Hubo una electricidad especial que recorrió el Buenos Aires Lawn Tennis cuando Juan Martín del Potro pegó unos saltos y picó hasta la línea de fondo para empezar el partido. La adrenalina que contagiaban las 4950 personas que le colgaron el cartel de sold out al estadio fueron una fuente de energía. De repente, parecía que su cuerpo no tenía ningún dolor. Invencible. El tandilense corrió, luchó y hasta tuvo tiempo de reírse con su amigo Federico Delbonis a lo largo de los dos sets que duro esta primera ronda. La Torre estuvo siempre de pie físicamente a pesar de esa “pesadilla” que tiene en su rodilla derecha desde hace más de dos años. Pero el temblor emocional que se vivió hizo que su semblante se derrumbe repentinamente con una caricia que llegó desde afuera.
“Disfrutalo Juan”, retumbó en el silencio religioso que dominaba el aire cuando se iba a iniciar el game. La frase pareció salir desde el corazón de la barra personal que lo acompañó. Esos 20 amigos que viajaron en auto a la mañana desde Tandil para alentarlo con bombos, cotillón y remeras diseñadas para la ocasión. Tal vez el mito del tenis reconoció la voz, quizás fue la de un hincha más. Pero lo cierto es que inmediatamente después de esa declaración de principios que bajó de las gradas no pudo seguir. Pasaron más de 2 minutos hasta que pudo recomponerse para iniciar su servicio en el 3-5 del segundo set. Serían sus últimos saques y el llanto de sus ojos pareció anticiparlo. “Es en forma de agradecimiento a todo lo que di en todos estos años. Palabras de cariño que me desean lo mejor y yo lo tomo así. El que me sigue sabe todo el esfuerzo que hice en mi carrera, con las adversidades que tuve y las lesiones. Siempre traté de seguir adelante. Ese legado ojalá que quede marcado para los chicos, que no se frustren cuando las cosas no salen”, reflexionó el tandilense ante estos gritos que lo emocionaron.
La interacción hinchada/jugadores fue constante a lo largo de la hora y 58 minutos que estuvo en cancha desde que cruzó la puerta de acceso al court central hasta que se dio el abrazo final con su madre antes de marcharse al vestuario. Momentos de emoción, gritos de amor y hasta bromas de la gente dirigidas a Delbonis pidiéndole una ayuda para el show. “Gracias por la Davis, Fede”, le reconocieron en varias ocasiones cuando la temperatura parecía elevarse en su contra por aquellos que esperaban que el hombre que ganó el punto clave de la Copa ante Croacia levantara el pie del acelerador. Nobleza obliga: Delbo despidió a Delpo como se merece, jugando cada pelota a pleno y sacando el jugo a sus virtudes. Los drops fueron sus aliados y Juan corrió como no se lo esperaba él ni nadie que lo acompañó en los últimos días. Del otro lado, también hubo algunas pizcas de su poder con ese único ace a favor que superó la barrera de los 220km/h y otros golpes que hicieron explotar el BALTC.
El ex número 3 del mundo decidió concentrar en su departamento del barrio de Palermo ubicado a un puñado de cuadras del estadio y utilizó el transporte oficial del torneo para trasladarse. Llegó alrededor de las cuatro de la tarde y se apoyó en el zurdo doblista ecuatoriano (N°42) Gonzalo Escobar para preparar el partido. Durante las últimas semanas, tras su regreso de Estados Unidos, realizó su rutina deportiva normal como si no se avecinara ningún punto y aparte en su carrera. Se apoyó en Sebastián Prieto como coach y mantuvo una relación a sol y sombra con su kinesiólogo para que la rodilla no lo traicione en su noche soñada. Aquella ya histórica conferencia donde anunció que esto sería más “una despedida que una vuelta” no lo detuvo: apenas terminó se fue a entrenar ese mismo sábado, después de sacarse la mochila de la presión. A partir de las 20.20 de este martes 8 de febrero llegó la hora de la verdad...
Emocionada, mamá Patricia estuvo ahí apostada en una de las sillas preferenciales del estadio bien cerca de la hermana, Julieta, y del amigo del tenista, el Flaco Schiavi –algunos curiosos aseguraron ver además entre su entorno a su nueva novia–. La madre de Delpo hizo una excepción a su férrea condición de no verlo en vivo. Juan Martín está metido en el tenis desde niño, pero las veces que ella dijo presente en una cancha son contadas con los dedos de una mano: lo siguió de cerca cuando la Torre tenía 11 años y ganó en Corrientes un Torneo Nacional, recién reapareció en en la recordada final de Copa Davis en Mar del Plata del 2008 y la última vez fue para la exhibición contra Roger Federer en el Tigre 2012. Hoy fue la única vez que lo vio en un torneo oficial como profesional a nivel singles, justo en un certamen emblemático del que había formado parte apenas una vez en 2006 con 17 años.
No hay una explicación formal, pública u oficial sobre esta determinación de su familia. Seguramente durante sus inicios las ausencias en los torneos estuvieron más bien emparentadas a una cuestión económica. Sin ir más lejos, Julieta –que sí estuvo en un US Open– fue la protagonista de una anécdota cargada de ternura que graficó Delpo ante Infobae tiempo atrás: “En mi casa no sobraba nada. Me acuerdo un día que me iba a Mendoza y ella, que tenía 6 años, me dijo: ‘Voy a romper el chanchito así te podés comprar un alfajor’. Y me dio los seis pesos que tenía...“. Tal vez esta situación se convirtió luego en una especie de tradición para respetar el buen rumbo deportivo de Juan. Aunque aquellos que conocen el escenario marcan que hay un culto fiel al perfil bajo en la familia y que quizás allí radique la raíz del tema.
“Lo importante es lo que se vivió extra tenístico. Esa frutilla del postre para tanto mal que venía pasando con la rodilla. Dejó atrás todos esos malestares. Cuando salí me la crucé a mamá, que era la primera vez que veía un partido mío. Fue un abrazo raro para nosotros porque somos muy perfil bajo, pero muy emotivo”, confesó Juan tras el juego en el Argentina Open sobre Patricia, que dedicó su vida a dar clases de literatura y siempre esquivó los flashes que enfocaron a su famoso hijo. Mamá lo pudo ver en cancha en un momento especial porque a la historia del dolor por el retiro forzado hay que agregarle la muerte de su padre, Daniel, hace un año. “No lo pude hacer con mi padre (que esté presente en cancha) porque falleció. Tenía la ilusión que los dos me vayan a ver jugar y puedan conocer a Federer, Nadal, Djokovic. Mi papá no lo pudo hacer, pero mamá hoy estuvo presente”, agregó conmovido.
Un rato antes, en la primera entrevista en cancha para TyC Sports, las lágrimas deambulaban por su discurso. La voz se entrecortaba. La gente lo frenaba para ovacionarlo. Pero un grito femenino anónimo insistió una y otra vez desde la tribuna: “Sé feliz”. Otra vez Juan se derritió en lágrimas, esta vez adelante del periodista Gonzalo Bonadeo. Fue la segunda ocasión en la que verdaderamente ya no pudo seguir adelante con su actividad: la primera fue durante ese último game y la siguiente ya en medio de su mensaje de despedida ante los micrófonos.
Cuando dejó su último requisito protocolar con la prensa, en la sala de conferencia, un puñado de fanáticos todavía lo esperaba. Le gritaron y Delpo volvió sobre sus pasos para ir a agradecerles en persona el apoyo. A unos metros, también aguardaban por él los “revoltosos de la esquina”, la barra de amigos que tomó fama mundial durante el US Open del 2018 por su incansable aliento y que decidió emprender un viaje desde Tandil bien temprano en varios autos para estar cerca de su amigo. Los abrazó uno por uno y se quedó charlando unos minutos con algunas bromas para las cámaras, pero también con una propuesta real de verse afuera del estadio.
Y cumplió... Juan se fue a cerrar la noche con una cena relajada con algunos de los que desembarcaron en Buenos Aires desde Tandil y llevó un invitado especial a la comida, otro amigo que le dio el deporte: Rolando Schiavi.
Su vida de película necesitaba un ¿último? capítulo acorde a todo lo que vivió. La escena final la escribió espontáneamente: entrando con los brazos en alto a un Lawn Tennis que vendió todos sus tickets como si fuese una definición de Copa Davis. O, tal vez, cuando se agachó para besar la red dejando su vincha como legado. La –difícil– decisión editorial será ahora del director Matías Gey, el hombre que lidera la serie documental que impulsaron dos ex integrantes de la Legión y que se verá en breve por Star+ con esta jornada inolvidable como frutilla del postre... ¿Estará en el Río Open la otra semana? Eso lo resolverá recién en las próximas 48 horas...
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