Las confesiones de un ex miembro del clan Maradona: del increíble gesto con los limpiavidrios al día que camufló un millón de dólares para entrar al país

El Cata Quiroga conoció a Maradona en Barcelona y lo acompañó en su primer año en Napoli: incluso llegó a vivir en el domicilio del Diez. En diálogo con Infobae, abrió el cofre de anécdotas: la fiesta alocada tras lograr un contrato impactante y el video inédito del casamiento

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Quiroga, junto a Quiroga. Hoy,
Quiroga, junto a Quiroga. Hoy, a los 74 años, está jubilado y vive "de vacaciones"

“En las fiestas que hacíamos en Barcelona no había drogas. Puede ser en algún boliche que haya consumido, pero en nuestras fiestas no”, asegura Joaquín Quiroga, quien fue parte del círculo íntimo de Diego Armando Maradona durante sus años en el equipo culé; y posteriormente en su primera temporada en el Napoli.

Tras cumplirse un año del fallecimiento del Diez, el Cata -como había apodado el astro al catamarqueño- habla de su etapa con Pelusa y no puede dejar de pensar por qué se alejó de él. “Lo endiosaron por culpa de (Guillermo) Coppola, que le arruinó la vida. Comenzó el dieguismo y ya era una cosa insoportable. Empezó a consumir y me alejé”, confesó.

Si alguien conoce cómo fueron los primeros años de Pelusa en Europa, ese es el catamarqueño Quiroga, quien fue parte del grupo reducido de amigos que integraban Jorge Cysterszpiler, Miguel Galíndez, el Chino Vallejos y su cuñado, Gabriel “la Morsa” Esposito, entre otros.

Pero, más allá de sus anécdotas con el Diez, Quiroga tiene una historia de vida que debería quedar registrada en un libro, porque posee un recorrido apasionante con inesperados giros del destino, que abarca desde momentos complicados hasta días de felicidad y mucha gloria.

En dialogo con Infobae, el hombre de 74 años confiesa por qué fue deportado de la Argentina en tiempos de la última dictadura militar. Además, reveló el motivo por el cual cayó preso durante la presidencia de Estela Martínez de Perón, cómo sobrevivió al exilio y detalló las amistades que forjó con Mario Kempes, Alfredo Di Stéfano y la cantante Mercedes Sosa.

-Se cumplió un año de la muerte de Diego Maradona. ¿Qué recuerdos tiene de su amigo?

-Lo veía tan deteriorado y mal, que era angustiante verlo así. Muy diferente a como yo lo había conocido. Estaba destruido. Lo seguían usando. Fueron penosos sus últimos tiempos. Fueron momentos muy lindos los que viví a su lado. Prácticamente me integré a su familia. Comer y viajar con ellos. A veces, los fines de semana iba a su casa con un paquete de pasajes para sus sobrinos y otros integrantes de su familia.

-¿Qué guarda de Maradona?

-Algunas de las casacas que me dio se las regalé a gente muy amiga. Guardo una camiseta del seleccionado juvenil de 1979, que mantiene su nombre y el número. Además, fotos que tengo con él. Y recuerdos, anécdotas. Como cuando lo llevé a Maradona que tenía hepatitis a reunirse con Carlos Bilardo en una casa en la Costa Brava (España), en el momento en que el Narigón estaba diagramando el seleccionado argentino. Se pusieron a charlar los dos y también se encontraba el profe Fernando Signorini.

-¿Cuándo conoció a Maradona?

-Durante el Mundial 82, en España. Estaba alojado en el mismo recinto que la delegación argentina. Estábamos divididos en dos hoteles. Compartíamos la piscina y la sala de juegos. En uno de los ellos, se concentraban los jugadores e integrantes del cuerpo técnico y los dirigentes. En el otro, convivíamos con los familiares de los futbolistas, amigos y allegados. Entre ellos, se encontraban los hermanos de Diego Maradona y su papá, Don Diego. A la hora de comer, nos dividíamos. Recuerdo que Chitoro hacía los asados e invitaba a los más cercanos. Nos hicimos muy amigos.

-¿Es verdad que Maradona lo llevó a Barcelona para que se encargara de toda la logística de viajes?

-Sí, luego de la Copa del Mundo, Diego llegó como refuerzo del Barza y me dijo: “Quiero que te encargues de los pasajes de todos los integrantes de mi familia. Donde quieran viajar, vos dáselos y después arreglamos”. Así que a partir de ese momento me dediqué a eso y empecé a trabajar al lado de él.

-¿Fue en Barcelona donde forjó esa relación de confianza?

-Sí, porque viajábamos juntos todas las semanas, ya que yo seguía organizando los viajes de los integrantes del plantel culé. Compartíamos momentos juntos y nos hicimos muy amigos. Él venía a nuestra habitación hasta que le daba sueño. Con Jorge Cysterszpiler, Don Diego, sus hermanos Lalo y el Turco y la Morsa Esposito aprovechábamos cuando se iba a dormir para escaparnos a algún boliche a tomar unas copas, sin que él supiera.

-¿Diego nunca se enteraba?

-Sí, al otro día lo apretaba a (Miguel) Galíndez y lo hacía cantar. Miguel era medio lentón. Entonces, Diego lo agarraba siempre que nos escapábamos y se daba cuenta de todo. Pero el concentrado era él, no nosotros. Cuando visitábamos alguna ciudad de España, esperábamos en el bar que Pelusa se acostara y salíamos. Los días que estábamos en Barcelona almorzábamos con él. Y, de noche, cenábamos con el entrenador Cesar Luis Menotti, al que le gustaba salir. Yo a los españoles les decía: “Al mediodía almorzaba con el Rey y a la noche con el Cesar”. Muy linda época.

La familia Maradona en pleno,
La familia Maradona en pleno, junto al clan que acompañó a Diego en España. Aparecen Quiroga (debajo del astro) y el masajista Galíndez

-¿Dónde festejó Pelusa su cumpleaños número 23?

-En la pizzería Corrientes 348 del Chino Vallejos, que quedaba en la calle Alicante esquina Mandri, en Barcelona. El Chino se hizo muy amigo de Diego. Entonces, el 30 de octubre de 1983 nos juntamos allí. Los dos únicos que fuimos de corbata fuimos el cumpleañero y yo.

-¿Por qué?

-Porque Diego me dijo: “Vení a buscarme y vamos juntos”. Le pregunté: “¿Cómo vas a ir vestido?”. “De corbata”, me respondió. Llegamos a la pizzería y todos, inclusive Don Diego, nos esperaban de sport.

-¿Es cierto que una vez un jeque árabe lo llamó para que su hijo conociera a Diego, ya que el Barcelona iba a jugar con el Mallorca?

-Había un muchacho que viajaba con nosotros que se llamaba José Luis, que tenía un hermano que trabajaba para un jeque árabe que vivía en un palacio en Mallorca. Un día, José nos dice que el hijo del jeque era fanático de Maradona. que tenía toda la habitación con fotos de él y que estaba enloquecido con verlo y conocerlo, sabiendo que viene a jugar a esta ciudad.

-¿Qué hicieron desde su entorno?

-Hablamos directamente con el jeque, que nos preguntó si lo podíamos llevar, pero con la condición de que debía ir con la custodia. Le respondimos: “La única forma de venir es con nosotros, disfrazado con la camiseta del Barsa o de Argentina, pero sin la custodia. Que venga al hotel y salimos de acá para la cancha”. Imagínate lo enloquecido que estaba el niño. Terminó el partido y nos volvimos al hotel.

-¿El chico pudo conocer a su ídolo en persona?

-Sí, tras el encuentro lo vio en el hotel, se le tiró encima y no se le despegaba. Le conté a Maradona de quién se trataba y comimos todos juntos. Después de la cena, lo vino a buscar la custodia: tres autos y gente armada para sacar al chico del hotel.

-¿El jeque se lo agradeció alguna vez?

-Sí, a los dos días me llama por teléfono y me dice. “No se imaginan lo feliz que hicieron a mi hijo. Ya les mando un avión y se vienen todos a mi palacio, hacemos una gran fiesta y le quiero agradecer, especialmente a Diego, con un gran regalo”. Al final, no pudimos ir por los compromisos futbolísticos que tenía Pelusa con el conjunto culé.

-En Barcelona Diego contrajo hepatitis. ¿Qué medicación le llevó para la enfermedad?

-Una de las cosas que le recomendaron para que le bajara la hepatitis fue el té de burro, un tipo de yuyo que es muy común en Catamarca. Inmediatamente, le dije mis hermanos: “Mándenme té de burro para Barcelona”, y de un día para el otro lo tuve. Resulta que mis hermanos lo mandaron por una aerolínea que lo depositó a Madrid y de allí, lo enviaron a Barcelona. Al día siguiente, me avisaron que había una encomienda a mi nombre. La fui a buscar y le empecé a dar té de yuyo a Diego y sirvió como medicación alternativa.

-¿Cuánto hay de cierto de que Diego le puso un ómnibus a chicos que trabajaban en las calles para que fueran a ver la final del Barcelona contra el Real Madrid por la Copa del Rey 83?

-Es verdad. En aquella época, en Barcelona había muchos chicos que limpiaban los parabrisas de los autos en las esquinas. Entonces, en la previa al partido, los jóvenes me comentaron que les encantaría ir al Santiago Bernabéu, pero que por el precio de las entradas y los costos de los viajes era imposible.

-¿Qué hizo?

-Lo hablé con Cysterszpiler y juntos le comentamos al Diez. “Los chicos quieren ir a ver la final”, le dijimos. Inmediatamente, Pelusa le pidió a su representante que buscara un ómnibus de categoría de dos pisos, y que colocara a todos los chicos adentro con bandejas de alimentos y entradas. Los llevamos de Barcelona a Madrid y los trajimos. Fue una fiesta. Todos asistieron muy felices al Bernabéu. Los chicos iban cantando con cornetas, redoblantes y tambores.

-¿Cysterszpiler le hizo bien a Diego?

-Jorge era bueno, pero se creía Carlos Gardel. Se puso a hacer inversiones que pensó que le iban a salir bien y le salieron mal. Cysterpiller invirtió 400 mil dólares en bingos en Paraguay. Yo le dije al Rengo: “De ahí no vas a sacar la plata, a no ser que seas primo-hermano de Alfredo Stroessner (dictador paraguayo)”. Esa plata se perdió y Diego lo supo tarde.

-¿Ahí se produjo el quiebre entre ambos?

-Cuando Maradona se enteró de todo, de que se había quedado sin plata, lo despidió. Recuerdo que junto a Signorini le advertimos a Jorge que no hiciera esa inversión y le dijimos el resultado que podía obtener. Pero cuando se fue Jorge, desgraciadamente, cayó en manos del otro que le arruinó la vida.

-¿Guillermo Coppola?

-Sí, fue lo peor que le pasó a Diego. Lo digo por el tema de las drogas y varias cosas más.

-Usted estuvo cerca de Maradona en su estadía en Barcelona y en Nápoles. ¿Cuándo empezó a consumir drogas?

-En las fiestas que hacíamos en Barcelona no había drogas. Puede ser en algún boliche que haya consumido, pero en nuestras fiestas, no. Recuerdo que un día me llama y me dice: “Cata, sácame dos pasajes para Dusseldorf (Alemania) que me tengo que ir a renovar el vinculo con Puma. Quédate con mi auto y armame la vuelta para mañana”. Fui al aeropuerto, le llevé los pasajes y le pregunté: “Diego, ¿cuánto dinero pensás arreglar?”.

-¿Qué le respondió?

-”Quiero ver si por dos años le saco un millón de dólares”.. Le dije: “Si le sacás un palo verde, armamos un gran fiesta gran en tu casa”. Me dijo: “Sí, te lo prometo”. Al día siguiente, lo fui a buscar al aeropuerto y me confirmó que había arreglado por un millón 200 mil dólares.

-¿Se acordó de la promesa?

-Sí, y me dio la libertad para que hiciera lo que quisiera. Agarré la furgoneta con una tarjeta que decía “Maradona producciones” y me fui al supermercado. Compré de todo: pata de jamón, cajas de Champagne, carne, etcétera. Invité a todos mis amigos por teléfono. Fuimos 25 con sus mujeres. Nos tirábamos en la pileta porque hacía mucho calor. Estaba Diego con Claudia y se reían. Imaginate la comilona que armamos. En un momento, le pregunto: “Che Diego, ¿no habré abusado con las compras?”. Me respondió: “No, Cata, quedate tranquilo que pagan los alemanes”.

-¿Usted lo acompañó a Nápoles?

-Sí, fui el único argentino que paraba en la casa de él, usaba sus autos y andaba con Signorini y con Lalo. Recuerdo que un día llegó tarde al entrenamiento porque se despertó muy tarde. Se había pasado la hora del comienzo de la práctica y no salía de su habitación. Al principio, no me animaba a despertarlo. Pero al final lo hice. Le golpeé la puerta y le dije: “Diego, no llegás el entrenamiento”.

-¿Se levantó?

-Sí, me dijo: “Andá sacando el auto que ya voy”. Se subió al carro y manejó él. Empezó a pasar a todos los semáforos en rojo. Entonces, nos ven los carabineros y nos ponen la sirena. Diego sale por la ventana y les comenta: “No llego al entrenamiento”. Entonces, los carabineros pusieron las sirenas en volumen alto y nos escoltaron hasta el estadio para que pudiera llegar a entrenar (risas).

-¿Es verdad que Diego le daba las llaves de su casa en Nápoles para que se hospedara sólo?

-Sí, una vez jugaba el Nápoles contra la Juventus y él insistía en irse a la Argentina luego del partido. Yo paraba en su casa con Claudia, Lily, una de sus hermanas y Lalo. Los diarios italianos reflejaban previo al encuentro: “Diego enfrenta a la Juventus y se va para su país”. Tras el empate, el Diez tenía una auto que lo esperaba para llevarlo al aeropuerto. Antes de subirse, me dio las llaves de su casa para que la habitara. Yo tenía miedo de estar solo por si me robaban. Porque los napolitanos sabían que Diego se había ido. Pero le pedí a Jorge que me acompañe para estar más tranquilo. Ahí te das cuenta de la confianza que tenía en mí.

-¿Esa misma confianza que le permitió mandar a la Argentina una valija con un millón de dólares que eran de Diego?

-Sí. Resulta que cuando deja Barcelona para irse al Napoli, con la plata del pase compró unos departamentos en Buenos Aires. Diego tenía que pasar un millón de dólares a la Argentina. Me dio el dinero para que lo camuflara en una de las dos valijas que se iban para nuestro país. Una contenía la plata y algo de ropa, la otra solo ropa de Diego, su madre Doña Tota, del Turco y Lalo. Pero no las llevaba yo, sino Jorge. Y hubo un inconveniente.

El Cata, con don Diego,
El Cata, con don Diego, a quien le elogia los asados que hacía

-¿Qué pasó?

-En Roma, donde hace escala para tomar otro vuelo hacia Buenos Aires, faltaba una de las valijas. Entonces, me llama Jorge y me cuenta: “Cata, ¿qué hacemos, falta una valija?”. Le digo: “Andate con la que tenés y mañana retiramos la otra, ya que seguro se equivocaron de avión”. Imaginate que esa noche no dormí. Al otro día, Cysterszpiler me confirmó que la valija que tenía encima era la del dinero. La otra, al final, jamás la recuperamos.

-¿Qué recuerda del casamiento de Pelusa con Claudia en el Luna Park?

-Fue una fiesta extraordinaria. Estuve en la misma mesa con Di Stefano, Carlos Pacheco, que era el tío de Carlos Tapia de Boca, y el Chino Vallejos. Yo saqué una cámara del bolsillo y empecé a filmar. Vinieron lo de la televisión italiana que tenían los derechos de filmación y le dijeron a Diego que yo estaba grabando. Él les respondió: “No se preocupen, que es parte de mi familia. Esto no sale de acá”. Ningún canal argentino podía grabar el casorio. Lo que vale esa filmación.

-¿Es cierto que Maradona le hizo conocer a su referente del ciclismo, Eddy Mercky?

-Siempre me gustó el ciclismo. Soy un aficionado. Una cosa que se hace a sangre. Yo admiraba al belga Mercky y un día llego a la casa de Diego en Barcelona y estaban juntos. Eddy le había llevado una bicicleta de regalo con su nombre impreso. Yo de la emoción, no podía hablar, estaba con los dos más grandes de la historia. A la bici la acariciaba, Eddy se dio cuenta y nos dimos un fuerte abrazo. Cuando Diego se fue a vivir a Nápoles me dijo: “Cata, llévate la bici”. Le contesté: “No soy digno de ello, era un regalo de un Rey a otro Rey”. Claro que después me arrepentí, ¿quién se la habrá quedado?.

-Cuántas historias vividas al lado de Diego Maradona. ¿Lo llamaron de la serie “Sueño Bendito” para contar todo lo que vivió?

-Me llamaron, pero nunca quise decir nada. Porque hay muchos fantasmas que no han vivido esa época y hablan sobre eso. Hay muchas cosas que las veo falsas. No tiene nada que ver lo que muestran de su vida en Barcelona. Diego manifestó una vez en un reportaje: “Los verdaderos amigos los tuve en Barcelona”.

-¿Por qué se alejó de él?

-Lo endiosaron por culpa de (Guillermo) Coppola que le arruinó la vida. Comenzó el dieguismo y ya era una cosa insoportable. Empezó a consumir y me alejé. Pero no hubo ningún inconveniente entre Diego y yo. Cuando vaya un día a Buenos Aires, voy a ir a ver a Claudia, si Dios quiere.

-¿A qué se dedica hoy, Joaquín?

-Vivo de vacaciones. Me jubilé en España. Tengo 74 años, así que ando viajando y paseando. Hoy me encuentro en Catamarca, mi lugar de nacimiento. Volví antes de la pandemia y me quedé un tiempo. Tengo pensado volver a Barcelona a pasar un tiempo en Costa Brava.

-¿Cuánto tiempo vivió en España?

-12 años. Estuve más tiempo en Barcelona que en Madrid y en Valencia. Yo fui deportado de Argentina durante la última dictadura militar. Hice uso de la opción que estaba a disposición del Ejecutivo de irme del país y recalé en España. Me fui el 1° de abril de 1977. Antes de la llegada de los militares, estuve preso durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón. Pero después llegó la dictadura y me fui del país.

Quiroga posa junto a Menotti,
Quiroga posa junto a Menotti, con quien cultivó una amistad. También fue cercano de Alfredo Di Stéfano, Mario Kempes y Mercedes Sosa

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