Sebastián Báez es la nueva aparición en el firmamento del tenis argentino. Después de haber alcanzado el N°1 del mundo Junior en 2018, este año se lanzó detrás de su objetivo de crecimiento en el circuito profesional. No tuvo ayuda. No contó con invitaciones ni en torneos challengers, se encontró con un ranking congelado y protector que elevó la barrera del Top 100 a los 750 puntos, 200 más que lo habitual. Sin embargo y a pesar de su posición 308 en el ranking, consiguió seis títulos challengers y otras tres finales que le permitieron trepar hasta el puesto 97 del escalafón, lo que habilita su participación directa en los Grand Slam y algunos torneos de ATP.
El mundo comenzó a hablar de él por su irrupción y desempeño en semifinales del certamen Next Gen Finals, torneo disputado en Milan, Italia, que reunió a los ocho mejores jugadores sub 21 del circuito profesional. “Fue una semana muy linda, me sentí muy contento de estar ahí y de sentirme parte, porque lo logramos nosotros”, dice con orgullo Sebi, como le dicen desde chico, y agrega: “quería estar ahí y jugar con los mejores sub 21, que hace rato están entre los 100. Aprendí muchísimo, fue una linda experiencia que me hizo notar que no hay tanta diferencia y que pude sentirme totalmente a nivel”.
Los orígenes de Seba Báez tienen el común denominador de la mayoría de los tenistas argentinos. Familia humilde, de clase trabajadora, pero con las características propias de cada una de ellas. “Mi papá (José Luis) es veterano de Malvinas y trabajaba como portero cuando yo nací, mientras que mi mamá (Adela) era ama de casa. Gente común, de mucho trabajo”, explica el joven tenista, que el próximo 28 de diciembre cumplirá 21 años.
El tenis le llegó a temprana edad, con apenas dos años encontró una raqueta de su papá “y empecé a arrastrarla por toda la casa -comenta con una sonrisa en sus labios-. Entonces, mi mamá un día se cansó de ver cómo la arrastraba y me compró una pelotita. Ese fue el comienzo de mi historia con el tenis”.
El club no tardó en ser parte de su cotidianeidad y Villa Ballester lo vio jugar en diferentes disciplinas. “Cuando sos chico hacés todos los deportes, jugué al fútbol, al básquet, natación, lo que sea, pero el tenis siempre fue mi elección. Yo nunca tuve dudas, siempre tuve en claro que era el tenis por sobre todo y lo sigo sosteniendo”, explica.
- Volviendo a tu familia, decís con mucha naturalidad que tu papá es ex combatiente de Malvinas. Pero, ¿qué te generó la primera vez que comprendiste que significaba eso?
- Cuando nací esto ya había pasado mucho antes y lo veía como algo muy lejano, pero cuando fui creciendo me di cuenta y tuve conciencia de lo que fue y en dónde estuvo. La realidad es que alguna que otra vez contó algunas historias, pero es algo que no lo tocamos mucho, porque pasó hace tanto tiempo, que no hace falta volver a tocarlo. Hoy hay otras historias lindas que pasamos en la familia o en los torneos, y hace que sea mejor contar un poco lo nuevo.
Desde chico se notó que tenía mucho potencial y eso contribuyó a su desarrollo tenístico. Sin embargo, la pensión de ex combatiente y el trabajo del papá en la portería, en el partido de San Martín, no alcanzaban para sostener este proyecto de jugador. Así, la aparición de José Luis Clerc en su camino se mostró como un alivio para poder solventar ese presupuesto y encaminar la carrera. El ex N° 4 del mundo sabía muy bien lo que tenía frente a él. Pero, pocos años después, esa relación terminó en una separación traumática, que aún tiene secuela por un contrato que no favorecería demasiado a la joven promesa.
Mucho tiempo antes, la competición en menores le hizo generar amistades que aún conserva y que le ayudaron a atravesar duros momentos. Son esos amigos, amigas y familias que lo apoyan, que lo alientan a que no deje los estudios, aunque Sebastián asegura que “no hay un plan B”, el tenis es la única alternativa.
El alcance del presupuesto familiar, en sus primeros torneos, no les permitía alejarse demasiado de su casa, como tampoco le daba tantas oportunidades para estar eligiendo en dónde hospedarse. “Me acuerdo de que siempre tratábamos de ir lo más cerca posible de Buenos Aires, lo que me hacía participar en los torneos más difíciles. Y no parábamos en los hoteles, nosotros íbamos directo a los campings, porque en ese momento no había comparación en lo económico. Pero mis padres nunca me hicieron faltar la comida en mi plato ni la ensalada de frutas antes o después de cada partido, siempre tuve esa suerte”, rememora con una tenue sonrisa, porque Sebastián, lejos de autocompadecerse, hizo de las carencias su fortaleza: “Creo que el haberme tenido que alojar en los campings, me hizo aprender, me dio experiencia y una valoración de las cosas por lo que hoy, a mi edad y viviendo otro estilo de vida, me hacen sentir que he sido una persona afortunada.”
Su familia, en general, mantiene un perfil muy bajo. Lejos de la escena, en los escenarios en los que empieza a brillar la luz de su hijo. En especial Adela, su mamá, quien aún compra las entradas para asistir a cuanta presentación pueda de su hijo para los torneos de Buenos Aires.
En su etapa de junior conoció a Sebastián Gutiérrez, quien lo acompañaba en las competencias internacionales como miembro del equipo de Desarrollo de la AAT. Desde el primer día hubo muy buena relación entre ellos y se generó un vínculo que se fue fortaleciendo con el paso del tiempo hasta quedar como su único entrenador. “Sebastián es todo. Fue casi una decisión mutua, porque yo quería entrenar con él y él me quería entrenar. Desde el primer torneo tuvimos una muy buena química y no sólo en lo profesional, sino también en lo personal. La primera vez que me vio almorzar, yo tenía una gaseosa y me dijo que tomara agua, que iba a ser mejor para mí. Desde ese momento sentí que alguien me cuidaba. Fuimos compartiendo logros y derrotas, momentos duros y de los lindos. Me hace sentir protegido y sin la necesidad de querer volver a casa. Yo creo que es una gran persona, algo que en el mundo del tenis es muy difícil encontrar”, se esmera en destacar “Sebi” y acentúa entre tantos elogios a su entrenador que desde chico ya era muy calentón y que a pesar de que aún le molesta perder, “Seba -su coach- me ayudó a poder manejarlo mejor. Hubo y hay muchas cosas que me costó entenderlas y él me ayuda a verlas de otra manera y a superarlas de manera mucho más rápida. Por eso, creo que soy muy afortunado por las personas que tengo al lado mío, y Seba es una de las más importantes en mi vida”, culminó.
La temporada 2021 no aparecía en el horizonte como tan prometedora. Desde la posición 308 que ocupaba en el ranking, arrancó en torneos Future, ganó su primer challenger en Concepción, Chile, jugó las Qualies de los ATP de Argentina, se lesionó, volvió a la competencia, ganó su segundo challenger, de nuevo en Chile. Viajó a Europa, continuó con buenos momentos, pero contrajo COVID-19 y quedó aislado dos semanas. El resto es más conocido, ingresa a competir en el Next Gen, ganó su sexto challenger y cruzó la barrera de los 100 primeros del mundo. “Fue todo parte de un proceso que no era esperado, pero sí buscado. Tener este equipo hizo que mi trabajo diario fuese de mucha calidad, sin importar el ranking. Los pasos no fueron por casualidad, sino que fueron planificados y con mucho trabajo atrás, porque el trabajo no se negocia. Y yo creo que esa fue una de las claves de este año”, continúa Sebastián con tranquilidad, aunque reconoce que tuvo un poco de enojo y tristeza por el ranking congelado y su contagio de coronavirus. “El apoyo de mi gente me motivó para salir adelante y mucho más fuerte, porque me ayudaron a decir: ‘Me pasó esto, ya está, ya no puedo estar peor. Me perdí grandes torneos y sigo acá’. Fueron tres semanas, pero pasaron”, continuó sincerándose Báez.
En el medio de su ascenso, en su paso al profesionalismo, tuvo que superar la compleja ruptura con Clerc y la reciente separación de sus padres que, lógicamente, le corrió el eje durante algún tiempo. En el medio, el recuerdo. De chico no tuvo apoyo, hay quienes dicen que hasta era relegado, este año no recibió invitaciones para los torneos y el ranking congelado terminó por postergarlo por varios meses.
- ¿Alguna vez te sentiste discriminado?
- No, no, para nada. Yo lo cambiaría por afortunado, porque creo que soy muy afortunado por la calidad humana de las personas que tengo al lado. Creo que el hecho de que me hayan dado o no invitaciones marca un poco cómo está el país y las elecciones que toman, un poco, los dirigentes. Pero, esto me ayudó más aún a querer ganármelo, con más hambre y más ganas. Y, ¿sabés? Esto tiene un gustito doble, porque a mí nadie me regaló nada.
“¿Y el ranking? ¿Qué puedo hacer yo? Ya está, es lo que toca hoy y no lo vamos a cambiar poniéndole mala o buena energía, es lo que hay y hay que enfrentarlo de la mejor manera”, sostiene la joven figura argentina que, aunque lejos de la bronca, cree que lo han extendido demasiado, haciéndolo durar mucho (culmina en agosto de 2022).
Conversar con Sebastián Báez da la perspectiva de una persona centrada, con un discurso alejado de las polémicas, en el que se nota un dejo de influencia, tal vez, de uno de sus ídolos y referentes: Juan Martín del Potro. “Mi entrenador tiene contacto permanente con él”, dice Sebastián, quien ya ha compartido momentos de charla con el ex N° 3 del mundo. “Me encantaría que pueda volver Juan Martín -se apresura a acotar-, y que esté en su mejor nivel lo antes posible. Llegar a compartir una cancha o un torneo con él puede ser algo muy lindo, por eso le deseo una muy pronta recuperación, para que la Argentina vuelva a tener un referente tan grande.”
Conversando con Seba Báez da la sensación de que para todo va a tener una respuesta. Si se le pregunta por un jugador, dirá que Roger Federer es el tenista al que más admira y si la consulta lo pone de cara a la ilusión de levantar un trofeo, dirá que “ese trofeo es el de Wimbledon”. Pero cuando la curiosidad llevó a intentar conocer su sueño, su mentón comenzó a elevarse y sus ojos buscaron la respuesta en el cielo, en el cielo raso que permaneció inmutable: “¡Qué buena pregunta!”
Para el público argentino, la Copa Davis dejó de ser una frustración, pero continúa siendo un compromiso. Eludir disputar alguna de las series, sin importar quién fuere el jugador, conlleva cargar con el peso de las críticas. Pero a Báez eso no le sucedería, ya que “representar a la Argentina siempre fue algo que me motivó y me hizo rendir el doble de lo que yo juego normalmente. Cuando, de chico, me tocó jugar los sudamericanos me volvía loco, quería jugar los dos singles y el dobles, todo. Yo me sentía, ¿cómo decirlo? Responsable, como sea debía jugar sí o sí, porque quiero que a la Argentina le vaya bien. Por eso, fue demasiado orgullo clasificar para el Next Gen Finals, junto con Juanma (Cerúndolo), y que Argentina tuviera a dos jugadores en ese torneo de Sub 21″.
Cuando comience el próximo año, las ciudades, los torneos, el entorno, la calidad de las canchas y los servicios que recibirá Sebastián serán muy diferentes a las que habitualmente a ha conocido. Ya no verá las piedras aparecer sobre las superficies secas de algunas canchas de polvo de ladrillo, habrá tribunas, y con público, y no tendrá que esperar por una cuota de bebida para refrescarse. Un circuito ATP que marca diferencia con lo que ha transitado hasta hoy, un cambio. “Los escenarios pueden cambiar, pueden variar, pero los tomo con la misma importancia. Van a ser nuevas oportunidades, algo nuevo en lo personal y en lo profesional. Aunque, sinceramente, no siento que me cambie demasiado, porque si me va bien puedo mantenerme y si me va mal, bajaré. Creo que es cuestión de mantener el equilibrio y la inteligencia en esta nueva oportunidad”.
La temporada 2022 lo mantendrá lejos de “la comida casera” preparada por su mamá y de los “increíbles asados” que hace su entrenador Sebastián, con quien compartirá la aventura de soñar despierto cuando juegue su primer Grand Slam, en el Abierto de Australia. El resto, como dijo Báez, “es un camino largo en el que hay que ir logrando las cosas de a una”.
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