Enrique Macaya Márquez se erigió como uno de los periodistas deportivos más prolíficos del país; sus primeros pasos, mamando el mundo de la comunicación de la mano de su papá, le permitieron construir las bases de una carrera que sigue sumando galones. Su inconfundible voz, al servicio del análisis de los partidos, generó que participara en periplos inimaginables por canchas exóticas y gestas históricas representativas del deporte rey. Se subió por primera vez a un avión con recorrido internacional en 1958, cuando se las rebuscó para cubrir el primer Mundial de su vida. Como aquellos cracks que vislumbró en el verde césped, también rompió un récord: viajó a todas y cada una de las Copas del Mundo sucesivas y, en Qatar, llegará a las 17 coberturas in situ. Macaya, sin embargo, no piensa en engrandecer su leyenda. El disfrute y la pasión, a sus 87 años, están en el tope de sus prioridades.
— ¿Cómo fueron tus comienzos en el periodismo?
— Mi primer contacto estuvo más referido a un tránsito cotidiano: entré a los 15 años a trabajar en Radio El Mundo, porque mi papá laburaba ahí. Se dio la oportunidad de conseguir una vacante a través de un examen de ingreso y así quedé. Yo creo que mi pasión por el fútbol, más que por el periodismo, tuvo la influencia de empujarme y acercarme. Tenía buena relación con los periodistas deportivos, era un empleado administrativo que, por otro lado, desarrollaba casi como un hobby -que pasó a ser profesional- esos contactos. Después empecé a hacer alguna que otra cosita en las audiciones y formaciones de equipos; mis vínculos me llevaron a crecer.
— ¿Cuándo te llegó la primera posibilidad de ser comentarista?
— Trabajaba en una oficina comercial y uno de los jefes hacía una coordinación de transmisiones para la radio estatal de Santa Fe, con la campaña de Unión y la de Colón cuando venían a Buenos Aires. Vi todo lo que hace a la infraestructura de una transmisión: acreditaciones, cabinas, los clubes… Un día faltó el bachiller, el comentarista, y me usaron a mí que estaba ahí (risas). Ese fue mi debut, haciendo Colón-Quilmes, con Eugenio Moreno, que me acompañó también a mi primer mundial.
— ¿Cómo preparabas los partidos en aquel momento, cuando no había tantos recursos?
— Casi todo era de archivo. No contábamos con el apoyo de la tecnología, pero no lo sentíamos tanto porque éramos más creativos y menos apegados a lo estadístico. Estábamos mucho más ligados a la opinión y al concepto.
— ¿Qué notaste que fue cambiando en las transmisiones deportivas a lo largo de los años?
— Cambia el apoyo en el conocimiento, pero yo siento que no hubo grandes modificaciones. No todo está bien usado. La estadística se menciona pero no es real, no son ciertas todas. De pronto, ayudan a mentir o a dar referencias concretas sobre datos imprecisos: te hablan de la cantidad de pases bien hechos pero, ¿quién dice que estuvieron bien hechos? ¿No puedo suponer que podían ser mejores en ese mismo momento? Son muchas cosas. Nos guiábamos más por lo que veíamos en la cancha.
— ¿Qué recuerdos tenés de aquel Suecia 1958, la primera Copa del Mundo a la que viajaste?
— Era una cosa fantástica. Fue mi primer viaje continental, en avión, de esa importancia y esa duración. El avión que me llevó era un BC-7, paraba en todos lados para abastecerse. No era tan sencillo llegar a Europa; yo digo que nuestro arribo fue milagroso porque no sabíamos dónde andábamos. Arriba, nos dimos cuenta de que en vez de llevarnos a Hamburgo, donde habíamos pactado un encuentro con otro periodista para arrancar al Sur de Suecia, nos dejaba en Frankfurt. En la parte final del vuelo, tuve un contacto con una señora que volvía a Alemania desde San Isidro y me preparó para que pudiera pedir los pasajes entre ambas ciudades con fonética. Salió todo perfecto, un milagro (risas).
— ¿Qué sensaciones tuviste al ver la infraestructura de las canchas, al hacer la cobertura de los cotejos?
— No existía la televisión, y hubo muchas cosas raras que se dieron porque las circunstancias quisieron. Yo estaba en Radio El Mundo y uno de mis jefes fue designado como director, porque la señal era manejada por el Estado en determinado momento. A uno de los comerciales de ahí lo nombraron director general de Radio Belgrano, y era muy amigo mío. Yo ya estaba también en Radio Libertad, con Ortega Moreno, pero hacía algunos partidos de la B. Me dijo ‘Enrique, yo quiero que Radio El Mundo no quede sola como Fioravanti en este Mundial, ¿no podés hacer nada?’. Por conocerlo a Moreno, nos mandó unos pasajes y fuimos por Radio Belgrano. Teníamos que ir a una oficina, hacer las reservas y salir desde la cancha. La conexión era perfecta.
— A medida que fuiste creciendo profesionalmente y pudiste ir a más certámenes de este calibre, ¿creías que podías llegar a tu récord actual, que va a ser de 17 Copas?
— De ninguna manera, y además no lo tenía en cuenta. Se dio de forma natural, las cosas iban surgiendo. No tengo ni la menor idea de a cuántos campeonatos sudamericanos, finales de Copa u otros torneos he cubierto, no sé la cantidad. Tenía asegurado, en casi todos los Mundiales, que no viajaba (risas), pero a todos estuve a punto de ir y fui. Me acuerdo de que a Chile 1962 fui por colaborar con Noticias Gráficas, iba por distintos medios, a algunos como comentarista y otros como colaborador. He tenido audiciones. En Inglaterra ‘66, un productor me dijo ‘como son las 11 de la noche, acá es a media tarde, y podemos salir desde allá con las últimas novedades porque pasamos a ser primicia’. Salíamos en forma diaria, en eso casi que fuimos pioneros, y había una cobertura mucho más amplia.
— ¿Cuál fue el que más disfrutaste? Porque fuiste a todos lados...
— Está muy vinculado con el éxito deportivo, y México, siendo campeones, es irremplazable. Igualmente, en todos hay anécdotas. Me ha pasado, en Sudáfrica, que hacer las transmisiones no era nada fácil desde las tribunas… En Corea me encontré con muchos voluntarios de allá, que se anotan en FIFA y los toman como colaboradores para orientarte en tu lugar, acompañarte y ayudar al periodismo. Me encontré con pibes de la calle Avellaneda que venían a chorearle el negocio a los coreanos (risas). De pronto, te encontrabas con algún argentino. Yendo más para atrás, era todo diferente. Estábamos casi aislados porque no iba nadie, por ahí José María Muñoz, pero no era lo más común. Era difícil económicamente.
— Después de tantas coberturas, ¿notás algún común denominador entre las selecciones que terminan llegando al título?
— Alemania tuvo siempre un estilo, una forma, que los hacía ser reconocidos como el europeo más sudamericano. Se ha mantenido en un gran nivel de producción futbolística. Holanda, que fue fugaz, pero se mantuvo como protagonista en dos mundiales, fue fantástica, casi hasta revolucionaria. En general, hay mucho de tradicional, lo mejor de nuestra región, que compite con hidalguía, pero los del Viejo Continente se van repitiendo. Había una influencia más notoria, antes que ahora, por parte del centro de Europa.
— En esta clase de torneos, que dura siete partidos para los finalistas. ¿Cambia la preparación para los equipos?
— Hoy están mejor preparados, hay un seguro de rendimiento físico y atlético diferente. Sudamérica ya comenzaba a exportar jugadores y tenía otros conocimientos, completaba otro rendimiento.
— ¿Era muy diferente el fútbol que se jugaba a finales de los ‘50 en comparación con el de hoy?
— Si me remontás a mi primer mundial, que Checoslovaquia nos haya hecho seis goles es un espanto (risas). Creíamos que íbamos a pasar por arriba a todos y no teníamos idea, estábamos mal informados, no había tanto contacto. Antes no se sabía ni quiénes eran los jugadores y no era sencillo poder encontrarse con esos datos. Había que rebuscársela… Se transformó todo. Hasta nuestros propios relatos. El estudio de televisión para relatar era un invento norteamericano para otros deportes, y mirá ahora. El fútbol es un sube y baja, noto un crecimiento técnico de los europeos, te meten un pase de 40 metros y te la ponen en el pecho. Antes decíamos que le pegaban de punta y hacían cualquier cosa. No mejoraron en el dribling, o la gambeta como le decimos nosotros, porque eso es más sudamericano. Eso está habituado hasta como un hecho cultural, digo que voy por acá y voy por el otro lado. Después nos faltaba fortaleza y conocimientos en los aspectos tácticos, para avanzar estratégicamente y conseguir resultados.
— En cuanto a esta Selección, que genera mucha expectativa, ¿cómo la ves y qué opinás del proceso emprendido por Lionel Scaloni?
— No tengo opinión (risas). Es increíble pero es así. Me parece que han hecho las cosas bien, porque uno lo tiene que reconocer, los resultados le dieron la razón. No confiaba tanto en él porque no tenía antecedentes o algo en lo que basarse. Sin embargo, unieron al grupo, se manejaron correctamente de forma colectiva; a pesar de eso, creo que este equipo tiene poco trabajo. No ha tenido tiempo, no tuvo tanta competencia y eso lo puede sufrir, puede ser un dolor de cabeza. Tampoco me animo a asegurarlo, porque veo que los jugadores están muy entusiasmados y muy unidos. Es un grupo realmente especial, pero no solamente se puede analizar eso. Jugar con europeos es un agregado, pero por ahí no es fundamental. Pareciera que a esta Selección hay que adivinarla, es una cosa rara.
— ¿Cómo ves la tarea de Messi, tan criticado por no lograr cosas con la Mayor? ¿Sentís que se sacó un peso de encima de cara a esta Copa?
— A Maradona también lo criticaban antes del ‘86, pero es distinto. Con Messi tenés una favor y una en contra: ha logrado cierta madurez que no tenía, y ha incorporado un manejo de liderazgo; por otro lado, aparentemente, y vamos a ver si responde, tiene menos recursos físicos y lo veo más lento. Pareciera más cerca de las lesiones que antes, que parecía un milagro, pasaba por el medio de todos, atravesaba un incendio sin haberse quemado.
— Cosechaste una buena relación con Di Stéfano, viste jugar a Cruyff, a Pelé, a Maradona y ahora a Messi. ¿Seguís ubicando a Leo por debajo de todos esos monstruos y cuáles son las principales diferencias entre cada uno?
— Ha crecido. Yo decía que era un crack, pero no creía que estuviera entre los cuatro primeros. Ahora está ahí, está en el grupo. En ese famoso grupo de los selectos y de los mejores. Antes hablábamos de la condición atlética, de la preparación física, la tecnología puesta al servicio, la puesta a punto de un jugador… Como se ha aprovechado ese aspecto, hay que competir con recursos diferentes. Hay que ser más rápido, más atento, más capaz y más inteligente. Eso, Messi lo ha logrado y lo tiene. Lo expuso a nivel internacional y es el máximo exponente.
— Pasaste prácticamente por todos los canales, cada uno con un estilo diferente. ¿Te costó adaptarte?
— Para nada, porque no era un estilo que me planteaban, sino que yo, de alguna manera, porque soy así, me manejo con autenticidad. No hacía otra cosa que ser como era. Como soy. Y como fui. Y así me fui adaptando a esas condiciones. Yo nunca hubiera laburado en un canal que se dedicara a hacer leña caída de lo escandaloso. No sirvo para eso ni hubiera sido útil.
— En su momento, te tocó estar en medio de la dicotomía de los medios de comunicación entre el bilardismo y el menottismo. ¿Aportó algo a la discusión?
— Probablemente sí, pero no quiere decir que haya sido provechoso. Generó que los argentinos se hayan dividido en dos corrientes. En lugar de sumar ambas partes… Parece que no es algo que solo tiene que ver con el fútbol, sino también con nuestra cultura: la oposición, la confrontación, el elegir uno sobre otro. Cada uno tenía su parte positiva. Estaba muy relacionado con el bilardismo porque trabajé en La Plata en la época del Narigón y de Zubeldía, y tenía una referencia más concreta en cuanto a lo que pensaban y cómo trabajaban ellos.
— ¿Cómo surgió esa famosa dupla, tan reconocida, con Marcelo Araujo?
— Seguimos teniendo relación, hablamos muy seguido. José María Muñoz se había involucrado en Deportes en Canal 7 y yo me había hecho cargo, vino con Julio Ricardo, con Mauro Viale, ya estaba Diego Bonadeo. Se formó un gran equipo. De pronto, me tocó a mí una parte casi administrativa, de designar algunos roles, y se me ocurrió hacer relatar a todos los muchachos los partidos de la Tercera, para que todos se pudieran probar y dar examen de una manera simpática, sobre su propia capacidad. Marcelo era locutor profesional recibido, y tiene una voz preciosa. Solo le hizo falta añadirle su impronta. Él fabricó su personaje respetando los otros que lo rodeaban, así como también las características de todos los que trabajamos con él. En general, traté con muy buenos relatores. Mauro también se inventó a sí mismo, porque tuvo que construir el relato televisivo, no sabíamos cómo se hacía. Hizo todo lo que tenía que hacer en el formato que le correspondía. Hoy se habla mucho en televisión, se redunda y se dicen cosas que se están viendo, nosotros las identificábamos y nada más.
— ¿Cómo ves a las nuevas generaciones de periodistas y comentaristas?
— Son buenos y están muy bien informados, pero vos podés tener la información y hay que manejar la formación. Tenés que saber qué es lo que pasa. Creo que todavía, y pensando en la influencia que tiene un relato semiradial en una imagen, no en la cancha, los comentaristas no terminan de explicar bien. No tiene que ver con los conocimientos, tiene que ver con su entrenamiento. Hay que ver cómo se juega.
— Hay un común denominador en los programas actuales en los que no hay tanto análisis. ¿Te sentís representado por esas líneas editoriales?
— Yo lo lamento mucho, hay discusiones, confrontación, peleas… Todo eso parece más espectacular (risas). Es una influencia de los productores, los resultados que da en el rating son contundentes. Hoy en día te va marcando, un punto, dos, sube, baja. Se manejan mucho con eso, y si vende, lo toman como que es mejor. Y no siempre lo es. Pero es así. Jamás aceptaría estar en un ciclo así.
— Después de tantos años, ¿qué te motiva a seguir trabajando y a seguir viajando para vivir en carne propia la gesta máxima de un Mundial?
— Mi motor es tener el máximo conocimiento sobre lo que opino, lo que veo, y sobre lo que me gusta. Lo de los viajes ya se puede postergar un poco, porque tomé como costumbre que, en los lugares en los que sabía que no se iba a hacer el Mundial, me iba con mi señora a recorrer esos países. Por eso aparecí en la India… A lo demás me fue llevando el fútbol, me llevó por todos lados y le estoy muy agradecido. De todas maneras, lo que me interesa es verlo y analizarlo. Es lo que amo, no es tan difícil hacer lo que te apasiona. Y en Qatar, se supone, también voy a estar.
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