En Pujato reina la paz. Quizá por eso Lionel Scaloni opta por pasar los días libres en su ciudad natal si no se escabulle en algún bar rosarino para trabajar con su notebook. Desde el acceso al pueblo por la Ruta Nacional 33 se exhibe un cartel que da cuenta de que allí nació el actual entrenador de la selección argentina. Es un día de semana y apenas se oye el ruido de algún camión de cosechas que conecta un punto de la provincia de Santa Fe con otro. A apenas unas cuadras de la entrada, se encuentra el Club Atlético Sportivo Matienzo, donde comenzó la historia del DT albiceleste.
Las calles de esta localidad que está ubicada a 40 kilómetros de Rosario son pulcras. Las casas, bajas y coquetas. Los habitantes son aproximadamente 4.000 y en el corazón del pueblo se halla la sede del club donde el Gringo ensayó sus primeros remates y corridas. Una importante estructura que abarca toda la cuadra, bien arreglada y pintada, luce el escudo verdiblanco de la institución. Al lado de la puerta de ingreso una bicicleta nueva está apoyada, sin cadenas ni nadie que la vigile. Esta es la postal que describe a la perfección a Pujato.
Dos o tres dirigentes se sitúan en las oficinas y acceden sin problemas a contar por qué hay una camiseta argentina con la 10 de Lionel Messi, firmada por el capitán argentino, sobre el busto de un maniquí. Por 600 pesos, los socios del club, hinchas del equipo y cualquier persona del pueblo puede acreditarse un número para la rifa que se hará en agosto: un afortunado tendrá el privilegio de llevarse a casa la insignia albiceleste con el parche de campeón de Copa América. Lo recaudado (están casi vendidos los mil números disponibles) irá a parar a un fondo con el que solventarán parte del armado de una tribuna para la cancha donde juegan las infantiles, que también tendrá iluminación. Todo, lógicamente, fue gracias a la gestión Scaloni. De Lionel, sí, pero también de Mauro, hermano mayor y corazón de Sportivo Matienzo.
Mauro Scaloni (categoría 76), dos años más grande que Lionel, hizo una carrera a la par de su hermano menor, pero sin su protagonismo. Mamaron fútbol por su padre Ángel, al que apodan Chiche, en los potreros, descampados y las sobradas hectáreas de pasto del pueblo. Los Scaloni se incorporaron a principios de los 90 a las inferiores de Newell’s y fue Lio, incansable carrilero derecho seguido desde muy cerca por José Pekerman para las selecciones juveniles, quien saltó a Primera en el año 1995. Mauro, también mediocampista, apenas llegó a pisar la Reserva rojinegra aunque así y todo formó parte de la transferencia de la Lepra a Estudiantes de La Plata.
El trampolín en la carrera profesional de Lionel Sebastián Scaloni fue el Mundial Juvenil Sub 20 de Malasia, en el que fue figura de Argentina a la par de Walter Samuel, Juan Román Riquelme y Pablo Aimar, entre otros. Su formidable actuación a lo largo de la competencia (con gol incluido a Brasil en los cuartos de final) convenció a los directivos del Deportivo La Coruña de comprarlo. Mauro, sin pergaminos en el fútbol argentino de Primera División, volvió a formar parte de la operación y firmó contrato con su hermano. Entre 1998 y 2006, Lionel disputó casi 400 partidos con el cuadro gallego y obtuvo tres títulos (la liga española, la Supercopa española en el 2000 y la Copa del Rey en 2002). El mayor de los Scaloni compartió incontables vivencias con el menor, aunque solo tuvo acción oficial en el Fabril, equipo filial.
El lazo profesional y contractual de Mauro se deshilachó en 2006, año en que Lionel disputó su primera y única Copa del Mundo con la Mayor en Alemania. El primer semestre se mudó a Londres para jugar con el West Ham, mientras que en el segundo actuó para el Racing de Santander (luego militaría por varias temporadas en la Lazio antes de cerrar su trayectoria en Mallorca y Atalanta). Los sueños de futbolista de Mauro se hicieron añicos, pero su amor por el fútbol fue más fuerte. Desde entonces, entre quehaceres rurales en los campos familiares aledaños a Pujato, se puso al hombro al club Matienzo y potenció toda su infraestructura con inyecciones económicas, pero fundamentalmente con horas de dedicación y sacrificio.
Tati, quien en realidad se llama Leonardo Holgado, da cuenta de ello. A este hombre es difícil encasillarlo en una profesión, porque es un todoterreno. Celador, canchero, barrendero, lo que toque. A lo largo de cada jornada traza varios idas y vueltas en una chata blanca entre la sede de Matienzo, donde se encuentran las canchas de tenis, padel, fútbol 5, bochas, y un espacio cerrado donde se practica minivóley, mamivóley, vóley de competición, taekwondo, básquet y fútbol (cuando llueve), y el predio donde juega la Primera. Tati no tiene horarios fijos: abre a primera hora y cierra al final del día. Recibe provisiones para el buffet y controla los pedidos, les cobra a la gente que alquila las canchas, revisa que todo esté en orden, funcionado. Pero si tiene que elegir una actividad, prefiere las que hace sobre el pasto: “Qué mejor que esto. Cortar el césped, respirar aire puro y sano”, dice con regocijo sacándose de la cabeza una gorra verde con el escudo de Matienzo y dándole la cara al sol.
Lógicamente, Infobae consultó por el paradero de Mauro Scaloni, quien también asiste todos los días al club y controla la distintas obras que se llevan a cabo en el predio (sembrado del césped, arreglos en la cancha auxiliar, remodelación de vestuarios, acondicionamiento del mangrullo desde donde se filman y relatan los partidos, pintura y hasta plantación de árboles para empezar a generar sombras en algunos sectores de la gran hacienda), pero encontrarlo fue imposible. Alertado por la presencia de un medio, escapó raudamente hacia su campo. Cada funcionario identificado con Matienzo advirtió lo mismo: “Es imposible que hable con ustedes porque tiene demasiado bajo perfil”. Pujato es su refugio y persistir en la búsqueda de una charla -aunque fuera en off- se tornó hasta invasivo.
El predio tiene seis años y la estructura que se levantó allí tiene poco más de tres. Hoy Sportivo Matienzo de Pujato, gracias a los recursos genuinos, ayudas estatales y el aporte constante de la familia Scaloni, se dio el lujo de volver a competir oficialmente en la Liga Casildense (la más competitiva de la zona) después de ocho años de haberse desafiliado. Cuenta con cancha principal, auxiliar y para juveniles e infantiles, que disponen de una utilería en la que además de materiales tienen botines para usar en entrenamientos y partidos (todos aportados por los Scaloni). El riego automático y resembrado con semillas combaten las quemaduras que provocan las heladas sobre césped en épcas de bajas temperaturas. A la colocación de un portón elevadizo de entrada con motor, obra de un herrero local, se le suma la inminente entrega de un lavarropas que evitará el gasto de traslado hacia un lavadero. Todo es con esfuerzo, todo es a pulmón.
El club se llena de vida y movimiento todos los días, prácticamente a toda hora. Los fines de semana compiten las inferiores (sábados), la Reserva y la Primera (domingos). Y como si se tratara de la ciudad de Avellaneda, donde los estadios de Independiente y Racing están separados por apenas unos metros de distancia, Pujato también ostenta el derby del pueblo entre Matienzo y Atlético, que posee un predio que se asoma entre unos altos árboles desde la perspectiva del campo de su acérrimo rival. La semana pasada el pueblo vibró por una nueva edición del clásico pujatense y hubo pica: el Pincha (Atlético) festejó la clasificación a los playoffs, pero el Ranero (Matienzo) se impuso 2-0 como visitante. A la distancia, Lio Scaloni apretó el puño con esa victoria...
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