“Mi papá hace las cosas hasta que le salen perfectas. Yo soy mucho más vago (se ríe), pero hace tres años, cuando llegué a Italia, me di cuenta de que era uno de los peores de mi categoría y que debía trabajar mucho si quería dedicarme a esto. Hoy, con los progresos que tuve y mi primera citación a una preselección, ya no tengo dudas: quiero dedicarme para ver si puedo ser jugador profesional de básquet”. El que habla y referencia a su padre es Tomás Scola, el hijo de uno de los dos basquetbolistas más importantes de la historia, para muchos el jugador más trascendente de siempre en el básquet nacional, además de un ícono eterno en el deporte argentino... Nada más y nada menos. El apellido volvió a ser noticia hace unos días, cuando el hijo mayor del gran capitán fue citado a la preselección U17 -de 25 chicos- que se entrenará en Santiago del Estero como parte de la preparación para el Mundial que se disputará del 2 al 10 de julio en España. Justo cuando la Federación Italiana había hecho lo mismo.
“No tuve que pensarlo, soy argentino. Prefiero siempre representar a mi país”, respondió Tomás. Lo cierto que, casualidad o causalidad, pocos meses después de que Luis anunciara su retiro del básquet profesional luego de 25 años, nuestras selecciones vuelven a tener a un Scola. Una noticia por sí sola, pero que buscamos profundizar en esta entrevista con Tomás, un chico que quiere hacer su historia, pero sin renegar ni querer alejarse de todo lo que hizo y significa su padre.
Nacido el 17 de abril del 2007, en Vitoria, España –Luis jugaba su última temporada en el Baskonia-, Tomás es un ala pivote zurdo de 2m00 –cree porque “hace rato no me mido”- que juega en la Academia del Varese, con la que hace una semana quedó Top 8 de Italia en la categoría U15. Un premio a tanto esfuerzo de un chico que supo que era el momento de invertir en su desarrollo. “Cuando mi papá firmó con el Olimpia, me metí en el club y entendí que tenía que ponerme las pilas porque no me alcanzaba, estaba lejos del resto. Todos eran más altos, rápidos y fuertes. Encima yo ocupo plaza de extranjero y sólo hay dos cupos… Luego me agarró la pandemia y me puse a entrenar mucho con papá. Y, por suerte, mejoré rápido. Me parecía que siempre hacía las mismas cosas, pero cuando volví al equipo, me sorprendí. Me di cuenta que había progresado mucho y ahí tomé la decisión que querer hacer esto para vivir”, contó.
-¿Cómo es entrenar con Luis? Porque para vos es tu papá, pero es el sueño de cualquier chico: tener a Scola enseñándote de forma particular.
-Y, bueno, a veces yo no me doy cuenta de todas las cosas que me pasan. Tanto de tener a mi papá a disposición como las facilidades para entrenarme. Me pasó cuando estuvo la NBA. Me parecía que tener todo eso, la infraestructura, era normal y luego me di cuenta que no...
-Imagino que jugás desde muy chico. Te vi en Las Vegas, durante la preparación olímpica de la Selección. Y estabas todo el día con la pelota, junto a Thiago, tu hermano. ¿Sos muy fana del básquet, no?
-Sí, me desperté con una pelota en la mano (se ríe). Igual, mi papá fue muy libre con mi infancia, siempre dándome opciones. Yo jugué al fútbol americano y hasta intenté con el hóckey sobre hielo, cuando estuvimos en Toronto. Pero, desde los seis años, me enganché más con el básquet. Mi papá tenía una regla para nosotros, que a los 7 años teníamos que estar en un equipo. En Indiana entré al primero y así fui subiendo. Luego estuve en AFALP, nuestro club, en Palomar. De chiquito quise seguir los pasos de mi viejo, pero siempre con una sonrisa, nunca obligado por nada ni nadie. En Argentina siempre jugué de pivote, porque ya en mi segundo año de mini medía 1m85.
-¿Y cómo es entrenar con él y, a la vez, ser su hijo?
-Es muy tranquilo, tiene claro que ya teníamos mucha presión de chiquitos por ser sus hijos. Entonces nunca nos gritaba ni presionaba. Ahora, cuando viene a verme a los partidos, sólo me hace señas para que me calme y me alienta para seguir adelante. No me da indicaciones de juego, pese a que me impresiona la cantidad de cosas que sabe. Me ha dicho cosas que han pasado en los partidos y yo no me di cuenta (se ríe). Es un Phil Jackson 2.0. Yo no veo nada negativo en tenerlo como padre.
-¿Y cómo sos vos, a diferencia de él?
-El es muy metódico y no para de practicar hasta que le sale perfecto. Además, le gusta transmitir conocimientos a los más chicos, no sólo conmigo. En su momento invitó a Marcos Delía para que fuera a Houston y luego a Agustín Cáffaro para que fuera al campo. Yo, en cambio, soy un poco vago. Me gusta hacer lo menos posible. Pero claro que, cuando me invita, trato de ponerle todas las ganas. Es difícil tener su disciplina y ganas, aunque ahora tengo claro que es el camino.
-Contale a la gente cómo jugás vos, cuáles son tu características y qué te gusta más hacer en la cancha…
-Me gusta más el juego del poste, jugar de espaldas al aro, no tanto de frente. Me siento más cómodo.
-Justo el estilo histórico de papá.
-Claro, creo que nací con eso. No lo entrené tanto, siempre me salió perfecto.
-Pero posteaste un video en diciembre, en la canchita del campo, tirando de tres puntos, con buena mecánica y efectividad.
-Sí, me gusta tirar. Si lo tengo que hacer, lo hago, pero no es mi primera opción. He entrenado bastante la técnica individual de frente al aro, porque sé que ahora los internos juegan más así, pero todavía me cuesta. A veces tomo tiros malos… Debo seguir trabajando en eso.
-¿Y le dijiste a tu papá que tomaste la decisión de dedicarte profesionalmente?
-No (se ríe), todavía no tuve tiempo. Mi día a día es muy apretado, me levanto a las 7 y hasta la noche no paro entre el equipo y el estudio. Además él está muy ocupado, como CEO del Varese. A mamá sí pude contarlo, incluso bromeamos sobre si algún día me sale un contrato con un equipo de la Liga Nacional, como Boca o San Lorenzo.
-¿Te vendrías?
-No sé ahora, pero sería la idea para más adelante. ¿Por qué no? Allá tengo mi casa, mi familia, casi todos mis amigos, mi club preferido (AFALP). Siempre trato de ir para allá. Me encanta, además, porque estoy con mis abuelos y tíos, como asados, juego con amigos…
-Viviste en varios países. ¿Cuál te gustó y te marcó más hasta ahora?
-Los que más me gustaron serían Italia, como país, y Brooklyn, como ciudad. En Nueva York tenía todo cerca, me manejaba en subte. Me encantó, además de ser una ciudad hermosa. Acá ahora vivo en Varese, es muy tranquilo, sin mucho quilombo y a media hora de tren de Milán. De España no me acuerdo nada y de Houston que teníamos un lago enfrente y lindas casas alrededor. Phoenix me gustó, ciudad con calor y un lindo fondo en la casa con arito. Indiana la sufrí. Mucho frío y con tormentas de nieve que no podíamos salir ni ir al cole por dos o tres semanas.
-¿La adaptación a Italia te costó?
-Un montón durante mi primer año. Al principio ni quería empezar a hablar italiano porque no sabíamos cuánto tiempo estaríamos, pero llegó la pandemia, no pudimos salir y nos terminamos quedando hasta hoy. Por suerte ya sé hablar italiano de forma fluida y ahora manejo tres idiomas, si sumo castellano e inglés.
-¿Y cómo anda el estudio?
-No me gusta mucho, la verdad. Soy un poco vago y debería irme mejor.
-¿Y qué te gusta?
-Los animales me gustan. Me encantaría trabajar en el campo, de ayudante o de veterinario, si no me va bien en el básquet.
-Entonces debés ser fana de ir al campo que tienen en Castelli.
-Sí, claro es mi lugar en el mundo. Tengo de todo me encanta, la canchita que hizo papá, los caballos y un lago para pescar, algo que amo, y hacer algunos deportes acuáticos. Estuvimos ahí para fin de año, siempre espero ese momento.
-Te devuelvo al básquet. Fuiste noticia fuerte en estos días en el país con tu citación. ¿Cómo te enteraste y qué te generó?
-Estaba volviendo de entrenar con mi amigo, yendo a su casa y me llama mi mamá, diciendo que no podía decir por qué, pero que papá tenía algo para decirme. Me asusté, pensé “qué cagada me mandé” (se ríe)… Papá vino en auto, me subí, lo paró y me dio la noticia. Casi me pongo a llorar… Lo primero que se me vino a la mente fue llamar a mi abuelo, a Mario, que es mi fan N° 1.
-¿Qué te dijeron el abuelo y papá? Hablamos de dos jugadores de Selección.
-Nada, que estaban orgullosos, pero papá me dijo que este era un paso más, que me pusiera las pilas.
-¿Y a vos qué te generó? Imagino que venías trabajando para algo así…
-Sí, acá en Varese tengo amigos que están en la Selección U18, como Mauro Villa y Agustín Marchiaro. Siempre hacíamos chistes, les decía que quería ir, pero nunca en la vida pensé que me llamarían.
-¿Y cómo sentís que estás en relación a los otros, que son un poco más grandes? ¿Con qué expectativa llegaste?
-Nervios tengo muchos, porque es mi primera vez y el plantel está lleno de chicos categoría 2005. Otro más y yo estamos nada más de la 2007. Son buenos y más grandes. Pero estoy viviendo la experiencia, intentando hacerlo lo mejor posible. Todo lo que pase en estos días me ayudará mucho, en especial para saber dónde estoy parado. Será muy importante para saber si voy a querer jugar profesionalmente.
-¿Y cómo llevas ser el hijo de Luis Scola? ¿Te gusta o es una mochilita?
-Nunca me molestó tener que el padre que tengo. Si me cuesta será por la presión que me meto, por hacer las cosas bien. A veces me meto una presión demasiado grande. También sé que es posible que se me critique si no juego bien. Pero es parte del juego. Yo siempre trato de ser igual a todos, no me siento nada especial.
-¿Te molesta algo de ser el hijo de…?
-A veces cuando viene alguien nuevo al grupo y alguno de mis amigos dice “¿sabés quién es? Es el hijo de Scola”. No me gusta sacar chapa, prefiero pasar más inadvertido. Si lo digo, lo digo yo. Pero, volviendo a tu pregunta, yo no cambiaría este apellido por nada. Así de simple.
SEGUIR LEYENDO: