Hay que remontarse casi una década atrás. Mucho tiempo, demasiado tiempo para tener un clásico oficial entre Boca y Racing con dos hinchadas. El último fue en el torneo inicial 2012, el 25 de noviembre de ese año en La Bombonera, con triunfo xeneize por tres a uno con dos goles de Leandro Paredes y uno de Matías Caruzzo, mientras que Gabriel Hauche, sí, hoy en la Academia otra vez, descontaba para los de Avellaneda. O remontarse más de seis años atrás hasta el torneo de verano 2016 para ver el antecedente más cercano, en este caso amistoso, con las dos parcialidades en lo que fue Racing 4 – Boca 2, con una noche mágica de Gustavo Bou. Mucha agua pasó bajo el puente pero algunas cosas se mantienen. Como la enemistad manifiesta entre ambas barras, La Doce y La Guardia Imperial, protagonistas de enfrentamientos constantes que dejaron muchas víctimas. Otras, claro, son distintas. Por entonces la barra de Racing tenía otros dueños, los hermanos Escobar y el paraguayo Medina Lopetegui. Y la de Boca estaba en pleno recambio entre la salida de Fido Debaux y el incipiente regreso de la dupla que hoy se mantiene al frente: Rafael Di Zeo y Mauro Martín.
Pero los conflictos están a la orden del día: entre las posibilidades de que se crucen ambas hinchadas y que Lanús sea un lugar propicio para que también afloren las guerras internas, dado que esta vez no habrá división de tribunas para las distintas facciones de cada barra, la seguridad se puso en alerta máxima y diagramó un operativo de seguridad con 1700 efectivos si se cuentan los policías específicamente dedicados al encuentro, que serán 1000 en los tres anillos de seguridad alrededor del estadio, 350 en todos los recorridos e ingresos hacia Lanús, más 250 de seguridad privada y los móviles con los que se acompañarán las caravanas de micros para garantizar que nada suceda en el traslado. Una ciudad sitiada el sábado en un operativo que comenzará a primera hora de la mañana y terminará recién bien entrada la noche, tres horas después de concluido el encuentro.
Por fuera de intentar que no haya cruces entre simpatizantes de uno y otro equipo, lo que pone en tensión a todo el sistema montado por la Aprevide (Agencia de Prevención de la Violencia en el Deporte) es la posibilidad de que las internas se hagan presentes. Hay antecedentes que ameritan estar muy atentos. En el caso de La Guardia Imperial, la nueva barra llamada Los Pibes de Racing tiene algunas disidencias internas y además la amenaza desde afuera de quienes quieren retomar el poder, cuya presencia se hizo evidente en el último mes. Por un lado, lo ocurrido tras el partido con Aldosivi es un foco muy activo de violencia. A diez cuadras del estadio hubo una pelea entre integrantes del grupo oficial que dejó un herido de arma blanca llamado Ariel L. que fue atendido en el Hospital Fiorito. Su agresor habría sido un barra que ya está identificado, de nombre Ariel D., pero el apuñalado no quiso instar la acción penal por lo que la causa no prosperó (NdR: Es por eso que Infobae resguarda los apellidos de ambos protagonistas). ¿Por qué no quiso intervención judicial? “Porque esto se arregla de otra manera”, dicen en la barra. Y esa otra manera siempre involucra hechos de sangre.
Los pibes de Racing ya habían actuado de manera violentísima en los últimos tiempos. Primero agrediendo a una hincha de la peña de Berazategui en el partido contra Talleres de Córdoba. El barra que le pegó, de apodo Gamuza, fue identificado, pero insólitamente el club no sólo no se puso a disposición de la simpatizante que fue golpeada, sino que después se lo pudo ver a Gamuza en la platea del Cilindro y en el viaje a Cuiabá junto a Leandro Paredes, el actual jefe de la barra. La nueva barra de Racing también había protagonizado un tiroteo con barras de Independiente de la facción 4 de junio y tres semanas atrás hubo un enfrentamiento con un desprendimiento de la vieja Guardia Imperial llamada La banda del Negro Ramos, que intentó ir a la tribuna visitante. La zona de Lanús además tiene mucha presencia de barras de Racing, desde la histórica facción de la villa El Morro que lideraba Héctor Jaimito Heredia hasta los que paran en Monte Chingolo, donde alguna vez se hizo fuerte otro barra con historia en el Cilindro, el Pelado Néstor Lovotti.
Por el lado de Boca también hay riesgo de peleas internas, aunque focalizada en un único sector. Si bien la dupla Di Zeo-Martín está llevando adelante su matrimonio por conveniencia sin mayores resquemores, la pelea en el grupo de Lomas de Zamora, el más complicado de la barra, puede por la cercanía en el Sur del Conurbano tener alguna presencia. En La Doce el que quedó al mando de esa facción es Marcelo Aravena, que se dejó ver como uno de los jefes en Bolivia, en el triunfo frente a Always Ready. También en las imágenes se pudo descubrir a otro histórico de sus laderos, Lana Gatica. Pero enfrente están los hermanos Coronel, que manejan la barra de Los Andes, intentaron ganar la de Excursionistas y fueron mano de obra del grupo de Di Zeo a la hora de enfrentarse con el de Fido Debaux. Ellos quedaron afuera y quieren regresar. Y como conocen la zona al dedillo la Policía sabe que pueden estar dando vueltas para intentar pegar un golpe. Por eso hay mucha vigilancia sobre ese grupo.
Pero si bien la semifinal del sábado es la que plantea mayores preocupaciones, la del domingo en Huracán entre Argentinos y Tigre no deja de ser un dolor de cabeza para las autoridades porteñas, que tendrán el primer desafío de un partido con ambas parcialidades en siete años. De hecho, la Ciudad no permite siquiera partidos de Copa Argentina, en una clara demostración que no quería problemas en el distrito. Ahora, para no quedar afuera de una movida que incluye obviamente a la Provincia de Buenos Aires, aceptó el encuentro y sabe que se juega una parada muy importante. Por eso, el operativo de seguridad contará con la misma cantidad de efectivos que los que se ocuparán del Racing-Boca. Serán mil policías en los alrededores del Ducó, más 450 hombres de seguridad privada distribuidos por todo el estadio y otros 50 efectivos del programa Tribuna Segura. Si bienla barra de Argentinos, dominada hoy por el mítico Cabezón Emerson, de la facción La banda de la Pani, y la de Tigre históricamente tuvieron una rivalidad en común con la de Platense, las relaciones se tornaron muy complicadas desde 2007, cuando Tigre viajó a La Paternal por el torneo Apertura y las nueva camada de barras del Bicho emboscó a grupos del Matador, robaron una bandera y hubo una pelea de proporciones en la avenida Jonte.
Igual, lo que más preocupa es la propia interna de la barra del equipo de Victoria. Allí reina en la actualidad la facción llamada La 13 de Marcelo Paulitti, quien es secundado en la jefatura por Hugo el Pigu Garay, sí, el ex campeón mundial de boxeo. ¿Quién está enfrente intentando disputarle el poder? El anterior capo de la barra y exjefe de Paulitti, Daniel Paz, alias el Negro Fiorucci, que maneja al grupo de San Fernando. Fiorucci llegó a gobernar a todos los barrios con un esquema en el que se manejaba el merchandising del club, el alquiler de las canchas de fútbol cinco, los trapitos de todo el Puerto de Frutos, la reventa de entradas y las parrillas que están alrededor del estadio. Pero lo acusaron de permitirle a otro grupo, La Chile, emboscar a La 13, y ahí se rompió la paz. Cuando Fiorucci cayó preso en 2018, Paulitti coronó en la tribuna y hasta se lo vio en pandemia ingresando al estadio tanto de local como de visitante. Pero el exlíder, uno de los fundadores de la ONG Hinchadas Unidas Argentinas, logró la libertad en 2020 y desde ahí hubo varios encontronazos, aunque no logró recuperar el poder. Pero no ceja en el intento.
Como se ve, hay varios frentes abiertos. Por eso, miles de policías controlarán un fin de semana clave para el fútbol argentino. El regreso de los partidos con ambas hinchadas en Primera División. Y si todo sale bien, quizá sea el puntapié para que en un futuro cercano la anomalía de jugar con una sola parcialidad quede en el pasado.
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