, la manejaba siempre él, no tenía chofer. Me acuerdo que la llevó cuando asumió como técnico de Boca en el 96, en el predio del Sindicato de Empleados de Comercio. La llevó los primeros días, era la cábala del doctor”, regala una pastilla histórica.
“En el primer entrenamiento, entró y había un par de periodistas. Y había uno de muchos años que lo conocía bien. Y le dijo: ‘Volvemos como antes, como antes’. Primero no le entendió a qué se refería. Era por la cábala del auto. Lo tenía muy bien, casi no lo usaba”, cerró la anécdota. Ahora bien, ¿cómo era Bilardo como conductor, pero no precisamente con la pizarra? “Manejaba normal, era cuidadoso”, aporta el Bocha.
En efecto, con el correr de los años, la cupé Fuego empezó a asomar menos del garage. Su uso se convirtió en quirúrgico, sólo cuando era necesaria su energía. Mientras, para la rutina, usaba el Mondeo... Con las particularidades de una personalidad como la de Bilardo.
“Hay una anécdota. Tenía, ponele, un Mondeo 2005 y se compró un 2010. Y estaba empecinado con que quería cambiarle la patente para que la gente pensara que era viejo, y que no se lo quisieran robar”, cuenta la ocurrencia otra persona que acceso a la intimidad del Narigón. Y añade cómo completaba su estrategia para gambetear amigos de lo ajeno: “En el auto tenía una billetera llena de papeles, de tarjetas viejas y un celular trucho. Decía que si lo apuntaban y lo robaban, les daba eso”.
Imposible calcular el valor de la cupé Fuego de Bilardo sin conocer al detalle su estado actual. En los portales donde se comercializan vehículos, el valor de un automóvil de este tipo modelo 1983 oscila entre los 400.000 pesos y el millón 400, dependiendo de su conservación. Claro que la historia del vehículo, su dueño, y el significado que tiene en su carrera, podrían hacer disparar su cotización en una hipotética subasta.
Sin embargo, mientras el Doctor, de 84 años, continúa luchando contra el sindrome de Hakim-Adams, una enfermedad degenerativa, su familia lo cobija, y también cuida de su cábala. Que una vez por semana, cada diez días, vuelve a sentir vibrar su carrocería, el bramido del motor. Y evoca aquellos días felices en los que se sentía parte importante de la selección argentina que ganó el último Mundial hace 36 años.
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