Este fin de semana la Fórmula 1 corre en Mónaco. Por ser un circuito callejero y tortuoso el Gran Premio en el Principado no entregó en la mayoría de sus ediciones buenas carreras. Por lo general, el que largó adelante liquidó el asunto. Sin embargo, hace 40 años se vivió la carrera más loca de la historia en el trazado de Montecarlo con una definición infartante, como si hubiese sido escrita por un guionista de cine al punto que el ganador, Riccardo Patrese, se enteró en los boxes que había terminado primero y sus escoltas en el podio no cruzaron la meta.
La de 1982 fue una temporada muy especial en la Máxima que arrancó en Sudáfrica con su única huelga de pilotos, liderada por Niki Lauda (McLaren) y Didier Pironi (Ferrari), quienes reclamaron más libertad para negociar contratos y para declarar en los medios. Solucionado el conflicto el campeonato arrancó con los dos Renault-Turbo de Alain Prost y René Arnoux como favoritos, junto con las Ferrari (también con impulsores turbo) de Gilles Villeneuve. Los argentinos se quedaron sin su representante, Carlos Alberto Reutemann, que tras la segunda fecha corrida en Brasil anunció su retiro luego de una década en la categoría.
Mónaco fue la sexta fecha del campeonato y Patrese era uno de los pilotos de Brabham junto a Nelson Piquet, por entonces vigente campeón del mundo luego de prevalecer ante el Lole Reutemann el año anterior. Mientras al brasileño le dieron el flamante modelo BT50 con motor turbo de BMW, al italiano le dieron para esa carrera el coche anterior, el BT49, con impulsor aspirado Cosworth, que fue el auto más liviano con sus 537,1 kilos. En un principio pensó que lo relegaron detrás del carioca, pero luego ese “viejo” coche terminó siendo una bendición. La máquina diseñada por el genio de Gordon Murray y que debutó en 1979, aún era competitiva.
Patrese supo que no tuvo nada que perder y que la presión era de Piquet. Con sus 28 años encaró su sexta temporada en la F1 con el objetivo de plasmar su primera victoria, esa que se le escapó en Sudáfrica 1978 cuando venía ganando, pero sufrió la rotura del motor en su Arrows. Para 1982 se sumó a la escudería que había peleado los últimos dos campeonatos a Williams y que todavía era propiedad de Bernie Ecclestone, que en ese momento -además- ya manejaba del gran circo.
El sábado, Riccardo mantuvo la pole position casi hasta el final de la sesión oficial de una hora, cuando Arnoux, quien había prometido arrancar el GP de Mónaco desde la pole position, le arrebató el puesto número uno. El domingo 23 de mayo las cosas se complicaron para Patrese pues en la largada perdió el segundo puesto a manos de su compatriota Bruno Giacomelli (Alfa Romeo), que luego perdió ante Prost. El 1-2 de Renault pareció cantado…
Sin embargo, los problemas comenzaron para el equipo francés. En la vuelta 14, Arnoux hizo un trompo solo a la altura de la piscina y su motor se detuvo. Prost heredó la punta y otra vez el trámite aburrido se robó la carrera en el Principado. Pero todo lo que no pasó durante 59 giros, ocurrió en solo tres que entregó historias para escribir un libro. En la previa Reutemann le dijo en la previa a CORSA que “solo iré a ver la carrera si llueve, porque ahí sí se va a poner interesante”. Lole tuvo razón.
Agua bendita
A falta de tres vueltas para el final comenzó a lloviznar y con la pista húmeda se exigió el manejo de los pilotos. A pura pericia hubo que domar los autos sobre el asfalto mojado, como hizo Reutemann en 1980 para ganar con gomas para piso seco. La pérdida de adherencia en la pista es letal en cualquier circuito y más en un callejero. Prost aún no era el Profesor (apodo que se le puso luego por su inteligencia para sumar puntos y ganar cuatro campeonatos) y chocó contra el guardarraíl cuando intentó cumplir la vuelta 74. “Fue lo peor… Perdí la carrera como si fuera un partido de dados. Cuando empezó a llover estaba seguro que iban a parar la carrera porque el asfalto se estaba poniendo muy resbaladizo para seguir andando con gomas slick (para piso seco). Al llegar a la chicana el problema lo tuve al acelerar y allí la cola del auto se escapó con una brutalidad increíble. No pude hacer nada, como si el volante no reaccionara más. La carrera estaba definida y no tenía sentido hacer correr un riesgo inútil a todo el mundo”, afirmó el francés en testimonios recogidos por CORSA.
Patrese tomó el mando, pero en el tramo entre Mirabeu y la curva de Loews, perdió el control de su Brabham e hizo un trompo. “Vi a mis mecánicos animándome desde boxes cuando pasé junto a ellos después del accidente de Prost”, le dijo a la revista Grand Prix. “Solo faltaban dos vueltas y estaba liderando sobre Pironi, con bastante comodidad. No tenía necesidad de presionar mucho. Creo que ya había hecho la vuelta más rápida de la carrera, por lo que no estaba listo para correr riesgos en la superficie mojada. Frené normalmente para la curva de Loews, tal vez incluso un poco antes. La parte trasera del auto se salió repentinamente y yo estuve retrocediendo. Pude ponerme en marcha sin ninguna ayuda, al menos no sentí que nadie empujara el auto. Pero tanto Pironi como Andrea de Cesaris (Alfa Romeo) me habían adelantado mientras intentaba encontrar una marcha. Eso casi me acaba. He tenido tanta mala suerte en la F1, siendo decepcionado cuando lideraba en Kyalami (1978) y en Long Beach (1981); parecía que todo estaba ocurriendo de nuevo”, contó Riccardo.
Pironi quedó primero con su Ferrari herida por un golpe en la trompa (por un toque con Elio de Angelis) y casi de local estuvo a punto de abrochar su segunda victoria en la temporada. Aunque, por una vez, la suerte estuvo del lado de Patrese y jugó en contra de sus rivales. Pironi ingresó en la última vuelta haciendo gestos a los comisarios deportivos. La pista -decían sus señales- estaba demasiado resbaladiza para correr. Pero el problema más grave de Pironi estaba en su auto cuyo motor ya llevaba varias vueltas “tosiendo” (como se dice en la jerga) debido a la falta de combustible. Había sido una carrera extenuante y hubo equipos que pusieron sus autos en la pista al límite con la carga de nafta para poder tener coches más livianos. En el túnel la Ferrari 126 C2 del francés se detuvo.
Mientras que de Cesaris, que era segundo, tuvo el mismo problema y se quedó parado cerca del Casino Square. La chance la tuvo el irlandés Derek Daly (reemplazó a Reutemann en Williams), pero luego de quedarse sin el alerón trasero por un golpe, tuvo otro choque y desperdició la oportunidad de ganar. Patrese pasó y vio al Alfa Romeo detenido. Más adelante se encontró con la Ferrari y luego al Williams. Aunque debido al caótico final, no supo con certeza cuál era su posición. Solo se limitó a terminar la carrera. Llegó a la recta principal y recibió la bandera de cuadros. En la vuelta de honor Pironi le hizo señas y le pidió si lo podía llevar en uno de los pontones. “Sin embargo, sinceramente, no tenía ni idea de que había ganado. Ni siquiera cuando me detuve para recoger a Didier, que estaba esperando en el túnel”. En el video con el resumen de la carrera se observa que Patrese cruzó la meta y no festejó. En los boxes se llevó la sorpresa de su vida y le dijeron que era el vencedor. Allí estuvo su madre quien lo abrazó en un momento inolvidable.
Hubo cuatro líderes: Arnoux, Prost, Pironi y Patrese, que lideró 1,5 vueltas (mitad de la 74, la 75 y 76), fue el único que cumplió con todos los giros (76). De los 20 coches que largaron hubo 15 abandonos por accidentes o fallas mecánicas. En tanto que Pironi y de Cesaris completaron el podio sin haber cruzado la meta. Pero, ¿Patrese pescó el triunfo? Su rendimiento dice lo contrario: en toda la carrera se mantuvo entre los cuatro primeros. Fue segundo desde el giro 14 y en el 69 (a 7 del final), marcó el récord de vuelta por lo que fue el piloto más rápido en pista luego de 1h54m11s de carrera.
En el lugar que menos se esperó, Patrese se llevó su debut triunfal en la Máxima. “Nunca ha sido un buen circuito para mí”, recordó. “Hice mi debut en F1 aquí hace cinco años con Shadow y terminé noveno. Pero también tengo malos recuerdos de Montecarlo, por ejemplo, la choque con Arnoux en 1980 que creó tantos malos sentimientos”, reconoció.
En el podio el Príncipe Rainiero le dio el trofeo a Patrese y salvo sus mecánicos no recibió el saludo de los popes de Brabham. Antes del final de la carrera, Gordon Murray y Bernie Ecclestone, como de costumbre, partieron hacia Niza, donde su avión privado los esperaba para llevarlos de regreso a Inglaterra. Su ausencia podría haberle costado caro al equipo ya que no estuvieron para defender a Riccardo en una polémica en la que se lo acusó al italiano de que haber recibido ayuda de los auxiliares para continuar luego de su trompo, algo que está prohibido. Pero el tema se aclaró con el testimonio de un veedor oficial del Automóvil Club de Mónaco: “El auto de Patrese no fue empujado para arrancar, sino que los comisarios lo corrieron del lugar en que había quedado porque era peligroso. Patrese aprovechó la bajada natural del terreno y pudo arrancar de ese modo”. Sobre por qué no se dio por terminada antes la carrera con la llovizna, la autoridad explicó que “en ningún momento llovía tan intensamente como para justificar la finalización adelantada. El reglamento es bien claro: sólo debe suspenderse o darse por terminada si las condiciones climáticas impiden proseguir una marcha normal. Observamos que Prost en la punta seguía haciendo 1m30s por lo cual no era más lento para justificar acortar la carrera”. Si algo le faltaba a esta carrera era una definición en escritorios, pero el tema no prosperó.
Ese día la lluvia lo eligió a Patrese, quien no se hizo mucho problema. “Esta victoria es la retribución de todos mis esfuerzos realizados. He tenido suerte, lo reconozco. Pero creo que todavía tengo crédito. Si no hubiera comenzado a llover, ciertamente no habría alcanzado a Prost. En las tres últimas vueltas cualquier resultado era posible. Pero muchas veces me perdí la victoria, una victoria que estaba al alcance de la mano, y se perdió. Ciertamente no hubiera ganado si hubieran suspendido la carrera. Estábamos al límite. Pero en Montecarlo nunca paran la carrera. En otras dos o tres ocasiones había empezado a llover un poco hacia el final sin que el Director de Carrera se sintiera obligado a intervenir”, le contó a Autosprint.
“He pasado por momentos particularmente intensos e inolvidables. Este éxito, después de tantas decepciones, me ha dado un equilibrio interior que nunca antes había experimentado. Considero esta victoria tanto un punto de llegada como un nuevo comienzo. Espero que haya marcado un punto de inflexión en mi carrera”, agregó.
“He cambiado mucho. Yo creo que tengo una mentalidad completamente diferente, a pesar de que la búsqueda de la victoria y la voluntad son siempre las mismas. He madurado como hombre y tengo más experiencia como piloto. ¿Puede el éxito llegar a mi cabeza? No me parece. Siempre he sido fiel a mí mismo, a mis creencias y a mis amistades, y no veo por qué terminar primero una carrera debería cambiar mi vida”, reflexionó.
Antes de llegar a Brabham, Patrese le dijo dos veces que no a Ecclestone porque entendió que Arrows tenía un mejor auto, aunque la verdadera excusa fue la espera de una respuesta positiva de Ferrari, que nunca llegó. “La carrera de un piloto depende principalmente de sus elecciones de carrera. Fangio debe sus cinco campeonatos mundiales a haber sabido elegir siempre el auto adecuado”, afirmó.
Fue el primer italiano que ganó un Gran Premio completo desde el triunfo de Ludovico Scarfiotti en Monza 1966, con Ferrari. Si bien Vittorio Brambilla venció en 1975 con March en Austria, ese día una lluvia torrencial obligó a suspender la carrera por la mitad. “De momento siento que es importante haber ganado en Montecarlo, haber llegado a una meta que parecía embrujada”, respondió cuando le preguntaron si era candidato al título. Pero esa sequía continúa para los corredores de su país y en 2023 habrán pasado 70 años sin que un piloto de esa nacionalidad sea campeón de F1, desde Alberto Ascari en 1953. Es la “maldición de Italia”, la tierra de Ferrari, Alfa Romeo y que es una de las mecas del automovilismo a nivel mundial.
Patrese siguió corriendo hasta 1993 e incluso ganó en San Marino 1990 y en México 1991. Por varios años fue el piloto que más carreras disputó en la F1 y hoy es el noveno en esa tabla. Hacia finales de los setenta y principios de los ochenta formó parte de una generación de “tanos” que irrumpió en la Máxima como Andrea de Cesaris (el piloto con más abandonos en la Máxima y apodado “Andrea de Crasheris”, por sus choques), Bruno Giacomelli, el malogrado Riccardo Paletti (falleció en un accidente en la largada de Canadá de ese año), Elio de Angelis, Teo Fabi y Michele Alboreto, que llegó a vencer en el cierre de 1982, en Las Vegas, y su triunfo con Tyrrell representó la séptima escudería que venció en aquel año. Fue una temporada trágica que también se cobró la vida de Gilles Villeneuve, en la que Pironi era el gran candidato y un terrible choque en Alemania lo dejó afuera de la F1 (se mató en 1987 en una carrera de lanchas) y una definición caótica cuyo título fue para Keke Rosberg con solo un triunfo. En ese marco de golpes de escena y situaciones imprevisibles, al terminar la temporada Frank Williams tuvo una certeza y afirmó que si Reutemann no se retiraba era campeón…
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