“No toqué la copa tras la final ganada ante Holanda en el Mundial 78, ni lloré por haber sido campeón del mundo. Veía a mis compañeros que estaban desesperados por ir a tocarla y yo ni me acerqué. Soy bastante diferente, porque vivo el fútbol de otra manera, como lo que es, un juego”, reconoce Oscar “El Negro” Ortiz, uno de los 43 jugadores de la historia de nuestro fútbol que ganaron una medalla de campeón en el certamen ecuménico, aunque la perdió con el paso del tiempo.
“Algunas cosas perdí en mudanzas, otras me robaron, y muchas camisetas que tenía se las regalé a mis hijos y a mis nietos. No hay, ni nunca hubo, un cuadro como futbolista en mi casa. Igualmente, no extraño nada de esas cosas, eh. No le doy importancia”, reveló el ex delantero, que disputó seis de los siete partidos del Mundial.
El pasado 8 de abril, el Negro Ortiz cumplió 69 años. Nacido en Chacabuco en 1953, creció rodeado de la humildad en los potreros de la ciudad de Junín, lugar desde donde San Lorenzo se lo llevó para hacerlo debutar con 17 abriles en Primera en 1971. Allí ganó el Metropolitano y el Nacional de 1972, y el Nacional del 74. Luego de cinco temporadas, se fue a Gremio de Porto Alegre, un año después llegó a River, pasó por Huracán y finalizó su carrera en Independiente con apenas 29 años.
“Me quería retirar apenas terminó el Mundial 78, pero seguí jugando por mi familia, por mi madre. Me cansé, porque había varias cosas con las que no estaba de acuerdo. El fútbol no es diferente a la política y son todos iguales, dirigentes y políticos”, enfatizó en un mano a mano con Infobae.
-La selección argentina volverá a enfrentar a Polonia en la fase de grupos de un Mundial. ¿Qué recuerda del aquel último enfrentamiento en la Copa del Mundo del 78?
-Fue en el cuarto partido de la fase de grupos. Ingresé faltando 10 minutos para el final. Fue un partido bastante difícil, porque Ubaldo Fillol le detuvo un penal a Kazimierz Deyna. Resultó ser un juego muy ajustado y parejo. En los primeros 30´ estuvo mejor la selección europea, pero luego lo sacamos adelante. Mario Alberto Kempes la rompió toda. Marcó los dos goles y fue la figura del partido. En sí, ningún encuentro de aquel Mundial fue fácil. Brasil nos tendría que haber ganado, pero el Pato sacó cinco pelotas. Yo me erré un gol que le pegué cruzado al segundo palo y se fue afuera.
-Luego del triunfo frente a los polacos, ¿pensaban que eran firmes candidatos al título?
-No, nunca lo pensamos. En la final ante Holanda íbamos 1 a 1, el Pato saca una pelota fundamental que pega en el palo y se va afuera. Después, le ganamos en el alargue. Luego, hubo un planchazo de Mario por el que zafó de ser expulsado. Si debemos ser lógicos, hay que decir que Holanda no mereció perder la final contra Argentina. Pero no siempre gana el que juega mejor. El fútbol es tan lindo y es un accidente del juego. A veces te atacan todo el tiempo, te generan situaciones que pegan en los palos y termina uno ganando el encuentro, pero no se puede jugar sin palos.
-¿El 6-0 a Perú fue normal o existió algo raro?
-No sé si se vendieron o no, si recibieron guita o no, lo que sí es que le teníamos que hacer cuatro goles y no seis. Cada uno tiene su idea, el hincha piensa que los peruanos se vendieron. Yo no vi nada, y si no vi nada no puedo decir nada. En marzo le habíamos ganado dos partidos, acá y en Lima. Es decir, tal vez deja alguna duda de que varios peruanos caminaron la cancha, pero no sólo pasó en esa Copa, sino que sucedió en varios Mundiales.
-¿Qué balance hacés de tu actuación en dicha Copa?
-Buen balance, aunque pudo haber sido mejor. El primer partido no lo jugué por una molestia muscular, ni al banco fui. Luego, estuve ante Francia, Italia, contra Polonia, Brasil, Perú y luego disputé la final ante Holanda.
-¿Qué te pidió Menotti en aquella final?
-Que me retrasara para agarrar la subida de Johan Neeskens, que manejaba todo. Como era el último partido le dije que sí. Cuando en el segundo tiempo salí para que entrara René Houseman, íbamos ganando 1-0, pero René entró por derecha y pasó Bertoni a mi lugar, ahí perdimos un poco la marca y nos embocaron el empate.
-Luego, la pelota de Rob Rensenbrink que pegó en el palo.
-Si entraba esa no éramos campeones. El fútbol es un accidente. A veces no gana el mejor, aunque lo fuimos. Y no todo es ganar. Holanda perdió dos finales y es un seleccionado inolvidable. Nosotros teníamos un gran equipo, pero con Brasil ligamos, porque tuvieron más chances que nosotros, la única nuestra creo que fue esa pelota en la que fallé en la definición. El Pato Fillol salvó varias, además del penal con Polonia. La primera fase nos costó. Jugamos con Hungría, Francia, Italia, buenas selecciones y de primer nivel.
-¿Fue un título indiscutido?
-Sí, pero creo que siempre le dan más importancia al Mundial 86 que al del 78. No todos, pero sí mucha gente. Dicen que se salió campeón porque jugamos de local, por la dictadura. Yo no les doy bola. Nosotros jugábamos al fútbol, como la mayoría de la gente que continuó trabajando en sus respectivas profesiones, en sus oficios. Después, con el regreso de la democracia, nos enteramos de los desaparecidos y los asesinatos. Pero nosotros estábamos al margen.
-¿Pudiste tocar la Copa del Mundo?
-No, no toqué la Copa del Mundo luego de la final ante Holanda, ni lloré por haber sido campeón. Ganar el Mundial fue lindo, pero no me puso como loco. Veía a mis compañeros que estaban desesperados por ir a tocarla y yo ni me acerqué. Soy bastante diferente, porque vivo el fútbol de otra manera, como lo que es, un juego.
-¿Cuánto dinero cobraron por ser campeones del mundo?
-Nada, muy poquito, no comprabas nada con esa plata. Cobramos 25 mil dólares. El fútbol es así. Hoy existen jugadores que en Argentina no juegan nunca, pero en el exterior la rompen y se hacen millonarios. Pude ir a jugar a Europa muchas veces, pero no quise, porque no me gusta vivir fuera de Argentina. Estuve en Estados Unidos, en Frankfurt (Alemania), pero fui únicamente para conocer la cultura de aquellos países, no por el fútbol en sí.
-¿Conservás algo del Mundial organizado en nuestro país?
-No, regalé todo. No soy de poner fotos en mi casa ni tampoco conservo medallas ni camisetas de aquel Mundial, le di a mis hijos y a mis nietos. En mi casa no tengo fotos ni cuadros vestido de jugador.
-¿Por qué?
-No me parece bien porque tomo al fútbol como lo que es, un juego. No me gusta el fútbol de hoy. Me gustaba jugarlo como yo quería y no siempre tenía ganas de hacerlo. Es decir, no fui un profesional como la mayoría de los futbolistas. Jugué como a mí me gustaba y nada más.
-¿A qué se refiere con que no era un profesional?
-Jugué porque tuve condiciones, pero no era el primero en llegar al entrenamiento ni el último en irme. Hubo partidos que no tenía ganas de jugar. Además, fumaba mientras era un profesional. A los 15 años empecé a pitar cigarrillos y lo dejé cuando me retiré como futbolista. Antiguamente, muchos ex compañeros fumaban, no era el único, pero ahora no está permitido. Por ejemplo, en Europa si te agarran con un cigarro te multan y te suspenden.
-¿Qué se siente haber vestido la camiseta albiceleste?
-Fue lo más importante de mi carrera. Para mí el fútbol es un juego hermoso, pero no he sido un profesional, porque lo tomé como un juego, nada más. Debuté a los 17 años en Primera, me retiré a los 29. Cuando el Flaco Menotti me dijo: “Negro, vamos a España” a disputar el Mundial 82″, le dije que no.
-¿Por qué?
-Porque había estado siete meses concentrado para jugar siete partidos en 1978 y no quería repetir esa experiencia. Yo me preguntaba: “¿Quiero estar cinco meses concentrado para jugar siete partidos?” Por eso le dije que no. Aparte, ya me había sacado el gusto de haber participado de un Mundial.
-¿Tuvo que ver también el contexto político de la Guerra de Malvinas para decidir no ir a disputar el de España 82?
-No. Lo de las Malvinas es otra cosa, aunque nunca estuve de acuerdo con el conflicto bélico. Durante el Mundial del 78, y en plena dictadura militar, nosotros no nos dimos cuenta de que estábamos jugando al fútbol mientras mataban a chicos. Mas allá de la última dictadura, y todo el problema político que atravesaba nuestro país, no estuve de acuerdo con estar cinco meses concentrado, lejos de mi familia. Además, a España fue el 80 por ciento de los que disputaron el anterior mundial, más Diego Armando Maradona.
-¿Los sorprendió que Pelusa se quedara afuera de la lista del 78?
-En los picados se notaba que Diego era un crack, pero no había un clamor para que se quedara. De hecho, no estaba concentrando con nosotros, él venía los días de práctica de fútbol, así fue durante unos meses. Todos sabíamos que uno de los que salía de la lista era Maradona.
-Con Diego compartiste la gira de 1979 con la Selección Mayor, dirigida por Menotti. ¿Qué te pasó en el avión de regreso a Buenos Aires?
-Recuerdo que disputé un empate sin goles entre Argentina y Holanda, ganamos 8 a 7 en los penales, en Berna, que se promocionó como la revancha del Mundial, y me lesioné. Estuve varios días sin poder practicar y le pedí a Cesar que me dejara volver, porque no tenía sentido seguir ahí. Regresé sólo en el avión, desde Escocia, y cuando me desperté a las 6 AM sufrí una parálisis facial.
-¿Producto de qué?
-Según los médicos, sufrí una suba o baja de presión, pero nunca se supo bien qué fue. No fue un problema grave porque seguí jugando al fútbol. Apenas pisé Ezeiza, fui para mi casa y luego me llevaron al Sanatorio Güemes y quedé 20 días internado.
-¿Tuviste miedo de morirte?
-No. Uno no piensa en eso, pero hay cosas que no podía manejar, porque no sabía lo que me estaba pasando. Luego, me habían dicho que fue un problema de presión. Volví a jugar un par de meses después, y terminé mi carrera cuatro años más tarde, en el 83, así que no me afectó en el juego.
-¿Te dejó secuelas en el habla?
-Sí, tengo problemas en el habla, pero no me quiero quedar con eso.
-¿Qué recordás de tu debut profesional en San Lorenzo?
-Llegué con 15 años, procedente de Buenos Aires al Pacifico (BAP), club de Junín, donde nací. Me ponían de 10 y era el goleador de BAP, pero cuando llego al Ciclón me ubicaron de puntero izquierdo. A los 17 debuté en Primera. Mis compañeros tenían 27 años, como Victorio Nicolas Cocco, Toti Veglio, la Oveja Telch, Rafael Albrecht y el Sapo Villar. Cuando cumplí 19, se fue el Lobo Fischer, entonces el Ratón (Ayala) empezó a jugar de 9, Victorio de 10, Chazarreta bajó más, y el Toto Lorenzo me ubicó como un cuarto volante. De esta manera, salí campeón tres veces, dos títulos ganados en 1972 y uno en 1974.
-¿Conservás algo del Viejo Gasómetro?
-No, perdí las medallas de la Selección y de San Lorenzo en una mudanza. Algunas cosas perdí en mudanzas, otras me robaron, y muchas camisetas que tenía se las regalé a mis hijos y a mis nietos. No hay, ni nunca hubo, un cuadro como futbolista en mi casa. Igualmente, no extraño nada de esas cosas, eh. No le doy importancia.
-De tu paso por River, ¿qué recordás?
-River es grande, pero yo salí campeón tres veces con el Ciclón y una con el Rojo de Avellaneda. En el Millonario gané cuatro títulos. Jugué bien en esos tres clubes, no me voy a quedar con uno en particular. Lo quiero a San Lorenzo un poco más, pero jugaba donde me pagaban mejor. No tenía preferencia por algún club en particular.
-¿Por qué fuiste a jugar a Huracán?
-Resulta que en esa época iba a jugar un picado con varios hinchas del Globo que me insistían para que fuera a jugar a Huracán. Al final, fui, pero con una lesión. Hice la pretemporada en Córdoba y jugué 10 partidos. La rompí y ahí me compró Independiente. Cuando llego al Rojo, ya tenía ganas de dejar el fútbol. Estuve una temporada (1982/3) y ahí terminó mi historia.
-¿Sabés que estás considerado como uno de los últimos wines del fútbol argentino?
-La gente me dice que yo fui el último wing que vio. Les respondo que “sí, puede ser”, pero debuto en Primera con la número 10. En mi inicios, jugaba de enganche, no era un wing. Jugaba al estilo Maradona, Ricardo Bochini, Beto Alonso y Juan Román Riquelme. Pero después empecé a jugar de wing y nunca más me saqué la camiseta número 11. Hoy no hay wines en el fútbol local que lleguen al fondo y tiren el centro. No se trabaja en las divisiones inferiores y eso se tiene que hacer.
-Te retiraste a los 29 años. ¿Por qué tan joven?
-Ya no tenía más ganas de ir a entrenar. Estaba el Pato Pastoriza como técnico de Independiente. Un día lo agarro y le comento: “Voy a dejar el fútbol”. Me pregunta: “¿Ahora que te tengo acá no vas a jugar más?”. Entonces, le respondo: “No te quiero joder Pato, no tengo más ganas de jugar, ni de levantarme temprano para ir a entrenar”.
-¿Por qué te dedicaste al fútbol?
-Porque tuve condiciones desde chiquito. Pero no fui un profesional de fútbol, sino uno más que jugó a la pelota. No puedo decir que fui un tipo que me maté haciendo esto y lo otro. No, para nada. Era un futbolista sin ganas de jugar al fútbol. A los 30, me fui un año y medio a Estados Unidos para observar cómo era jugar al soccer. Luego, viví en Frankfurt y me invitaron a hacer una gira por Asia. Entonces, como arranqué temprano como profesional, me retiré también temprano.
-¿Tenés alguna cuenta pendiente?
-No. Cumplí el sueño de ganar una Copa del Mundo. Es más, tras el Mundial 78, y después de conocer todo lo que pasaba en el mundo del fútbol, me quería retirar apenas terminó.
-¿Por qué motivo?
-Seguí jugando por la familia, por mi madre. Me cansé, porque había varias cosas con las que no estaba de acuerdo. El fútbol no es diferente a la política y son todos iguales, dirigentes y políticos.
-¿Pudiste hacer un colchón de dinero para retirarte tan joven?
-Con lo que gané, me compré un gimnasio cerca de mi casa y me puse una galería en Estados Unidos cuando estuve allá. Hoy, vivo del alquiler del gimnasio y del bono que me da la AFA por haber sido campeón del mundo.
-¿Vivís bien económicamente?
-Normal, en el día a día, no me sobra la plata. No tengo coche ni celular. En tres oportunidades estuve muy cerca de chocar con mi familia. Luego de eso, dije: “Nunca más manejo”. Andaba muy rápido, a 180 kilómetros por hora. Tengo buenos reflejos, pero me salvé tres veces de matarme. Dios me dio una cuarta oportunidad y le prometí a mi familia que no iba a conducir nunca más. Porque que haya salido de esos malos momentos no significa que sepa manejar bien. Yo no respetaba las leyes de tránsito y casi me mató tres veces. Tras la última vez, vendí mi coche y nunca más me compré otro. Viajo en colectivo o en taxi; eso no puede ser un problema en mi vida. No hago más cosas de las que no quiero hacer.
-¿A qué te dedicás hoy, Oscar?
-Estaba trabajando hasta antes de la pandemia en el fútbol recreativo de San Lorenzo. Los fines de semana iba a Ciudad Deportiva, pegada al Nuevo Gasómetro, a trabajar con los chicos menores para enseñarles a jugar fútbol. Yo hice dos años de docencia porque nunca me interesó ser entrenador de Primera. Por ahora, sigue todo parado.
-¿Cómo estás de salud?
-Bien. El pasado 8 de abril cumplí 69 años. Tengo dolores de cervical, de la cabeza y del ciático. Pero vamos para adelante.
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