La verdadera historia detrás del show del morbo en la pelea entre un preso y un policía

Martín Jara lleva más de una década en prisión y el fin de semana se transformó en un actor estelar del combate ante el oficial Julián Gómez, que reunió a miles de fanáticos del boxeo en todo el país

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Martín Jara lleva más de
Martín Jara lleva más de una década detenido por robo (Foto: Gustavo Gavotti)

Era la primera vez que Martín Jara veía el Obelisco. Tenía las muñecas estrujadas por las esposas y varios agentes penitenciarios custodiándolo. Silencioso y frío, no pudo ocultar las emociones como lo hizo durante gran parte de su vida y tomó una foto como pudo. Eran los últimos metros de su viaje desde la Unidad 48 de San Martín hasta el hotel céntrico que albergaría el pesaje de su pelea. Poco tiempo después de cumplir los 20 años, había caído preso y la última década de su vida la había pasado detrás de los barrotes de la cárcel de Saavedra, una localidad de un puñado de habitantes donde las horas pasan más lentas a unos 100 kilómetros de Bahía Blanca. Un día más tarde iba a convertirse en el protagonista estelar de un combate de boxeo contra un policía, que fue uno de los programas más vistos de la TV ese sábado.

“Pudimos haber elegido otra pelea más chica, sin tanta exposición. Con un debutante o que tenga dos peleas. Creo que deberíamos haber optado por ese camino, pero preferimos no cortarle la chance al pibe porque era la oportunidad que buscó. Este es el primer año del proyecto y logramos el cometido que nos planteamos: renovar licencias de boxeadores que están detenidos, sacar a pelear a alguno y que sigan el camino del boxeo. Quisimos hacer una peleíta y nos salió esto gigante”.

El que da los detalles es Facundo Medina, un periodista de Crónica que lleva tres décadas con los pies de lleno en el boxeo. Primero se calzó los guantes y sumó 25 peleas amateurs, pero después se bajó del ring para ser técnico y directivo. Hace un año decidió impulsar un proyecto que busca plantar la semilla del pugilismo en distintos centros penitenciarios de la Provincia de Buenos Aires con el fin de utilizar el deporte como herramienta de transformación. Martín Jara fue un resultado de eso.

Jara se subió a pelear en Morón después de pasar un tercio de su vida entre rejas en la silenciosa Saavedra. Sus únicas peleas oficiales, las tres que contabilizaba (2-0-1), habían sido en esa condición de preso: salió custodiado, combatió por la zona y volvió tras las rejas. Su viejo había sido boxeador y él de adolescente le había tomado el gustito a los guantes hasta que prefirió caminar por el sendero marginal de la delincuencia. No llegó a conocer la vida que ya estaba con más de cinco causas, por el delito de “hurto, privación ilegítima de libertad y robo agravado por el uso de arma”, y con una pena de 14 años. Hasta que en un Zoom de Juan Martín Látigo Coggi con distintos presos que organizó Medina a través de su proyecto se destapó: “Quiero ser campeón argentino”. “Tenemos que buscar a este pibe”, pensaron.

Hubo una fuerte presencia policial
Hubo una fuerte presencia policial en la pelea que se desarrolló en Morón (Foto: Gustavo Gavotti)

La otra pata llegó con Jorge Cali poco antes de su muerte. El ex campeón mundial de kickboxing, en su rol de representante de la agencia Chino Maidana Promotions, abrió la puerta para albergar combates de boxeadores que están presos. La desaparición física de Acero no frenó la sociedad de CMP con Medina y la chance que apareció para Jara generó algunas dudas en el círculo que acompañó al convicto: “Nos dijeron de hacerla con un policía y se agrandó todo aún más. Queríamos hacer una peleíta, dudamos de agarrarla porque pensamos que podía afectarle tanta exposición a Martín”. La idea que los convenció fue la de no “cortarle la chance”.

La velada estelar entre un convicto y un agente de la policía bonaerense el último fin de semana se convirtió en un atractivo show del morbo. De tensiones, críticas y expectativa. En un ambiente caldeado, repleto de policías de civil y uniformados, el club Morón albergó un combate de boxeo que puso sobre la mesa algo más interesante: el proyecto para ayudar en la reinserción social de los presos a través del deporte. La misma disciplina deportiva que tantas veces fue el canal para ayudar a encauzar a los que caminan por la orilla social de las migajas.

La pelea fue despareja. Muy. Duró poco más de dos minutos tras un nocaut violento que consagró como ganador a Julián El Diamante Gómez. Atrás, lo que no se ve, también había sido desparejo. Medina y su grupo gestionaron todos los permisos para conseguir el traslado de Jara desde Saavedra hasta San Martín. Un domingo –a tres semanas del evento– se inició el proceso, pero cuando fueron a buscarlo el lunes para empezar a entrenar no podían localizarlo.

Por una logística penitenciaria, el convicto cayó primero en un buzón de Melchor Romero y su rincón pasó varias horas hasta que se enteró de eso. “Una cárcel tiene pabellones de alojamiento de máxima seguridad, mediana seguridad y por ahí tiene pabellones chiquitos que son buzones. Un camión que trae a cualquier detenido lo pone en un buzón hasta ver si lo llevan a algún pabellón de ahí, si puede hacer pie como le dicen ahí. Hay un sistema de administración, códigos entre los mismos presos y los penitenciarios. Estos buzones son celdas chiquitas donde no tenés nada. Es incómodo, no tenés buen colchón, no dormís bien, no comés bien porque te tiran la comida del rancho. Tuvimos a este pibe tres días ahí, mal comido, mal dormido, sin moverse porque no te podes mover para entrenar”, relata Medina sobre las semanas previas al combate.

Finalmente, lo trasladaron a San Martín y tuvieron poco más de dos semanas para poder prepararlo boxísticamente. El contexto es fundamental para entender el cuadro completo: Jara, de 33 años, cayó preso siendo casi un adolescente por varios robos y acumula un tercio de su vida en una prisión alejada de la Ciudad de Buenos Aires. De repente, era la estrella principal de un show repleto de morbo que lo emparejaría con un policía –con todo lo que eso implica en los códigos delincuenciales– y por TV abierta. La experiencia fue un shock, tal vez no el mejor modo de dar un paso firme en el proyecto que Facundo Medina coordinó con la Federación Argentina de Boxeo y el Ministerio de Justicia de la Provincia, pero sirvió para visibilizar el objetivo del mecanismo de ayudar a que los sueños delictivos de algunos detenidos se conviertan en sueños deportivos. “Por suerte lo trajeron en una combi para el pesaje y con una camioneta de seguridad que iba de refuerzo. Imaginate el flash de él: viajó desde San Martín, pasó por la cancha de River, la 9 de Julio, el Obelisco, todo el centro porteño. Le sacó fotos al Obelisco, que nunca lo había visto. Todo eso influye, juega”, relata Medina un poco del detrás de escena. El boxeo, al fin y al cabo, le permitió conocer un lugar que nunca antes había visto en su vida.

Esposado y con un fuerte operativo policial: así llegó Jara al combate

En el estadio había 24 agentes del servicio penitenciario, tres móviles, una unidad táctica y alrededor de 20 efectivos de la policía bonaerense para custodiar un evento que tuvo cerca de mil espectadores y un promedio televisivo de 2.6 de rating con picos de 3.5, –según detallaron desde la organización a Infobae–. Fue lo más visto del día en el Canal 9. A lo que hay que sumarle los miles y miles de clicks en las distintas plataformas que replicaron el hecho. Eso sí: Jara era absolutamente visitante. Un preso rodeado de policías. En las gradas, el “80% eran de la fuerza”, reconoció el propio Gómez.

En el Club Morón se respiró tensión. Traspasó la pantalla. Medina, Jara y la promotora de Maidana pensaron en que la imagen del policía con el detenido compitiendo de igual a igual en una disciplina deportiva y el abrazo posterior primarían por sobre el morbo inicial que depositó todas las miradas allí. El Renacido –como lo bautizaron– llegó esposado al estadio, custodiado por una docena de policías y en medio de un operativo especial para evitar cualquier conflicto ajeno al deporte después de un pesaje de alto voltaje, donde hubo empujones y palabras provocativas.

Tras la versión completa del himno entonada por agentes policiales con un pulcro uniforme, Gómez y Jara salieron al palo por palo. Pero fue el oficial de la Seguridad de las Islas del Tigre el que sorprendió a su rival y terminó la velada en pocos minutos. Con Jara visiblemente sentido, lo provocó en la lona y se acercó hasta la cámara para gritar: “¡Viva la fuerza, viva la Policía, viva la gente de bien!”. El sentido principal de la velada se estaba diluyendo e incluso advierten que hubo algunos gritos típicos de los códigos carcelarios del lado policial que podrían terminar en alguna investigación de la Federación Argentina de Boxeo. “Hubo algunas cosas en el tema del pesaje. Antes de subir me hizo un gesto. Como que cargaba una pistola y me tiraba un tiro. Ese gesto no fue parte de show. Cuando sonó la campana me olvidé que era un preso, pero sí tenía mucha presión. Salieron cosas que nada que ver: decían que yo lo amenacé”, se defendió Gómez en una entrevista radial con Continental. Versiones encontradas para justificar un ambiente caldeado.

La foto final que todos
La foto final que todos esperaban: el abrazo entre los dos boxeadores. Medina, de remera azul, mira desde el rincón (Foto: Gustavo Gavotti)

Hasta que finalmente todo se encauzó y el tan esperado abrazo llegó. “Fue el momento de calentura. Soy un caballero y pido disculpas”, había dicho el triunfador de 29 años desde el ring. “Después de la pelea él me pidió disculpas. Le dije que se porte bien, que no haga las cosas mal así ya salía y volvía a sus pagos”, agregó. Gómez arrancó en el pugilismo a los 13 años, sumó más de 60 combates amateur y su récord profesional previo era de 3 victorias y 1 derrota. Había dejado los rings en el 2018 para sumarse a la Fuerza, pero ante esta oportunidad decidió bajar los 20 kilos que había subido y retomó el deporte. “Pega duro el muchacho eh, me agarró con una mano en el hígado en un cruce y la sentí”, elogió las cualidades de su contrincante tal como lo que fueron en el cuadrilátero: dos deportistas.

“Estamos trabajando mucho en eso. Todos los deportes son buenos para unir a las personas. Estamos tratando de ayudar desde la parte que nosotros podemos”, había explicado el Chino Maidana sobre la motivación verdadera más atrás del show. “Nuestro proyecto es ir a buscar a las cárceles a los boxeadores que tienen la licencia vencida para renovarles y conseguirles pelea con el objetivo que se entrenen, que puedan seguir peleando, laburando. Y para brindar un piso de contención dentro del deporte una vez que salga. Van a salir con licencia y van a ir a un gimnasio de boxeo. Es como brindar un piso más, después la decisión de vida está en cada uno”, detalló Medina –durante un break de su cobertura televisiva– sobre este convenio que también incluye a psicólogos, deportólogos, médicos y busca alcanzar a todos los centros penitenciarios de la provincia de Buenos Aires.

La pelea completa entre Jara y Gómez

Mientras el proceso se expenda por más de una docena de unidades carcelarias del país con clases presenciales y planifican un torneo intercarcelario, Jara fue trasladado a los pabellones de San Martín y espera su retorno a la cárcel de Saavedra con un giro emocional que para muchos fue un gran morbo, pero para él podría ser el cambio drástico de vida: “Los otros presos lo recibieron re bien, él estaba mal porque perdió el invicto, pero está con expectativas de ir a hablar con el juez porque ya le queda poca pena. Esperamos que la próxima la haga en libertad y ya podamos entrenarlo a diario para corregir cosas que hicimos mal, corregirlo a él. Arrancar de cero. Pensá que cayó preso a los 21 y estuvo en cana toda la vida”.

“Imaginate cómo están todos los demás presos después de la repercusión que hubo, quieren pelear todos ahora...”.

Clases en la Unidad 24:
Clases en la Unidad 24: una de las once prisiones que está dentro del proyecto

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