El descarnado relato del maltrato físico y psicológico que sufrió el tenista argentino Machi González por parte de su ex entrenador

Uno de los mejores doblista argentinos padeció bajo la tutela de Raúl Pérez Roldán y contó su calvario por primera vez y al detalle: pelotazos, insultos y un acuerdo económico leonino: “Me decía ‘vos sos un perro con raqueta’”

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Machi, de 38 años, es parte del equipo argentino de Copa Davis (REUTERS/Asanka Brendon Ratnayake)
Machi, de 38 años, es parte del equipo argentino de Copa Davis (REUTERS/Asanka Brendon Ratnayake)

Los relatos de maltrato físico y psicológico de Raúl Pérez Roldán se acumulan … “pero el de Machi es muy pesado, tal vez, uno de las peores”, dijo un entrenador que conoce muy bien las historias de quienes pasaron o surgieron de Tandil. Recuerdos que Máximo González no había hecho públicos hasta este momento, en que su testimonio surgió espontáneo y casi liberador en la entrevista que le concedió al Podcast 3iGuales.

Una historia de persecución, de maltrato, vívido de agresiones, de escenas compatibles con la servidumbre y con un complejo entramado financiero y económico que ejecutó Pérez Roldán con más de un jugador, que le permitía hacerse de un dinero mensual o de un rescate que exigía ante la angustia del jugador, como lo relató el tandilense, uno de los mejores doblistas del mundo, en la actualidad.

“El trato de Raúl no era tan malo al principio, pero por momentos lo pasé muy mal, porque mientras iba ganando en los torneos, la cosa estaba bien, pero si perdía me decía que era un burro. Nunca me pegó con su mano, pero un día, después de un partido, me agarró del frente de la remera (hace el gesto a la altura del cuello) y fue como medio feo. Lo que pasó fue que estaba jugando un Future en La Martona y él me hablaba y me hablaba y, en un momento, le dije que se callara. Cuando terminó el partido me vino a buscar y me agarró de la remera, pero yo lo saqué con mi brazo y eso fue algo violento fuera de la cancha. A mí no me llegó a hacer cosas como las que escuché o como las que contó Guillermo (Pérez Roldán, hijo), Raúl tenía un trato de mucha presión psicológica, te comía la cabeza”, extraía de su memoria Máximo.

Sin embargo, las agresiones físicas se manifestaron de otro modo, con raquetazos y pelotazos sobre ese joven que corría una y otra pelota como si fuera cualquiera de los mejores sueños a alcanzar. “Estábamos entrenando y siento que me grita ‘¡movete!’ Yo me doy vuelta, miro y veo pasar su raqueta por al lado de mi cabeza (y la gira, como imitando el movimiento que tuvo que hacer para esquivarla). Otro día me dijo que no me estaba moviendo y me empezó a tirar pelotazos hacia las piernas, para pegarme en los gemelos. Me los dejó doliendo, me mataban los gemelos, y me tenía que empezar a mover, aunque sea medio rengo. De éstas fueron varias, muchas veces.”

La capacidad de coacción del formador de talentos sobrepasaba lo físico, para llegar a trabajar sobre la mente del jugador, de modo despectivo y casi menospreciando sus capacidades. “Me acuerdo que Raúl me decía: ‘vos sos un perro’. Así me decía”, detalló Machi tratando de evitar cualquier tipo de incredulidad sobre sus dichos. Para ser más específico, casi como apostando a quitarse ese peso guardado durante tanto tiempo, buscó ser más preciso: “Un día se puso a hablarme sobre mi futuro en el tenis y me dijo: ‘Vos sos un perro con raqueta, pero podés llegar a estar entre los 200 o 300 del mundo. Vas a vivir del tenis, vas a ser profe, a jugar Interclubes o torneos por plata, pero vas a vivir del tenis, porque podés llegar a estar entre los 200 o 300 del mundo, pero eso sos, un perro’”,

Eran palabras de un entrenador a su pupilo, que no había cumplido 20 años aún. Frases que eran escuchadas y de difícil asimilación para el joven tenista que alcanzaba a reconocer casi con vergüenza: “¿Que cómo me sentía cuando me decía todo eso? Y, me sentía así, un perro”.

Un manejo psicológico de presión, humillante y desconsiderado que dejaba una huella cotidiana: “Era un maltrato psicológico muy feo. Yo lloraba por las noches. Noches y noches llorando”.

Pero Raúl no se conformaba con que le pagaran los gastos y que sus amigos no pusieran el dinero prometido como sponsors para afrontar las necesidades del jugador, o tal vez sí lo hacían y él le daba otro destino, sino que también lo llevaba hasta casi la servidumbre. Al estilo de Gran Hermano, cada movimiento que hacía Machi era observado por Pérez Roldán, nada quedaba fuera de su radar. “Todo el tiempo era estar nervioso -relataba el tenista-, porque si yo me levantaba, él me preguntaba qué iba a hacer. Si yo le respondía que me iba a sentar a ver televisión, me decía: ‘¿Por qué no agarrás un libro?’ Si me iba a tirar un segundo en la cama me lanzaba un ‘¿no tenés algo más constructivo para hacer?’ Era estar todo el tiempo con la sensación de estar siendo vigilado, por eso, yo pensaba en algo en lo que él pudiera estar pensando, para hacer algo por lo que no me dijera nada. Todo el tiempo era así, te presionaba, te perseguía psicológicamente”, manifestaba con cierto malestar Máximo, quien también recordaba que cuando tenía 17 o 18 años le tenía que cocinar, limpiar y servir a su entrenador, en algo que consideraba abusivo, pero de lo que no sabía cómo escapar. “Comiendo con Raúl, mano a mano, en un departamentito que alquilábamos, yo era el que cocinaba y terminaba lavando las cosas, haciendo todo para él. Además, nunca se podía comer relajado. Era sentarme en un entorno siempre nervioso, nunca relajado. Y eso que yo ya lo agarré en un momento más tranquilo que cuando él estaba con sus hijos, pero había un chico de Mendoza que jugaba muy bien, Luis Moreschi, que estaba N°1 en 15 años y que también hizo el mismo contrato de sponsoreo y fuimos juntos a Francia, pero él dejó de jugar al tenis, no se bancó ese maltrato. O sea, si yo no encontraba este ángel, esta familia amiga en Francia, yo también hubiese largado y estaría dando clases”.

La presión y el manejo de Pérez Roldán excedían el trato sólo con el jugador y alcanzaron a la familia, lo que generó problemas en la relación padre-hijo. “Las únicas dos que peleas que tuve con mi viejo (Juan Carlos) fueron por culpa de Raúl -cuenta Machi-. Yo iba a entrenar, tendría 17 o 18 años, y si Raúl se enteraba de que yo había salido el fin de semana, como cualquier otro chico de mi edad, lo llamaba a mi papá y le decía que no me estaba moviendo en los entrenamientos y que era porque yo salía. Entonces, a mi papá le agarraba la locura y, por cómo era mi viejo, dejaba de hablarme por una semana. La segunda vez, también, le había llenado la cabeza y mi viejo pasó dos semanas sin hablarme. No había pelea ni nada, simplemente era dejar de hablarme. Todo por culpa de Raúl, que lo llamaba a la oficina y le decía que yo no era un irresponsable, que no entrenaba, que estaba perdiendo el tiempo, y era muy difícil para mí hablar con mi papá y decirle, explicarle, que no era así. Recién se lo pude decir cuando estaba en Francia y lo llamé para decirle que me volvía, ahí él me escuchó y me dijo: ‘Vamos, yo te apoyo. Vamos a hablar y vamos a salir de ésta’. Fue la única vez que pude hablar con mi papá de esto, sin decirle todo”.

La relación con Raúl Pérez Roldán había comenzado cuando Máximo se encontraba en Buenos Aires, para entrenar y competir, y viviendo en casa de su tía, para abaratar costos. “Mi viejo me llamó y me dijo que estaba con Raúl y que él tenía un sponsor para mí, que volviera a Tandil para conversarlo. Yo lo dudé mucho, porque ya conocía el currículum de Raúl por parte de Zabala (Mariano Zabaleta). Yo ya hablaba más con Mariano y ya sabía lo que había pasado con él. Pero, mi viejo me dijo que no me podía bancar la carrera: ‘Si es por mí, no vas a poder salir de Buenos Aires. O agarrás esto o tenés que volver a Buenos Aires y te lo tenés que bancar solo’. Ahí lo decido y voy a hablar con Raúl. Me convenció de que todo estaría muy bien y estuvimos 3 años y medio juntos”.

Guillermo Pérez Roldán también había padecido maltrato por parte de su padre y entrenador. Varios de los tenistas que pasaron por sus manos denunciaron situaciones similares (@perezroldantenis)
Guillermo Pérez Roldán también había padecido maltrato por parte de su padre y entrenador. Varios de los tenistas que pasaron por sus manos denunciaron situaciones similares (@perezroldantenis)

A los padres de Machi González les había costado sostener la carrera de su hijo y debieron resignarse a las propias limitaciones económicas. Su padre Juan Carlos, transportista en Tandil, hacía malabares con el presupuesto de la casa, mientras su hijo se destacaba en el tenis como el N°1 en categorías de menores. A pesar de eso, las distancias les ponían un límite a sus sueños. “Cuando tenía 15 años, venía de ganar un torneo importante y debía ir a competir a Salta y mi papá me dijo que no tenía plata para pagarme el micro. Lloré muchísimo”, recordaba Machi. Posteriormente, se trasladó a Buenos Aires en donde intentaría probar suerte, pero sin poder salir del país, por falta de recursos.

El contrato que habían firmado padre e hijo establecía una inversión económica a modo de sponsorización realizada por dos amigos de Pérez Roldán, con la cual sustentaban los gastos del jugador, quien quedaba obligado a una devolución porcentual de los premios obtenidos, y otros condicionamientos, en un futuro.

En esos años, Raúl lo llevó a jugar a Francia y se pasaba 6 meses compitiendo en ese país, alternando torneos privados por dinero y certámenes Futures (de iniciación profesional) de ITF. “Como los que ponían la ‘guita’ eran sus amigos, en realidad, Raúl no quería que corrieran con esos gastos. Por eso me llevó a jugar a Francia en los torneos privados. Yo venía muy bien, y con el dinero que ganaba viajábamos a jugar los Futures, para sumar puntos en ATP. Pero si yo no ganaba esos Futures me decía que yo no estaba preparado para jugar torneos de ATP y, entonces, me volvía a llevar a jugar esos torneos por plata”, relató.

González regresaba al país galo a competir en torneos denominados Petit Tournoi o Grand Tournoi, en los que llegaba a jugar hasta dos partidos diarios, y también en Interclubes, en donde consiguió triunfos sobre jugadores que competían a nivel ATP, como Roger Vasselin.

“A mí me iba muy bien en los Interclubes, les ganaba a flacos que competían en el circuito de ATP. Yo estaba jugando muy bien, tenía 18 o 19 años y ganaba buena plata, unos mil euros a la semana, porque jugaba 3 o 4 torneos por semana. Un día me iba a jugar a un lado, cruzaba la calle y jugaba otro y, así, juntaba la plata, pero no puntos. Y Raúl, a esa plata, me la hacía utilizar para pagar los gastos y viajes para jugar los torneos Futures, entonces, en realidad, terminaba siendo yo mi propio sponsor. Yo jugaba y me administraban ellos, sin poner un solo peso”, contaba Machi sobre ese intrincado acuerdo que le habían hecho firmar.

Pérez Roldán lo seguía entreteniendo con la zanahoria por delante y le decía: “Cuando estés listo para jugar ATP, yo te lo voy a decir”. Y Máximo lo seguía intentando. “Si me enteraba de que había un Future a 100 o 200 kilómetros, me tomaba un tren y me iba a jugarlo. Ganaba un partido, hacia segunda ronda y perdía, entonces me decía: ‘¿Ves que no estás listo todavía para ATP?’. Y me hacía ir de vuelta a jugar a Francia, así cada vez, entonces, era todo muy difícil”.

Pero, en 2005, solo y sin compañía, su angustia hizo eclosión en casa de una familia francesa con la que había hecho amistad y en donde lo invitaban a quedarse cuando no estaba acompañado. “Me vieron tan mal que me preguntaron qué sucedía, les conté y ellos me decían que esto no podía ser así. Mi angustia era porque yo estaba cansado de jugar por plata y no en torneos. Entonces, ellos me decían: ‘Andá a arreglar, vos no podés dejar de jugar al tenis, yo te voy a ayudar a conseguir la plata (para terminar con el contrato)”, rememora con emoción por esa familia amiga, pero con tristeza por aquella situación.

En una de las cláusulas del contrato que les habían hecho firmar a los González, se establecía que Pérez Roldán debía ser su entrenador y que, de no ser así, y para culminar con ese contrato, debían abonar 100 mil dólares por cada año de incumplimiento o que Máximo González no debía competir más en el tenis profesional. “Tenía que largar el tenis, era así. Yo estaba 700 del mundo y le avisé a Raúl que no que no viaje, que me volvía. Me quedaban 3 años y medio de contrato, por lo que necesitábamos u$s350.000. Algo parecido le había hecho a Zabala y él tuvo que juntar la plata, o no sé qué. Pero yo no tenía plata para juntar, no tenía ni €2. Me vuelvo a Tandil y voy con mi viejo a juntarme con él y con los sponsors, les dije que arreglábamos algo que se pudiera conseguir o yo largaba el tenis. Terminamos acordando un número, unos 60 mil dólares, de los que se pagaría la mitad y, después, 5 mil durante 6 meses y ahí fue como me pude abrir. Mi familia francesa (como la llama) salió a mi rescate sin contrato, sin nada, porque desde que nos conocimos nos quisimos mucho, nos queremos mucho y lo seguimos haciendo. La verdad es que ese hecho salvó mi vida deportiva.”

En junio de 2005, Machi González sintió que se liberó “de él” (de Raúl, al que poco nombra) y en julio se fue a jugar dos challengers a Brasil, con sólo 500 euros en el bolsillo, “los que me habían quedado de dos torneos que jugué antes de regresar de Francia. Me presenté en las qualies de dos challengers, en donde ya estaba Juan Martín (Del Potro), antes de que ganara en Uruguay. Jugamos el dobles juntos y llegamos a la final. Después me vine a jugar un circuito de siete Features, gané en el Buenos Aires, gano otro, gané 3. Crucé a Chile, gané otro más y de ahí jugué la qualy de la Petrobras y llegué a semifinales. También hice semi en Uruguay y cuartos en Argentina, había empezado el año en el puesto 750 y terminé 180. Sentía que me había liberado”.

El tandilense estaba muy entrenado física y tenísticamente. Acostumbrado a jugar dos partidos todos los días, toda la semana, en el circuito se encontraba jugando cada dos días y con tiempo para descansar, sin tener que estar viajando para seguir compitiendo. “Era un animal, no me cansaba de jugar y sobre cualquier superficie, porque en Francia se juega sobre polvo de ladrillo, pero si llueve te pasan adentro a jugar sobre carpeta”, comenta el hoy destacado doblista.

“Por suerte -continúa-, logré salir de esa zona oscura y pude llegar a jugar challengers que, para mí, era como jugar Roland Garros. Me daban toallas, cambiaban pelotitas, había ballboys, te daban de comer y hotel, después de haber pasado por todo lo que pasé, era una cosa de locos. En ese momento sentí que podía llegar.”

Machi es de la misma ciudad y camada que Pico Mónaco, con quien no sólo compartió los entrenamientos de tenis, sino también los bancos de la misma escuela, lo que generó una amistad que perduró en el tiempo. Ese afecto que nació fuera de la cancha supo ser llevado dentro de ella. “Me ayudó mucho tener a Pico amigo durante toda la infancia, hubo momentos en que me sentía muy igual con él en el tenis. Pero, en aquel entonces, verlo metido entre los 70 me hacía pensar que yo también podría. Me sirvió mucho a tenerlo de referencia, y de amigo, porque él se anotaba en dobles conmigo en los torneos de Grand Slam, porque tenía mejor ranking, para que yo pudiera competir”.

Machi González llegó a estar entre los mejores 60 singlistas del mundo, es uno de los 6 tenistas que más títulos challengers ha ganado en su carrera. Como doblista, es parte del equipo argentino de Copa Davis y, junto al italiano Simone Bolelli, compone una de las mejores parejas del circuito de ATP, en el que consiguió 11 títulos en 15 finales disputadas.

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