Los detalles del día en el que Menotti sacó un arma para protegerse en la cancha de Estudiantes: “Marcó la historia íntima del mito urbano de los cruces con Bilardo”

El aporte de un testigo clave de aquella jornada que estuvo marcada por la violencia y el escándalo

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La rivalidad entre los dos técnicos argentinos campeones del mundo creó una grieta en el pueblo futbolístico
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En la previa, era tan solo un capítulo más en el historial entre Estudiantes y Boca, ya que ambos naufragaban por debajo de la mitad de la tabla aquel domingo 30 de noviembre, cuando se enfrentaron en La Plata. Nadie podía pensar que estaría signado por la violencia y el escándalo. Pero aquella fue solo la primera parte, porque hubo una suspensión y su correspondiente reanudación tres meses y medio más tarde, cuando también se haría presente el desatino.

Era la segunda fecha de las revanchas del torneo 1986/87. Estudiantes aún mantenía algunos apellidos del gran equipo del trienio 1982 – 1984 como Herrera, Russo, Sabella, Gottardi y Gurrieri, pero el rendimiento había decaído mucho y parecían lejanas esas épocas de cercano esplendor. Boca, por su parte, jugaba más afuera que adentro, porque una semana más tarde habría elecciones y estaba en medio de un clima político vibrante, con el regreso de Alberto J. Armando, apoyado por la barra, intentando ser una vez más presidente. Esa atmósfera pateaba en contra de un grupo de futbolistas que se mostraba desorientado y con flojos resultados en las últimas fechas. Finalmente, en uno de los comicios más reñidos de la historia de le institución, Antonio Alegre fue reelecto por tres años más.

El partido cumplió con las (nulas) expectativas, ya que casi no habían pateado a los arcos, cuando en una maniobra aislada, el Tuta Torres, delantero xeneize, ingresó al área, su disparo pegó en el arquero Carlos Bertero, rebotó en el defensor Jeannoteguy y lentamente se introdujo en el arco. Sorpresivo gol de Boca, pero más inesperada aún fue la reacción de la hinchada de Estudiantes, que comenzó a agredir a su propio guardavallas, surgido de las inferiores del club. Lejos de calmar los ánimos, Bertero movía sus índices en dirección a la barra, como marcando el ritmo de los insultos. El estadio era una caldera, pero la calma pareció llegar cuando el capitán Abel Herrera se acercó al alambrado para apaciguar el clima. Se estaba por reanudar, cuando un proyectil impactó en el árbitro Carlos Espósito, quien al recuperarse, intentó continuar el cotejo. Seguían cayendo cosas desde la popular local hacia su área y por ese motivo el juez decidió la suspensión a los 39 minutos. La resolución quedaba en manos de la AFA.

Pasado un tiempo se dispuso que la reanudación fuera el jueves 5 de marzo en horas de la tarde en el mismo escenario. Por el lado de Estudiantes poco había cambiado, ya que se mantenía en el mismo lugar de las posiciones. En cambio Boca vivía otra realidad, porque en enero había asumido César Luis Menotti como entrenador, generando un cambio absoluto de mentalidad, acompañado por resultados positivos. Al momento de afrontar aquel reducido partido de apenas 51 minutos, había hilvanado 6 victorias consecutivas en el certamen desde el inicio de su ciclo y en caso de ganar, quedaría a una unidad de los punteros, hecho que parecía imposible en el momento de la suspensión.

César Luis Menotti con Rinaldi y Tapia previo al partido con Argentinos Juniors en 1987
César Luis Menotti con Rinaldi y Tapia previo al partido con Argentinos Juniors en 1987

La polémica Bilardo – Menotti se había desatado en 1983 y alcanzó a todos los estamentos del fútbol argentino, generando una grieta que se agrandó por los malos rendimientos del cuadro nacional camino a México ‘86, donde luego logró la consagración. Aquella sería la primera visita del Flaco al estadio de 1 y 57 tras ese título, donde el Narigón era (y es) un intocable. Pero lejos de quedar en el simple folclore futbolero, pasó a mayores de manera inusitada. Nadie mejor para evocarlo que Osvaldo Menéndez, el único periodista que fue testigo de esos segundos de locura.

“Pertenecía al equipo de Sport ‘80 en radio Mitre, que tenía como costumbre comenzar sus transmisiones con bastante antelación. Néstor Ibarra, que era el comentarista principal y gerente de deportes, nos hacía ir a las concentraciones de los equipos que nos tocaba seguir en la misma mañana del partido, para tener la mayor cantidad de información. Esa era una de las cosas que hizo sobresalir a aquel programa, además de la enorme capacidad de sus integrantes, y que le permitió derrotar a la Oral Deportiva de Rivadavia. Esa tarde fuimos bien temprano junto al operador técnico y mi tarea era cubrir la información de Boca Juniors. Estábamos ambos charlando y de pronto escuché un griterío que superaba lo normal. Me asomé hacia un pasillo que debería tener unos tres metros de ancho, que de un lado daba hacia un alambrado y del otro hacia los vestuarios, que se ubicaban debajo de las viejas tribunas de tablones. Pude observar a un grupo de unos 50 enardecidos insultando con mucha agresividad a otras personas, que no sabía quiénes podían ser, porque aún no se los divisaba. Era el plantel de Boca, que había llegado bastante antes de lo previsto. Se había dispuesto que ingresaran por un pasillo rumbo a los vestuarios y por allí estaban transitando. Todos menos Menotti, el profesor Dean y Jorge Rinaldi, que no sé porque motivo estaban separados del resto y acompañados por un policía de rango importante, un comisario inspector. A mí siempre me quedó la impresión que les habían dejado una zona liberada a propósito”.

“El grupo de personas, que luego se supo que eran barras de Estudiantes, comenzó a insultar a Menotti, derribaron unas vallas y se le fueron encima. Yo no podía creer lo que estaba viendo, en medio de la soledad de no tener a ningún otro colega al lado. Desde la tribuna, además, tiraban bombitas de agua. La agresividad era creciente pero aún se mantenía a raya por la presencia del policía que estaba armado. A César se lo notaba nervioso y alterado, como es lógico por semejante situación. Debajo del brazo izquierdo llevaba un típico bolsito chico, tipo botinero, que mantenía bien apretado. La gente se le acercaba cada vez más, hasta que un momento el agente se corrió y en ese instante, el Flaco corrió el cierre de la carterita y allí vi un arma, sin dar crédito a lo que tenía delante de mí. Sin tener demasiada idea de armamento, podía distinguir una pistola de un revólver, y era este último. Pensé que podía ser una tragedia, porque le pegaron dos o tres manotazos en el cuerpo, Menotti levantó el brazo derecho empuñando el arma diciendo en voz alta que iba a disparar si no se iban de ahí. El policía le bajó el brazo y lo persuadió por lo que se estaba viviendo”.

Fueron unos segundos, pero se acercaron a una eternidad en las puertas del infierno. A pocos meses de haberse consagrado campeón del mundo, el fútbol doméstico argentino seguía lejos a nivel organizativo de semejante título. Pero a esa locura todavía le faltaban más capítulos, donde Rubén Insúa, futbolista del cuadro local tuvo una participación decisiva. Así nos recordó esa situación tan delicada y especial.

Fotos del caos de aquel día
Fotos del caos de aquel día

“Estábamos con un grupo de compañeros en la utilería para retirar la ropa para cambiarnos y empezamos a escuchar un griterío poco habitual por el horario, porque todavía faltaba un rato largo para el partido. Al salir, enseguida observé a Jorge Rinaldi, además amigo mío, en medio de una discusión con varias personas y fui presuroso a tratar de rescatarlo, si se puede decir así. Unos metros más atrás venía Menotti y logré llevarlos a ambos para el vestuario de Estudiantes y de ese modo desbaratar rápido el foco de conflicto. La cosa se calmó bastante y como los camarines estaban conectados por un pasillo, porque en el medio de ambos estaba el túnel de salida al campo de juego, ellos llegaron al suyo sin problemas. Se habló mucho del revólver, pero yo nunca lo vi. Un rato después, cuando me estaba cambiando, vino una delegación policial, junto a personal de la justicia y el presidente de Estudiantes, que me llevaron hasta el vestuario de Boca porque estaban haciendo la requisa. Con el paso de los meses, me citaron y tuve que ir a declarar a un juzgado. Lo concreto es que nosotros no sabíamos nada en la previa si se había armado algo a propósito, fue completamente sorpresivo. Lo único que yo hice es lo que hubiese hecho cualquiera en mi lugar: intentar defender a un amigo”.

Menéndez recuerda como si fuera hoy cada momento de una cobertura que lo marcó en la profesión, en la que ya lleva 45 años: “Estaba asustado, porque creo que en medio de ese delirio, hubiese cobrado yo también si detectaban que era periodista. Recién en ese momento apareció un refuerzo de las autoridades policiales que lograron frenar un poco la zozobra. En ese instante vi al Menotti sacar los proyectiles del arma y dárselos al hombre que custodiaba la puerta de ingreso al vestuario, que se los colocó en el bolsillo trasero izquierdo del pantalón. Allí lo llamé por línea interna a Néstor Ibarra a la cabina para relatarle lo vivido. En principio no me creía y me lo hizo repetir tres veces, hasta que en un momento dado, lo noté entre ansioso y nervioso por sacar al aire semejante primicia y me dijo: “Jurámelo por tu padre”. Mi papá había fallecido hacía poco tiempo y le respondí: “Si usted quiere que lo haga, así será: se lo juro por mi padre que todo lo que le cuento es cierto”. Toda la vida me pidió perdón por eso, y cada vez que nos encontrábamos a solas, me sacaba el tema y se disculpaba por el remordimiento que sentía y en lo que consideraba un exabrupto”.

“Me acerqué al muchacho de la puerta del vestuario y lo encaré: “¿Me podrías mostrar lo que tenés atrás en el pantalón?”. Me miró extrañado y contestó: “No se dé que me habla, señor”. Yo ya venía medio sacado por lo que había pasado con Néstor (risas) y le dije: “No te hagas el gil” tocándole prácticamente la cola. Entonces me mostró uno de los proyectiles donde confirmé que no eran de fogueo. Al rato conté todo en la transmisión y fue cuando la policía se metió en el vestuario, donde obviamente estaba Menotti con los jugadores, preparados para salir a la cancha. Apareció una comitiva de la justicia para hacer una requisa con la orden de abrir todos los bolsos. La puerta quedó abierta y por eso pude observar como en el primero que revisaron, que era de la utilería, vaya casualidad, apareció un revólver de juguete. Con el tiempo me enteré que se habían hecho una escapada urgente por una de las puertas laterales, hasta una juguetería, aprovechando que era un día de semana e iba a estar abierta, donde lo compraron y lo ingresaron por otro lado. No se abrió ningún otro bolso y esa fue la evidencia definitiva. Con el paso del tiempo, Menotti lo desmintió y luego lo aceptó”.

Gráfico y crónica de lo que pasó en cancha de Estudiantes
Gráfico y crónica de lo que pasó en cancha de Estudiantes

En el plano deportivo, el partido se desarrolló con normalidad, con un primer tiempo de 25 minutos y el segundo de 26. En los cinco iniciales, Boca consiguió dos goles, por intermedio de Carlos Tapia y Jorge Comas, para elevar el marcador a 3-0, sumándole aquel de Jeannoteguy en contra, marcado 95 días atrás. La fiesta para los Xeneizes fue completa porque el Loco Gatti le atajó un penal a Rubén Insúa. El ganador apenas repitió tres futbolistas (Gatti – Abramovich – Comas) con respecto al once que había presentado en noviembre.

El reporte de Osvaldo Menéndez no pasó inadvertido para el plantel boquense y ni para su entrenador, como el propio periodista la evoca 35 años más tarde: “A partir de aquello, los futbolistas de Boca dejaron de darme notas y Menotti estuvo un tiempo largo sin dirigirme la palabra e incluso en algunas ocasiones pidió que me sacaran de las prácticas. Lo que había pasado en la cancha de Estudiantes causó una gran conmoción y Aldo Proietto, que era el sub director de El Gráfico le pidió permiso a Néstor Ibarra, para que yo pudiese ir a la redacción de la revista para hablar sobre el caso. Fui y lo que me llamó la atención es que vino un dibujante que hizo la reconstrucción de lo sucedido en una infografía que salió publicada a doble página, describiendo cada lugar del incidente. Fue un hecho que marcó la historia íntima del mito urbano de los enfrentamientos entre Bilardo y Menotti”.

Consultado en aquel momento por esa revista, Menotti sentó su posición: “Yo no creo que nadie haya mandado a pegar, pero nadie hizo nada para evitarlo. Para el presidente de Estudiantes y una parte del periodismo, lo que ocurrió solo pasa por si yo tenía o no un revólver, si era o no de juguete, olvidándose de lo fundamental, que es la agresión. El único revólver era el que estaba en el bolso del utilero y es de cábala, porque lo llevan los jugadores desde hace algunos partidos, porque dicen que Boca mata”.

Aquella fue la séptima victoria oficial en fila para un equipo que parecía destinado a luchar por un lugar en la liguilla, como máxima aspiración, y que terminó peleando un título que iba a quedar en las manos de Rosario Central. Menotti había motivado en partes iguales a los jugadores y al público de Boca, que llenó todos los estadios reverdeciendo una ilusión que parecía perdida. No fue campeón, pero quedó en la historia. Como este hecho tan singular e increíble que, aunque parezca mentira, ocurrió en una cancha de fútbol hace 35 años.

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