Las memorias de Diego Soñora en Boca Juniors: de la increíble racha contra River a sus días con Maradona en plena lucha contra las adicciones

El recordado lateral surgió de las inferiores, formó parte del plantel del título del 92, superó la crisis de los “Halcones y Palomas” y dejó su huella. Hoy trabaja en las inferiores y su apellido sigue haciendo ruido en la élite del fútbol argentino con sus hijos Alan y Joel

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Chiche, con Joel y Alan, sus dos hijos futbolistas
Chiche, con Joel y Alan, sus dos hijos futbolistas

“Soy del Oeste de toda mi vida. Nací en Casanova, pero a los 8 años ya estaba instalado en Morón y hoy, a los 53, sigo viviendo en esta zona. Y también tengo mi escuela de fútbol propia en Haedo, desde hace casi 30 años”. Diego Chiche Soñora está intacto, con la misma amabilidad que se le conoció en sus tiempos de jugador y que no ha cambiado. Destila pasión para hablar de fútbol, lo mismo que de su lugar en el mundo, sus raíces, que las lleva bien adentro como ese fanatismo por Boca Juniors, que se le escapa en cada una de sus palabras a este hombre que trabaja en las inferiores del club y está orgulloso de sus dos hijos que juegan en la primera división de Argentina.

“Llegué al club con edad de prenovena, así que me hice bien desde abajo. Tenía 9 años cuando di la prueba en La Candela y enseguida quedé, comenzando desde ese momento mi carrera futbolística y mi relación con la institución. Eran tiempos donde las inferiores eran dirigidas por Ernesto Grillo y Alberto Gonzalito González, que eran como dos padres para nosotros, porque tenían un gran manejo de los chicos. Con el paso del tiempo se sumaron Walter Pico y Diego Latorre, con quienes fuimos haciendo todas las categorías hasta la quinta, donde nos subieron para entrenar con reserva y con una selección sub 21 que armó César Menotti cuando llegó en 1987 y dirigió Ángel Cappa”.

El almanaque se acercaba a las últimas épocas de las década ‘80, donde Boca había estado muy convulsionado, pero desde la llegada de Antonio Alegre a la presidencia en 1985, comenzó un proceso de ordenamiento en todos los ámbitos. Para la primera división se sucedía una permanente necesidad de compra, porque no surgían elementos interesantes de las inferiores, hasta la aparición de aquellos tres chicos de características diferentes que ilusionaban a los hinchas que llegaban temprano a la Bombonera para observar los preliminares: Diego Latorre, Walter Pico y Diego Soñora

“Entrenábamos en La Candela, en una cancha pegada a donde lo hacía la primera. Los mirábamos de costado, soñando con poder estar con ellos, hasta que de a poco nos fueron pasando. Se dio muy rápido. Recuerdo a la perfección el día que el Pato Pastoriza me pidió para que fuera con ellos para hacer fútbol y enseguida me dijo que tenía que concentrar para ir al banco contra Platense en la final de la liguilla. Llegué corriendo a mi casa (risas) y nadie entendía nada. La alegría fue gigantesca. Me inserté en un plantel de hombres con mucha trayectoria y experiencia, con un alto promedio de edad, donde todavía estaba el Loco Gatti, con 44 años”.

La temporada 1988/89 fue de una enorme expectativa en nuestro fútbol, porque la asunción de Menotti en River llevó consigo una gran cantidad de muy buenos jugadores y Boca no se quedó atrás, incorporando a Juan Simón, Carlos Navarro Montoya, Claudio Marangoni, Walter Perazzo y el regreso de Carlos Tapia. Como era lógico, esta situación motivó que los pibes quedaran un poco relegados, alternando el banco con la reserva.

“Fue duro, pero le di para adelante, hasta que tuve mi oportunidad de debutar en primera. Tenía muchos nervios, como es natural. El equipo venía de dos derrotas consecutivas y perdíamos 2 a 0 con Platense de locales, cuando el Pato me hizo entrar, para actuar en mi posición de volante por derecha. Recuerdo que no me fue ni bien ni mal, digamos normal y el resultado no se modificó. Enseguida volví a la reserva, pero entrenaba y me tenía mucha fe. De a poco fui teniendo un lugar, estuve en varios partidos de la Copa Libertadores del ‘89, pero no podía consolidarme, hasta que lo logré. ¿Qué es consolidarse? Cuando sos el dueño de la camiseta. Tuve la suerte de ser parte de los planteles que ganaron la Supercopa y la Recopa, que fueron títulos muy importantes, porque el club llevaba varios años sin logros, pero que se valoran mucho más con el paso del tiempo. En esa época, noviembre de 1990, marqué mi primer gol, que lo recuerdo a la perfección: una mañana en cancha de Velez contra Racing, con estadio lleno. Se lo hice a Goyco casi sobre el final y ganamos 1-0. Pero no era titular con continuidad, en la era del Cai Aimar, hasta que a principios del ‘91 la historia cambió”.

La tapa de El Gráfico del día de su primer gol oficial, junto a josé Luis Villarreal
La tapa de El Gráfico del día de su primer gol oficial, junto a josé Luis Villarreal

Ese mojón que cita Chiche (apodo que lleva desde que era pibe, porque al ser muy chiquito de físico, parecía un juguete y de allí devino el seudónimo que lo acompaña hasta hoy) tiene que ver con la llegada de un entrenador que fue muy importante para Boca en general y para él en particular

El Maestro Tabárez fue un fenómeno y me dio la oportunidad de sentirme titular, pero como lateral derecho. Allí habían estado durante mucho tiempo Luis Abramovich e Ivar Stafuza, pero él me invitó a intentar en esa posición y no salí nunca más. Tenía un muy bueno ojo, porque quería marcadores de punta como los de hoy, que cubrieran la banda, con la premisa de defender, pero también desplegarme como volante y llegar hasta el fondo como puntero, con una permanente vocación de ataque. Aquel equipo con el que ganamos el Clausura ‘91 fue mejor que el integramos un año más tarde para salir campeones luego de 11 años sin que Boca festejase un título. Éramos muy sólidos en defensa y contundentes en ataques con la dupla Batistuta – Latorre. Pero por esas cosas del fútbol y de los reglamentos, el logro del Clausura no valió como campeonato y perdimos la final contra Newell´s, donde jugué uno de los mejores partidos de mi carrera, porque me salieron todas, pero como no coronamos, quedó un poco en el olvido. Entré con el tobillo lesionado y el doctor Andreacchio me infiltró dentro de la cancha antes de comenzar el alargue. La zona estaba muy inflamada y el botín no me entraba, por eso le hicieron un corte para que me pudiera calzar. Para la misma época fue la semifinal de Copa Libertadores contra Colo Colo en Santiago, que fue como una guerra. Jamás viví una cosa igual, con muchos civiles dentro del campo de juego, que nos cargaban todo el tiempo. Es justo decir que los carabineros estuvieron muy bien, nos salvaron y no pasaron cosas desgraciadas porque Dios no quiso. Y en el plano deportivo, si pasábamos esa serie, éramos campeones, no tengo ninguna duda”.

Boca era su lugar en el mundo y el Maestro Tabárez le había encontrado su sitio en la cancha como marcador lateral derecho. Sus rendimientos fueron permanentemente en alza y en ese mismo 1991 le llegó el merecido llamado a una selección nacional que acababa de ser campeona de América: “El Coco Basile me convocó, pero nunca estuvo convencido. Estimo que me llevó mucho más la prensa que él, porque en cada votación, siempre salía primero en mi puesto. Son gustos de cada entrenador y es algo completamente entendible, además había buenos colegas en ese lugar, como Fabián Basualdo, Hernán Díaz o Néstor Craviotto. Entré apenas un rato contra un combinado del Resto del Mundo en cancha de River y fue solo eso. Pese a mi nivel, nunca me ilusioné con el Mundial ‘94 porque era consciente de la realidad”.

El domingo 20 de diciembre de 1992 es una fecha pintada para todos los tiempos de azul y oro. En aquella jornada, al empatar con San Martín de Tucumán en la Bombonera, Boca ahuyentó los fantasmas de 11 años sin títulos locales. Diego Soñora fue un hincha más, con el agregado de jugar y dar la vuelta olímpica como jugador: “Fue maravilloso, pero tomamos la dimensión con el paso del tiempo. En ese momento lo festejamos y disfrutamos, pero en el día a día, no se siente tanto, porque Boca te demanda mucho. Teníamos muy buenos futbolistas y el plus de un entrenador como Tabárez, que era un avanzado, porque trajo un modelo de juego distinto, de ataque, que hacen hoy muchos técnicos. En mi caso particular, reconozco que era muy bueno en la parte ofensiva, pero marcaba mal y él me fue dando los conceptos para aprender. Fue el tiempo de una racha increíble de partidos sin perder contra River, sean oficiales o amistosos, algo que no se va olvidar nunca”.

El ciclo de Tabárez había comenzado en enero del ‘91 y culminó en abril del ‘93, cuando el equipo denunciaba una merma en su rendimiento luego del título del año anterior y con la eclosión de un conflicto dentro del plantel, que pasó a la posteridad como “halcones y palomas”. Tras un breve paso del profesor Habbeger, llegó a la dirección técnica César Luis Menotti: “El Flaco es una persona extraordinaria, un gran motivador y con muchas enseñanzas. En el fútbol aprendí que todos los técnicos te dejan cosas positivas, algunos más que otros, pero alguien de esa jerarquía es muy importante. Hay cosas que aprendí de él que aplico actualmente. Había mucha polémica con respecto al achique de espacios que César pretendía, pero en mi caso particular fue enriquecedor y creo que varios DT de ahora lo aplican, con la lógica evolución que ha habido en el juego”.

Gritando su primer gol oficial, abrazado por Batistuta
Gritando su primer gol oficial, abrazado por Batistuta

En 1994, Boca no peleó ninguno de los dos torneos locales y se le escapó la Supercopa en la final con Independiente. Al iniciarse el ‘95, asumió Silvio Marzolini, una leyenda del club y a mitad de año llegó el refuerzo esperado: Diego Armando Maradona: “El más grande de todos, con una generosidad inmensa, al que por su adicción y otros problemas no pudimos disfrutar al 100%. Era tan inmenso fuera como adentro de la cancha. Un compañero único, humilde, que se sentía uno más del grupo. Como jugador… no se puede agregar más nada. Convivir con él y con Caniggia fue extraordinario. Teníamos un equipo gigante, con futbolistas brillantes, a tal punto que el Beto Márcico era suplente de Diego. Ese torneo apertura fue muy intenso, donde llevábamos una gran ventaja, que se esfumó, porque por temas extrafutbolísticos nos caímos y Velez hizo una parte final brillante y nos pasó”.

Con el dolor a cuestas de un campeonato que se había esfumado de manera insólita, cuando la vuelta olímpica con Maradona era un sueño al alcance de la mano, llegó el momento del adiós al club de sus amores, tras 9 años en la primera y 5 títulos. El destino era poco transitado por los futbolistas argentinos de aquel tiempo: Estados Unidos: “Me llamó Cacho Córdoba, un ex defensor de Boca, para invitarme a probar suerte en la MLS y dije que sí enseguida, porque estaba un poco cansado de estar a mil todos los días, que es lo que te exige la institución más grande de Argentina. Nueve años en la primera de Boca significan 18 en cualquier lado (risas). Aposté hacia otra vida y me salió bien, porque tuve un rendimiento interesante, hice muchos amigos y allí nacieron mis dos hijos. Estaba claro que el día que los estadounidenses quisieran iban a ser lo que son en el fútbol. Creció a todo nivel, porque antes iban muchos futbolistas a retirarse allí y ahora han logrado ser exportadores”.

Fueron cuatro los equipos de aquella naciente MLS los que vieron a Chiche dejar su marca. Con el arranque del nuevo siglo, armó nuevamente las valijas. Primero a Paraguay para vestir la camiseta de Cerro Porteño y luego en Chile, con los colores de Deportes Concepción. Y allí fue el momento de decir adiós: “Gracias a Dios no me costó el retiro, porque ya venía madurando la idea, y además, tenía mis cosas, como la escuela de fútbol. También surgió al poco tiempo lo del Showbol con Diego, donde pasamos cuatro años de maravilla. En 2012 me di el gusto de volver a Boca, junto a Jorge Raffo para trabajar en las inferiores hasta 2017. Hubo un paréntesis para poder retornar en 2020 de la mano de Román, trabajando con los chicos, que es lo que más me apasiona. Actualmente, junto a Blas Giunta, tenemos a cargo la coordinación de todas las inferiores, desde la novena hasta la cuarta. Estamos muy contentos con esta tarea, porque vemos como los chicos llegan a primera bien formados”.

Pero el apellido Soñora no solo quedó en el recuerdo de los memoriosos que lo vieron dejar ese clásico surco por el costado derecho, haciendo toda la banda azul y oro. Ahora son sus hijos los que están en primera división: Alan en Independiente y Joel en Velez: “Verlos así es una emoción muy grande. Los sigo a todos lados y comparto con ellos la felicidad de saber que hacen y viven de lo que les gusta. Nacieron para jugar el fútbol, porque desde chiquitos estuvieron con una pelota debajo del brazo. Alan la pasó duro, la peleó y hoy es el número 10 de Independiente y en el caso de Joel, está en una institución brillante como Velez, donde va a poder crecer mucho. Siento un orgullo enorme como padre”.

Boca campeón de la Recopa contra Atlético Nacional
Boca campeón de la Recopa contra Atlético Nacional

La charla también le reserva un lugar para la evocación de los futbolistas más importantes que debió enfrentar. “Fueron muchos. Me tocó marcar a un Ronaldo muy joven, pero que ya dejaba en claro lo que iba a ser, de otra galaxia. El Beto Acosta era durísimo, lo mismo que el Turu Flores, que era un tanque. Me fue bien contra Bochini, lo anticipé varias veces, pero lo agarré ya de grande. Es un tipo fenomenal y lo siento muy cerca de mi hijo, que hoy usa su camiseta, la 10 de Independiente”.

Alan y Joel lo hacen sentir orgulloso, porque el apellido sigue vigente en nuestro fútbol. Del mismo modo que el dejó la marca en Boca. El club de sus amores y su definitivo lugar en el mundo, donde ahora se vuelve a sentir pleno y feliz.

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