Así cayó el ex jefe de los Borrachos del Tablón durante la fiesta de River en el Monumental: ¿hubo un infiltrado que lo delató?

Martín de Ramos comandó la tribuna durante una década. Luego de tres años sin pisar la cancha, reapareció en la celebración del aniversario del título contra Boca y fue detenido

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Martín Araujo llevaba tres años
Martín Araujo llevaba tres años sin pisar el Monumental

Alguien lo vio caminar por la platea San Martín. Primero fue sorpresa, después estupor, pocos minutos más tarde una señal de alarma. Martín Araujo, alias Martín de Ramos, el jefe histórico de Los Borrachos del Tablón en el período 2008/18 había vuelto al Monumental. Era la primera vez en más de tres largos años que su figura aparecía por Núñez. El rumor corrió rápido mientras el Muñeco Gallardo pronunciaba su histórica frase de “ahora cierren los ojos”. Y en un santiamén, las cámaras de seguridad lo enfocaron. Es que Araujo aunque se haya bajado del paravalancha hace tiempo, sigue con derecho de admisión impuesto por la institución.

Estaba vestido con un jogging negro, gorrita al tono y remera blanca de River de las tres tiras. Lo siguieron y cuando todo terminó lo detuvieron en el estacionamiento del club. Martín de Ramos volvía a vivir en carne propia la misma situación de tantas otras veces. Se le abrió una causa judicial que lleva adelante el fiscal porteño Norberto Brotto. Pero en la cabeza del ex jefe de la barra aparecen muchos interrogantes. El primero es obvio: quién marcó su presencia en el estadio. El segundo es más inquietante: por qué si en la popular estaba a pleno la facción oficial de Los Borrachos del Tablón con muchos integrantes que también tienen derecho de admisión, él fue el único observado. Quizá porque desde el propio núcleo de la barra están mandando un mensaje a cualquiera que quiera volver a levantar cabeza, sea de la facción disidente o sea la persona que los condujo durante diez largos años, los años más fructíferos de Los Borrachos.

¿Quién es Martín Araujo? Ingresó al mundo de la popular en 1995 y empezó a pisar el centro de la tribuna en 1998, en tiempos en que Luis Pereyra, alias Luisito, apañaba a un incipiente conjunto de barras jóvenes conocidos como Los Yogures, que tenían por líderes a Alan Schlenker y Adrián Rousseau. Se unió a este bando cuyo apodo provenía de la afición por trabajar el físico en el gimnasio del club y, a contramano de lo que era habitual por entonces, rechazaba el consumo de estupefacientes.

Araujo ingresó al ámbito de
Araujo ingresó al ámbito de la popular de River en 1998 y cedió el poder dos décadas más tarde

Cuando en 2001 la dupla Schlenker-Rousseau gana la tribuna, Martín de Ramos supo que su destino le aguardaba buenas noticias. De hecho y bajo la presidencia de José María Aguilar, el crecimiento de la barra se dio en todos los órdenes, incluido el institucional, donde varios miembros de la cúpula fueron favorecidos con un trabajo oficial en el club con sueldos muy por encima de lo que se pagaba por entonces y además, en su mayoría en la modalidad ñoqui. Araujo ingresó como planta permanente en abril de 2005, designado en el predio de Ezeiza supuestamente en el área de seguridad, y así se mantuvo hasta que abril de 2007 cuando fue despedido junto al resto de los barras empleados después de producirse la famosa batalla de los quinchos, donde se dio el quiebre definitivo entre Schlenker y Rousseau por el poder de Los Borrachos, la barra que venía de disfrutar el Mundial de Alemania 2006 (dónde Araujo obviamente concurrió) y era considerada por entonces la más fuerte de la Argentina.

Al principio el que ganó la tribuna fue Schlenker con el grupo de Palermo, lo que provocó que Araujo y todo el grupo de Rousseau no pudieran regresar a los estadios. El conflicto seguía escalando hasta llegar a su punto culminante, el crimen de Gonzalo Acro. Ahí se reconfiguró la tribuna y tras varias batallas, Araujo pasó a ser el líder acompañado por el inefable Guillermo Caverna Godoy como ladero. Desde ese momento, su ascenso fue irrefrenable. De andar en un Peugeot 206 pasó a camionetas modernas y empezó a coleccionar causas judiciales de las cuales siempre salía bien parado. Tuvo una por un ataque a un representante de jugadores de la cual fue sobreseído, otra cuando lo agarraron junto a la cúpula de la barra con 200 carnets, armas blancas, gas pimienta y otros menesteres en el estacionamiento del club antes de un partido con Lanús en 2014 y también terminó fuera, estuvo como principal acusado en la apretada al árbitro Sergio Pezzota el día del descenso de River y terminó arreglando una probation para zafar del juicio oral y así una tras otra. Hoy sólo tiene dos procesos en trámite: la causa que lo incluye junto a Daniel Passarella, otros directivos y barras por administración fraudulenta por reventa de entradas durante la presidencia del Kaiser y una más por amenazas coactivas a un rival en la interna, Ariel Pato Calvici, donde también está involucrado un policía de alto rango que trabajaba en seguridad deportiva.

Pero nada de esto hizo que dejara en su momento la tribuna. Recién a fines de 2017 decidió dedicar su tiempo y dinero en otras actividades (su mujer puso dos locales de ropa en el shopping Las Toscas y él invirtió en una empresa de fletes y algunos campos) y paulatinamente se fue alejando. “Ya tenía suficiente”, dicen sus allegados y rememoran los negocios de entonces de la barra, como los telones políticos en la época del Fútbol para Todos, la relación intrínseca con el poder y la seguridad deportiva y la dirigencia. El golpe final vino cuando ya la cara de la barra era Caverna Godoy: la final frustrada en el Monumental de la Copa Libertadores 2018 contra Boca. En aquel momento cuando lo allanaron a su compañero de correrías y le sacaron los 300 carnets de la barra, las entradas y una fortuna de dinero, supo que haber salido del primer plano había sido un negocio redondo. Y nunca más pisó Núñez. Hasta anoche, cuando el que según los pasillos de River fue el barra más inteligente de todos los que lideraron la Sívori, quiso volver y disfrutar de la fiesta con su familia. Alguien creyó ver fantasmas y avisó. Y Martín Araujo supo que el destierro siempre vuelve para cobrarse las facturas aún cuando él pensaba que todas las deudas ya estaban saldadas.

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