La increíble historia del viaje de Bilardo para llevar a Sabella a Estudiantes: un pasaje en cuotas, recortes de diarios y el curioso truco para regatear el precio

Fue en el inicio de la construcción del gran equipo campeón del Metropolitano que catapultó al Doctor a la selección argentina. El propio técnico se trasladó a Inglaterra para ponerse al frente de las negociaciones

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Alejandro Sabella, uno de los
Alejandro Sabella, uno de los grandes ídolos de Estudiantes y respetado por todo el fútbol argentino

Aquel 1981 no había sido un año fácil para los protagonistas de esta historia. Estudiantes de La Plata tuvo un arranque complicado en el torneo de Primera División y al promediar la competencia, estaba entre los amenazados con el descenso. En las fechas finales, gracias a una buena cosecha de puntos, logró sacarse la soga del cuello y respirar. Carlos Salvador Bilardo tuvo a su cargo la selección de Colombia con el desafío máximo de lograr la clasificación para España ’82, pero quedó relegado. Alejandro Sabella estaba en el Leeds United de la Premier League, pero sin mayor continuidad y en un equipo que luchaba por mantenerse en la máxima categoría.

En el mes de diciembre, Bilardo regresó a Estudiantes, con la idea de pasar pronto el trago amargo de esa temporada y volver al olvidado protagonismo. Nelson Ottolina era el vicepresidente del club, fue una persona decisiva en aquellos momentos y así los recuerda: “Carlos no era fácil y cuando arregló con nosotros, enseguida puso condiciones, porque nos señaló que necesitaba reforzar el plantel. Nos sentamos a charlar de fútbol y enseguida dijo: “Vamos a empezar con un nombre: Alejandro Sabella”, a lo que le respondí que lo conocía perfectamente, pero que estaba en Inglaterra. ‘Sí', fue toda su contestación y comencé a asustarme porque lo conocía bien al loco ése (risas). Lo vi tan convencido que llamé al Bambi Flores, ex arquero de la institución y que tenía una agencia de viajes, para pedirle que me hiciera un pasaje ida y vuelta a Londres para Bilardo, que lo saqué a pagar en cómodas cuotas y se lo di a Carlos en los últimos días del año”.

En su autobiografía de 2014 titulada “Doctor y Campeón”, Bilardo dio los detalles de esos días: “No me pude negar al pedido de los dirigentes para ser nuevamente el entrenador de Estudiantes. El Pincha siempre me puede y el country de City Bell es mi segunda casa y, en algunos tiempos, diría que la primera. Comencé a delinear el equipo con valores que habían surgido de las divisiones inferiores, como José Daniel Ponce y otros que querían dejar libres: Julián Camino, Guillermo Trama, Rubén Galletti y Miguel Ángel Gette. Como acababan de vender a Italia a Patricio Hernández, quien había sido el conductor del equipo, se me ocurrió reemplazarlo con un ex armador de River de características similares, que estaba en el Leeds United de Inglaterra: Alejandro Sabella”.

Sabella con la camiseta de
Sabella con la camiseta de Estudiantes, fue el primer nombre que pidió Bilardo cuando retornó a la institución tras dirigir la selección colombiana.

“El viernes 1° de enero de 1982, después de almorzar, armé un bolsito, tomé unos dólares y le indiqué a mi esposame voy a Inglaterra a buscar a Sabella’. Salí para el aeropuerto de Ezeiza y a las seis de la tarde estaba arriba de un avión de Aerolíneas Argentinas que volaba hacia Londres con apenas 2.000 dólares en el bolsillo (mil me los había dado el presidente de Estudiantes, Raúl Correbo y los otros eran míos), para conseguir la transferencia del jugador. Yo ya le había adelantado a Sabella que iba para allá y, ni bien llegué a Leeds, le expliqué mi proyecto”.

Alejandro Sabella también rememoró como fue aquella situación: “Habíamos jugado el sábado 2 de enero contra el Wolverhampton por la FA Cup y después de ahí lo fui a buscar a Carlos a la estación de tren, lo dejé en el hotel y el domingo a la mañana lo pasé a buscar para juntarnos con el manager de la institución y su asistente. Nunca me voy a olvidar que Bilardo había traído unos recortes de diarios sobre la crisis económica que había en Argentina y que por ello, Estudiantes estaba haciendo un gran esfuerzo”.

En su biografía, el Narigón se explayó acerca de aquel cónclave que a la postre resultó decisivo, pero con detalles de su estilo inconfundible: “Alejandro se mostró muy interesado y organizó la reunión con los dirigentes para el domingo. Ellos aparecieron con sus esposas, arregladas para salir: era el día libre. Al ver a las mujeres preparadas para pasear, se me ocurrió que, si la discusión se dilataba, podía cerrar un buen acuerdo, porque los tipos, presionados por sus parejas que esperaban en un coche, iban a decir que sí a cualquier propuesta con tal de irse rápido. Con Sabella como traductor, y tratando que la reunión se alargara, de 250.000 dólares, bajamos a unos 150.000. A los directivos les di 1.000 dólares para el pasaje de Alejandro y los otros 1.000 se los entregué al jugador para los gastos y anuncié que la operación se realizaría una vez que el futbolista fuera revisado por los médicos de Estudiantes. Los hombres de Leeds aceptaron y, cuando salimos de la reunión, le pedí a Sabella que me devolviera mis dólares. ¡No me había quedado nada, no tenía ni para comer!”.

La parte restante de la historia es la dirigencia de Estudiantes y fue Nelson Ottolina el encargado de ello: “Antes de irse, con la intensidad que lo caracteriza, Carlos me dijo un montón de veces que estuviera atento al teléfono, mientras yo solo pensaba en la plata, porque el club no tenía un mango partido por la mitad (risas). Como era de esperar, a los dos días sonó el teléfono y era él, para decirme que estaba todo cerrado y que recién habían terminado la reunión. Me puso en comunicación con Sabella, que me pedía: ‘Señor, por favor, lléveme, porque tengo una nena chiquita y no queremos estar más acá, hagan un esfuerzo’, a lo que le respondí que estábamos dispuestos a hacer ese esfuerzo, porque Bilardo nos había pedido su pase sí o sí. Le pasó el teléfono a Carlos, que me puso en contacto con uno de los dirigentes para acordar los detalles, con Alejandro de traductor. Empezamos la negociación y llegamos a un acuerdo de unas 80.000 libras esterlinas aproximadamente”.

Carlos Salvador Bilardo en City
Carlos Salvador Bilardo en City Bell (1981) previo a partir para Inglaterra en búsqueda de Alejandro Sabella

“Fue una dura pelea hasta que llegó el momento de hablar de cómo íbamos a hacer la transferencia, que le propuse que sea mitad al contado y la otra mitad durante 1982. El hombre aceptó el plazo y convinimos hacer el giro por intermedio del banco Barkleys, por lo que me dio la cuenta. Hasta ahí todo fenómeno, pero había que salir a buscar la plata… La puse toda yo, por supuesto, porque Estudiantes no tenía un dólar. Se arreglaron los papeles y listo, Sabella era nuestro. Pero pasó algo más: en abril se inició la Guerra de Malvinas y automáticamente se bloqueó la posibilidad de enviar o recibir dinero desde el Reino Unido. Una vez culminado el conflicto bélico, ellos reclamaron un par de veces, pero estaba vigente esa imposibilidad y por lo que recuerdo, quedó en el olvido ese 50% restante del pase. Alejandro fue un señor con todas las letras y un jugador fantástico, que se quedó a vivir en La Plata, hasta que falleció muy joven, algo que lamenté muchísimo”.

Lentamente Bilardo fue construyendo el equipo. En 1982 se disputó primero el Nacional, que por su brevedad permitía una rápida culminación para no suspenderlo ni superponerlo en demasía con el Mundial de España. Allí Estudiantes alcanzó las semifinales, siendo eliminado por Quilmes, pero esa competencia fue el banco de pruebas que necesitó el Narigón para poner a punto un cuadro que iba a quedar en la historia y que tendría una gran implicancia posterior en la selección argentina.

Pero Sabella fue solo el inicio de los refuerzos, porque el entrenador quería más, como lo evoca Ottolina: “En el verano del ’82, antes de que comenzara el Nacional, viajamos juntos a Uruguay con la idea de contratar a dos futbolistas de Danubio: Malvárez y Martínez. Teníamos vuelo a primera hora y a eso de los dos de la mañana sonó el teléfono en mi casa. Obviamente era Carlos (risas). Me preguntó si tenía una pelota para llevar a Montevideo y le respondí que no. Me pidió que fuera al club a conseguir una. Por supuesto que no pude dormir, al rato me cambié y partí hacía allá. Desperté al sereno y le pedí las llaves del cuarto de entrenamiento para llevarme un balón. Lo metí en una bolsa y salí para Aeroparque. En cuanto lo vi le pregunté para que lo quería: ‘Ya vas a ver’, contestó. En el vuelo, agarró la pelota y empezó a firmar: José Luis Brown, Miguel Ángel Russo, Hugo Gottardi, etc, como si fueran de los propios jugadores. Al ser abordado por los periodistas cuando llegamos, dijo que era un obsequio para un chico uruguayo hincha de Estudiantes. Un fenómeno. Quedó bien parado él y dejó muy bien a la institución. El Loco es inimitable. Ah, y a los dos jugadores que fuimos a ver, los probó en la playa, en medio de la gente. Le gustaron y los contratamos (risas)”.

El cuadro estaba consolidado y balanceado para afrontar el torneo donde sería campeón, pero Bilardo sentía que le faltaba un habilidoso más para asociar con Sabella. Y allí volvió a pedir la colaboración de Ottolina: “‘Tenés que ir a buscar a Trobbiani’. Lo miré asombrado y le pregunté: ¿A Trobbiani? Sí, sí, sí me contestó Carlos. Entonces me fui para Boca, que andaba muy mal económicamente y los dirigentes me dijeron que fuera a arreglar directo con el jugador y que si lo hacía con él, ellos no iban a poner ninguna traba. De La Bombonera viajé con el auto hasta Tortuguitas, donde estaba Boca de pretemporada y allí localicé a Trobbiani, un muchacho excelente, que recuerdo cómo se soplaba el mechón de pelo que le caía en la frente en lugar de corrérselo con la mano. Me dijo que tenía que hablar con su esposa, así que marchamos hacia su casa, con ella cerré todo y se convirtió en jugador de Estudiantes. Al día siguiente ya estaba con nosotros y fue un refuerzo extraordinario”.

Alejandro Sabella frente a Boca
Alejandro Sabella frente a Boca Juniors en 1982

Un arranque muy bueno lo posicionó rápidamente al tope de la tabla, en un lugar que prácticamente no abandonaría en el resto de la competencia. Fue una lucha mano a mano contra Independiente en un aparente contraste de estilos, pero en ambos anidaba la idea de un fútbol de pelota bien tratada y ansias de ganar. Bilardo jugó con líbero y ese fue José Luis Brown, en una posición donde deslumbraría al mundo cuatro años más tarde en la hazaña de México. Miguel Ángel Russo para correr y relevar a todos en el medio, con dos goleadores implacables en la delantera como Guillermo Trama y Hugo Gottardi, abastecidos por esa usina inagotable de juego que fueron las tres manijas que se recuerdan hasta estos días: Sabella – Ponce y Trobbiani.

Aquel puñado de dólares que Bilardo guardó en un bolsillo el primer día de 1982 sirvieron para una negociación de casi imposible final feliz. Sin embargo, la lógica fue contrariada en Inglaterra y Sabella viajó para sumarse a un equipo que parecía tener un estilo en las antípodas del suyo. Sin embargo, fueron el uno para el otro, a tal punto que varios años después de concluida su etapa como jugador, allí comenzó su exitosa carrera como entrenador, donde fue campeón local y de la Copa Libertadores, como paso previo a dirigir a la selección nacional en el inolvidable subcampeonato de 2014.

Sabella se hizo parte de Estudiantes y hasta permitió ir contra uno de sus postulados más sólidos, demostrando que un segundo puesto también se puede festejar y ser recordado. Como lo son su magia dentro de una cancha, sus goles, sus gambetas y su inalterado don de buena gente, que hace que el mundo del fútbol lo extrañe demasiado.

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