Ocho historias desconocidas de Diego Maradona con sus hermanos: un regalo de 70.000 dólares y el día que pensaron que se habían ahogado

Pelusa, Hugo y Lalo, los hijos varones del clan Maradona, eligieron el camino del fútbol y protagonizaron un sinfín de anécdotas; muchas de ellas guardadas en la intimidad familiar

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Diego Armando, Hugo y Lalo Maradona, en un amistoso en Granada (EFE)
Diego Armando, Hugo y Lalo Maradona, en un amistoso en Granada (EFE)

El clan Maradona arrancó en Corrientes. En Esquina, más precisamente, un municipio al sudoeste de la provincia, donde se conocieron Chitoro y Dalma Salvadora Franco, quienes en 1955 decidieron abandonar sus tierras para buscar otros horizontes.

De esta manera, viajaron a Buenos Aires para instalarse en Villa Fiorito, más precisamente en la calle Azamor 523. El 30 de octubre de 1960 llegó el primer varón. Ana María, Rita (Kity) y Elsa (Lili) le hicieron un lugar en el cuarto a Diego Armando. Después del Diez, llegaron Raúl (Lalo), Hugo (El Turco), María Rosa (Mary) y Claudia (Cali).

Con el paso del tiempo, los tres hermanos varones se volvieron inseparables. Todos fueron futbolistas. Pero Hugo y Lalo no se acercaron a la trascendencia alcanzada por el Diez.

“El Turco fue un trotamundos como Diego. Vivió una vida muy nómade y solitaria. Hacía lo que quería y a nadie le hacía caso. Un loco lindo. Un tipo bárbaro que peleaba por sus ideales y por lo que creía que estaba bien. Con Pelusa siempre se peleaban porque eran muy parecidos. En cambio, Lalo era el mimado del Diez. Él lo llamaba: ´Lalito, el indefenso´. Lo veía muy frágil, lo apañaba mucho. A Hugo lo veía más fuerte y lo dejaba un poco de lado. Pero cuando fueron creciendo se equipararon las cosas. Lalo ya no era más el pobrecito ni el negrito”, revela un familiar directo, quien es parte del círculo íntimo de los Maradona.

“Cuando charlaban El Turco y Diego se decían de todo. Cada uno defendía su postura. Pero se querían mucho. Se la pasaban peleando cuando hablaban de fútbol, de política y de religión. Ninguno de los dos daba el brazo a torcer ni le daba la razón al otro. Muy cerrados ambos”, agregó esta misma fuente a Infobae.

“Pero se decían todo de frente. Si se tenían que putear, lo hacían. Estuvieron distanciados un tiempo por no estar de acuerdo en varias cosas. Tuvieron mucho roce por pensamientos de la vida y dejaron de llamarse. Encima, Pelusa no llamaba a nadie. Él pretendía que el resto lo hiciera. Aparte, estaba peleado con la tecnología. Era de mandar audios de WhatsApp. En cambio, Lalo es especial y está fuera de todo. No es de discutir ni de contradecir. Hasta hoy, agacha la cabeza y le da para adelante”, sentenció.

La relación afectiva y cercana de los tres varones dejó innumerables historias que merecen ser contadas. Aquí, una selección de ocho que ilustran las personalidades de los hermanos Maradona.

EL PARTIDO POR EL QUE DIEGO LE REGALÓ 70 MIL DÓLARES A LALO

Fue el 26 de agosto de 1996 en Toronto, Canadá. Se jugó un partido entre el Toronto Italia y un equipo de estrellas integrado por jugadores de Ontario. El amistoso se armó para recaudar dinero. Se jugó con 50 mil personas en las gradas. Pelusa jugó de enganche y su hermano Lalo, por izquierda. Vistieron una camiseta azul con pantalón blanco.

Ambos jugaron para el Toronto Italia, que ganó 1 a 0 con un gol olímpico de Pelusa. También, participó uno de sus sobrinos, Diego López Maradona, quien se desarrollaba en el Houston Hodgson de los Estados Unidos.

Por la trascendencia de su persona, Pelusa cobró por participar. Antes del encuentro, le dieron una bolsa con 70 mil dólares que se la regaló a Lalo. Al término del partido, se desbordó de gente el campo de juego para pedirles fotos y autógrafos al astro argentino. A sus 35 años, Diego por primera vez jugaba en Canadá.

A los dos días del amistoso, los hermanos se fueron de vacaciones a Aruba y su sobrino regresó a Houston (EEUU). Diego se encontraba en Canadá porque había contratado a Ben Johnson para su puesta a punto. Luego, lo trajo a la Argentina para continuar con los entrenamientos antes de volver a Boca. De esta manera, bajó 11 kilos y fue la primera vez que Diego se entrenaba con un paracaídas puesto, idea que implementó el jamaiquino.

El Toronto Italia se impuso en el amistoso gracias a un gol olímpico convertido por Diego Maradona

EL DÍA QUE A HUGO LO CONFUNDIERON CON DIEGO

El 19 de septiembre de 1990, el Napoli enfrentó al Ujpest en Budapest, Hungría, por la tercera fecha de la Champions League. Diego Maradona fue titular en la victoria por 3 a 0. En aquel encuentro, el Diez recibió la visita de su hermano Hugo y su sobrino Diego López. Ambos llegaron procedentes de Viena, Austria, donde el Turco se destacaba en el Rapid de Viena. Pero para llegar a ver a la figura del equipo Azzurro tuvieron que atravesar varios inconvenientes.

Tanto Hugo como López se encontraron en la capital austriaca y viajaron a Budapest en auto. Antes tuvieron que sacar la visa húngara para pisar el país vecino. Para eso, se dirigieron a la embajada de Hungría en Austria. Ambos no manejaban el idioma local ni tampoco el dialecto húngaro, por ende, se les complicó expresarse. Pero al presentarse en el lugar y portar el apellido Maradona en sus pasaportes, recibieron el visado correspondiente y viajaron rumbo a Budapest.

Al cruzar las fronteras, se percataron que las gasolineras son diferentes y que para cargar nafta necesitaban portar un embudo, ya que la boca de expendio era mucho más grande. Además, el agujero para insertar la nafta era muy chiquito. Pero les alcanzaba con la gasolina que tenían para ir a ver el partido y visitar a Pelusa. Entonces, fueron y observaron la victoria del Azzurro.

Una vez concluido el juego, el equipo italiano tuvo que volverse rápidamente para Italia. Entonces, tanto Hugo como López decidieron emprender regreso a Viena. Cerca de la 1 AM del 20 de septiembre todas las estaciones de servicios a las que se presentaban estaban cerradas. Cansados de la situación, se tomaron un descanso para beber algo y, de repente, se les acercó un hombre que vio a Hugo y lo confundió con Diego. Le pidió un autógrafo. Pero el Turco le aclaró que era el hermano del astro argentino y al mismo tiempo le preguntó dónde podían cargar nafta. El húngaro le dijo que todo estaba cerrado a esa hora, pero que tenía un amigo que era dueño de una estación de servicio. Lo llamó y éste les pidió que se acercaran a la gasolinera.

Pero la cuestión es que no tenían el embudo para cargar nafta. Entonces, a Hugo se le ocurrió agarrar un diario, hacer un embudo y pasar la gasolina por ahí para poder regresar a la capital austriaca. Cargaron la nafta que pudieron para cruzar las fronteras y llegar a Viena para llenar el tanque.

EL ÚLTIMO ENCUENTRO ENTRE DIEGO Y HUGO

Fue el 30 de octubre de 2019 en Sinaloa, México, donde se festejó el cumpleaños número 59 de Pelusa. Estuvieron Lily, una de las hermanas, con su hija Belén, Hugo con su esposa; y su sobrino López Maradona con sus hijos.

Además, estuvieron invitados su ex pareja, Rocío, su abogado Matías Morla y el boxeador mexicano, Julio Cesar Chávez, quién les regaló unos guantes y una bata de boxeador.

Durante la celebración pasaron videos de personalidades del deporte como Cristiano Ronaldo, Lionel Messi, Ronaldinho, Claudio Caniggia y Ronaldo Nazario. También, políticos como Nicolas Maduro y cantantes como Maluma y Diego El Cigala. Además, Marco Antonio Solís salió por Zoom en vivo y en directo, dado que mantenía una amistad con el cumpleañero.

Fue la última vez que se vieron con El Turco, quien no estaba bien económicamente, por eso Diego le pagó los pasajes a México. Dos meses más tarde, Diego llamó al Turco para decirle: “Ven a pasar fin de año conmigo porque será la última vez que nos veamos”. Pero por un problema de salud que atravesaba Hugo no pudo viajar a Buenos Aires para cerrar el 2019.

DIEGO Y HUGO, EL ALMA DE LAS FIESTAS FAMILIARES

Cuando la familia Maradona se reunía en Buenos Aires para pasar las Fiestas y celebrar distintos cumpleaños el encargado de hacer el asado era Chitoro. La reuniones se celebraban Cantilo 4551, en Villa Devoto, casa donde residían los padres de Diego. Comían en una mesa larga donde se sentaban los familiares, amigos y, después de la cena, venia el postre. Tras la comilona, Diego y el Turco empezaban a golpear la mesa, a cantar canciones de Boca y a bailar. El resto se sumaba porque contagiaban con la alegría del hogar y la pasión que tenían.

Hugo y Diego, en uno de los últimos encuentros (@maradona)
Hugo y Diego, en uno de los últimos encuentros (@maradona)

EL PRESAGIO DE PELUSA EN LA CANCHA DE INDEPENDIENTE

Toda la familia Maradona era de Boca, más allá de la simpatía de Diego por Independiente y Bochini, y su sobrino Diego López, hijo de Ana -la mayor de la pareja de Chitoro y Doña Tota- que simpatizaba por Argentinos Juniors. Su esposo era del Rojo de Avellaneda y el encargado de llevar a Pelusa a la cancha todos los domingos. El Diez se moría de ganas de ver a su ídolo. Y así fue como el 23 de junio de 1976 presenció el cruce entre Independiente 0 - River 1 (Juan José López) por las semifinales de la Copa Libertadores.

Resulta que en el entretiempo se cortó la luz en el Estadio Doble Visera. Diego estaba en la tribuna de socios y se fue hacia el alambrado para observar de cerca el campo de juego. Mientras esperaba el regreso de la luz, se quedó apoyado en la baranda mirando el verde césped. En un momento, llegó su primo López a preguntarle: “¿Qué pasa Diego?”. A lo que Pelusa le respondió: “¿Te imaginás a mí con la 10 adentro de esa cancha?”. Al siguiente año, jugando con Argentinos, le convirtió dos goles al Rojo en Avellaneda.

EL DÍA QUE RAPTARON EN SU AUTO A HUGO, LALO Y SU PRIMO DIEGO LÓPEZ MARADONA

La familia Maradona se reunió en la casa de Doña Tota para cenar. cuando se estaban yendo todos, Diego les preguntó a sus hermanos Lalo y Hugo, y a su sobrino Diego López, si lo acompañaban a llevar a Claudia Villafañe a la casa de sus padres. La intención de los hombres era, una vez que la dejaran en el domicilio, irse de juerga a un boliche.

Eran las 12 cuando llegaron al domicilio de Biarritz 2328. Pelusa estacionó el auto en la puerta. Se bajó para acompañar a su entonces novia, y dentro del auto quedaron Lalo, Hugo, y su sobrino.

En un momento, los tres se bajaron del auto, pero dejaron la música alta. De repente, paró un taxi delante de ellos y bajaron tres hombres encapuchados con revólveres. Les pidieron que se metieran en el BMW 535 de Diego.

En ese instante, uno de los ladrones le solicitó a Lalo que se metiera por la puerta de atrás. éste le respondió que no había puerta trasera. Entonces, intentó levantar el asiento de adelante para ingresar al coche. Al hacerlo, uno de los delincuentes le pegó un culatazo en la cabeza y empezó a sangrar. Sin importar que estuviera lastimado, Lalo se metió en el carro, luego el Turco y tercero Diego López.

Pelusa seguía con Claudia en el departamento de sus suegros. Mientras tanto, en el auto alemán iban los dos hermanos del Diez. uno de sus sobrinos en el asiento trasero, acompañado de un ladrón que les apuntaba con un revolver. Adelante, se ubicaron dos raptores más: uno iba manejando y el otro como acompañante.

Fueron paseados por todo Buenos Aires. Les robaron pulseras, mucho dinero y relojes de primer nivel. Durante cuatro horas, los ladrones amenazaron a los familiares de Pelusa. Les decían: “¿Saben nadar? Porque los vamos a tirar al Riachuelo”. Y, además, querían saber a toda costa quién era el dueño del auto.

Durante el trayecto, Hugo les dijo qué el auto era de su “tío” y que trabajaba como gerente de un banco. Al mismo tiempo, el taxista que llevó a los ladrones hasta Biarritz 2328 comenzó a tocar todos los timbres del edificio para dar con los familiares de las víctimas.

De esa manera, se comunicó con los padres de Claudia para preguntarles: “¿Alguno tiene un BMW con tres chicos?”. El Diez inmediatamente respondió que sí y bajó desesperado a ver lo sucedido.

Una vez enterado del robo, Pelusa se dirigió a la Comisaria 11 para hacer la denuncia correspondiente. Lo atendió un oficial que le dijo: “Diego, si estaban drogados los delincuentes olvidate de tus hermanos y de tu sobrino”. Enfurecido, el astro se lo quiso comer al policía y casi se van a las manos.

A todo esto, los chicos seguían secuestrados. En un momento, el auto se detuvo en un descampado y los maleantes les dijeron a los chicos: “Bueno, ahora empiecen a correr hasta que vean una luz”. En ese instante, los jóvenes pensaban que iban a morir. Entonces, empezaron a correr para el medio del campo. Cuando llegaron a ver un foco de luz, se pararon, se dieron vuelta y no había nadie. De esta manera, fueron liberados a las 3 AM, detrás del Mercado Central, cerca del Puente 12, camino a Ezeiza.

Comenzaron a caminar para el lado de Capital Federal. Golpearon puertas de las casas lindantes para pedir socorro. Nadie les abría. Hasta que llegaron a Camino Negro. Empezaron a hacer dedo. Un camionero les paró para rescatarlos y los llevó al destacamento policial de Puente la Noria. Hicieron la denuncia correspondiente y ya sabían los oficiales de que tres chicos estaban desaparecidos.

Cuando en el destacamento se enteraron de quiénes eran, los hicieron subir a un colectivo para llevarlos directamente a la casa de Cantilo en Villa Devoto. Ni bien llegaron, se comunicaron con el futbolista de Boca, que todavía seguía en la comisaria.

Finalmente, cuando los delincuentes se enteraron de que el auto que habían robado era de Diego Maradona, lo dejan tirado y no le hicieron daño; lo abandonaron intacto.

Un tiempo más tarde, cuando Diego jugaba en el Barcelona, se enteró de que los ladrones habían sido detenidos. Pero necesitaban que sus dos hermanos y su sobrino participaran de la rueda de reconocimiento. El Diez les recomendó a los tres “no lo reconozcan”, por miedo a cualquier represalia a futuro.

Cuando fueron citados, notaron que los ladrones eran los habías detenidos. Pero adujeron que durante todo el viaje iban mirando para abajo y “no recordaban” las caras de los maleantes.

CUANDO DIERON POR MUERTO A DIEGO Y ESTABA PESCANDO EN CORRIENTES

Era habitual observar a la familia Maradona pescar en el pueblo Esquina, cerca de Corrientes, donde nació Chitoro. Cuando Pelusa llegaba al país procedente de Nápoles o de Barcelona, tenía una afición y divertimento familiar: ir a pescar surubí, pacú y dorados con su papá y sus hermanos Lalo y Hugo.

Parte de la familia Maradona se iba durante cuatro días a los pagos de su papá y acampaban todos juntos. Un día, les agarró una tormenta en la isla que provocó inundaciones. El grupo familiar se despertó y estaba bajo agua. Las carpas inundadas y las dos lanchas hundidas en el río. Para rescatar las embarcaciones, Diego y su padre se tiraron al agua, pero no hubo caso.

Al mismo tiempo, en Buenos Aires las noticias indicaban que las lanchas de Maradona se habían hundido con él adentro y lo dieron por muerto. Los títulos aseguraban que Diego Armando y sus hermanos Lalo y Hugo estaban desaparecidos. Sus familiares residentes en Buenos Aires estaban desesperados. Hasta que llegó prefectura, sacó las lanchas de abajo del agua, mermó la tormenta y recién al otro día pudieron regresar a Corrientes; y de allí en auto hacia la Capital Federal.

Conferencia de prensa, con los tres hermanos frente a los micrófonos
Conferencia de prensa, con los tres hermanos frente a los micrófonos

HUGO, EL JUGADOR NÚMERO 12 EN EL TÍTULO DE BOCA EN 1981

Hugo era fanático de Boca, al punto tal de ponerse a llorar cuando el club de sus amores perdía. Pero cuando se consagró en 1981 fue una alegría inmensa. Y mucho más con su hermano Diego como la figura del equipo.

Durante el campeonato de Primera División de ese año, la familia Maradona acompañó a Diego a todas las canchas del país. Fue así como también estuvo en la Bombonera el día en el que local se consagró campeón. Durante los festejos, Hugo saltó al campo de juego desde la platea para abrazarse y dar la vuelta olímpica en los brazos de Pelusa. Fue el único de los 20 integrantes del clan Maradona que atravesó las vallas y sin importar nada se tiró al campo de juego. Después de la consagración, repitieron el mismo ritual de cada post partido: se fueron a festejar a la Cantina de David y pidieron una mesa larga para degustar la comida de la casa.

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