El plan de la hija de Guillermo Vilas para forjar su propio camino en el tenis: la sorpresa que recibió en Argentina

Andanín estuvo en Buenos Aires junto a su madre y contó cuál es su futuro. La emoción por el encuentro con una raqueta de su padre y qué parte del juego heredó de Willy

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Andanín Vilas tiene 18 años
Andanín Vilas tiene 18 años recién cumplidos, en junio culminará sus estudios en el International School of Monaco y dirime su porvenir entre la competencia y el estudio (Foto @gimenezsole10)

El tránsito por Buenos Aires de la jovencita Andanín Vilas no pasó inadvertido a los ojos del mundo del tenis local. La hija mayor del mejor tenista argentino de la historia regresó al país junto a su madre después de poco más de tres años. Y como ocurre en cada oportunidad en que se nombra o aparece la hija de Guillermo, la pregunta obligada es cuál será su futuro y si ese futuro incluirá al tenis.

Su llegada a la Argentina no fue sorpresiva, la expectativa por la vuelta estuvo siempre latente, en este caso, sirvió para que ella continuara con su entrenamiento deportivo y para aprovechar a realizar diferentes trámites de documentación que estaban pendientes de su llegada. Sin embargo, la estadía será corta, porque el futuro que tiene proyectado Andanín está lejos de la Argentina. Con 18 años recién cumplidos, en junio culminará sus estudios en el International School of Monaco y dirime su porvenir entre la competencia y el estudio, algo a lo que Phiang, su madre, no está dispuesta a resignar.

Phiangphathu Khumueang es una madre muy presente que se puso al frente de la casa ni bien contrajo enlace con Guillermo Vilas, el 16 de mayo de 2005, en la parroquia Nuestra Señora de las Mercedes, en el barrio de Belgrano, para conformar una familia con cuatro hijos: Andanín (18), Intila (10), Ladinlao (11) y Guillermo, de tan sólo 4 años.

Andanín con la raqueta Head
Andanín con la raqueta Head de su padre, que le entregó el periodista Eduardo Puppo (Foto @gimenezsole10)

En 2015, tomaron la decisión de emigrar rumbo a Europa, para terminar estableciendo su residencia en la ciudad de Montecarlo, en donde, como cuenta Andanín, los cuatro hijos debieron acostumbrarse a ser más independientes. Si bien está habituada a los cambios de paisaje, ya que vivió en Buenos Aires, Miami y París, en Mónaco se siente más cómoda. Allí, se encarga de colaborar con sus hermanos y transcurre los días entre los entrenamientos y el estudio. Cada jornada sale de su casa a entrenar, a veces lo hace sola, otras con sus hermanos, en autobús o caminando llega a su club, el Montecarlo Country Club, escenario donde su padre conquistara el título del célebre torneo en dos ocasiones: 1976, al polaco Wojtek Fibak, y 1982, a Ivan Lendl. “Nunca le di demasiada importancia a entrenar allí, porque no me doy cuenta de lo que sucedió”, cuenta con una sonrisa tímida, pero reconoce que le llama la atención ver el nombre de su papá entre las placas de los campeones del certamen.

Andanín busca en su club perfeccionar el juego que le permita competir a un gran nivel, en este deporte que la apasiona. Ese entusiasmo que le supo inculcar desde muy chiquita Guillermo, cuando apenas despegaba unos centímetros del piso. Aún recuerda sus entrenamientos en el por entonces Vilas Club, de Palermo (hoy, Racket Club), donde su padre intentó hacerla jugar con la mano izquierda y pegar revés a una mano, tratando de que ella lograra imitar no sólo sus movimientos, sino también su habilidad con una mano con la que no era diestra. Con el tiempo, Guillermo debió aceptar que su hija era derecha y que el revés no lo pegaba a una mano. Como ella misma relata, por esa misma exigencia y visión del tenis que le dio su padre, adquirió resistencia física y noción estratégica del juego.

De gran relación con su madre, Andanín (cuyo significado en tailandés es La Bella Mar) culminará sus estudios en cinco meses y se dedicará a jugar el circuito femenino durante un año, “porque lo primero que quiero hacer es jugar al tenis”, comenta. El objetivo será intentar obtener buenos resultados que le permitan ingresar a la clasificación de alguno de los torneos de Grand Slam, “en lo posible, Roland Garros, que me queda más cerca de casa”, suelta Andanín. Luego, será tiempo de volver a estudiar, una exigencia de su madre, y por eso aplicó en una universidad española y en dos de los Estados Unidos, en los que pretende estudiar Business, para aplicarlo en actividades ligadas al deporte, y competir representado a la institución.

La idea primaria es instalarse en Mallorca en la Academia que tiene su padre en la isla balear y participar en torneos del Women´s Circuit, para ir escalando posiciones. Este será el reencuentro de Andanín con el tenis competitivo profesional, algo que ya conoció a los 14 años, cuando debutó (24 de febrero de 2018) en el Women´s Circuit de Palmanova, Mallorca, ante la británica Beatrice Kight.

“Tengo algunas cosas de mis dos ídolos”, confiesa la mayor de las hijas de Guillermo, que se reconoce en el juego de Sharapova y en aspectos de su propio padre, de quien heredó lo competitivo y ese ritual de no pisar las líneas de la cancha.

Andanín Vilas con su madre,
Andanín Vilas con su madre, Phiangphathu Khumueang (Crédito: China San Juan)

En sus primeras participaciones, y por la posibilidad de la doble nacionalidad, Andanín comenzó a competir bajo bandera tailandesa, pero eso no era lo que quería y le pidió a sus padres que vieran la posibilidad de modificarlo, para que al lado de su nombre apareciera la bandera argentina. Así comenzaron los pedidos a la Federación Internacional (ITF) que fueron apoyados por la Asociación Argentina de Tenis (AAT), entidad que después de algunos meses consiguió el cambio de nacionalidad en las presentaciones de la joven Vilas.

Esa afinidad y sentimiento, no lo ha perdido hasta hoy. Extraña a sus familiares, amigos, las empanadas, el asado y sigue prefiriendo la comida argentina por sobre la thai y la de cualquier otra nacionalidad. Además, no ha perdido el acento fuerte que caracteriza a los argentinos, “los españoles no me entienden cuando les hablo”, reconoce.

Por eso, aprovechó estos 10 días en Buenos Aires para encontrarse con algunos de sus seres queridos, ver mucho tenis en la cancha que lleva el nombre de su padre y entrenar en el Club Belgrano, donde su presidenta Graciela Marini le abrió las puertas sin restricciones, para que pudiera cumplir con la rutina de entrenamientos junto a Rafael Serpa Guiñazú.

Pero en uno de esos días de entrenamiento y encuentros sociales recibiría la sorpresa más emotiva del viaje. La ex jugadora María Luz Marín y su marido, el periodista y escritor Eduardo Puppo, un matrimonio amigo y de mucha proximidad familiar, le acercaron uno de los elementos destacados de la carrera del Gran Willy, que ellos atesoran entre tantos otros de la historia del ídolo, la raqueta Head Guillermo Vilas.

Andanín la recibió de las manos de Eduardo y fue el instante del emotivo encuentro con aquella legendaria raqueta que utilizara su padre. La tomó entre sus manos, la observó al detalle, como queriendo descubrir retazos de esa historia de hazañas. Luego de ese momento, levantó la cabeza y comenzó a sonreír. “Es que lo primero que se me ocurre es: ¿cómo juego con esto?”, explicaba entre risas.

Lo intentó en la cancha, pero el peso de la raqueta, sus dimensiones, el tamaño del aro y un encordado de larga data, le resultó sumamente difícil poder jugar con normalidad.

Alejada de las presiones que le genera portar el apellido Vilas, Andanín suele compartir entrenamiento en Montecarlo con el hijo mayor de Ivan Ljubicic, Leonardo, y del CEO de la ATP, el italiano Andrea Gaudenzi. Por eso, a pesar de sus jóvenes 18 años, ya tiene un objetivo claro, hacer su propio camino.

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