El fútbol es una de las herramientas de ascenso social más poderosas. Exclusiva, reducida para unos pocos, pero al fin y al cabo un vertiginoso trampolín para miles de pibes que sueñan con transformar su vida a través de la pasión por la pelota. Alrededor del 2% de los chicos que pasan por inferiores llegan a Primera y de ese ínfimo porcentaje sólo un grupo minúsculo puede convivir en la élite. Mariano Andújar es uno de esos casos paradigmáticos. El pibe de Lugano, que no olvidó sus raíces, hoy camina sus últimos pasos de una carrera envidiable: lo dirigió Maradona en el Mundial 2010, fue parte del subcampeón del mundo del 2014 con Messi a la cabeza, militó muchos años en Europa y se consagró campeón de la Libertadores con Estudiantes. Páginas de una historia que millones querrían escribir.
“Tomo noción de la carrera que hice. Creo que también pude haber tenido otras cosas muy buenas... Pero igual todavía estoy a tiempo de seguir haciendo cosas buenas. Me voy a parar a pensar bien en eso el día que termine de jugar y empiece a transitar la segunda parte de lo que me queda”, reflexiona ante Infobae el arquero de 38 años, que todavía es dueño de los tres palos de un Pincha que pisó fuerte en la fase de grupos de la Libertadores y tuvo un buen rendimiento en la Copa de la Liga.
— ¿Todavía evalúas la chance de terminar tu carrera a fin de año?
— Tenía pensado, pero estoy evaluándolo, no tengo nada decidido todavía. Entiendo que son los últimos cartuchos que puedo llegar a tener, pero no sé si será el último.
— Dijiste que ibas a evaluar también si aparecía una “experiencia distinta” como la MLS, ¿por qué?
— Más que nada por un tema del idioma, cultural, para aprender cosas nuevas, pero tampoco de ninguna manera puedo descartar seguir jugando en el club y estar un año más o lo que sea. Mientras pueda sentirme útil, lo pensaré. A mí no me gusta atajar o pertenecer porque lo hice bien alguna vez, sino porque hoy me siento bien físicamente y creo que puedo ayudar al equipo.
— ¿Cuándo empezaste a entender así tu trabajo de futbolista? Que aparte de cumplir el sueño de muchos o el dinero que pueden ganar, también sirve para absorber conocimientos...
— De más grande, de pibe no, pero lo valoré obviamente. Cuando tuve la primera transferencia que me voy al Palermo (Italia), lo valoramos. De hecho mi mujer fue embarazada de siete meses de mi hija, eso significa que lo valoramos. Fue algo interesante para nuestra vida y fue un crecimiento. Pero obvio que, como todo, uno va tomando dimensión y dándole importancia a las cosas de más grande. Me tocó jugar en Italia y he aprendido bien a hablar italiano, lo aproveché. Ahora estoy preocupándome para aprender bien inglés y por eso está también la intención de hacer una experiencia distinta. No significa que lo tenga que hacer sí o sí, seguiré aprendiendo vía Zoom con una profesora. Pero son cosas que vas aprendiendo y valorando de más grande.
Privilegiado dentro de la cancha por sus experiencias con algunos de los mejores exponentes que dio el fútbol argentino en su historia, Mariano también vivió en primera persona el fervor napolitano que sembró Maradona y hasta pasó llamativas escenas con la mafia siciliana. Fue invitado a comer con su familia y, cuando llegó la comida, un ladero del capo la probó para descartar que tuviera algún ataque al líder. Aquella anécdota, sin embargo, dejó de contarla por una situación en particular.
— Tuviste muchas experiencias fuera del fútbol, incluso algunas con la mafia, ¿cuál fue la que más te impactó?
— Sí, eso ya pasó. También lo aprendí con el tiempo, después de compartir muchos años. Nosotros tenemos un concepto cinematográfico de la mafia y la verdad es que ha hecho mucho daño en Sicilia. Entonces, después con el tiempo me di cuenta y dejé de contar esa anécdota, por lo menos públicamente porque no tiene gran sentido. Sorprenderme... me sorprendió mucho cuando me tocó ir a Calcuta, ver esa ciudad, conocer ese lugar gracias a la Selección. Me acuerdo que fuimos con Nico Burdisso a donde vivió la Madre Teresa, y si bien no soy un católico ni nada, es una cosa que me llamó la atención. Lo mismo que en los países árabes el llamado al rezo. Tuve la suerte de conocer la mezquita del rey Hassan II en Marruecos también, muy interesante. Haber podido conocer al Papa o estar con el Papa dos veces...
— ¿Hablaste con el Papa?
— Fui una vez con la Selección y la segunda vez que fui con mi familia pudimos cruzar dos palabras, pero es una persona que está muy ocupada como para cruzar más de dos palabras...
— ¿Pero te identificó rápidamente? Porque es muy futbolero
— Sí, me dijo si no me quería quedar. Me acuerdo que hacían un partido creo, porque después de eso tenían un cónclave o algo así que los encerraban. Y me dijo ¿no te querés quedar a jugar un partidito que van a jugar los curas? Quedó ahí, en algo simpático en el momento, nada más. No tiene tiempo, la verdad.
— ¿Dejaste de contar lo de la mafia porque podía perjudicar a algunos amigos?
— Sí, una amiga nuestra que tenía una farmacia. Nos contó un poquito que ella sufrió mucho ese tema en Catania. No es que entré en razón porque era algo que nosotros no lo vivimos de chico, sino que lo fuimos viendo de grande y es algo más cinematográfico. Después al estar ahí, compartir, y escuchar, y saber de diferentes experiencias, prefiero ya no hablar más de ese tema.
— Sos de Lugano y siempre estás volviendo al barrio, ayudando, ¿por qué?
— Cuando me vine a jugar a Estudiantes, que me tocó irme, dejé de vivir en el barrio, pero sí tengo muchísimos amigos. Mis amigos son los de toda la vida, ayudo con premios en un campeonato, hice algunas cosas en el colegio donde fui, pero hay otros chicos que hacen muchas más cosas que yo. Trato de estar y a veces me cuesta mucho ir porque entre el colegio de mis hijos, mi entrenamiento, ir a ver el entrenamiento de mi hijo, poder llevar a mi hija a baile, estar acá y moverme hasta Lugano... Voy menos de lo que me gustaría. Mis primas todavía viven ahí, mi tía vive ahí y mi primo más chico vive ahí.
—¿En qué te formó tu barrio?
— Creo que te ayuda a tener los pies sobre la tierra, está claro. Pero lo más importante es la transmisión también de tus padres, cómo vas formándote como persona, lo que tenés en tu casa. No creo que mis hijos, que tienen la suerte de vivir otra realidad, no tengan los mismo valores que tengo yo. Trato de transmitírselos. Obviamente que el lugar te forma, pero también te forman en tu casa...
— ¿Cómo le transmitís a tu hijo, que quizás creció en un entorno más privilegiado que el tuyo, las complicaciones que pasaste en tu infancia?
— Es difícil, por eso que te dije: tratar de decirle, de hablar, de ir cada tanto, obviamente lo llevo conmigo siempre que voy, pero es difícil. Creo que me voy a dar cuenta si lo entendieron o no más adelante. Hoy decirle que yo los guantes los cosía o los daba vuelta, que valore que tiene guantes... Sí, está bien, pero eso lo viviste vos. La realidad de él es otra. Se verá con el tiempo si lo terminaron de entender ellos o no, hoy no sé.
— ¿Una de las más picantes que te tocó vivir fue la del torneo en el que te tiraban fuegos artificiales mientras atajabas?
— Ojalá fueran fuegos artificiales... El campeonato de Charly que terminaba con los tres tiros y la torta esa que tiraba las cañitas voladoras para todos lados, la apoyaban al ras de la tierra. Y bueno... se suspendió el torneo ése.
Andújar creció en el edificio 13 de Lugano 1 y 2. Vivió el esfuerzo de los laburantes que buscan el mango de sol a sol y atravesó los laberintos de las tentaciones de las esquinas. Tiene amigos que cayeron presos y otros que se destacaron en carreras universitarias. Lugano le tatuó para siempre el crisol de caminos que tiene la calle de verdad. Su vieja y su viejo, taxista entre otros oficios, lo empujaron a perseguir su sueño.
— ¿Cómo esquivaste a las tentaciones de la calle? ¿Tus amigos te guiaron o fue tu enfoque en el fútbol?
— Un poco de todo. Tuve siempre muy claro, siempre estuve con el tema del entrenamiento. Iba a entrenar. Fue algo natural, se fue dando solo. Siempre mis amigos entendieron que yo apuntaba a otra cosa. Después, malas juntas, o todo eso, tenés acá adentro del country donde vivo también... Mis amigos de toda la vida entendieron desde el primer día cómo era mi situación y yo no le esquivé a nada, al contrario. Paraba en el puente, paraba con mis amigos, cada tanto cuando podía salir a la noche, pero tenía claro para dónde quería ir... Y aparte me pasó desde muy chico porque yo a los 16 ya debuté en Reserva, y a los 17 estaba fijo en Primera, iba al banco. Entonces la época en la que quizá todos más salen o quizá todos se empiezan más a desviar, yo ya estaba muy enfocado en lo mío y la carrera estaba arrancando. Fue más simple. Pero no le esquivé a nada, al contrario, ellos compartieron conmigo, entendieron cuál era mi vocación, mi objetivo y me acompañaron, me ayudaron. De hecho tengo a mis amigos todavía hoy y por eso sigo yendo a Lugano.
— ¿Cuál fue la más cruda que te tocó vivir?
— Cosas que le pasan a todos, ir a bailar y terminar a las trompadas en cualquier lado. He tenido amigos y conocidos presos. Pero lo mismo, también tengo amigos que se recibieron de contadores y abogados en el mismo barrio. Es normal. Lugano es tan grande, hay tanta gente laburante, tanta gente de todo extracto social, igual que en cualquier barrio. De ninguna manera se puede marcar al barrio solamente por un par de personas o decir que en el country son todos honestos. Hay de todo en toda la sociedad. En todos los barrios hay de todo.
— ¿Se sentía una estigmatización por ser de Lugano?
— Sí, eso sí... Más vale. Subirte al taxi y decirle que ibas a Lugano y te decían: “No, se me terminó el turno”. O “No llego con la nafta”. Mil. La de subirte a un taxi en Parque Patricios y decirle voy hasta Lugano 1 y 2... “No sabés que termino el turno, me matas ir hasta allá” o “No tengo nafta”, “Ahí no entro, te dejo en la puerta”. Sí, de esas mil, pero no pasa nada.
— Tuviste amigos presos, les mandabas regalos a muchos de ellos, ¿entraste alguna vez a visitarlos?
— Les mando... Pero a visitarlos no, prefería no ir. Pero mando cosas cada tanto, ir a gritarles también para que supieran que estábamos. Cosas que haría cualquiera. Algo normal.
— ¿El futbolista muchas veces está inmerso en una burbuja alejado de todo lo que pasa a su alrededor en la sociedad? Quizás inclusive como método de protección...
— Es difícil. Le pasan muchas cosas muy rápido al jugador de fútbol y hoy más con el tema de las redes sociales. Hay chicos de 16 o 17 años a los que ya los toman como súper estrellas y se tienen que ir de su barrio porque te piden de todo, no sé. No podría hablar por otros. A veces pasa, pero no hay que caerle a ninguno de esos chicos que por ahí lo hacen. Es algo que quizá tienen la necesidad en ese momento y bueno, lo hacen así. No veo que esté tan mal, que tenga que vivir en una burbuja, siempre y cuando sepan después, que en el futuro, esa burbuja se rompe y volvés a la vida normal.
Con 38 años, sospecha que son los “últimos cartuchos” pero todavía no repartió las barajas. Puede seguir en Estudiantes, buscar esa experiencia nueva o dar el salto al rol de técnico o director deportivo para el que se viene preparando desde hace tiempo. “Trato de prepararme para el día de mañana porque creo que es lo mejor para mí. Pienso que lo mejor que me puede pasar es que me encuentre preparado, después te puede ir bien o mal, es lo de menos, pero que te encuentre preparado”.
— Ser argentino en Nápoles: ¿qué significa tener el pase libre en cierto modo por Maradona?
— Que seas argentino en Napoli te da, por lo menos, tres o cuatro partidos de gracia cuando llegás. Obviamente que te quieren de otra manera, pero también es una ciudad que te absorbe, que te exige, que quiere mucho al jugador de fútbol cualquiera sea su nacionalidad, y que vive por y para el Napoli. Es fuerte jugar ahí. Tiene su parte muy buena, muy linda, y la parte negativa que no podés disfrutar a full la ciudad, que es demasiado efusiva a veces.
— ¿Te tocó vivir alguna experiencia por Maradona en la calle?
— Sí, obviamente... El utilero Tommaso Starace, fanático, estaba desde la época de Diego y siempre estaba hablando de Diego. Pero después una vez nos pasó que íbamos caminando con mi mujer y nos frenó un tipo: nos dijo que para él primero venían Napoli, Maradona y Evita. “¿Evita?”, le digo yo. Sí, Eva Perón. La gente te invita a comer, te regalan cosas. Obviamente con el argentino tienen una cosa especial, por lo de Diego y por Pocho (Lavezzi) también. De Pocho no vamos a hablar a la altura de Diego, pero es muy muy ídolo. Te regalan cosas, te están encima, tratan de que vos te sientas a gusto todo el tiempo. La pasé bien, después hubo un momento en el que por ahí necesitas un poco de disfrutar la ciudad de otra manera, pero cero queja, al contrario, soy un agradecido.
— Diego los visitaba mucho en las habitaciones durante el Mundial 2010 durante su etapa como DT, ¿podías creer estar con Maradona o lo naturalizaste?
— Después lo naturalizas, se hace algo natural, porque Diego era simpático, lo llevaba por ese lado. En los primeros días es fuerte, es algo que te impacta, porque aparte Diego tenía esa imagen, esa luz que entraba y se quedaban todos callados. Entraba Diego y lo miraban todos. Después con el tiempo uno se va acostumbrando, es tu técnico, estás todos los días, compartís. Estaba bien en ese momento del Mundial 2010. Muy, muy bien. Se te ponía hablar de cualquier cosa. Lo que más me dejó Diego fue que cuando falleció mi viejo me llamó, que cuando me tuvieron que operar de la mano fue el primero que me llamó. Cuando estaba volviendo en el aeropuerto, me llamó. Entonces esas cosas dejan más cosas que el tema deportivo.
— ¿Quería ir al velorio de tu viejo a Lugano?
— Sí, me dijo.. Pero no se podía... ¡Imaginate!, sabés lo que podía llegar a ser. No se podía...
— ¿Podemos desclasificar los archivos del Mundial 2014 ya?
— ¡No! Todavía hay un montón de compañeros aparte...
— Pero con el paso del tiempo lo valoran más...
— Lo que pasa es que cuando se termina de entender que llegar a una final es muy, muy, muy difícil, se empieza a valorar. Pero es algo que por ahí en el momento duele mucho y con el tiempo está bueno que se reconozca a ese grupo. Ojalá que pueda sanar este año, que salga todo bien y que tanto Leo como Fideo, como Ota, nos puedan hacer sanar a todos. Pero es difícil que sane una herida así porque son oportunidades que se dan una vez en toda la carrera de jugador. Y no poder conseguirlo es duro...
— ¿Se dieron cuenta de la reacción del agua de Lavezzi con Sabella?
— (se ríe) Yo no lo había visto, lo vimos después, pero el Pocho obviamente es muy simpático, lo conocen todos, y Alejandro tuvo siempre esa calma y en el momento ni se dio cuenta, después le dijo. Estuvo bien... Alejandro era un tipo honesto, que te llegaba con lo que te decía, una persona aparte futbolísticamente siempre con la palabra justa. Entendía los partidos, entonces también desde ese lado te compraba. Vos te dabas cuenta de que sabía. Pero sobre todo un tipo muy, muy, muy honesto, muy sentimental, la verdad que Alejandro desde ese lado era el número 1.
— ¿Y de historia también hablaban...?
— ¿De historia? ¡Impresionante! Una vez dijo que teníamos que cruzar el Rubicón, el Pocho no sabía ni qué era. De todo. Él hablaba de historia de la selección argentina, de historia de Estudiantes de La Plata, de todo.
— Sos un privilegiado que pudiste tener una amistad con Messi...
— Leo es un tipo muy simple, muy simpático. Una persona normal, un compañero normal. La gente a veces se imagina no sé qué, pero al contrario, un chico que se puede tomar mate, hablar, compartir. Un fuera de serie en cuanto a su personalidad, a todo. la verdad que yo siempre tuve una relación de amistad, y compartimos un montón de momentos lindos y de los otros también cuando tocó perder y Leo con su manera de ser fue siempre excelente con todos.
— ¿Sanaron las heridas de las críticas por el “club de amigos” o sigue molestando?
— Eso lo que tiene es un resultado a favor o en contra, porque hoy la Selección anda muy bien porque son todos amigos y se llevan bien. Lo escuchaba a Scaloni el otro día: siempre la Selección tuvo grandes grupos. Lo que pasa es que cambia el ganar o perder. Una cosa que hoy es buena, antes era mala. Pero es la misma situación: nos llevábamos bien, compartíamos, pero bueno, ese es el periodismo en general que trata de llevar todo dependiendo de si la pelota pega en el palo y entra, o si la pelota pega en el palo y sale. Es todo el concepto. Nos causaba gracia en ese momento y hoy estoy muy contento que eso se valore y sea bueno, porque es algo que es un plus. Pero la Selección siempre lo tuvo. Que haya una buena unidad y haya esa sintonía entre prensa, grupo de la selección argentina, cuerpo técnico y la gente, es fantástico.
— Te llevo a algo más relajado: ¿hay un fanatismo por los autos clásicos?
— No tengo fanatismo por los autos clásicos, me gustó el Camaro que tenía y lo compré. No es que tengo fanatismo o una colección de autos clásicos. No. Tengo ése. Me gusta ése, el mío. Después obviamente hay otros que son muy lindos, pero me gusta ese. Lo compré porque un amigo mío, el Oso, sabía que a mí me gustaban algunos autos así. Salgo a pasear de vez en cuando.
— ¿Cómo empezó tu amor por Los Simpsons?
— Normal, como el de todos, de mirar. No tiene mucha explicación, es normal, a quién no le gustan Los Simpsons. Poca gente. En casa no son fanáticos, pero lo miran. Creo que un poco obligados, pero lo miran... Mi hermano es mucho más fanático que yo. ¡Pero a quién no le van a gustar los Simpsons!
— Tenés tatuada la “dignidad”, el símbolo de los “Magios” y el de Homero, ¿cuál te gusta más?
— ¡El de Homero que está en el diccionario!
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