“Cuando estaba trabajando como entrenador nunca entendí por qué no me llamaron para proponerme el cargo del equipo de Primera. Al menos, para charlar y saber qué pasaba por mi cabeza, qué es lo que veía desde afuera. Después, que ellos decidan, ¿no? Yo me postulé para ser el técnico de San Lorenzo, pero nunca se comunicaron conmigo y eso me dolió”. De esta manera, se presenta Paulo Silas, el brasileño ídolo de la entidad azulgrana, campeón del Torneo Clausura 95 y mundialista con la Verdeamarela.
El oriundo de Sao Paulo irrumpió en el fútbol argentino en abril de 1994, en el encuentro que el Ciclón le ganó por 1 a 0 a Boca, precisamente con un gol suyo en el Nuevo Gasómetro. No había mejor presentación para entrar en el corazón de los hinchas locales. El técnico de aquel momento, Héctor Veira, estaba armando el plantel que un año después se coronó campeón, cortando una sequía de 21 temporadas sin títulos en Primera e instaló a Silas para siempre en la historia de la institución.
“Lo que viví en el conjunto azulgrana ocupa un lugar importantísimo en mi carrera, uno de los más importantes. Aquella fue una linda campaña, difícil, que le permitió al club volver a consagrarse después de muchos años. Como brasileño, haber sido campeón en Argentina resultó un logro personal muy grande”, recalcó el hombre de 56 abriles, quien no esconde su dolor por la situación que atraviesa la institución.
El ex delantero debutó a los 20 años en San Pablo y se consagró a los ojos del mundo al ser elegido el mejor jugador del Mundial Sub 20 de 1985 en la Unión Soviética. Jugó 38 partidos en la selección verdemarela, disputando los Mundiales de 1986 y 1990. Justamente en Italia, en el histórico partido de octavos entre Argentina y Brasil, ingresó en el segundo tiempo con la camiseta 10 tras el tanto de Claudio Caniggia, y recordó que fue una de las derrotas más difíciles de su trayectoria.
“Nos quedamos muy mal, sentimos mucho esa caída y nos volvimos. La eliminación en el Mundial de Italia fue un golpe duro para Brasil, que llevaba 20 años sin ser campeón del mundo. A los que estuvimos nos dolió mucho ese partido”, recuerda en un mano a mano con Infobae.
-¿Que es de tu vida, Paulo?
-Soy comentarista de ESPN Brasil. Trabajo ahí y, de una u otra manera, soy compañero de Oscar Ruggeri y Damián Manusovich, ellos allá, yo acá.
-¿Tuviste propuestas para volver a dirigir?
-Sí, tuve en Brasil, pero de San Lorenzo nunca me llamaron. Ya no me interesa más ser entrenador. En mi país está todo muy complicado.
-¿Por qué?
-Mucha violencia y las hinchadas organizadas quieren mandar en los clubes. Van a apretar a los entrenadores a sus casas, a los aeropuertos cuando viajan, y no entienden el trabajo que lleva a cabo un director técnico. Además, hay mucha influencia de los representantes. El fútbol está mal contaminado, y eso hace que la vida del DT sea muy difícil. Además, la Federación Brasileña de Fútbol no protege al entrenador. Soy parte del grupo de entrenadores sin trabajo y hay muchas protestas por cómo se manejan con nosotros, porque siempre hay que reclamar los pagos y es muy complicada la situación. Es un circuito feo. Pero pasa en general, no solamente en Brasil.
-¿De una u otra manera seguís involucrado en el fútbol?
-Sí, como panelista, desde otro lado, digamos. Además, como comentarista me preparo aún más que cuando era director técnico porque debo estudiar mucho más para comentar los partidos y estar en los programas bien informado.
-¿Que análisis hacés de la situación que padece San Lorenzo?
-Justamente mencionaba recién a Ruggeri y a Manusovich, dos de mis ex compañeros con quienes tengo un grupo de WhatsApp por haber sido campeones en 1995, Además, soy integrante de otro grupo del plantel del Senior. Todos los días hay charlas sobre la situación actual que vive el Ciclón, que tapa en definitiva lo que fuimos nosotros. Hasta el día que se consagró campeón de la Copa Libertadores en el 2014 fue un San Lorenzo muy distinto al que se ve ahora; ese título lo cambió todo. Porque hace 8 años que la cosa no funciona bien. A partir de ese año, empezó a tener fallas por todos lados, al dejar salir a muchos grandes jugadores y eso provocó que repercutiera en el juego.
-¿A esta altura el club tocó fondo?
-Sí, San Lorenzo tocó fondo. Ahora tendrá que volver a pasar lo que vivió cuando llegué en 1994. El equipo andaba mal y no tenía estadio. Construyeron el Nuevo Gasómetro. Fue todo una lucha y fuimos campeones un año después en Rosario, ante Central, con mucho sacrificio. Con el tiempo, la situación empezó a mejorar, pero desde el 2014 que el club se vino a abajo de a poquito y cambiaron muchos entrenadores, dos, tres, cuatro por temporada, y el fútbol no se maneja de esa manera.
-¿Observás un grupo dividido adentro de la cancha?
-No, pero el equipo hoy no cuenta con un líder. Nosotros teníamos a Ruggeri, a Passet, al Gallego González, a Javier Netto, al Pampa Biaggio y yo que hacíamos parte de ese liderazgo. Había jerarquía en el plantel, y después teníamos al Bambino Veira que junto al cuerpo médico caminaban juntos.
-Un grupo unido es muy importante, ¿verdad?
-Sí, no había plata y estaba difícil la situación en ese momento, sin embargo se armó un grupo lindo que cobraba al día. Además, había canchas para entrenar y colchón para dormir. Contábamos con lo básico y se les pagaba a los jugadores, y eso es fundamental. Si se les paga a los futbolistas la cosa va a caminar. Después, habrá tiempo para fomentar juveniles. En nuestra época, salieron Eduardo Tuzzio, Lescano, Guillermo Franco, Escudero, Mirko Saric, entre otros. Fijate cuántos jugadores emergieron de la cantera.
-¿Le falta un líder al equipo?
-Fabricio Coloccini podría haber sido un buen referente para manejar esta situación, pero se retiró. Lo mismo el Pipi Romagnoli; todos a su estilo. En la selección brasileña tuvimos a Ronaldo que nunca fue un líder nato. No era de imponer ni se encargaba de pelear los premios, no hablaba con la hinchada ni con la prensa y tampoco manejaba el grupo, pero tenía un liderazgo técnico. En cambio, Dunga era el referente que todos escuchaban y manejaba el camino y el vestuario. En San Lorenzo, un líder era Ruggeri, que hablaba con sus compañeros y la dirigencia. También Passet y Cacho Borelli, que no jugó mucho por lesión, pero se hacía escuchar.
-¿Ortigoza puede ser un referente?
-No es un referente Ortigoza, ya pasó el tiempo para él. Es una persona bárbara con la que charlé, pero no logra estar bien físicamente y ser el del 2014. El entrenador tiene mucho que ver en eso y el fútbol en la actualidad es muy físico. Hoy tenés que pelear mucho y hay muchos jugadores sin tanta técnica que juegan porque están en condiciones físicas y dejan afuera a otros que cuentan con buena técnica, pero ya no pueden más. Ortigoza no puede ser el de antes, como me pasó a mí cuando jugaba en San Lorenzo.
-¿Qué tipo de entrenador debe tener para que banque esta situación?
-Por más que traigan a Pep Guardiola no va a resolver la situación. Debería ser un entrenador de la casa, que conozca el club y que tenga identificación con la hinchada; no es fácil la situación. Deben estar las cuatro patas bien alineadas: el sueldo, la directiva, la hinchada y los jugadores junto al cuerpo técnico; todos unidos para salir adelante. Y aun así es difícil, porque te enfrentás a rivales que, con mucho menos y más organizaditos, son más como Defensa y Justicia, Talleres y Racing.
-¿Cómo observás la situación de Ricardo Centurión?
-En su momento, me puse la 10 que hoy usa él, y fui el conductor en la cancha. También, el Pipo Gorosito, Ortega Sánchez, Leonardo Rodríguez y el Pipi Romagnoli, que estuvieron a la altura del equipo. Pero Centurión hoy no está a la altura de San Lorenzo, y debe tener un entorno que lo lleve por el buen camino. Cuando nos juntábamos con los referentes, hicimos dos o tres reuniones en donde me decían: “Paulo, tenés que agarrar la pelota, tiene que pasar por vos sí o sí. Nosotros te vamos a bancar. No tenés que marcar mucho. Baja un poco para hacer la cobertura, pero jugá”. Cuando el equipo está bien, el 10 anda fácil.
-¿Y cuándo no?
-El 10 tiene que estar preocupado porque la pelota no le llega. Sin él, el grupo pierde calidad de juego, y así es difícil que funcione. Son un equipo en la cancha. Siete jugadores pueden llevar a cuatro, pero si cuatro están bien, no logran llevar a siete. Cuando jugábamos mal, ganábamos los partidos y sabíamos que no estábamos bien. Sin embargo, así salimos campeones.
-¿En tu época, qué pasaba con los compañeros que tenían problemas extrafutbolísticos?
-Los jugadores que salían mucho de joda tenían que rendir mucho e iba a llegar un momento que no iban a poder y debían estar fuera del equipo. Hoy, a todos los lugares donde vas sos grabado por un teléfono o una cámara, siempre alguien te está filmando, aún en tus días libres. La hinchada está encima porque quiere jugadores comprometidos con su trabajo. El profesional debe ser futbolista las 24 horas.
-Cuándo te fuiste de San Lorenzo, ¿te diste cuenta de que habías cumplido un ciclo?
-Sí. En 1997 tenía tres lesiones encima y sabía que no daba para más. Por eso, uno debe darse cuenta hasta dónde puede rendir. No quería irme, pero tampoco me iba a atar al vestuario de por vida. La gente me quería, mis compañeros también y la dirigencia lo mismo, pero no iba a ser el Silas de los tres años anteriores.
-¿Te gustaría volver como entrenador?
-No quiero dirigir a San Lorenzo, me gustaría ser manager. En esa función dejaría todo para ser parte del club. Hoy hay muy poca relación de brasileños con la Argentina y observo que lo que generamos con Pedro Iarley, ex Boca, se puede repetir desde otro lado. Hay un camino abierto de entrenadores argentinos para que lleguen a Brasil, pero existe uno totalmente cerrado que es el de brasileños hacia la Argentina. Con los jugadores pasa igual. Vienen a jugar acá y lo hacen lo más bien. Yo soy padrino de Martín Benítez.
-¿El que está en Gremio?
-Sí, antes estuvo en San Pablo. En el fútbol argentino si no jugás, te echan. Si no rendís como sucedió conmigo y con Iarley, no quedás. Entonces, como manager podría buscar qué brasileños rendirían en el fútbol argentino, sin problemas. Podría ayudar tranquilamente desde mi experiencia en el club de Boedo.
-Hace unos años soñabas con dirigir en San Lorenzo. ¿Por qué se te fueron las ganas?
-Porque nunca me llamaron para proponerme el cargo. Además, empecé a ver que no solamente había una mala influencia de los representantes que tienen mucho poder, sino que te mantenés muy poco en el cargo.
-¿Hoy no se tolera proyectos a largo plazo?
-No, entonces perdés dos o tres partidos y te despiden; me cansé de todo eso. En la actualidad, un equipo anda bien y rápidamente vienen de Europa, Estados Unidos o Japón para llevarse al mejor futbolista. De esta manera, el trabajo del entrenador se complica. Después, los empresarios tienen sus negociados y te van sacando los jugadores, todo eso me fue fastidiando. Entonces, dije: “No quiero dirigir más, si no hay proyecto serio”. Mirá que pasaron buenos entrenadores por San Lorenzo, pero no se pudieron quedar.
-¿Pero te llamaron por lo menos para proponerte el cargo?
-Cuando estaba trabajando como entrenador nunca entendí por qué no me llamaron para proponerme ser entrenador de San Lorenzo. Al menos, para charlar y saber qué pasaba por mi cabeza, lo que veía desde afuera. Yo me postulé a ser entrenador, pero nunca se comunicaron conmigo y eso me dolió.
-¿Te duele ver a San Lorenzo atravesando esta mala situación?
-Sí, me duele mucho verlo así porque costó mucho llegar adonde llegó. No le fue nada fácil haber ganado la Copa Libertadores y estar entre los grandes de Sudamérica. Es difícil salir adelante en una situación así. Acá en Brasil hay muchos equipos que están igual. El fútbol está muy contaminado en todos los sentidos.
-¿Te quieren más en San Lorenzo o en San Pablo?
-Por igual en ambos clubes. Por ahí, en San Lorenzo porque era un brasileño en medio de argentinos, hondureños, uruguayos y cameruneses, y acá era uno más. Cuando apareció la posibilidad de ir a jugar a Argentina no lo dudé, porque era un desafío que un brasileño fuese a un equipo grande.
-¿Que tenía ese San Lorenzo que se consagró campeón?
-Éramos muy fuertes desde lo mental. Íbamos a disputar la pelota como si fuese la última. Además, teníamos un entrenador como el Bambino Veira que no dejaba pasar una. Observaba todo lo que pasaba entre nosotros y mejoraba a cada jugador desde lo futbolístico y mental. Fijate que ese plantel no se desarmó hasta que nos consagramos campeones.
¿Cómo se creó el movimiento de Los Atletas de Cristo de la Argentina?
-Fue en 1994 cuando jugaba en el conjunto azulgrana. Es un movimiento evangélico- deportivo que ya cuenta con 280 fieles en excelente estado físico en Argentina. Me uní a Atletas en 1985, cuando recién empezaba mi carrera, en Brasil. Desde entonces entendí que la palabra de Dios me mantendría lejos de lo perjudicial: de la soberbia, de la droga y el alcohol.
-Hoy, ¿cómo colaborás a la distancia?
-Como consultor, porque los jugadores van cambiando de país y de club, y siempre hay nuevos que llegan y otros que se retiran. Los convocó desde una plataforma web para que a la distancia se acerquen a Dios. La idea del proyecto es que no pierdan la plata que hicieron durante toda su carrera, tampoco a su familia. La idea es que no caigan en las drogas y en el alcohol, que no vayan por la mala vida. Desde los Atletas de Cristo aconsejamos a los deportistas a cuidar su dinero y su bienestar familiar. Cuatro de cinco ex jugadores están sin plata, divorciados y desempleados. Así que buscamos trabajar con estos para que tengan contención y marcarles el buen camino. Hace unos días estuve comunicado mediante una videoconferencia con los reclusos del Penal de Saavedra para predicarles el amor de Dios.
-¿Cómo es tu vida espiritual?
-Salgo a dar charlas con la idea de transformar tus sueños en metas. Me llaman las empresas, las iglesias evangélicas, los clubes en San Pablo para contar sobre mi acercamiento a Dios, y cómo fue mi vida en estos años. Nuestra idea es que se acerquen a Dios. Hablo de la gente que me ayudó y de mi familia. Estoy casado desde hace 35 años, tengo tres hijos y dos nietos, un niño y una niña.
-¿Qué análisis hacés de la selección brasileña de cara a Qatar 2022?
-Brasil tiene un grupo nuevo, con mucha calidad, pero sin experiencia mundialista. La mayoría de los jugadores carece de roce en los Mundiales y Neymar, que es la figura, justo este año no está jugando bien. Será por las lesiones que tuvo o por los problemas extrafutbolísticos, pero no es el mismo de hace unos años. Para el Mundial de 2026 puede ser que Brasil sea candidata al título, pero para Qatar veo mejor a la Argentina. Haber ganado la Copa América en el 2021 le dio un aire diferente y los argentinos están muy bien en sus clubes, pero como candidato firme observo a Francia con Mbappé y Benzema.
-¿El golpe más duro que tuviste con la camiseta verdeamarela fue la derrota ante Argentina en Italia 90?
-Cuando nos enteramos que Argentina iba a ser nuestro rival en los octavos de final sabíamos lo que significaba ese encuentro. Hay mucho respeto entre los jugadores de Brasil y Argentina por lo que cada selección implica para la otra. Era un partido que representaba mucho, un clásico sudamericano y mundial, en una Copa del Mundo y en un partido en el que uno iba a quedar eliminado. Entré al campo de juego tras el gol de Claudio Caniggia. Nos quedamos muy mal, sentimos mucho esa derrota y nos volvimos. La eliminación en el Mundial de Italia fue un golpe duro para Brasil, que llevaba 20 años sin ser campeón del mundo. También, la eliminación que sufrimos por penales en 1986 frente a Francia, luego de qué Zico desperdiciara un tiro penal a los 38 minutos del segundo tiempo, y tras una tanda de penales. Estos dos fueron los golpes más duros que recibí.
-Usaste la 10 de Brasil que utilizaron Pelé, Rivelino, Zico, Raí, Rivaldo, Ronaldinho y Kaká. ¿Pesa ponerse esa camiseta?
-La verdad que no. Cuando vas a la cancha la gente no está todo el tiempo diciendo: “Vos sos el 10″. Uno tiene que hacer las cosas que te pide tu entrenador. A veces salen bien, otras no tanto. En San Lorenzo me salió bien. Le hice un gol a Boca y otro a River, que fue el mejor de mi carrera. Pero el número de la camiseta no importa. Recuerdo que cuando Pipo Gorosito llegó, pude continuar con la 10, pero como en San Pablo usaba la 8 y en la selección brasileña también, se le cedí y fui muy feliz.
SEGUIR LEYENDO: