Hubo mucho ruido durante los días previos y el clima de tensión se sintió por Avellaneda. Tres barras con un historial de temer cruzaron amenazas dejando en claro que el sábado por la noche sería el día D en la tribuna del Estadio Libertadores de América Ricardo Enrique Bochini. Las fuerzas de seguridad encendieron la alerta roja. Toda la atención estuvo posicionada sobre un posible desmadre en las inmediaciones de la cancha de Independiente en la previa del compromiso ante Tigre por la 9ª fecha de la Copa de la Liga.
Un operativo de más de 600 efectivos policiales con el fin de desactivar el viento de caos que corría por las calles de Avellaneda en la previa del encuentro. Loquillo Rodríguez, uno de los tres líderes que quería copar la popular, terminó detenido por atentado y resistencia a la autoridad junto con más de 100 barras que componen su núcleo duro. Del lado de la facción oficial, hubo otros 10 hinchas que fueron capturados antes de entrar al estadio.
Según relataron fuentes policiales, Rodríguez habría evadido los controles y hasta llegó al sector de molinetes donde los responsables del operativo se acercaron para intentar retirarlo. Pero la respuesta violenta del capo barra contra la Policía habría decantado en un enfrentamiento y terminó con la detención del centenar de personas que lo respaldaban, además del secuestro de una camioneta que trasladaba bombos, banderas y parte del stock de esa facción de la tribuna.
Eso sí: la barra oficial logró su cometido y su cara principal, Juani de Gerli –Juan Ignacio Leczniki–, pasó los controles y se posicionó en una de las populares del Rojo acompañado por una parte de su grupo que cruzó los estrictos controles, muchos de ellos con entradas de protocolo o carnets de socios del 2019 y el 2021. Eso ya disparó una línea de investigación para las autoridades de seguridad con el fin de entender si existe algún tipo de connivencia con alguien del club.
Mientras la Policía imponía un estricto control de ingreso para disipar cualquier posible guerra de barras, Bebote Álvarez seguía todo el tablero desde cerca posicionado en las inmediaciones de un reconocido hipermercado de la zona respaldado por 200 tipos preparados para bancar su deseo de volver a dominar el paravalanchas rojo.
Álvarez ya había desplegado previamente todo su show de amenazas con un discurso para unos 300 barras colgado desde una barrera metálica. “¡Ustedes se tenían que unir antes! ¡Yo no tenía que volver! No me necesitan a mí”, les gritó a ese grupo que lo escuchaba como si fuese un orador que presentaba su plataforma política. Minutos más tarde, alteraron las calles de Avellaneda durante la medianoche: “Barracas, querido, te vamos a cagar a tiros”, iban gritando apuntando contra los cabecillas actuales de Los Dueños de Avellaneda, el nombre que tiene la facción oficial de la Barra.
Bebote, que comanda a la facción que se autodenomina Los Diablos Rojos, hizo su muestra de poder por las redes y durante las horas previas pero prefirió no tratar de entrar a la cancha. Loquillo, la cara visible del grupo Somos Nosotros, probó y quedó tras las rejas. Sí, tres barras que pelean por el lugar central de la tribuna de un Independiente que mientras tanto atraviesa un limbo político porque las elecciones presidenciales que debían celebrarse en diciembre fueron postergadas por la Justicia y hasta el momento no hay nueva fecha a la vista. El aroma a violencia que se percibió en el aire durante las horas previas conspiró también para aquellos hinchas genuinos que debían elegir entre poner su vida en posible riesgo para ir a ver al equipo de sus amores o decidir preservar su físico a cambio de no poder alentar al Rojo en la cancha ante Tigre en un encuentro fundamental para intentar clasificar a la próxima fase de la Copa de la Liga.
¿Lo de adentro de la cancha? En un segundo plano absoluto después que Álvarez y Juani se presentaran cada uno por su lado en la Comisaría Primera de Avellaneda para hacerles conocer a las autoridades que eran los referentes de la popular. Una situación tan llamativa que obligó a un operativo especial de las fuerzas a cargo con unos 600 efectivos y las puertas abiertas del estadio tres horas antes del juego para hacer lo más fluido posible el ingreso de la gente. Desde Aprevide ya habían aclarado que habría un “exhaustivo control policial”.
No fue una alerta máxima que se encendió solamente por las amenazas en redes sociales que se cruzaron. El historial reciente en Avellaneda es de violencia e impunidad con una escena dantesca cuando en septiembre del 2021 se agarraron a tiros en pleno centro de la ciudad para dirimir una interna de barras a plena luz del día mientras nadie podía creer lo que estaba pasando. O sí...
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