Daniel Alberto Willington nació en Guadalupe, Santa Fe, hace 79 años, pero a los cuatro se mudó a la capital del cuarteto. Por este motivo, todavía mantiene la tonada y el humor cordobés, y se transformó con el tiempo en una leyenda de Talleres y del fútbol de esa provincia. Su sello con su nombre está escrito en la Popular Norte del estadio Mario Alberto Kempes porque allí va la hinchada local. Sin embargo, recmarca: “Ningún homenaje mi hizo Talleres. Y mirá que di todo por esa institución. Siendo jugador le entregué plata para que compren equipos de fútbol. Como entrenador, pagué viajes, comidas y hoteles. Cuando lo ascendí a Primera División en la temporada 1993/4 no me pagaron lo que acordamos”.
A sus 16 abriles, el Loco Willington debutó en la T. Luego, pasó por Vélez Sarsfield, Tiburones Rojos de México, Huracán, Instituto, Minessotta de Estados Unidos y disputó 11 partidos con la selección argentina (marcó un gol). Se retiró en el conjunto velezano en 1979. El Cordobés jugaba de 10 y tenía personalidad. Era tan pero tan bueno con una pelota en los pies que alguna vez Roberto Fontanarrosa lo llamó “El Exorcista”. Además, tras un amistoso en 1969 entre el Santos y Vélez Sarsfield, Pelé lo definió como “el mejor jugador del mundo”.
“El Daniel de los Estadios”, otro de sus famosos apodos, es un libro abierto con anécdotas y vivencias que guarda en su retina. Sufrió carencias económicas, fue multicampeón con Talleres, amigo de Ringo Bonavena y de los mejores tangueros de la época, y se ganó el mote de salidor. Además, tiene una estatua en Vélez Sarsfield, cayó preso en sus tiempos de fama y en el 2001 perdió mucha plata producto del corralito.
“Fui un loco. Siempre me gustó tomarme un whisky, estar con amigos, ir a las milongas y un día caí preso por pelearme por una mujer”, detalló. Y agregó: “El Banco Velox holandés se fue a la quiebra y me robó 350 mil dólares. Se quedó con mis ahorros, tras la venta de mis departamentos en Buenos Aires”, reveló en un mano a mano imperdible con Infobae.
-¿Qué es de su vida, Daniel?
-Bien, viviendo en Córdoba Capital junto a Ana, mi mujer; de acá no me saca nadie. Estoy hace 76 años, desde los cuatro que me vine para esta provincia. Tengo cuatro hijos, once nietos y dos bisnietos.
-¿A qué se dedica?
-Trabajo en la Agencia de Córdoba de Deportes, desde hace 30 años. Fui uno de los primeros cuando llegó el ex gobernador, Juan Manuel de la Sota. Junto con Santos Falucho Laciar, Milanesio, la Pepa Rinaldi, Milonga Heredia somos los representantes del deporte, los encargados de dar clínicas de deportes a los chicos con la idea de recaudar dinero para personas en situación de calles en las Sierras cordobesas. De esta manera, el gobierno local les entrega juguetes a los nenes e insumos a los grandes para el invierno y el verano que hacen falta como colchas y ropa, entre otras cosas.
-Luego de colgar los botines, ¿Qué rumbo tomó?
-Fui director técnico de Talleres e Instituto. También, dirigí a otros equipos cordobeses en el ascenso como Las Palmas, Deportivo Norte y Escuela Presidente Roca. Un tiempo más tarde, en Buenos Aires entrené a Vélez Sarsfield, pero llegó un momento que dije “basta”.
-¿Por qué?
-Me hacía mal, lo sufría mucho, como sí lo estuviera jugando. Cuando fui técnico de la T, me estresaba y el médico me advirtió que parara, porque sino me iba a dar un infarto. Tiene que ver con los nervios, porque siempre pretendía que las cosas salieran bien. Yo tuve una aneurisma, pero ocurrió mucho después de que dejara el fútbol.
-¿Sufrió polio también de chiquito?
-Sí, tenía 8 años cuando me detectaron polio y producto de eso, estuve 10 meses internado en el Hospital de Niños, donde me hacían estudios todos los días para saber cómo marchaba el virus. Me diagnosticaron luego de que caminaba mal porque se me habían secado los tendones. Caminaba rengo y me internaron en el acto. Hoy estoy bien de salud y mi señora me quiera festejar los 80 en septiembre.
-¿Le quedó algo de ese niño que creció con muchas carencias económicas en Santa Fe?
-Me quedaron muchos recuerdos. Si tuviera que volver a nacer, me gustaría tener la misma vida con todos los problemas que tuve. Vengo de una familia muy humilde. Mi viejo jugaba al fútbol, Talleres lo compró y nos vinimos a vivir Córdoba, desde muy chiquitos. Mis tres hermanos y yo éramos asmáticos por la humedad que había en Santa Fe. Dos de ellos fallecieron hace tres años: el del medio y el más chico. Solo quedamos una hermana y yo. No me quejo porque la vida me dio muchas cosas, a lo mejor podía haber sido un poco más, pero soy un agradecido a Dios.
-¿Por qué esperaba un poco más de la vida que tuvo?
-Porque yo al fútbol no lo tomé pensando en hacer plata, lo disfruté y lo viví a mi manera. En mi época, no había mucha gente mala. Hoy, hay periodistas que son trepadores, que no les importa arruinarle la vida a un muchacho que tiene un desliz, que se tira una cañita al aire con todo su derecho, porque si eso pasa sale en todos los diarios.
-¿En su época había más códigos?
-Sí, en ese tiempo sí. Estaban Diego Lucero, Osvaldo Ardizzone, Carlos Juvenal, Dante Panzeri, que formulaban críticas constructivas. Que se te acercaban y te decían: ¨Che cordobés, ¿qué estás haciendo?, portate bien. No estás trabajando como debes”. No andaban ventilando públicamente lo que uno hacía fuera de la cancha. Ellos sabían que podías jugar mal un partido, pero dos o tres no.
-¿Es cierto que de chico comía en un comedor comunitario?
-Sí, es verdad. A los 8 hacía cola para ir a buscar comida a un comedor comunitario, como pasa ahora con los que no tienen para comer y se cagan de frío en las calles. Iba descalzo y sin un peso. Por lo menos, tenía un plato de comida y un durazno o un naranja de postre.
-¿Vivió la vida como quiso?
-Sí, a mi manera hice lo que quise, pero siempre por el buen camino. Porque nunca me drogué ni robé. Pero sí a la noche me daba mis gustos. Me tomaba una copa de whisky “Calavera”, comía al mediodía un asado y luego me iba a jugar un partido. Ahora no podés dar esa ventaja porque el fútbol es más físico. Yo me daba mis gustos, pero me la tenía que aguantar al otro día.
-¿Por qué?
-Porque salía de noche, pero al otro día cuando llegaba al entrenamiento me exigían al máximo ya que me daban una biaba que me la tenía que aguantar. Yo era muy salidor. ¿Sabes cómo me gustaba irme de parranda? De Córdoba me fui a Buenos Aires a los 18 años, y a los tres meses ya jugaba en la selección argentina. Me pasó todo muy rápido. Pasé a jugar en un club importante como Vélez que fue una institución muy seria.
-¿Le costó adaptarse?
-Cuando salí de Talleres en 1962 me dijeron que no iba a durar ni dos meses y estuve 10 años en Vélez. Salí campeón en 1968 junto a Carlos Bianchi. Entonces, algo tenía para darle a esa institución y viceversa. Me costó al principio, pero luego me adapté.
-¿Hubo excesos en esas salidas nocturnas?
-El domingo a la noche nos íbamos a la milonga después de los partidos pero nos contralábamos. El lunes no se trabajaba y ese día nos recuperábamos, pero por la noche hacíamos nuestras “cositas”.
-Durante su carrera como futbolista, ¿lo perjudicó su fama de salidor?
-No, no me perjudicó porque son pocos los que lo saben, recién ahora lo estoy contando. Si en mi época se hubiera sabido de que me gustaba la noche, ni Boca ni River y menos la Juventus se hubiesen interesado en mí.
-¿Hay que decirle que “no” a la Juventus?
-Tenía 18 años. Estaba primero mi mamá y tenía que llevar el sobre del dinero a mi casa para que puedan comer mis hermanos y mis padres. Además, debía comprarme ropa. Igualmente, no sé cuánto hubiera durado en Milán, porque si Buenos Aires no me gusta, imagínate vivir allá.
-¿De River lo vinieron a buscar?
-Sí, en 1964 estaba cerrado de palabra cuando lo vendieron a Jorge Solari de Vélez a River. En esa transferencia, también me metieron a mí porque el Millonario pagaba 10 millones a cambio de cinco futbolistas. Pero vino José “Pepe” Amalfitani y me dijo: ´En River pagan muy bien, ¿te quieres ir a ese club? ´.
-¿Qué le respondiste?
-´Págame lo que me pagarían allá y me quedo´. Y me quedé. No me arrepiento porque gracias a Dios pude vivir a mi manera. Tengo una familia muy querida y no sabes la dicha de tener todo eso. Además, cuento con amigos que quiero mucho, con quienes nos juntamos todos los sábados a cantar tangos, a comer un asado y somos felices sin plata, que hace falta, pero a veces no es tan necesaria. Viví a mi manera y lo disfruté al futbol.
-¿Pudo hacer un buen colchón de dinero para salvarse de por vida?
-Hice mucha plata cuando me fui a México, a jugar a Tiburones Rojos de Veracruz, pero luego la perdí en el corralito del 2001, se quedaron con todas mis propiedades.
-¿Mucho dinero perdió?
-El Banco Velox holandés se fue a la quiebra y me robó 350 mil dólares; se quedó con todos mis ahorros, tras la venta de mis departamentos en Buenos Aires. Me robaron todo.
-¿No puedo recuperar nada?
-Nada. Presenté un recurso de amparo y no pude recuperar nada. Yo tenía esa plata para mis viejos, para mis hijos, y también por si la necesitaba para operarme en algún momento.
-¿Cómo se enteró de que había perdido el dinero?
-Por la televisión observo que el banco donde tenía depositada mi plata se fue a la quiebra. Los accionistas abrieron una cuenta en las Islas Caimán con una mesa de dinero. Yo todavía conservo todos los comprobantes, pero ¿dónde estaba el Banco Central para que me respalde? En ningún lado, miraban para otro lado.
-¿Cómo manejó la situación del corralito?
-Estuve muy jodido. Me agarró una depresión sabiendo que había perdido todo el dinero. Con el tiempo, empecé a dirigir en Talleres, Vélez, Instituto y me fui levantando. Un tiempo más tarde, entré a trabajar a la agencia de deportes, que me ayudó a solventar mis gastos.
-¿Llegaba a fin de mes?
-Sí, con lo justo, como ahora. Vivo tranquilo, pero no cómo para tirar una cañita al aire. Tengo mi auto normal, y mi casa gracias a mi viejo que me enseñó a tener primero un techo. De esta manera, no pago alquiler y con eso puedo estar bien.
-Cuándo llegó a Vélez, ¿quién le administraba el dinero para que no lo despilfarré?
-El ex presidente “Pepe” Amalfitani. A mí me gustaba gastar mucho dinero. Entonces, él me daba sólo para comer y vivir con mi familia, nada más. Y me cuidó el resto. Hasta qué pasó un tiempo y José me dice: ´Búscate una casa así te la compras´.
-¿Antes, dónde vivía?
-Con mi familia durante tres años vivíamos debajo de una de las tribunas del estadio de Vélez. Allí existen todavía departamentos que se utilizan para los juveniles como pensión y residíamos ahí con los chicos. También, Pepe me cuidó la plata para que luego me comprara mi primer auto. Un día me llevó al banco, me dio el número de mi cuenta, la tarjeta y me dijo: ´Esto te enseña a que la plata hay que cuidarla y no despilfarrarla´. Gracias a él, tengo algo. Pepe fue mi segundo padre, junto con Víctor Spinetto que me dirigió en el seleccionado argentino.
-¿Amalfitani lo ayudó también a sobreponerse de una anemia?
-Sí, eso sucedió en 1963 cuando tuve el problema con José Ricardo Vázquez, ex defensor de Chacarita. Por ese inconveniente, me acusaron de ser “un criminal del fútbol”. Eso me llevó a padecer una depresión, ya que no comía, estaba angustiado, y me agarró una anemia muy fuerte. Cuando empecé en Vélez pesaba 69 kilos y era muy flaquito. Amalfitani me mandó 15 días a Mar del Plata a hacer una mini pretemporada, donde consumí vitaminas y subí de peso. De esta manera, salí adelante.
-¿Por qué lo definieron como “un criminal del futbol”?
-Porque en una jugada voy fuerte contra Vázquez en un Vélez contra Chacarita. Pero el árbitro al final cobró falta a favor mío. En ese tiempo el fútbol era bravo, y el jugador que se achicaba, perdía. Yo me defendía, no me quedaba otra. Sí venpia un rival y me pegaba pensaba por adentro “la próxima me toca a mí”. Y lo sacudía.
-¿Qué fue Amalfitani en su vida?
-Mi segundo padre. En 1960 vino Enrique Omar Sívori a llevarme a la Juventus. También, me quiso Boca y mi mamá no quería me fuera de Córdoba porque era muy chico. Yo jugaba en Talleres. Al final, se llevaron a mi cuñado y yo me quedé acá porque me gustaba mucho la milonga y el cuarteto. Cuando llego a Vélez, Amalfitani me hizo prometer que me iba a portar bien y así duré 10 años. Después, me venían a buscar de todos lados y Don Pepe le decía que “no”, porque era como un hijo para él y no quería dejarme ir. Vinieron hasta del Santos de Brasil, donde jugaba Pelé.
-Con Pepe, ¿tenían una relación padre e hijo?
-Sí, pero ojo que me retaba también. Cuando me mandaba mi macana, me llamaba y me cagaba a pedos. Cuando me llevaron en cana el día que me peleé, hablaron con él para decirle que caí en cana. Entonces, llegaba Pepe y me decía: ´Qué estás haciendo mocoso de mierda´. Yo le decía el Viejo y él me decía el Loco. Ese hombre era mi segundo padre. Para sacarle plata era peor que Ringo Bonavena.
-¿Por qué cayó preso?
-Por una pelea por una mujer en una milonga en Castelar. Además, me agarraba a las trompadas porque me conocían que jugaba en Vélez y me insultaban. Entonces, me tomaba un whisky de más, me venían a apurar y no me achicaba. Éramos varios que la aguantábamos porque en Córdoba me formé como un peleador también; pero no es como ahora que hay cuchillos y tiros. En mi época, sólo a las trompadas. Me tenía que defender, no podía quedar como boludo tampoco.
-¿Cómo nació su amistad con Ringo Bonavena?
-Con Oscar nos conocimos por circunstancias de la vida. Al principio, él era medio pedante y no lo podía ni ver. Yo era seguidor de Goyo Peralta y éste tenía otra forma de ser. Pero cuando lo conocí a Oscar, me di cuenta de que era como yo. De la boca para afuera decía cualquier cosa, pero por dentro tenía un corazón bárbaro. Era un ser humano que daba ganas de estar con él, porque te divertías y eran de esos tipos que te ofrecían la casa, abiertos y no tienen maldad.
-¿En qué lugar lo conoció?
-A Ringo lo conocí en el boliche La bola loca, que era del padre del cantante Piero, en la calle San Martín. Andábamos de caravana un domingo por la noche. Jugamos al bowling y Oscar estaba ahí. Me apostó una botella de Chivas (un whisky). Y le gané en todo. Ahí nació nuestra amistad. Éramos como hermanos. Yo tenía la misma locura de Ringo. Hablan de códigos, yo hablo de lealtad y de respeto. Y él los tenía. Cuando viajaba a Córdoba se quedaba en mi casa. Cuando le tocó pelear con Cassius Clay en Nueva York, yo estaba en México y me vino a buscar en su auto.
-¿Fue espectador de esa gran pelea que tuvieron el 7 de diciembre de 1970?
-Sí, sufrí bastante y perdió, pero conservo esos recuerdos de la vida junto a él. Oscar pasaba por Córdoba con Doña Dominga y se quedaban un par de días en mi casa.
-¿Cuánto tuvo que ver Ringo para su llegada a Huracán?
-No le sacabas un peso ni con una ametralladora. Eran todas mentiras eso de que me compró. Ringo venía de un año sin pelear, y yo venía de un año de estar afuera. Nunca puso un mango ni fue dueño de mi pase. La plata la puse yo. Y en Huracán no cobré un peso y perdí 20 mil dólares. En su momento, me pidió el entrenador César Luis Menotti. Arreglé con el club, pero no cobré nada. Luego, tuve la suerte de volverme a Talleres y a empezar de nuevo.
-¿Quién lo apodó El Exorcista?
-El Negro Roberto Fontanarrosa. Fue producto de una jugada que hice jugando en Talleres. Fui a disputar una pelota con tres rivales, levanté una de las piernas y dominé el balón. Nadie podía entender como bajé la pelota y se la cedí a Omar Wehbepara que defina. Por como dominé la pelota me empezaron a decir El Exorcista. Por otra parte, en Córdoba me apodaron “El Daniel de los Estadios”. Y también “el Loco” a secas.
-¿Qué homenaje le hizo Talleres?
-Ningún homenaje mi hizo Talleres. Y mirá que di todo por esa institución. Siendo jugador le di plata para que compren pilchas de equipos de fútbol. Como entrenador, pagué viajes, comidas y hoteles. Cuando lo ascendí a Primera no me pagaron lo que acordamos. Igualmente, sigo siendo de Talleres a muerte, pero no estoy cerca de la actual comisión directiva.
-¿Qué elogios recibió de Pelé?
-En 1969, jugando un amistoso con el Santos erré un penal pero después marqué el gol del empate. Pelé dijo aquella vez: “Es el mejor jugador del mundo”. ¡Y lo dijo O Rey! (risas).
-¿Hizo amigos en el mundo del tango?
-Todos los cantores fueron mis amigos: Floreal Ruiz, el Polaco Goyeneche, Roberto Florio, Argentino Ledesma, Aníbal Troilo, entre otros. Porque cuando vivía en Buenos Aires iba a las milongas y los veía. En Córdoba de vez en cuando me mando unos tanguitos también, aunque no puedo bailar luego ya que me operaron de la cadera. Pero disfruto de escuchar tango, una de mis pasiones.
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