Para él es casi costumbre. Aunque sigue a Boca desde Estados Unidos, donde se radicó en los 80, antes de cada Superclásico alguien llama su atención al recordarle la extraordinaria jugada que armó antes de que Maradona dejara gateando sobre el barro de la Bombonera a Fillol. En las retinas de todos quedó grabada la exquisita definición de Diego, pero si se rebobina la jugada, lo de Carlos Córdoba no tiene nada que envidiarle al Diez. En exclusiva con Infobae, a días del Boca-River que se disputará en el Monumental, el ex futbolista xeneize compartió sus memorias.
A nivel personal, el del 3-0 a River en la Bombonera no fue el que más lo marcó, ya que se dio gusto de anotarle un doblete en Núñez al rival de toda la vida. ¡Y eso que era lateral izquierdo! Habló de todo: la convivencia en Boca con Maradona, al que se dio el gusto de dirigir en el Mundial de Fútbol Rápido que se disputó a fines del 94 en México, su implicación en la recordada huelga de jugadores del 84 que lo obligó al exilio y un retorno al fútbol argentino para ser ayudante de campo de Oscar Ruggeri en Independiente, en la época en la que asomó el Kun Agüero.
Con apenas 17 años, Juan Carlos Lorenzo lo hizo debutar en la Primera de Boca Juniors. Había tenido maestros del fútbol que oficiaban de padres como Nano Gandulla, Ernesto Grillo y Vito Damiano en las inferiores, mientras que Carlos Román se encargó de la última horneada en la Tercera (hoy llamada Reserva). Trobbiani, Mouzo, Tarantini, Gareca y Ruggeri fueron otros de los nombres que se forjaron a su lado. Fue una época de gloria para el club, que ganó la Libertadores y se consagró campeón del mundo en el 78. Al referirse a sus inicios, le fue inevitable trazar un paralelismo con los jóvenes del plantel de hoy: “Jugar en Boca a esa edad te abre un montón de puertas a tentaciones. A nosotros nos tenían cortitos, nos encarrilaron y sostuvieron porque sabían que nos podíamos equivocar en cualquier momento. Pancho Sá, el Loco Gatti, Pernía, Mario Zanabria, el Chapa Suñé, Toti Veglio, el Ruso Ribolzi, el Chino Benítez eran tipos increíbles que nos enseñaron cómo comportarnos”.
Córdoba se casó joven y tuvo una niña al poco tiempo. Una anécdota de vestuario relata cómo eran los manejos por partes de los referentes: “Cuando me alcanzó la plata, me compré un Fiat 600. Llegué todo contento a entrenar y cuando me bajé me llamaron Sá y Suñé y me preguntaron de dónde lo había sacado. Yo se lo había comprado a otro compañero, que no voy a nombrar, ja. Como todavía no tenía casa y alquilaba, llamaron al anterior dueño del auto e hicieron que me devolviera la plata. Le dijeron al Mono Perotti que me pasara a buscar todos los días para ir a entrenar y yo colaborara con la nafta. Hasta que no tuviera una casa, no me podía comprar el auto. Esos son ejemplos que hoy no se ven. Y calladito la boca, eh. Ni una palabra se respondía”.
No fue la única anécdota que tuvo con un vehículo mediante. Cuando ya era representado por Guillermo Cóppola, le dijo al famoso agente que quería obsequiarle un auto a su padre. “¿Estás loco? ¿Para qué? Tu viejo no se va a enojar si no se lo comprás. Decile que mañana lo vamos a visitar a Merlo y que prepare un asado”, retrucó Guillote. Hoy agradeció aquel gesto: “Tenía razón. Mi viejo lo que menos quería era un coche. Por eso creo que hoy en día los chicos se compran cosas por comprárselas, nada más”.
Sobre el caso de Agustín Almendra, juvenil con gran potencial que tuvo un entredicho con el entrenador y algunos compañeros en las últimas semanas, manifestó: “Me duele lo que pasó. Cuando vos empezás en Boca te aparecen amigos de todos lados, más de los que tuviste en toda la vida. Y algunos chicos no tienen ese soporte familiar que les haga ver las cosas como son. La familia es el mayor soporte que tiene el jugador de fútbol. Yo estuve tres años en Primera para comprarme el coche, hoy los pibes que no debutaron ya tienen uno. Hay empresarios y agentes que te ayudan, pero otros que no son buenos. Los que no tienen un dedo de frente, les hacen creer estrellas sin que lo sean. Los pibes no se dan cuenta de que les costó llegar y es muy fácil desaparecer”. Y ejemplificó: “Capaz que les aconsejan ‘si te pone los puntos Román, Bermúdez o Chiche Soñora, vos contestales’. Pero en realidad, si te dicen algo ellos quedate tranquilo que es porque la pasaron y vivieron. En Argentina abrís una puerta y se caen 10 chicos que quieren tu laburo. En dos segundos desaparecés”.
SU LAZO FRATERNAL CON DIEGO MARADONA
Cacho Córdoba enfrentó al Maradona de Argentinos, luego compartió vestuario con él en Boca y a fines del 94, cuando Diego fue suspendido por la FIFA, lo dirigió en un Mundial de Fútbol Rápido que se disputó en México. “Hay que escuchar al Groncho, que la tiene clara con este jueguito”, le dijo el Diez al resto del plantel argentino en referencia al DT que vivía en Estados Unidos y había sido profesional en el fútbol indoor.
“Como persona, como tipo, era bárbaro con nosotros. Era el primero en hacer bromas y joderte. Y cuando lo veías entrenar, un diferente, un fuera de lugar. Estaba en una órbita distinta al resto. No creo que se vea otro jugador como él. Messi hoy es nuestra bandera, el mejor del mundo sin dudas. Pero no lo comparo con Diego. El que conoció a Diego, tuvo la suerte de verlo jugar y compartir con él, sabe que no habrá nadie igual”, saca las palabras desde lo más recóndito de su ser.
El Boca del Metropolitano 81 desplegó un gran fútbol pero también se coronó por la unión de grupo. Y Maradona era abanderado en todos los sentidos. La anécdota del rifle de aire comprimido así lo demuestra: “Una noche estábamos en la sala de juegos de la concentración de La Candela, donde no había mucho para hacer. Algunos jugaban al ping pong y otros nos sentamos en unos sillones. De repente nos empezaron a tirar balazos. No sabíamos qué pasaba y no se veía nada para afuera. Apareció Diego y dijo ‘che, nos están tirando’. Al rato, de nuevo. ¡Pin, pun! No nos dimos cuenta que era él hasta que vimos que estaba transpirado. Se escondía entre los árboles, nos tiraba y venía corriendo para hacerse el que estaba asustado. Era muy divertido y jodón. Y a la hora de jugar se transformaba, un ganador nato, no tenía otra cosa en la cabeza. Era guapo, jugaba hasta lesionado, como lo hizo los primeros 10 ó 12 partidos hasta que lo frenó Marzolini”.
El 10 de abril de 1981 Boca dio cátedra ante River en la Bombonera. Maradona desparramó a Fillol para el 3-0 de una goleada que había abierto Miguel Brindisi con su doblete. Antes del estiletazo final de Diego, Córdoba cortó un avance de River y trazó un recorrido desde su lateral izquierdo hasta quedar como wing derecho y centrar al punto de penal para el Pelusa. Si alguna vez el Negro Enrique se ufanó de su intervención en el Gol del Siglo contra los ingleses, Cacho podría tranquilamente inflar el pecho sin ironías por el jugadón que armó antes del mejor tanto de Diego en un Superclásico.
“Muchos chicos no conocen mi nombre, pero cuando ven la jugada se dan cuenta de quién soy. Con la simpleza que definió Diego, nadie se acuerda lo que pasó antes. Fue un partido perfecto para nosotros. Hecho por Diego, en cancha de Boca, contra River... No lo preparé, me salió y tuve la suerte de que no me cortaran por la mitad en el camino. Porque Passarella le había tirado un montón de patadas a Diego ese día. Si me la tiraba a mí, yo quizá no tenía la visión de Diego para saltarlo y me hubiera matado. Zafé de la operación sin anestesia”.
El tiempo y los caminos de uno y otro hicieron que el contacto se perdiera. Encima, varios jugadores que eran representados por Guillermo Cóppola en Boca le dieron el visto bueno al agente para que se marchara a Italia a manejar la carrera de Maradona: “Andate, si acá con nosotros vas a ganar 2,20 y capaz que ni lo cobrás”. Hubo algún llamado teléfonico con el ex Argentinos Juniors Pedro Magallanes como interlocutor y el reencuentro en el Mundial de Fútbol Rápido, pero poco más. Su infinito recuerdo sigue latente para él.
La muerte de Diego le generó un vacío enorme en el pecho: “Me dolió y duele muchísimo. Me cuesta creer que no esté. Todos los argentinos tenemos que estar orgullosos de él. Cuando se habla de sus problemas... Su vida personal es su vida personal. Gracias a Diego nos conocieron en todo el mundo, le guste a quien le guste. Duele saber todo lo que pasó. Uno no estuvo cerca para evaluar todo, pero se ven imágenes y creo que a nadie le gustó cómo terminó, especialmente a los que estuvimos al lado de él y lo conocimos bien. Para mí será siempre el tipo que conocí, al que vi actuar y hacer cosas por otra gente. Podemos discutir días y días, pero para mí será el tipo con un gran corazón que se mataba por lo que hacía, por Argentina y por todos”.
DE SU OTRO GRAN SUPERCLÁSICO A LA HUELGA EN BOCA Y EL EXILIO A ESTADOS UNIDOS
“Me equivoqué, ja”. Así responde Cacho Córdoba cuando le preguntan por el River-Boca de 1982 en el Monumental en el que hizo dos goles. Fue por el Interzonal del Torneo Nacional. Esa tarde, los de Alfredo Di Stéfano empezaron ganando por el gol de Jorge Alberto Tevez, pero el Xeneize dio vuelta la historia gracias a Ruggeri, Gareca (dos) y el protagonista de esta historia, que concretó el tercero y el cuarto, en el rebote de un penal que le había tapado Alberto Montes.
Dijo sobre su otra página dorada: “El que es hincha de Boca sabe lo que vale un gol contra River. No te lo olvidás más en tu vida. A mí me gustaba atacar y ese día Zanabria me dio un pase bárbaro, tenía ojos en todos lados. Y ese penal fue uno de los últimos que pateé. Yo ya los agarraba, si se acercaba alguno le decía ‘¿a dónde vas?’. Fue el único que me atajaron, de ocho o diez que tiré”.
Su historia en los penales había arrancado en las inferiores, cuando en un Superclásico de visitante el Pelado Grillo, que no hablaba mucho, le gritó “Córdoba, péguele usted”. Un compañero era el que los solía cobrar, pero ese día ya había errado uno por tirar débil y el entrenador señaló a Cacho. “Puse la pelota ahí y pensé en sacarle la cabeza al arquero. Yo pateaba fuerte, no pensaba en una punta ni en la otra”, es la frase que da crédito a los archivos fílmicos de sus ejecuciones en YouTube.
De ser capitán y referente en Boca a los 25 años, Córdoba tuvo que marcharse por la puerta de atrás. El plantel de 1984 llegó a estar nueve meses sin cobrar y, sin respuestas del por entonces presidente Domingo Corigliano, decidió armar una huelga que luego se extendería a todo el fútbol argentino. A través del gremio de futbolistas, los implicados exigieron la libertad de acción, a sabiendas de que les iba a ser complicado reinsertarse dentro del medio. “Me habían buscado de Europa, pero yo me quería quedar toda la vida en Boca. Me podrán decir lo que quieran, pero si nosotros no hacíamos ese paro y se iba esa comisión directiva, Boca quizá terminaba como Racing con Lalín”, aseguró.
Cacho Córdoba pasó a integrar una lista negra por la que no pudo conseguir club en Argentina. Incluso fue vetado junto a otros para firmar en un equipo de Lincoln, provincia de Buenos Aires, que lo había convocado. Su única alternativa fue fichar por una liga que no estuviera adherida a la FIFA, ya que Julio Humberto Grondona, hombre que ya pisaba fuerte en la federación internacional, lo tenía apuntado. Un representante afincado en Los Ángeles lo había contactado durante una gira de Boca por California y le abrió las puertas para sumarse a la Major Indoor Soccer League: fútbol rápido 6 contra 6 y cambios ilimitados. A modo de testeo, defendió la camiseta de los Tampa Bay Rowdies.
Tuvo un regreso tormentoso a Argentina. José Varacka, quien ya lo había querido llevar a Deportivo Español, fue artífice de su fichaje por Huracán. Unos 15 barras del Globo fueron a buscar a Córdoba a su casa para convencerlo de firmar, ya que era condición del nuevo DT que él integrara el equipo. En Parque Patricios orquestaron una artimaña para evitar que Grondona se diera cuenta de que Cacho estaría otra vez en el fútbol argentino y se gestó su llegada. Duró poco. Recibió el repudio de mucha gente por haber sido artífice de la huelga y hubo una campaña en su contra. El Profe Jorge Castelli se lo llevó seis meses para jugar en Unión de Santa Fe, pero ya sabía que su destino final era Estados Unidos, donde inclusive en ese fútbol casi amateur cobraba más que en Argentina.
Así fue que se reconvirtió. Del aroma a césped -y de vez en cuando barro- de las canchas de 11 al olor a sintético de las canchas chicas para militar en Kansas City Comets, San Diego Sockers y Milwaukee Wave en los siguientes cinco años. Se retiró prematuramente del fútbol, pero continuó ligado a él en Wisconsin.
INDEPENDIENTE, RUGGERI Y EL KUN AGÜERO
Con un fútbol que había despuntado desde los años en los que Pelé había jugado para el New York Cosmos en los 70, Córdoba vio en detalle su progreso y diseminación en todo el territorio norteamericano. Comenzó a trabajar con juveniles en clubes locales, de barrio, que aún no estaban del todo organizados. La conformación de la MLS en 1996, producto de la explosión que generó la Copa del Mundo dos años antes, fue clave para que se desarrollara como técnico. Tras una década y media en el país del baloncesto y béisbol, recibió el llamado de su ex compañero Oscar Ruggeri para probar suerte en el fútbol mexicano, mucho más profesionalizado que el estadounidense.
El Cabezón ya se había estrenado con el buzo de DT en San Lorenzo y fue contactado por Chivas de Guadalajara para la temporada 2001/2002. Luego pasó por Tecos, donde Córdoba también lo acompañó, antes de recalar en un Independiente que con él trató de apagar el fuego de una mala campaña durante el Clausura 2003. “Fue muy bueno volver a Argentina después de tanto tiempo. Se hizo difícil porque mi familia estaba acostumbrada a Estados Unidos, pero la pasamos bárbaro. Fui ayudante de Oscar y dirigí a una Reserva a la que le fue muy bien. Encontramos chicos como Lorefice, Matheu, Abraham y además estaba Agüero”, rememora Cacho.
Con Ruggeri y Córdoba en el banco los últimos seis partidos del Clausura 03, el Rojo había tenido suerte dispar, aunque arrancó invicto el Apertura de ese año (victorias ante Estudiantes, Banfield y Olimpo, más empates contra Newell’s, River, Quilmes y Arsenal). Sin embargo, una derrota de local frente a Colón de Santa Fe en la octava fecha los condujo a la renuncia: “Te das cuenta cuando estás bien o no en un lugar. No éramos lo que querían los hinchas. Oscar tenía un paladar más de Bilardo que para Independiente. No había comunión con la gente”.
En reiteradas ocasiones y de forma pública, Ruggeri confesó que con el tiempo se percató de no haberse preparado lo suficiente para ser técnico. Su ex ayudante lo contradijo a viva voz: “Está equivocado. Lo que pasa es que él no dirigió más, ve todo lo que hacen los pibes de hoy y lo asocia con aquel tiempo. Cuando te parás adelante de un grupo, tenés que mostrar conocimiento de lo que estás haciendo porque el jugador lo sabe, lo siente y lo percibe. Oscar tenía un mensaje claro de cómo quería jugar. Estaba completamente preparado. Él piensa hoy eso porque se fija en cómo se trabaja ahora, donde hay muchas más herramientas. Estoy completamente en desacuerdo cuando dice que no estaba preparado para dirigir”.
Ya no quiso volver a trabajar fuera de Estados Unidos y por eso se negó a regresar a México con Ruggeri para tomar las riendas del América. De Avellaneda se llevó el recuerdo de una joyita llamada Sergio Leonel Agüero: “Cuando llegamos al club ya nos habían hablado de él. Tenía otra cosa, era diferente, macizo, fuertecito. Se lo dije a Oscar y lo llevamos a la Primera cuando estaban Milito, Franco, Rolfi Montenegro, Pusineri y Guiñazú. El Kun fue y jugó como si nada. Afuera de la cancha era un nene, pero adentro era un hombre. Apenas lo vio Oscar, dijo ‘ya está’. El día que debutó, estaba en el banco con una campera que le quedaba como un tapado, no se le veían los pies de lo grande que era. Nos divertíamos viéndolo jugar porque era bravísimo. Cuando le venían, se agachaba, metía el culo para atrás y giraba con una facilidad... Es muy lindo que haya sido lo que fue. Y lo importante es que ahora está bien de salud, ya la pasó, la vivió, hizo su carrera y dejó su marca en cada equipo que jugó”.
Carlos Cacho Córdoba es director de una filial juvenil del Orlando City en Estados Unidos. Dirige al Sub 16 masculino y al Sub 15 femenino. Mira siempre los partidos de Boca junto a su esposa (que es más fanática que él) y, cuando viaja a Argentina, se da una vuelta por la Bombonera.
Sobre la evolución del fútbol norteamericano, valoró: “Cambió muchísimo todo desde la MLS. Antes había cuatro o cinco jugadores internacionales de primer nivel, el resto era de universidades locales. Cuando vino el colombiano Valderrama, si quería podía jugar con un ojo y una pierna. Hoy es una de las ligas más fuertes del mundo a nivel económico y ya no vienen a retirarse. Se compran jugadores jóvenes por poco para venderlos por mucho”.
De todas maneras, argumentó por qué existen falencias dentro de la estructura formativa de Estados Unidos: “El jugador de acá no tiene el profesionalismo del sudamericano. Acá trabajan una hora y media, tres o cuatro veces por semana con suerte porque los chicos van a estudiar. En Argentina es al revés. Es difícil crear esa pasión y dedicación. En Argentina el fútbol puede ser una salvación, acá ya están salvados cuando salen de una universidad porque tienen un título con el que ganarán mucha plata. Los chicos de 15, 16 ó 17 años no tienen la mentalidad de los sudamericanos. Cuando acá al que quiere ser jugador profesional le explicás todo lo que tiene que hacer, se acaba todo”.
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