En 2001, Patricio Kelly, con 33 años, tomó una drástica decisión luego de sufrir varios hechos de inseguridad, entre ellos un robo agravado en el que lo podrían haber matado. Con su mujer, Andrea, dejaron todo en la Argentina y buscaron un futuro mejor para su hija, la pequeña Stephanie. Se fueron a los Estados Unidos y llegaron un mes antes de los atentados a las Torres Gemelas. Se instalaron en Miami y en 2002 llegó el cuarto integrante de la familia, Sean Dylan, actual piloto de Moto2, la antesala al MotoGP. En Termas de Río Hondo, donde este fin de semana se corrió la tercera fecha, Infobae pudo hablar con ellos para conocer su historia.
Patricio es de Hurlingham y allí tuvo un taller de chapa y pintura, negoció que logró continuar en Norteamérica. Sean creció entre autos y motores y desde chico mamó el amor por los fierros. “La pasión por las motos empezó realmente porque nací con algo en la sangre. Mi papá siempre tuvo taller, así que nací ya alrededor de autos, de ruedas, de motores. Pero al final yo tenía algo interesante para todo lo que era el tema ‘ruedas’ y con tres años estaba arriba de una bicicleta, para arriba, para abajo y con cinco les insistí a mamá y papá a que me llevaran hacer karting, pero no se dio ya que en la pista más cerca de casa no me dejaban por la estatura”, relata.
“Se dio que justo que enfrente (de su casa) había un local de motos, que el dueño también era argentino, y tenía una pocket bike, una moto muy chiquita y le preguntó a mi padre si podía probarla ese día. Mi papá me preguntó y yo no dudé en decir que sí, con solo 5 años. Ahí empezó todo, la pasión, y me di cuenta que lo amaba. A los 6 años ya tenía moto propia. Lo que empezó como un hobby terminó durando años, pero con 19 ahora ya estoy en el Mundial de Moto2″, agrega.
Sean primero brilló en campeonatos menores de motos en la costa este de los Estados Unidos y ganó 11 títulos en la misma cantidad de años. Luego fue uno de los nueve pilotos seleccionados (de un total de 120) para la Red Bull Rookies Cup, una de las categorías promocionales más fuertes del mundo. Volvió a los Estados Unidos en 2020 y en 2021, a bordo de una Suzuki, fue campeón en la categoría Supersport (400 a 750 cm3) de la MotoAmerica, una organización de competencias de Superbikes, que es fiscalizada por la Asociación Estadounidense de Motociclistas y la Federación International de Motociclismo (FIM), la misma que rige el MotoGP.
“Fue un sueño poder estar en la Red Bull Rookies Cup con solo 13 años. Pero para mi familia también fue una entrada al infierno, porque mis padres tuvieron que dejar todo, dejaron los trabajos, la casa, los autos, dejaron todo atrás en Miami solo para ir a vivir a España y acompañarme. Todo esto también con el riesgo de que en la Red Bull Rookies Cup no sabés si vas a seguir en el próximo año hasta la última fecha. Mis padres lo dejaron todo”, destaca.
Aquella selección para la Red Bull Rookies Cup fue una dura prueba. “Fue un proceso muy difícil. Empezó todo por una aplicación online de la Red Bull Rookies Cup y tenés que llenar todo de tu vida, te preguntan hasta la estatura y peso de tus padres. Dicen que aplican 3.000 pilotos por año aplican online y de esos solo eligen a 110/120 para ir a la selección que son tres días muy intensos: tienen a 40 motos, ahora las cambiaron, en mi época, en 2015 cuando la hice, fueron Metrakit 125 (cm3), muy viejas, la verdad una moto malísima, lo hacen a propósito. No te dicen nada, solo ‘esta es tu moto, andá a girar’, son cuatro sesiones diarias de 20 minutos y no te dicen nada, pero sabemos que están mirando todo. Me eligieron para el último día, en el segundo eligen a la mitad, eliminan a 60 para ir al último día. Hubo mucha presión porque no sabés nada. Tener tantos pilotos, todos jóvenes, algunos muy rápidos que vienen del campeonato español y conocen la pista. Para mí fue como un sueño, porque lo que empezó con 3.000, pasamos a ser 120, luego a 60 y solo eligieron a 9 ese año, y fui uno de los elegidos, el único americano. Corrí en la Red Bull Rookie Cup en 2016 y terminé corriendo con ellos tres años”, describe.
El competir en Europa llevó a otra mudanza de la familia hacia España, pues Sean tenía solo 13 años. “Fue una locura. Entre noviembre de 2015 y enero de 2016 mi papá tuvo que vender su taller, dejamos la casa atrás, vendimos los autos que teníamos, yo dejé la escuela y nos fuimos a España conociendo a dos o tres amigos. Con lo que teníamos. Esos dos o tres meses fueron un infierno, porque no es que nos ayudó la vida, Dios, lo que sea; fue al revés. Pero al final creo que pasar por todos esos momentos tan difíciles nos ayudó a poder disfrutar de cómo nos fue los otros años”, explica.
Sobre su llegada al Campeonato Mundial de Motociclismo de Velocidad, en la divisional Moto2 a bordo de una Kalex, explica que “empezó en 2020 cuando estaba bastante competitivo en MotoAmerica y ya vi que me estaba echando un ojo el dueño del equipo American Racing Team y estábamos bastante en contacto. No se dio para 2021, pero al final valió la pena porque salí campeón el año pasado. La verdad que en julio de se dio una charla en la que me dijeron ‘estamos bastante convencidos de que queremos ir con vos’, pero estaba muy concentrado en el campeonato. En julio tuve la primera llamada, ‘queremos que estés en el equipo’, me dijeron, pero bueno, no me creí mucho la historia hasta que no la vi en papel y firmada”.
Los Kelly llegaron a la Argentina una semana antes de la carrera en Santiago del Estero. Alquilaron una casa y recibieron a todos sus familiares. El reencuentro fue muy emotivo. “Son unos días muy especiales para mí. Llegué muy temprano, el sábado pasado a Buenos Aires y desde 2012 que no venía a Argentina. Así que poder ver a todas mis tías, tíos, primos, que somos muchos y también mi abuela de 90 años, con su hermano de 93, hacer una reunión entera en una casa fue algo muy, muy especial, unos sentimientos de corazón muy importantes. Que al final no hay nada más importante que la familia”, cuenta Sean.
Su referente es el recordado Nicky Hayden, el último estadounidense campeón de MotoGP (2006). Lleva su número 69 en el buzo antiflama, pero para correr eligió el 40 por un particular motivo: “Siempre vi en la tele el Canal de la Velocidad (Speed Channel), que era el que pasaba todas las carreras, y era el 40. En la Red Bull y en MotoAmerica pude usar ese número. Lamentablemente en el Mundial lo tiene el equipo Pons, así que no pude ir con el 40, pero pude ir con el 4″.
Por su forma de hablar y sus gestos parece un argentino más, aunque aclara por qué no corre con la bandera de nuestro país, en un tono de broma, pero es entendible para alguien que se crió en otro país. “Nací en Estados Unidos y tengo padres argentinos, lo llevo muy fuerte en mi sangre, pero desde que empecé a los seis años siempre lo hice así (con licencia de USA). Llevo muchos años corriendo en los Estados Unidos y para mí es algo muy importante. Capaz que si Argentina me quiere pagar mucha plata para ir con la bandera argentina voy a decir que sí (risas), pero no llegó ese momento todavía y no creo que vaya a llegar”, argumenta.
Padres, compañeros y “managers”.
Patricio y Andrea se la jugaron por Sean y lo acompañan desde sus comienzos e hicieron otra mudanza, de Estados Unidos a España, para estar con él en la Red Bull Rookies Cup, luego regresaron a Miami, y ahora volverán a Europa para seguirlo en la mayor cantidad de fechas posibles en el Mundial.
“Cuando llegó a la Red Bull, era muy chiquito, tenía 13 años, vendimos todo lo que teníamos porque no teníamos sponsors. Todo, literalmente todo. Yo me deshice del negocio, vendimos los autos, vendimos todo, pusimos en renta nuestra casa y con ese dinero nos fuimos. Le dieron tres años en la Rookie Cup, que fue lo máximo, ya no le dan a más a ningún piloto tres años y nuestro hijo fue el último”, le cuenta Tomás Kelly (así figura en su acreditación a las carreras) a Infobae, aunque aclara que todos los llaman por su segundo nombre, Patricio.
-¿Cómo fue el tema irse de la Argentina en 2001?
-P: Por lo mismo que está sucediendo en la Argentina ahora. Pasé un mal rato en un robo agravado en el que me podrían haber matado. Después un día también me corrieron, yo tenía una 4x4, no estábamos en un lugar tampoco muy seguro, en realidad en el Gran Buenos Aires no estás seguro en ningún lugar. Yo soy de Hurlingham, pero estábamos viviendo en Villa Tesei en ese momento. Mi esposa es de Liniers. No aguantábamos más, ya no pasaba por una situación económica sino por una situación social. Obviamente no fue fácil, no conocíamos prácticamente a nadie. Nos fuimos sin dinero, pero bueno, estábamos decididos a cambiar de vida. Al poquito tiempo mi señora quedó embarazada y llegó Sean.
-¿Volverían hacer lo mismo?
P: Hoy, a la distancia, sin ninguna duda. No fue fácil, no es para cualquiera, emigrar no es para cualquiera. Pero sí, lo vuelvo a hacer.
-¿Cómo fueron esos primeros meses allá? ¿A dónde se instalaron en Estados Unidos?
P: Los primeros meses estuvimos en Miami y luego nos mudamos a otra zona, también en La Florida, y seguimos en el mismo lugar. Los primeros tiempos fueron difíciles, pero bueno, si le ponés ganas, todo es posible. Hay que ponerle ganas.
Andrea: Yo trabajaba. Tenía mucha familia, mis padres, mis hermanos, mis sobrinos, era muy pegada a ellos. Más que nada el trabajo fue despegarse de la familia. Eso es lo que más cuesta de emigrar, es la parte más difícil. Costó lágrimas de sangre, pero valió la pena.
-Sean cuando habla es un argentino, le falta decir ‘che’.
P: (Risas) Sí, en realidad no es algo que lo planeamos, siempre nos mantuvimos como somos.
A: Siempre quisimos que él tenga el español arraigado porque tenía que hablar con los abuelos, que era lo más importante en ese momento, la comunicación con los abuelos, y entonces en casa siempre se hablaba en español para que no lo pierda. Porque para los niños es muy fácil perder el idioma.
P: Pero no era un trabajo, era algo normal. Llegás a tu casa y hablar (en español) era algo normal.
A: Nunca se perdió las costumbres, el comer argentino, el tomar mate, las facturas, el dulce de leche, todo muy así. Seguimos todos igual. Tenemos una hija con la que nos fuimos en ese momento y seguimos con nuestras costumbres. Eso es lo que no se pierde.
-¿Cómo fue aquella mudanza a España?
P: Fue otra odisea, pero bueno, cuando ya te mudaste después se te hace costumbre. Ahora es más fácil y tenemos que volverlo a hacer. Estamos en el tercer proceso de emigración, otra vez a España y queremos poner en renta nuestra casa en Miami y con eso poder vivir.
-Cuando ven hoy la realidad de Argentina, ¿qué piensan?
P: Triste, muy triste. La verdad, no quiero ni hablar… Tenemos la suerte de conocer muchos países en el mundo y vos decís, “¿cómo este país puede estar adonde está?” Porque tiene todo para estar en lo mejor, pero la verdad es que lo han destruido y sobre todo culturalmente. Hay una porción de la sociedad a la que la destrozaron mentalmente.
El domingo Sean abandonó por una caída, pero eso es solo una anécdota o algo que cuenta para su estadística en el Mundial, donde solo tiene tres carreras. Este fin de semana en Austin correrá de local en el Gran Premio de las Américas. Sueña con ser el próximo estadounidense campeón en MotoGP, pero también con un sentimiento argentino. El tiempo dirá si puede lograrlo o hasta dónde puede llegar. Más allá del resultado, allí estarán Andrea y Patricio.
Agradecimiento: foto de portada www.automundo.com.ar
SEGUIR LEYENDO