“No grité el primero, pero moví un poquito las manos en el segundo porque no me podía contener. Pero cuando escuchaba a la Guardia Imperial gritando se me movía el pie solo”. Agropecuario vivió la jornada más importante de su historia en el resonante triunfo por Copa Argentina ante Racing y su presidente, Bernardo Grobocopatel, nunca ocultó la contradicción de emociones que le generó el enfrentamiento entre sus dos amores (fanático de la Academia y fundador del Sojero) que le permitió cumplir la última promesa que le hizo a su padre.
El pequeño club en crecimiento –de raíces poderosas– está ubicado en Carlos Casares (a 300 kms de Buenos Aires) y cuenta con una de las historias más singulares de los últimos años del fútbol argentino. El apellido Grobocopatel habla por sí solo. Bernardo es sobrino de Gustavo, la cara visible del grupo empresarial que asentó su fortuna en el poder de la soja. Hace diez años, después de escuchar ofertas para gerenciar algunos clubes del país, decidió que debía dar el salto al fútbol pero a su modo.
“Lo único que a mí me hace feliz es el fútbol. Siempre fui feliz en una cancha, pero yo tenía dos limitaciones para jugar: la pierna izquierda... y la derecha. Entonces se me ocurrió hacer un club de pueblo y arrancamos a jugar la liga local y el Argentino C con 400 equipos. Armamos un equipo con los mejores jugadores de la zona y a los cuatro meses nos encontramos en el Federal B. Tuvimos que hacer la cancha a una velocidad rapidísima”, revive ante Infobae desde el aeropuerto a punto de emprender su regreso desde Jujuy tras el triunfo ante la Academia que envió a su club a las grandes marquesinas deportivas.
A diez años de aquella piedra fundacional, Agropecuario creció escalonadamente pero con la aceleración que brinda el respaldo económico para armar planteles y la obsesión de Bernardo por entender el entramado del mundo del fútbol: “Después de cuatro o cinco campeonatos en el Federal B, ascendimos al Federal A y armamos el equipo en 20 días porque fuimos los últimos en ascender. En 11 meses salimos campeones”.
El nombre de Agropecuario ya empezaba a resonar en el mundo del fútbol, pero el primer golpe sobre la mesa llegó a mediados del 2018 cuando quedaron a un partido de ascender a Primera tras caer en las semifinales del Reducido de la Primera B Nacional ante San Martín de Tucumán. Las preguntas se posicionaron sobre ese club de una ciudad con unos 20 mil habitantes y que en un puñado de años había tenido un crecimiento meteórico con un plantel que contaba con algunas figuras conocidas como Fabián Assman o Facundo Parra.
Grobocopatel no escapa a los dichos sobre el poderío económico, pero aclara sobre este club que hoy está en la mitad de tabla de la Primera Nacional: “Hay un mito con que Agropecuario paga mucho. Pagamos bien, nunca nos atrasamos en 120 meses, pero pagamos normal. Hay algunos clubes con tres veces más presupuesto”.
Tampoco esconde que su obsesión por el fútbol lo lleva a intervenir en la mayoría de las decisiones del armado del plantel: “En la elección de los técnicos incido 100%. Veo diez opciones, pero tengo la última palabra, sí. Es que vos le estás dando la confianza de tu amor. En los jugadores es muy difícil, porque a mí no me da, no estoy capacitado. El técnico es uno solo, podés errar o acertar. Tengo dos scoutings y siempre algún técnico amigo que me ayuda. Le pregunto a todo el mundo. Y así y todo erras al elegir futbolistas. Eso sí, las negociaciones las llevo yo adelante”.
También, a pesar del éxito deportivo, identifica algunos errores “estratégicos” en estos diez años que le impidieron atraer a más vecinos para alentarlos. Carlos Casares, aclara, es una “ciudad fierrera” que siempre latió al ritmo deportivo de su hijo pródigo, el mítico piloto Roberto Mouras. La ventaja futbolera que sacó con algunos de los clubes centenarios de la ciudad tampoco colaboró. “Cuando formás un club de cero vas aprendiendo”, reflexiona.
Durante la pandemia, Agropecuario también fue noticia a pesar del parón total de actividades: Grobocopatel anunció un aumento salarial para sus empleados. “No me cambiaba la economía a grandes rasgos”, reconoce. Y explica: “La pandemia no perjudicó mi actividad, que es la producción agropecuaria. Fue una decisión de decir hago el esfuerzo, porque tuve que poner plata mía. Y dio resultado porque hubo compromiso con la camiseta. Los dos campeonatos que siguieron estuvimos cerca de pelear arriba. La verdad que dio resultado. Fue una decisión empresarial hacerlo: uno dice hacé algo distinto y pide algo distinto”.
Bernardo divide sus horas entre su rol dirigencial del Sojero, sus tres hijos y su empresa Sudamericana Granos, que se dedica al acopio de granos. Precisamente, esa firma es el main sponsor del club de Carlos Casares, que además tiene como segundo respaldo comercial a una sociedad vinculada a la maquinaria agrícola. “Tenemos sponsors, amigos, clientes de la empresa y mi empresa colabora también siempre. Es un medio difícil, pero no hay otra cosa que me guste más en la vida. El fútbol es mi pasión y mi vida. Cumplí mi sueño: Si me decías enfrentar al PSG de Messi o al Manchester United, yo te decía a Racing”, aclara.
No es un secreto el fanatismo del líder de Agropecuario por la Academia. Incluso hubo una decisión en la previa del partido que generó controversia: le agregó a la camiseta del Sojero la frase “gracias papá por hacerme de Racing”. Pero detrás de eso se escondía la emotiva última promesa de Bernardo a su padre: “Mi viejo me acompañó un año y pico, pero después entró en coma. Le hice la promesa de que si él hacía todo lo posible por despertarse, yo iba a hacer todo lo posible porque Agropecuario juegue con Racing por los puntos. Nosotros pudimos lograrlo y sé que él estuvo de una u otra forma. Sentí que cumplí la promesa. Cuando terminó el partido mi reacción fue ponerme a llorar y abrazar a mis hijos. Y fue por esto”.
Bernardo decidió delegar en el último tiempo muchas de las decisiones en el manager, que es su cuñado, aunque le costó “un brazo” dejar de estar siempre en el tablero de operaciones. Los viajes constantes fuera del país y las horas perdidas con sus hijos fueron el detonante. “Lo tuve que hacer porque no era vida. El tiempo perdido no se recupera, pero es devolverle a mi familia un poco de todos los actos que me perdí, cumpleaños, eventos. Ellos igual están contentos. Son fanáticos del fútbol”, retrata sobre Valentín (15 años), Juliana (10) y Pedro (9), quienes dieron sus primeros pasos de vida mientras su papá edificada su sueño de tener un club de fútbol competitivo.
Grobocopatel aclara que la directiva “va rotando” y asegura que Agropecuario es un club social: “Fuimos campeones juveniles, los primeros en tener fútbol femenino, tenemos una pensión para 60 chicos”, enumera. Y aclara que su deseo inmediato es lograr el ascenso a Primera, al mismo tiempo que subraya que este proyecto está lejos de identificarse con el apabullante y fugaz furor de Loma Negra de Olavarría en los 80 al ritmo económico de Amalia Lacroze de Fortabat.
“Llevamos diez años jugando y no paramos nunca de crecer. Vamos sumando hinchas y nos fue conociendo mucha gente. Hoy ya nos conocen cinco millones de personas más por jugar contra Racing y contra Boca (próximo rival en Copa Argentina) todos los hinchas de River van a hinchar por Agropecuario. Ahí ya hablamos de otros millones de hinchas que nos van a conocer. Estamos continuamente sembrando cosas”, explica la estrategia para instalar la marca de un plantel que hoy cuenta con nombres experimentados como el de Matías Fritzler, Emanuel Dening o Néstor Moiraghi al mando de Diego Osella.
Por lo pronto, este club que dio su primer paso formal en el fútbol hace una década asombra también por sus instalaciones que contrastan con esa ciudad de carácter agrícola. A la pensión para 60 jugadores y 20 baños se anexa el predio de 17 hectáreas donde están 6 canchas con riego automático, al mismo tiempo que se están terminando otras 2 canchas más. El estadio, llamado Estadio Ofelia Rosenzuaig en honor a la abuela de Bernardo, tiene capacidad para unas 8 mil personas. En la ciudad hay que sumarle el alquiler de unas 60 casas, un puesto de venta de indumentaria en el centro de Casares y la creación de 20 casas de tres ambientes que en el último tiempo vieron cómo se detenía el ritmo de construcción “porque el bolsillo puede ser grande, pero no tanto”.
Agropecuario, nacido en el corazón sojero del país, escribió durante las últimas horas la página más destacada de su breve pero exponencial historia. El próximo escalafón en sus desafíos se llama Boca Juniors (rival en cuartos de Copa Argentina) y el Sojero espera que ese sea su plato principal antes de ese golpe final que viene planificando desde que nació: llegar a primera.
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