Uno de los grandes capítulos de la trayectoria de Oscar Ruggeri como profesional fue su inesperado pase de Boca Juniors a River Plate. Y aquella decisión todavía le sigue generando repercusiones. De hecho, ayer, Roberto Passucci, ex compañero en el Xeneize, lo atacó: “A los traidores, ni olvido ni perdón. Imposible tomar un café con él. Si te sacás la camiseta de Boca y te ponés la de River conmigo no tomás un café”.
El Cabezón relató en primera persona una vez más el trasfondo detrás de las negociaciones, con amenazas por parte de la barra. En su participación en el programa ESPN F90, rememoró los momentos previos a que su representante le acercara la propuesta de pasar al Millonario.
El ex defensor central contó cómo eran las apretadas que sufrió por parte de los violentos del Xeneize. “Reunión. Nos arrinconaron en un lugar que no tenía salida ni para la ventana ni puerta. Con los revólveres arrancaban: ‘Hoy les venimos a hablar. Mañana a las seis de la tarde, no se habla más’. Eran unos pistolones gigantes. Peleábamos el campeonato con Ferro y nos había alcanzado. No sé si perdimos con Sarmiento, no me acuerdo bien. Al otro día jugamos con Estudiantes, le dan la pelota a Perotti e hizo el gol. Ganamos 1-0. Salimos campeones después”, reveló.
Y agregó, realizando un paralelismo con el presente: “Para mí hoy no se meten con los jugadores. El negocio para ellos pasa por otro lado. Antes nos venían a pedir una camiseta o plata para viajar, para un micro”.
Corría el año 1984 y la crisis financiera en la que se encontraba hundido Boca parecía irremediable. Esto provocó una deuda importante con su plantel y los jugadores decidieron entrar en huelga, reclamando las soluciones pertinentes. Fue ahí que uno de los protagonistas fundamentales para destrabar este conflicto fue Guillermo Coppola, quien por entonces ya trabajaba con varias estrellas de Primera División y ofició de mediador en el famoso trueque entre el Xeneize y River Plate: Ruggeri y Gareca por Tapia y Olarticoechea.
Ya con la oferta sobre la mesa, Ruggeri necesitaba jugar una cantidad de encuentros para poder tener la ficha en su poder. “Me comí dos años jugando por el 20%, puteándome con los míos. Yo tenía la obligación de jugar para quedar libre. Me puteaban ellos, qué mandados. En un patrullero iba a jugar de local. Todos sabían que me iba, que no había arreglo”, explicó.
Además, aprovechó para contar cómo fueron las gestiones: “Santilli llama a Guillermo, él era el gerente del Banco Federal. Nos llama y nos dice: ‘Está esta propuesta’. Y yo dije que me encantaba. ‘Yo me voy’. En River me recibieron bien, excepto Gorosito. Era un pibito, el Beto Alonso un crack. Ahí arriba, este sí que es ídolo groso. El más grande de todos para mí. Nos abrió la puerta, nos dio la bienvenida y pasamos de todo azul y amarillo a blanco y rojo. Pipo al tiempo nos habló, compartíamos habitación en el Monumental. No nos quería al principio, no podía entender que nosotros estemos ahí”.
Para cerrar, recordó una anécdota de cuando llegó al Logroñés de España y confundió a un compañero con un integrante del cuerpo técnico. “Yo no conocía a nadie. Había ascendido y yo llegaba de River. Se sienta al lado mío uno de anteojitos y yo me pongo a hablar. Toda la pinta del profe (preparador físico) tenía. Lopito, ¿te acordás? Me voy a poner a hablar de qué íbamos a hacer de físico y era el cuatro del equipo. ¡No veía nada! Tenía un culo de botella así. Bien, físicamente te mataba”, concluyó entre las risas de sus compañeros.
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