Jugó con Bochini y Maradona, Bilardo lo citó a la Selección e iba a las prácticas en helicóptero: Pedro Magallanes, el futbolista de los momentos clave

Surgió en Independiente, donde ganó aquella histórica final ante Talleres y vivió en Argentinos el auge del primer Maradona, con quien festejó el pase a Boca metiéndose al mar con 10 grados. El Doctor lo llamó en su primera convocatoria y fue el preferido de Amalia Fortabat en Loma Negra

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 Pedro Magallanes en Independiente
Pedro Magallanes en Independiente en 1979

El fútbol, en su incesante peregrinaje por todas las latitudes, nunca se cansa de cruzar sus caminos con los de la vida de los protagonistas, produciendo personajes interesantes. Uno de ellos es Pedro Remigio Magallanes, quien jamás habrá imaginado allá en su Chaco natal, que estaría presente en momentos vibrantes y legendarios del fútbol argentino y que en la actualidad llevaría 35 años viviendo en Estados Unidos.

“Pasé mi infancia en Resistencia, donde nunca me faltó un plato de comida, pero la realidad era brava. Con mi hermano vivíamos con una abuela, porque mi mamá se había ido a Buenos Aires a ganarse la vida como empleada doméstica. Arranqué jugando al fútbol en la escuela y como me vieron condiciones, me llevaron a Chaco For Ever. A los 13 me hicieron un contacto con Pancho Sá, que ya estaba en la primera de Independiente y entonces viajé con todas las ilusiones porque era fanático del Rojo, a pesar que toda mi familia era de River. Me probó Pipo Ferreiro, quien fue una de las personas más importantes en mi vida. Me mandó a cambiar, pero yo no tenía ni pantalones (risas), apenas había llevado un short de baño, y por eso al verme, dijo: “¿Chaqueño: usted vino a jugar al fútbol o a nadar?” (risas). Me fue bien, porque enseguida me sacó de la práctica para que fuera a la sede a firmar. Hice las inferiores y fue el propio Ferreiro quien me hizo debutar en primera en 1974. En ese momento los titulares estaban disputando la Libertadores y los pibes enfrentamos a San Lorenzo de Mar del Plata como visitantes. Estaba en el banco y en la segunda pelota que toqué, convertí el gol del empate”.

Independiente mantuvo su inalterable costumbre de ganar la Copa y cuando los mayores regresaron al torneo local, los pibes hicieron lo propio con las inferiores. Magallanes esperó con paciencia tener una nueva chance, disfrutando de un club modelo: “Era un lujo estar allí, porque la institución era maravillosa, tuve a los dos mejores dirigentes de mi carrera: Julio Grondona y Pedro Iso. De a poco me fui insertando en el plantel, en el ‘77 ya alternaba con los titulares y a partir del Nacional tuve continuidad, dentro de un equipo lleno de líderes, como Trossero, Galván, Larrosa o Villaverde. La final que le ganamos a Talleres fue una cosa increíble, porque ellos tenían un gran cuadro. Desde que pisamos Córdoba, veíamos que la ciudad estaba empapelada con los colores de ellos, porque todos pensaban que ya eran campeones, olvidándose de que enfrente estaba Independiente. El árbitro tuvo una mala actuación, cobrando un gol con la mano de Bocanelli, quedamos 1-2 abajo y allí fue un escándalo, porque nos expulsaron tres jugadores. Ahí llegó la jugada magistral de Pastoriza, porque tuvo la cabeza fría dentro de un campo de juego que parecía Vietnam (risas). No me voy a olvidar de que el Bocha se quería ir de la cancha y Pagnanini lo paró. El Pato nos sacó a los dos punteros (Brítez y yo) y metió un medio ofensivo (Biondi) y un delantero (Bertoni), con el claro mensaje de ir a ganar. Y Bochini metió un golazo para el título en una noche gloriosa. No me quiero olvidar de la gente de Córdoba, que nos aplaudió en la vuelta olímpica y que cuando volvimos al hotel, nos fuimos a tomar un café con el Beto Outes y el Bocha frente a una plaza céntrica y las personas que pasaban en plena madrugada nos reconocían y pedían autógrafos, mientras lloraban por el dolor de la derrota. Es algo que no va a volver a pasar en los próximos 1.000 años”.

Pedro Magallanes con Bochini en
Pedro Magallanes con Bochini en 1978

A medidos del ‘80, tras una campaña irregular en el torneo local, soplaron aires de renovación en Independiente y uno de los involucrados fue Magallanes: “Yo no me quería ir, pero surgió una posibilidad de la transferencia a Argentinos Juniors, por el pase de José Luis Petti y Ricardo Giusti. No lo pensé dos veces, porque era la chance de jugar al lado del Pelusa, que ya estaba haciendo cosas grandiosas. Tuve el honor de haber sido compañero de dos monstruos increíbles como Maradona y Bochini, con la enorme tranquilidad de que con ellos entrábamos a la cancha ganando 1-0. Siempre digo que aquella fue la mejor época de Diego, porque gambeteaba a la cantidad de rivales que se le ocurriese y por eso llenábamos cualquier cancha, ya que lo iban a ver hinchas de todos los clubes. Lo primero que me llamó la atención fue verlo en las prácticas con los botines desatados, cosa que hasta el día de hoy es un misterio para mí. Hicimos giras por Colombia, México, Estados Unidos por el imán que generaba un pibe que jugaba como en el potrero. Él no la perdía nunca, porque cuando no se la podían sacar, le hacían una falta y la pelota siempre era nuestra. Teníamos equipo para ser campeones en el Nacional del ‘80, pero el genio se fue a la Selección y era irremplazable. Con él viví muchas historias, pero hay una increíble en la cancha de Unión, cuando me metió un pelotazo en profundidad de casi 50 metros, corrí apareado por Bottaniz, llegué primero, pero me empujó, con tanta mala suerte que me caí en el foso de la cancha, que estaba lleno de musgo y por eso salí con toda la melena verde (risas)”.

Además de las vivencias dentro de la cancha, Pedro también tuvo muchas con Diego fuera de los campos de juego, por la amistad que se había generados entre ellos: “Una tarde de febrero del ‘81 estábamos en la habitación del hotel Iruña de Mar del Plata esperando porque esa noche enfrentábamos a la selección de Hungría por el torneo de verano y de pronto ingresó Jorge Cyterszpiler, que era su representante, para confirmarle que se había hecho el pase a Boca. Diego tenía una felicidad inmensa y empezamos con abrazos, gritos y festejos, porque también estaban el Negro Carrizo y Tabita García. Para festejar se le ocurrió que nos fuéramos a meter en el mar, con el detalle de que era un día nublado y frío, con unos 10 grados más o menos. Nos quedamos dos segundos en el agua porque nos congelábamos (risas). Tenía varias fotos con él, sobre todo en su quinta de Moreno, pero ninguna como jugadores, entonces le dije: “Esta noche nos sacamos una porque vos ya te vas”. Cuando salimos al césped, agarró una pelota y me la dio: “Pedro: en la foto tenela vos, porque cuando empieza el partido, la agarro yo” (risas). Lo conocí mucho: era un pibe espectacular, con un corazón inmenso y muy familiero”.

En un increíble contraste, en apenas seis meses, el mundo de Argentinos Juniors pasó de los días felices de disfrutar de luchar los campeonatos con la magia de Maradona a pelear por no descender, con el astro vistiendo la camiseta de Boca. Aquel certamen del ‘81 arrancó mal y casi termina de la peor manera, con Magallanes como protagonista en las dos jugadas claves de la jornada final

Foto con Maradona el día
Foto con Maradona el día que Diego se enteró que pasaba a Boca

“Llegamos a la última fecha mano a mano con San Lorenzo, pero nosotros un punto abajo y por eso les teníamos que ganar sí o sí. Yo no era de bajar en los córners, pero el técnico me había pedido que ese día si lo hiciera para marcar a Osvaldo Rinaldi. Iban pocos minutos y en un tiro de esquina para ellos, salté, él me empujó, abrí los brazos y la pelota me dio en la mano. Espósito dio penal y me quería morir, por suerte Mario Alles se le atajó a Delgado y la cosa siguió 0 a 0, hasta que en un contragolpe, corrí una pelota junto con el Hueso Glaría, que era bravo y te cortaba los cuádriceps (risas), y me le metí en diagonal, me tocó y fue penal para nosotros. Yo era el encargado, pero cuando me levanté lo vi al Loco Salinas con la pelota bajo el brazo y le dije: “Lo llegás a errar y nos matan a todos”. Me miró y respondió: “Un tucumano no erra penales”. Lo metió y arrancamos a sufrir porque nos pelotearon sin parar. Ganamos 1-0 y nos salvamos, por eso quiero tanto esa foto que nos sacaron junto al Loco y Puchero Varacka, que era el técnico, donde se me ve con una cruz de cinta en el pecho, porque soy muy creyente”.

Más allá de la incertidumbre que atravesó Argentinos Juniors a lo largo del torneo para mantener la categoría, tuvo algunos hombres que rindieron en buen nivel y Magallanes fue uno de ellos. Pretendido por varios clubes, finalmente recaló en Rosario Central por escasos seis meses para luego pasar a Loma Negra, donde vivió de adentro aquel particular emprendimiento deportivo de Amalia Lacroze de Fortabat. Estando en el cuadro de Olavarría, le llegó la citación de su carrera para la Selección, en la primera lista que presentó Carlos Bilardo en marzo del ‘83, quizás por cumplir uno de los preceptos fundamentales del Narigón, que era ser un futbolista polifuncional

“Va a sonar poco modesto, pero mi sentimiento íntimo es que merecí estar en plantel que fue a España ‘82. La convocatoria no me tomó por sorpresa, porque mi técnico en ese momento era Roberto Saporiti, un fenómeno, que tenía contacto con Bilardo. Se dio una situación especial con los entrenamientos que eran de lunes a jueves en el predio del sindicato del seguro en Ezeiza y yo vivía en Olavarría. Cuando la señora de Fortabat se enteró que un jugador de su club estaba en la Selección, me dio su helicóptero para que pudiese viajar todas las semanas. Los muchachos me decían Oaky, por el personaje de la serie Hijitus que tenía un padre multimillonario (risas), Aterrizaba en Palomar y de ahí en una limusina me llevaban a la práctica. Tuve la mala suerte de que al poco tiempo me desgarré en una práctica y estuve tres meses hasta poder curarme, al punto que me tuvieron que operar. Lamentablemente no pude jugar ningún partido”.

El protagonismo de Pedro Magallanes en momentos icónicos del fútbol argentino de aquellos años es sorprendente. Y ese 1983 sería una muestra más, al estar en el equipo de Racing que se fue al descenso: “Siempre me consideré un tipo coherente, pero en esa ocasión, el dinero me llevó a equivocarme. Yo era uno de los ídolos del nieto de la señora de Fortabat que era fanático de Racing y fue el que le insistió a ella para que me comprara y luego para que fuera a préstamo a La Academia. Yo tenía todo listo para ir junto a Mario Husillos de Loma Negra a San Lorenzo, pero este muchacho presionó y cuando supo cuánto me iba a pagar el Ciclón, me dio el doble para ir a Racing. Me equivoqué al priorizar lo económico, porque el equipo ya venía mal del año anterior con grandes chances descender. Mantuve un buen nivel, hice goles, pero la cosa estaba complicada y lamentablemente se perdió la categoría”.

Pedro Magallanes en Miami, ciudad
Pedro Magallanes en Miami, ciudad en la que vive hace más de dos décadas

Los dirigentes de La Academia querían tenerlo en el grupo para iniciar el camino de regreso a primera, pero Magallanes optó por volver a Loma Negra, que solo disputaba el torneo regional, hasta que llegó la oportunidad de estar otra vez en la máxima categoría: “La Pepona Reinaldi había sido compañero mío el año anterior, estaba en Talleres y fue importante para que se hiciese el pase. Era un club que me interesaba porque era protagonista con un estilo de juego definido, con otro monstruo como José Daniel Valencia, un crack absoluto. Fueron tres años muy buenos, que me dejaron lindos recuerdos”.

A mediados del ‘87 llegó el punto final, no solo de la trayectoria en el cuadro cordobés, sino en el fútbol argentino. Había llegado el momento de continuar en otro destino, que por aquel momento estaba lejos de constituirse en un polo de atracción: “Yo pertenecía al grupo que se juntaba en el banco donde trabajaba Guillermo Cóppola, un tipo excepcional. Un día se apareció Cacho Córdoba, que había estado con Diego en Boca y en ese momento jugaba en Estados Unidos, el indoor soccer bajo techo, que era un furor. Me lo comentó y me convenció, porque siempre tuve la idea de vivir en este país, desde que fui con Independiente a varias giras y quedé impactado por Los Ángeles y Nueva York. También estuve en Canadá, en su Liga Profesional, donde tuve ocasión de vivir en Toronto, una ciudad hermosa, pero tremenda en invierno. Marcelo Carrera, un argentino que pasó por Independiente, estaba en Florida y me llamó: “Pedro: venite para acá que a vos te gusta la playa, es el lugar ideal”. Tuvo razón, porque fui una semana para ver cómo era y me quedé hasta el día de hoy, más de 30 años después”.

Desde un sitio privilegiado pudo observar el avance de este deporte en los Estados Unidos, desde aquellos tiempos casi experimentales hasta esta Major League Soccer, que se ha convertido en un éxito: “Una vez que me retiré fui entrenador de los Striker de Florida, luego fui manager en el Miami Fusion, porque nunca me gustó demasiado la dirección técnica, siempre me aboqué más a lo que es la formación, ayudar a los chicos, porque a esa edad en Resistencia la pasé mal y jamás me olvidé de mis orígenes, por eso soy plenamente feliz entrenando a los pibes, fomentándoles el anhelo de llegar a ser profesionales”.

Y se lo nota realmente contento a Pedro Magallanes, describiendo con pasión el trabajo diario en el medio de los sueños de los jóvenes. Haciendo un permanente viaje al pasado, para reencontrarse con él mismo en las horas difíciles. Cuando, quizás, las ganas de ser futbolista eran una tabla de salvación en el medio de un mar de privaciones. Seguramente nunca pensó que iba a ser protagonista de tantas historias en momentos claves de nuestro fútbol, que ahora disfruta lejos de su tierra, pero con los sentimientos intactos.

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