A 50 años de la palomita de Poy, el gol que más veces se festejó en la historia del fútbol

Aldo Pedro, el mítico delantero de Rosario Central, evoca la conquista a Newell’s de 1971 que recrea cada 19 de diciembre. Su paso por la Selección, la decisión de convertirse en ídolo de una sola camiseta, y cómo reseteó su vida luego de la lesión que le puso punto final a su carrera

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La jugada que los hinchas del Canalla le hacen repetir año a año
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Con decir en Rosario “Aldo Pedro” ya alcanza. No necesita apellido. Aún hoy, con 76 años y siendo concejal desde hace una década por el Partido Demócrata Progresista, Poy volverá a arrojarse de palomita y cientos de personas lo abrazarán y gritarán en un acto como cada 19 de diciembre desde 1971, en este caso para conmemorar uno de los goles más emblemáticos del fútbol argentino, el que le convirtió a Newell’s Old Boys para darle el triunfo a Rosario Central en el clásico de la semifinal del Nacional 1971. En esta entrevista con Infobae, el ex jugador cuenta su vida, su paso por la selección argentina y por qué nunca cambió de camiseta.

- Se suele decir que usted es el autor del gol que más veces se festejó en la historia del fútbol argentino y tal vez del mundo, aquella palomita que le dio el triunfo a Rosario Central sobre Newell’s en la semifinal del Nacional de 1971, de la que se cumplen cincuenta años.

- Sí, tal vez este gol no tuvo el alcance internacional del de Diego Maradona a Inglaterra en 1986 o el del “Chango” Cárdenas al Celtic en 1967, pero sí que es el más festejado. Si cada año conmemoramos aquella palomita cuando se cumple un aniversario, más que nunca me tengo que tirar este año para poder concretarla.

- ¿Y qué significa este festejo para usted?

- Para mí es un gusto grande., es encontrarse con amigos gracias al maravilloso trabajo de la OCAL (Organización Canalla Anti Leprosa), que hace las cosas con honestidad, con gente que pone plata de su bolsillo para conseguir realizar cosas extraordinarias por todo el mundo. El gol de la palomita a Newell’s es un recuerdo que siempre viene a mi memoria. Todos los días. Siempre hay actos a los que me invitan, gente que quiere sacarse fotos, es todo un reconocimiento. Siempre digo que no es un halago personal porque yo le di muchas cosas a Rosario Central: nunca jugué en otro club, me pude ir dos veces a jugar a Europa y me quedé, pero a tantas décadas del retiro, la gente también me dio mucho.

- ¿Así que usted pudo haberse ido a jugar a Europa?

- Sí, en 1972 al Celta de Vigo y a finales de 1973 ya estaba todo concretado al Paris Saint Germain (PSG), que no era el de ahora. El pase lo había realizado el intermediario Espiño, y le dije que no me iba cuando ya tenía los pasajes en la mano y el tipo se quería morir, pero las cosas no eran como ahora. Yo estaba bien en mi ciudad, en el club. Hoy es muy difícil para un jugador resistirse a un pase al fútbol europeo. Las distancias cambiaron y ahora es fácil la comunicación con el Whatsapp, Internet. Antes era complicadísimo. Durante el Mundial de Alemania en 1974 mandábamos cartas que llegaban en 15 días o había que llamar por teléfono y era carísimo.

- No sólo su gol a Newell’s es emblemático sino también su nombre, porque Aldo Pedro es para Rosario lo que Juan Domingo, Oscar Alfredo o Diego Armando para muchos argentinos.

- Es así, aunque también para mucha gente en Rosario yo soy “El Aldo”. Incluso escribí un libro hace poco que se llama “El Aldo, pura cepa canalla”. O sea que yo ya me puedo morir tranquilo porque planté un árbol, escribí un libro y tuve hijos (risas).

- Bueno, en su caso, además de todo eso, le hizo un gol decisivo a su clásico rival, o sea que tiene de sobra (risas)

- Es verdad.

- Lo de su nombre está tan grabado a fuego que Duscher, aquel jugador de los juveniles argentinos de José Pekerman, contó que tuvo muchos problemas en Newell’s por llamarse Aldo Pedro.

-. Sí, aunque tengo entendido que su familia provenía del sur del país, así que capaz que ese nombre era por casualidad y nada más.

- Pongámonos en contexto histórico. ¿Qué se jugaba en aquel clásico del 19 de diciembre de 1971?

- Los dos teníamos un equipazo. Tanto nosotros como ellos, y por eso llegamos a jugar un partido por la semifinal del torneo Nacional. En aquellos años (N de la R: desde 1967), la AFA implementó por año dos torneos de Primera, el Metropolitano y el Nacional. La AFA había determinado que las semifinales se jugaran en cancha neutral, pero como llegamos los dos rosarinos, dio plazo para que los dos clubes se pusieran de acuerdo para jugarlo en una de las canchas de la ciudad, pero ninguno quiso ceder la localía, así que se decidió jugar en Buenos Aires, en el Monumental. Y realmente, el que ganaba era campeón en un 90 por ciento, porque luego jugaría la final en Rosario ante el ganador de San Lorenzo-Independiente, que terminaron siendo los azulgranas, Por suerte, esa final la jugamos nosotros en Newell’s y la ganamos. Fue la primera vez que un equipo del interior fue campeón de los torneos oficiales de la AFA.

- Jugar en el Monumental debe haber sido muy bueno para el director técnico de ustedes, Ángel Labruna, tan ligado a River.

- ¿Qué le parece? Nosotros habíamos jugado ya la final del Nacional de 1970 contra Boca, que perdimos 2-1 ante 1500 personas dentro del campo de juego, por la invasión que hubo. Don Ángel para nosotros era un monstruo por la humildad que tenía, más alguien que había salido campeón tantas veces. Era un tipo sencillo, simple, que conocía el fútbol desde adentro. Cuando supo que esa semifinal se jugaba en River, consiguió que nos concentráramos allí 3-4 días antes, que fue una manera de sacarnos del clima de Rosario y además, nos adaptamos mucho mejor al escenario. Y era tan cabulero que como había perdido algunas finales en esa cancha, hizo gestiones para que ocupáramos el vestuario visitante porque decía que el local era mufa. El día del partido, a diferencia de lo que hacíamos siempre, que era descansar, nos dijo que fuéramos a distraernos a un salón de juegos, y se nos pasó rapidísimo el tiempo y, cuando nos dimos cuenta, ya estábamos jugando el clásico. Es que cuando usted habla con un triunfador, con una trayectoria impecable como la de él y lo encuentra humilde, es el mayor respeto que puede sentir. Nosotros vivimos en Rosario Central unos años espectaculares.

- Jugaron cuatro Copas Libertadores…

- Sí, fuimos subcampeones del Nacional en 1970, campeones en 1971 y 1973 (allí ya con Carlos Griguol como DT), y campeones argentinos de 1974, que es una estrella que no suele esgrimir el club, pero que era un cuadrangular que jugaban el primero y el segundo del Metropolitano y el primero y el segundo del nacional. Como nosotros fuimos segundos de los dos torneos, terminó siendo un triangular con San Lorenzo y Newell’s, que también ganamos. Y eso no es todo: ese año, Rosario Central consiguió títulos con todas las categorías de AFA y de la Asociación Rosarina, lo que debe ser un récord. Es que en las divisiones inferiores estaba “Pancho” Erausquin, que se había traído de Newell’s a Jorge Solari, porque no importaba de dónde viniera, sino que fuera bueno para el trabajo. Por otra parte, Griguol, que vino después de Labruna, tenía una gran capacidad docente.

El gol de palomita de Aldo Pedro Poy contra Newell's

-Pasemos al gol tan recordado.

- El gol llega por un centro desde la derecha de un gran marcador de punta que teníamos, el uruguayo Jorge José González. Él tiraba los centros fuertes, a tal punto de que yo corrí unos 15 metros para llegar porque no estaba tan cerca y por eso me arrojé de palomita en el segundo palo y llegué justo. Pero la jugada comenzó un minuto antes con un córner desde la izquierda que tiró Ramón Bóveda con pierna cambiada, atajó (Carlos) Fenoy y, cuando sacó, alcanzó a pararla nuestro defensor (Aurelio Pascuttini), que se la dio a (Carlos) Colman, éste a su vez le cedió la pelota a Carlos Aimar, que cambió de punta hacia González y del centro llegó mi gol.

- ¿Es cierto que usted le anticipó a un fotógrafo que iba a convertir el gol?

- Bueno, eso yo lo hacía siempre un poco para provocar al rival, para causarle inquietud y en ese caso, le dije eso a un reportero de El Gráfico en el momento del córner, o sea, en la jugada anterior. Dije “ahora te hago el gol”.

- ¿Cómo venía siendo el partido?

- Muy favorable a nosotros en el primer tiempo y diría que hasta los 20 minutos del segundo tiempo. Nosotros teníamos un esquema rígido. Alberto Fanesi iba sobre el nueve rival y un volante iba sobre Mario Zanabria, que era el mejor de ellos, pero Newell’s hizo un cambio y salió el nueve, el “Mono” Obberti e ingresó un cuarto volante, Martínez, que jugaba muy bien y ellos tenían un muy buen mediocampo con Silva, Montes y Zanabria, y entonces nuestro defensor se quedó sin esa marca y nos crearon dos o tres claras situaciones de gol que no entraron por muy poco y porque esa vez nuestro arquero, (Norberto) Menutti, se atajó todo. Hubo una pelota que pensé que entraba y que tocó la red del lado de afuera y me dije “hoy es nuestro día”.

- El final debe haber sido la locura.

- Sí, el recibimiento en Rosario fue increíble, pero era otra época. En la ruta viajaron los hinchas de los dos equipos y no pasó absolutamente nada, y eso que había tres o cuatro paradas. Hasta hubo hinchas de los dos equipos que viajaron juntos al partido.

- Hoy eso parece imposible.

- Yo no lo noto tanto en la calle. Lo que hay es inseguridad. En Rosario se nota más, pero es un problema que tenemos en todo el país.

- Usted jugó toda su vida en Rosario Central, algo que hoy tampoco es tan posible.

- Así es, hasta que me lesioné en 1974 en el último partido del año, y ya después no pude jugar más por una mala praxis, pero me sirvió para hacer otras cosas gracias a que me crié en una casa en la que mi papá fue un trabajador extraordinario, que llegó a tener al mismo tiempo tres trabajos para mantenernos, así que me sirvió para aprender otros oficios. Gracias a un amigo de Buenos Aires, Mario Duek, me metí primero en la fabricación de ropa, y llegué a tener un local propio. Después puse un salón de fiestas, que sigo teniendo desde hace veinte años, y ahora siguen mis hijos con él, y mantengo desde hace unos años la concejalía en Rosario.

- También tuvo la experiencia de jugar en la selección argentina.

- Así es. Estuve en la clasificación para Alemania 1974 y jugué como titular en el llamado “Equipo Fantasma” que le ganó a Bolivia 1-0 en la Paz y que llevaba veinte años sin ganar allí y que fue fundamental para llegar al Mundial. Ese era un grupo extraordinario que hizo la aclimatación en Cuzco con muchachos jóvenes como Ricardo Bochini o Marcelo Trobbiani. Lamentablemente, en ese tiempo la AFA era un descontrol y nos dejaron tirados en Perú. Luego jugué el Mundial y estuve también en el amistoso previo ante Holanda en Amsterdam, cuando nos ganaron 4-1. Era imposible jugar contra ellos. Era un equipazo, con Johan Cruyff como abanderado. De diez partidos, nos ganaban los diez. Cuando terminó el amistoso, uno de nuestros tres técnicos, el “Polaco” (Vladislao) Cap nos dijo “muchachos, ya los conocemos, éstos nunca más nos meten cuatro”. Al poco tiempo nos vapulearon en el Mundial con un 4-0 que pudo haber sido mucho peor.

- Es famosa la anécdota de cuando Roberto Perfumo le pedía a Daniel Carnevali que no se apurara al sacar cuando perdían 4-0…

- Nos salvó la lluvia intensa, porque ellos se dedicaron a tocar para no arriesgar el físico porque tenían que volver a jugar en tres días. Nosotros teníamos excelentes jugadores pero ese Mundial fue la prueba de que sin lo colectivo, no se gana.

- Usted pudo tratar al “Negro” Roberto Fontanarrosa de cerca. Él escribió ese maravilloso cuento “19 de diciembre de 1971″ a propósito de su gol.

- Vivíamos en la misma calle, Agrelo. Yo al 1000 y él, al 1400-1500 y luego tuvo su estudio a la vuelta de mi casa, Íbamos al club regatas a almorzar o cenar. Un tipo espectacular. Lo adoré y lo sigo adorando. Triunfar en Rosario es más difícil que en Buenos Aires y él es conocido en todo el mundo. Cuando estábamos sentados en el café “El Cairo” y entraba alguien, solía ponerse a dibujarlo. Un tipo honesto. Gracias a él conocí a Joan Manuel Serrat. Un día estábamos comiendo un asado en casa del “Negro” y tocó el timbre un vecino, fanático del catalán, para sacarse una foto. Y Fontanarrosa le dijo con su sencillez de siempre “¿por qué no te quedás al asado con nosotros?”.

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