De lanzarles platos a los arqueros para probar sus reflejos y hacer entrenar a sus jugadores con barbijo a partícipe silencioso del Mundial 86

Carlos Ramacciotti repasa su carrera, que hasta lo llevó a manejar los sparrings de Bilardo en el título de Argentina en México. Por qué siente que fue “olvidado” en el país y sus memorias en Central Córdoba de Rosario, rival de Boca esta noche por la Copa Argentina

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Carlos Ramacciotti tuvo distintos pasos
Carlos Ramacciotti tuvo distintos pasos por la primera división (Fotobaires)

El Mario Alberto Kempes de Córdoba será escenario del debut de Boca Juniors en la Copa Argentina frente a Central Córdoba de Rosario, un equipo que milita en la Primera C, que se fundó en 1906 y que suma seis títulos en su haber, el último en la temporada 1990/1 de la mano de Carlos Ramacciotti, un técnico que se metió en la historia grande del club.

“Fue el título más importante de todos porque ascendimos desde la Primera B al Nacional B y disputamos la final para subir a la máxima categoría. Perdimos con Belgrano de visitante, tras haber empatado de local en la ida”, recuerda Rama, quien debutó como entrenador del equipo rosarino en 1988.

Aquel 13 de abril de 1991 quedará marcado para siempre en la retina de los charrúas. Con 400 hinchas en los viejos tablones de la tribuna visitante de Chacarita, Central Córdoba goleó 4 a 1 al Funebrero, ganó su última estrella y consiguió el pasaje para disputar por primera vez el torneo de segunda división.

“Estuve cinco años en el club porque llevé a cabo un proyecto con dirigentes y jugadores para trabajar en las divisiones inferiores. Con la venta del Pájaro Domizzi, el Piojo Manso y el Pato Núñez a Racing de Avellaneda se construyó el Estadio donde hoy hace de local, que tiene capacidad para 17 mil espectadores y es similar al de Almagro” recalcó el entrenador de 66 años.

Luego de su paso por el Charrúa, el rosarino dirigió a Belgrano, Gimnasia y Esgrima La Plata, Lanús, Aldosivi, Independiente Rivadavia de Mendoza, Nueva Chicago, Defensa y Justicia, San Martín de Tucumán, Sportivo Belgrano y Juventud Unida de San Luis. Mientras que en el exterior comandó a Deportivo Cuenca y El Nacional de Ecuador, a Blooming y Oriente Petrolero de Bolivia; y a León Huánuco, Huancayo y Cusco de Perú.

Mas allá de sus 34 años de carrera como entrenador, Ramacciotti se muestra dolido: “Me cuesta mucho que me respeten en el fútbol argentino porque si no dirigís en River o Boca no existís”. “Lo que pasa es que estoy olvidado en Argentina. Fue muy injusto lo que me hicieron. Nosotros tuvimos éxitos siempre”, señala el director técnico en un mano a mano con Infobae.

-¿Qué es de su vida, Carlos?

-Estamos en Argentina después de casi cinco años en Perú. Estuve dirigiendo en Primera División a equipos como León de Huánuco, al que clasifiqué a la Copa Sudamericana, y a Sport Huancayo a la Libertadores. El último fue Cusco Futbol Club. Durante la pandemia, estuvimos sin venir a nuestro país a visitar a la familia. Decidimos volver y ya estamos de nuevo para arrancar. Los sábados me paso despuntando el vicio del fútbol. Juego en Santa Fe en un equipo desde hace 35 años,

-¿Extrañás dirigir en tu país?

-Extraño la dinámica que existe en el fútbol argentino porque es distinta, pero estoy muy feliz allá porque el pueblo peruano es extraordinario. Ni bien llegué, me han recibido de maravillas los periodistas, los compañeros y los colegas, sobre todo los jugadores que dirigí. Me gané un lugar en el fútbol incaico. Hay gente como el Chemo Del Solar, Franco Navarro, Mosquera, Ricardo Gareca, que me ayudaron mucho.

-¿Cuánto tuvo que ver el Tigre en tu llegada a Perú?

-Mucho, él me recomendó, me dio una mano muy importante en Huancayo. Su palabra allá es muy respetada y valorada. Gareca es el embajador argentino en esa tierra. A partir de su llegada hay otros compatriotas que laburan en equipos de Primera y Segunda División, gracias a lo que él formó. Hace muchos años que está y clasificó a Perú al último Mundial.

-Tenés un recorrido muy amplio por el fútbol sudamericano, no solamente en Argentina

-Sí, dirigí en Deportivo Cuenca de Ecuador, en El Nacional de Quito, en Blooming y Oriente Petrolero de Bolivia. Casi siempre me tocó dirigir en la altura. El último fue en el Huancayo peruano.

-¿Estás más cómodo dirigiendo en el exterior que en tu país?

-Lo que pasa es que estoy olvidado en Argentina, fue muy injusto lo que me hicieron. Nosotros tuvimos éxitos siempre. Mi primer equipo fue Central Córdoba de Rosario que lo ascendimos a la B Nacional y armamos las mejores divisiones inferiores de esa ciudad, que competían con Newells y Central. Se vendieron jugadores como el Pájaro Domizzi, Claudio Ubeda, el Piojo Manso, Horacio Ameli. Fue un éxito terrible. Pero nos tuvimos que ir porque cuando observan que todo está muy bien hecho se piensan que lo puede manejar cualquiera. Y no es así. En Gimnasia y Esgrima La Plata ganamos un título, el único que tiene, lo clasificamos a la Copa Libertadores y nunca me reconocieron nada.

-¿Te llamaron alguna vez de los equipos definidos grandes para dirigir?

-No, para mí fueron grandes los que dirigí porque creyeron en un proyecto de alguien que no es tan conocido como yo. Los mejores dirigentes no son los de los equipos grandes, sino son los que compiten contras esas potencias que cuentan con todo el poderío. Los Lanús, Defensa y Justicia, Belgrano, Gimnasia tienen que salir a competir contra Boca, River, San Lorenzo, Independiente, Racing, equipos que lo tienen todo.

-¿Estás dólido por haber quedado en el olvido?

-Sí. Espero que alguno reconozca lo que hicimos cuando estuvimos en cada uno de los clubes. En Nueva Chicago agarramos un equipo que había descendido y lo salvamos para que no siga bajando de categoría. Además, sacamos el 80 por ciento de los puntos y se vendieron casi todos los jugadores. Los centrales eran Nicolás Sánchez y Leonardo Sigali. Ambos se fueron afuera. En tanto, Daniel Trapito Vega fue vendido a River. Hoy, muchos técnicos dirigen por su trayectoria de jugador, pero tenés que hacer cuatro años de Inferiores y reserva. En nuestro fútbol, la mayoría se retira como futbolista y le dan un cargo como entrenador de Primera y no es justo. Yo me comí 15 años al lado del Indio Solari, teniendo antes a Jorge Griffa.

-¿Dirigen siempre los mismos en el fútbol local?

-En el Ascenso pasa mucho. Los que siempre dirigen son muy amigos de periodistas deportivos que son hinchas fanáticos del club y del técnico al mismo tiempo. Fijate que es imposible que un entrenador del Interior vaya a dirigir los equipos del Metropolitano y del Nacional B. Hoy se maneja así y en mi época era diferente. Se pone al ídolo inmediatamente como director técnico que termina de jugar, porque el dirigente se cubre de un posible fracaso. Es muy complicado para los que viven afuera entrar en el circuito.

-Se enfrentan Boca y Central Córdoba, equipo de Rosario que dirigiste y con el que lograste el título más importante, el de la B. ¿Qué recordás de aquel suceso histórico?

-Estuve cinco años en Central Córdoba de Rosario porque llevé a cabo un proyecto con dirigentes y jugadores del club para trabajar en divisiones inferiores. En ese marco, salimos campeones tras 25 años sin hacerlo. Luego, me tocó llegar a la Primera. Ascendimos desde la Primera B al Nacional B y disputamos, además, la final para subir a la máxima categoría. Perdimos con Belgrano de Córdoba, que nos ganó de visitante, tras empatar en Rosario en la ida.

-¿Qué importancia le das al título de 1992?

-Fue el más importante en la historia de Central Córdoba de Rosario. Si vos ascendés de la Primera C a la Primera B y luego al Nacional B, obviamente que todo es importante. Pero me tocó vivir el momento de pelear una final para ascender a la A. Lo nuestro fue llegar de la Primera B a casi subir a Primera División.

- Pero no solamente lograron el título histórico, sino que también provocaron una entrada económica con la venta de jugadores que hicieron crecer a la institución.

-Sí, porque con la venta del Pájaro Domizzi, el Piojo Manso y el Pato Núñez a Racing de Avellaneda se construyó el Estadio donde hoy es local Central Córdoba, que cuenta con la misma capacidad que el de Almagro, por ejemplo. Además, se compró el predio donde hoy trabajan las divisiones inferiores. En su momento había dos categorías: A y B, y contábamos con muchos jugadores.

-¿Cómo subsiste el jugador de Central Córdoba en el día a día?

-Todos necesitan tener otro trabajo, desde el Nacional B para abajo. Tienen que hacer otra cosa. Si no trabajan, por lo menos que estudien. En mis equipos es importante eso para armar el grupo. Tenés que demostrar que estudiás y estás progresando, que te esmerás para llevar a cabo otra cosa. El jugador tiene tres horas de entrenamiento y mucho tiempo libre y lo debe aprovechar para, por ejemplo, aprender inglés. El 99 por ciento de los jugadores que arrancan no llegan, solo el resto llega a jugar en Primera.

- Qué pálpito tenés del cruce con Boca?

-Ojalá que le gane, pero lo veo muy difícil. Central Córdoba no le puede hacer partido. Es muy grande la diferencia de categoría. El equipo de hoy es muy diferente al que yo manejaba, que contaba con jugadores extraordinarios. Fijate que se fueron a un equipo mejor y les fue bien.

- Luego de Central Córdoba, recalaste en Belgrano. ¿Qué destacás de tu paso por aquella institución?

-Estaba peleando el descenso y lo salvamos, le ganábamos a todos. Teníamos un equipazo. Tuve tres etapas en Belgrano y máximo éxito en todas. Fuimos ascendiendo al equipo hasta llegar a la máxima categoría. Pero luego de la victoria con Olimpo, en la semana un dirigente boconeó algo que no tuvo que decir públicamente y nos fuimos. Además, se vendió a casi todo el plantel: Chiquito Bossio, el Perro Javier Arbarello, Claudio Rivadero, Daniel Primo, Luis Artime, Víctor Ferreyra; y nos tuvimos que ir. ¿Para qué me voy a quedar?.

-¿Es cierto que le tirabas platos a Juan Carlos Olave en las comidas para trabajar el tema de los reflejos?

-Sí, sucedió varias veces, hasta que lo implementamos como cábala. Yo estaba en la mesa hablando antes de un partido, me tiran un dato del rival y en un momento observo a Olave que miraba para otro lado. Entonces, agarré un plato, le digo “Olave” y se lo tiré. El tipo se tiró arriba de la mesa, lo agarró y de ahí, quedó como una cábala. Después, lo repetimos con todos los arqueros. Cayó muy bien en el grupo. Terminamos haciendo apuestas.

-¿Cómo es eso?

Porque me decían que “estaba todo preparado”. El jefe de la Subsecretaria de Tránsito de Córdoba nos jugó una apuesta, pero la condición era que le tiráramos los platos al tercer arquero del plantel, no a Olave. Entonces, le apostamos un asado para el plantel. Nos jugamos la vida (risas). En una cena, le tiramos un plato al arquerito, el pibe tumbó todo lo que había en la mesa: vasos, cubiertos; pero al final lo agarró.

-¿Cuánto hay de cierto de que Di María pudo haber jugador en Belgrano cuando eras el entrenador?

-Fue real, pero le salió otro club y no vino. El muchacho que me hace los seguros me lo ofreció en su momento porque iba a quedar libre de Rosario Central y al final, se fue a otro lado. En esa época, Fideo era un flaquito que a Central le dejaba dudas, pero a nosotros no. Lo mismo pasó con Ezequiel Garay, el ex marcador central del seleccionado argentino. Nos ofrecieron ese defensor también, pero al final no vino.

-Luego te fuiste a dirigir a Gimnasia Esgrima La Plata. ¿Qué balance hacés de tu paso por el Lobo?

Se iba al descenso y lo salvamos con Edgardo Sbrissa. No solamente eso, sino que salió campeón en Primera y es el único título que tiene en su historia. El equipo, con Roberto Perfumo como entrenador, le ganó la final a River, pero el torneo lo dirigimos en su mayoría nosotros y le ganamos a Newell’s, a Argentinos Juniors, que era el conjunto revelación...

-¿Por qué te fuiste del Lobo?

-Antes de la final, que dirigió al equipo Roberto Perfumo, tuvimos que irnos porque querían dejar libres a los jugadores, nos vendieron a casi todos. Pero lo clasificamos a la Copa Libertadores por vez primera en su historia. Cuando te desarman la estructura no te podés quedar. Después, hicimos un proyecto espectacular en Lanús con Nicolás Russo como presidente, que es un adelantado; igual que José Lemme, el de Defensa y Justicia. En el Granate también somos partes del proyecto y pusimos nuestro granito de arena, ya que en el 2012 lo salvamos del descenso cuando casi se iba a la B.

- Fuiste precursor del uso de barbijos en los jugadores en un época distinta a la de ahora. ¿Por qué se dio esa situación?

-Habíamos clasificado con Gimnasia por vez primera a la Copa Libertadores y a la Sudamericana. De esta manera, tocó enfrentarnos a Cobreloa en Chile y a Bolívar en La Paz, en distintos campeonatos. Entonces, como ninguno de mis jugadores había jugado en la altura, les conté que les iba a faltar el aire y que se podrían marear. De esta manera, agarramos unos barbijos y se los pusimos. Pero éstos no eran como los de ahora, sino más cerrados, que no te dejaban respirar. Ellos se los sacaban porque se ahogaban. Pero tenían que regular un poco el aire que había. Así qué practicamos como 10 días con los barbijos puestos.

-Tuviste que manejar jugadores con mucha personalidad como, por ejemplo, los hermanos Barros Schelotto. ¿Cómo se hace para tratar con los egos de esos jugadores consagrados?

En cada lado que estuvimos manejamos jugadores con mucha personalidad. En Gimnasia había futbolistas más bravos que los hermanos Gustavo y Guillermo Barros Schelotto. Eran muy profesionales, te diría que al 100 por ciento. Llegaban un hora antes y se iban dos después. Son de carácter fuerte y no les podías decir cualquier cosa. Entonces, tenías que trabajar y trabajar. Pero, por ejemplo, Sergio Dopazo, Hernán Ortiz, Pedro Morán o el Chaucha Bianco eran más difíciles de manejar y con mucha personalidad, iban al frente como locos. Y debías convencerlos, trabajar con ellos a la par.

-¿Fuiste sparring de la selección argentina en México 1986?

-Manejé un grupo que fue sparring de la selección argentina en México 1986, que era un equipo de Renato Cesarini. Fue espectacular. En una práctica, Diego Maradona tuvo un dedo inflamado y jugó. No quería quedarse afuera del fútbol reducido. No se podía calzar. Pero Bilardo paró el equipo y le dio la pechera al Diez. Del otro lado, formamos un once con pibes que después iban a marcar historia en el seleccionado. Uno de ellos se sacó las zapatillas para no hacerle daño y era Roberto Sensini. Después, lo citaron para los juveniles. Recuerdo que el Narigón era un adelantado.

-¿En qué sentido?

-En la manera de ver el fútbol. Igual que César Luis Menotti. En su época, Carlos y el Flaco eran considerados los mejores del mundo, como decir que hoy son Guardiola o Klopp, los mejores de Europa. Tanto César como Bilardo se actualizaron rápidamente en la tecnología viajando a Europa, porque en nuestro país no había llegado nada de eso. No había teléfonos ni celulares. Entonces, para filmar debías tener una filmadores, para grabar una grabadora, sí o sí y no había facilidad para adquirir información como ahora. Por eso motivo, eran unos adelantados. Tenían pilas y pilas de cassettes.

-Como ex Gimnasia, ¿en su momento, estuviste de acuerdo con la llegada de Maradona como entrenador?

-Todo lo que hizo Maradona estuvo bien. No puedo prejuzgarlo. Donde él iba seguía el éxito. Lo desconocido lo hacía conocido. Le hablaba de igual a igual a un rey. Fue una persona que siempre decía la verdad y con el cual uno se sentía identificado. A mí me cuesta mucho que me respeten en el fútbol porque si no dirigís en River o Boca no existís. Hay muchos programas de River y Boca que duran 70 horas. Un tipo como Diego que vino de donde vino y que haya logrado lo que logró es para ponerse un sombrero. A nosotros en el exterior nos conocen por Maradona o Messi, y por el Papa Francisco; no por un cohete que mandamos a la luna.

-¿Te queda alguna cuenta pendiente como entrenador?

-No quiero que parezca soberbio lo que voy a decir, pero ya trabajar con mi hijo en mi cuerpo técnico en el fútbol me hace el tipo más feliz del mundo. Mira que jugué seis meses en la selección argentina con Mario Kempes, Ricardo Bochini, Daniel Bertoni, Marcelo Trobianni, Alberto Tarantini, Alejandro Sabella, quienes eran mis compañeros en Estancia Chica cuando el entrenador era Omar Sívori en la Mayor en 1973. Además, salí campeón con Central Córdoba de Rosario, con Gimnasia Esgrima La Plata, Huancayo peruano y sentí la misma alegría que pudo haber sentido Alex Ferguson en el Manchester United, así que más no puedo pedir.

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