Eduardo Tuzzio y Carlos Matheu se pararon delante de él en el vestuario. “¿Qué vas a hacer con la plata?”, lo interrogó uno de los dos centrales a ese pibe que recién daba sus primeros pasos en primera. Brian Nieva cargaba sobre su espalda con el mote de máximo goleador de las inferiores de Independiente, pero ese mundo era completamente nuevo. Haber estado en el banco de suplentes en el triunfo contra Racing le permitió recibir un jugoso premio económico, pero también una lección de vida.
“Era mucha guita”, aclara. Los dos referentes del vestuario se encargaron de hacerle entender con un gesto que el fútbol era un tobogán. Esas sumas aparatosas que circulan por el día a día de un club de primera pueden desaparecer de golpe. “Gracias a mis viejos, guita que yo agarraba, guita que se las daba porque era muy pendejo. La verdad que ahorré. El chabón (Matheu) no tenía necesidad de decirme eso, pero en esas cosas se aprende mucho. Yo con la plata que gané me pude comprar un terreno para poder tener después el departamento donde vivo hoy y un auto. No es que vivo del fútbol, porque tengo que laburar, pero me sirvió para tener donde vivir y un auto”.
El que habla ante Infobae es el pibe que se crió con la presión de ser una estrella en ese ambiente que puede aturdirte. Brian llegó al Rojo en prenovena, creció convirtiéndose en el máximo goleador de las inferiores para esta época, integró el plantel campeón de la Copa Sudamericana 2010 y hasta sumó minutos en la Sudamericana del año siguiente. Malas decisiones, influencias nocivas y la suerte esquiva fueron tal vez las fichas que hicieron el efecto dominó para escribir su destino en este extraño juego que puede pegarte una patada a la cima del mundo o modelarte como un obrero en el Ascenso profundo. Hoy trabaja en la fábrica de pastas familiar en San Francisco Solano, pero no deja de reflexionar sobre su vida como deportista.
“En un momento me di cuenta de que nunca me tendría que haber ido de Independiente. Ojo, si hoy me decís: Brian, ¿qué cambiarías de todo lo que viviste en el fútbol? Yo no cambiaría nada. Son experiencias de vida”, medita con claridad. Nieva sumó más de 100 goles en las divisiones formativas y 25 tantos en su paso por reserva, según las estadísticas del periodista Norberto Cimino.
Los apabullantes números le permitieron tomar la chapa de máximo goleador de las inferiores del Rojo y subir a la primera con ese mote. Nieva habla con “vergüenza” de esto: “Yo creo que lo voy a ser siempre porque ahora un pibe que está en quinta y hace la cantidad de goles que yo hacía, ya lo suben a primera. No puede alcanzar los ciento y pico de goles que tengo yo. El trayecto que tiene para ser goleador de inferiores es mucho más corto al que pasé. Yo hice todas las inferiores, desde prenovena hasta cuarta, y estuve por reserva”. En el club no existen registros precisos sobre este tema desde el profesionalismo en adelante, según clarifica el reconocido historiador Claudio Keblaitis a este medio, por lo que la comparación con otras épocas es imposible. Brian, entonces, es el de mejores estadísticas de la modernidad.
Para esa época, las categorías juveniles más grandes del Rojo se habían convertido en una batalla de goles entre Diego Churín (hoy en Gremio), Nicolás Mazzola (en Instituto de Córdoba), Alexis Blanco (Sports Boy de Perú) y Nieva. Brian se terminó llevando los laureles, pero también la presión de mostrar su capacidad en primera: “Llegué con ese mote de goleador o nueve de área y en realidad nunca fui ese tipo de jugador. Hacía los goles porque jugaba arriba, pero yo era como un media punta. Subí con ese mote y se hace difícil porque la gente te conoce así y en donde no la embocaste en las oportunidades que tuviste, ya como que no les gusta”, revive.
Llegó a primera a fines del 2009 de la mano del Tolo Gallego para ir al banco por primera vez en ese clásico con Racing que le significó un jugoso premio económico. Pero recién debutó un año más tarde con el interinato de Pavoni-Sá. La pelea por el puesto con Gandín, Silvera, Núñez y Parra se tradujo en pocos minutos para él. Su paso profesional por Avellaneda se completó con 16 partidos (6 de titular) y 2 goles en dos temporadas. “Compartí plantel con ellos, que te sirve un montón porque aprendés, pero se hace complicado jugar. Si entrás de titular, sos el primer cambio. Porque no van a sacar a Silvera que en una jugada te puede definir el partido”, reconoce a poco de cumplir 32 años.
El quiebre de su camino en el Rojo se dio con el desembarco de Cristian Díaz como entrenador en reemplazo de Ramón Díaz. El ex lateral comandaba la reserva y Nieva creía que iba a tener minutos, pero quedó relegado. “A los pibes les digo que no se vayan nunca de ese club. ¡Peleala hermano! ¡Que te echen! A mí me pasó que estuve dos años en primera, me bajaron a reserva y se me salió la cadena. Me quise ir. No es que se te sube algo a la cabeza, pero fue mi equivocación mirando para atrás. Yo venía bastante bien, en alza, teniendo rodaje. El que me manejaba a mí me decía todo el tiempo: ‘Nos vamos de Independiente con el pase libre y te pongo en cualquier lado. Vamos a pedir un aumento, hacemos esto o lo otro’”.
Llegó a Los Andes para relanzar su vida deportiva. Debutó con un gol y una asistencia; anotó también al siguiente juego. Pero la montaña rusa agarró la curva descendente repentinamente. Una lesión lo marginó un tiempo, le costó recuperar terreno y para colmo un problema económico del Rojo impidió que siguiera jugando en el club de la B Metropolitana. Fue un pestañeo el que pasó entre el romperredes promesa y el que ahora se estaba armando su propio compilado de jugadas para conseguir club.
“Me armé un CD con mis jugadas de Independiente y Los Andes. El representante que tenía me llenó tanto la cabeza con que me fuera con el pase libre, que yo en ese momento no entendía. Tomé la decisión de armarme un compilado, puse mi número de teléfono y lo subí a Youtube por si perdía el video. Un día estaba en mi casa y me llegó un mensaje de un chileno que me vio por Youtube. No sé cómo llegó, pero me ofreció un par de clubes allá. Terminé cerrando en Santiago Morning”.
Aquel paso por el fútbol chileno fue el quiebre definitivo en su carrera. Arrancó desde atrás, la peleó y logró ganarse un lugar. Pero la dirigencia del club optó por prescindir de sus servicios porque el pase todavía pertenecía al Rojo. Con tres goles en once juegos, volvió al país, quedó libre al tiempo e inició su nueva vida como jugador. Los lujos del fútbol de primera quedaron atrás. Brian se encontró contactando gente del ambiente para conseguir un trabajo y fue un conocido el que le dio una chance. Empezaba la vida del obrero del ascenso.
“Con mi poca experiencia, arreglé todo solo. Independiente no me iba a usar y llegamos a un acuerdo para rescindir. Empecé con mis contactos: ‘che, estoy libre’. A todos... Me acuerdo que Claudio Villalba, un central, me ofreció probarme en Comunicaciones”. El periplo siguió por J.J. Urquiza, Huracán de Goya en Corrientes, Defensores de Villa Ramallo, Pacífico de Mendoza y Atlético Pilares.
“Ya ahí se me esfumó el ‘tengo que volver a primera’. No digo que no pueda pasar, pero en mí era golpe tras golpe para abajo”, reconoce sobre sus sensaciones al firmar en Urquiza, una travesía que se cortó abruptamente tras una secuencia incómoda con la barrabrava en el vestuario. El último registro fue durante 2018 en El Porvenir, con una lesión que lo expulsó definitivamente de las canchas: “Ya estaba con que si seguía jugando o no, pero después aparecía otro club y seguía... Se me terminaba el contrato, estaba charlando con Excursionistas y me rompí los ligamentos. Se empezó a correr la fecha de operación, me fui de peso y dije ya fue, no me opero. Me operé hace tres meses, a cuatro años de romperme”.
“Ya cuando estaba en El Porve me di cuenta de que estaba retirado. Jugaba poco, renegaba por la demora del salario... La cabeza te juega, pensás que tuviste la posibilidad, la viviste, quisiste remontar en algunos clubes y no se te dio. Ya está, ¿hasta cuándo?”. Esa pregunta se respondió sola con la lesión y a las pocas semanas su vida se había transformado definitivamente.
La fábrica de pastas familiar, Don Alfonso, ubicada en Solano, apareció como su nuevo espacio laboral. En cuatro meses, pasó de las canchas de fútbol a la fábrica de pastas. Si bien en sus redes se muestra de vez en cuando ayudando en la fabricación, Brian se sincera: “No meto mano, yo atiendo. Ayudo con algunas pavadas cuando se fabrica, pero el grueso mío es atender. Es una fábrica de pastas que mi viejo agarró hace diez años. Es un trabajo y hay que hacerlo bien: atender a la gente con la mejor cara. Es todo muy rico, muy casero. Sin ánimo de agrandarme, somos los mejores de la zona”.
Un goleador promisorio de un equipo grande cotiza en oro. Brian sabe lo que es tener esa carga en las espaldas. Lejos está de padecer su historia. El reconocido psicólogo Marcelo Roffé puso en cifras el intrincado logro de llegar a primera: entre 1% y el 4% de los futbolistas de inferiores consiguen vivir del fútbol. Entre 1 y 4 de cada 100 pibes. El fútbol es una utopía que Brian pudo lograr. ¿Pero qué pasa con el resto de los juveniles? Nieva se hace una pregunta similar: “Tuve la suerte de que mi familia tiene negocio propio donde puedo laburar. Me pongo en el lugar de los que de un día para el otro no pueden jugar más, ¿qué hacen? ¡Hay que estudiar! Yo estoy viendo si puedo terminar el secundario”.
“No pasa por un tema de gustos el estudio. Es fundamental que tengas otra visión que no sea solamente la del fútbol. Podés jugar 10 años, 15 años... Lo que puedas. Está bárbaro. Pero te retirás a los 35 o 40 años y de un día para el otro ya no ganás la misma guita. Tenes que tener otra visión. Te empezás a preguntar qué hago, de qué laburo, cómo se hace. A mi me pasó con el negocio de mis viejos. Ahora vendo ñoquis, vendo ravioles, pero me pregunté, ¿esto cómo es? Tengo esa historia de estar en un grande y después pasar todo lo que pasé: me gustaría hablar con los pibes, contarles mi experiencia, decirles que estudien... ¡Y decirles que si se tienen que ir de Independiente que sea porque no los quieren más y no por un capricho!”.
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