Se cumplió el primer aniversario del fallecimiento de Diego Armando Maradona, que fue un enamorado por los autos. Desde el primero que tuvo, aquel Fiat 128 comprado en 1982 hasta la Ferrari Testarrosa que exigió que sea negra en su época del Napoli, entre otros. Pero el recordado Diez fue más allá y vivió de cerca la velocidad en coches de carrera, con experiencias que lo fascinaron o historias que lo marcaron con referentes del automovilismo, sea arriba o debajo de las máquinas.
Junto a Fangio. El 3 de julio de 1981 se llevó a cabo una cena-show a beneficio de la campaña internacional de Oscar Rubén Larrauri. Fue en el salón Naranja de la Sociedad Rural de Rosario y también coincidió para poder homenajear Juan Manuel Fangio por sus 70 años (nació el 24/06/1911). Diego, que en ese momento peleaba por el título del Torneo Metropolitano con Boca Juniors, fue invitado y no se perdió la fiesta para poder conocer al Chueco. “Ese día no pude hablar mucho con Diego, pero sí vi que en todo momento le manifestó a Fangio su admiración y respeto. Parecía un pibe que había conocido a su ídolo. Hasta lo noté emocionado cuando lo miraba a Juan”, le cuenta Larrauri a Infobae. También participaron José Froilán González y Juan Manuel Bordeu, entre otros. Concurrieron unas 2.000 personas y el precio fue de 350 mil pesos por participante o 450 mil por pareja. Se sorteó un Toyota y tres televisores color (algo nuevo para para la época).
Reencuentro con Poppy. A inicios de los años ochenta Larrauri era considerado uno de los sucesores de Carlos Alberto Reutemann. De hecho, “Poppy”, como se lo conoce al ex piloto santafesino, fue campeón de la Fórmula 3 Europea en 1982 y cuando tuvo que dar el salto a la Fórmula 1 no tuvo el presupuesto necesario y encima su mejor momento deportivo coincidió con la Guerra de Malvinas, hecho que complicó a los pilotos argentinos en Europa.
En 1986 se volvió a encontrar con Maradona y fue en la entrega de los Premios Olimpia, cuando Diego recibió el galardón de oro y Larrauri el de plata por su segundo puesto en las 24 Horas de Le Mans y por el título de equipos en el Mundial de Resistencia (Sport Prototipos). Cuando Diego fue premiado se encontró con Gabriela Sabatini y Poppy, quien lo saludó y le comentó algo que le robó una sonrisa: “Me felicitó y me dijo que tenía un perro que se llamaba ‘Poppy’ y la verdad que me hizo reír. Después tomé consciencia de que él venía de brillar en el Mundial ‘86 y tuvo la humildad de saludarme”, contó el ex piloto que corrió en F1 en 1988 con la escudería Eurobrun, sobre un auto nada competitivo.
Además, recordó otra anécdota vinculada a Diego: “En unas vacaciones en 1985 crucé la frontera de Yugoslavia a Grecia, me miraron el pasaporte y me dijeron ‘Maradona’. Ya era el número uno y todavía no había salido campeón mundial”.
Vibró arriba de un TC. Cinco años más tarde, mientras Maradona cumplía la sanción de 15 meses por el doping en un partido contra el Bari por la Serie A de Italia, se acercó al Autódromo de Buenos Aires para presenciar una carrera de Turismo Carretera. Fue como un espectador y terminó viviendo una experiencia inolvidable, ya que vibró arriba de un auto de la categoría y quedó fascinado.
Diego se subió al Ford de Oscar Aventin en la vuelta previa y le trajo suerte, ya que luego el de Morón ganó la final. “Nosotros no sabíamos que él iba a ir al autódromo. Estuvo con su ex suegro y con una barra de amigos. Yo lo conocía porque le había vendido unos autos de Renault cuando él aún jugaba en el país, en sus inicios. Creo que le vendí una cupé Fuego. A él le gustaban mucho los autos y en Italia tenía una Ferrari, un Lamborghini”, le indica a Infobae el Puma Aventin.
“Cuando llegó a los boxes fue una revolución y medio que la marea humana lo terminó llevando a mi box. Yo en ese momento peleaba por el título. Se quedó en mi box, charlamos y le puse una gorra de uno de mis sponsors (amortiguadores), la miró para ver qué decía, me guiñó el ojo, se rió y se la dejó puesta. Luego, cuando llegó la hora de la largada, me dice ‘cómo me encantaría dar una vuelta’. Le dije, ‘vamos Diego, subite’”, cuenta Aventin.
“En la vuelta a previa se anda a fondo para calentar los frenos. Después de la primera curva se asustó y buscaba la manija que tienen los autos de calle arriba de la puerta. Uno tiene el campo visual por la experiencia de correr en autos y, si bien manejaba, podía verlo. Él estaba atado a los cinturones de seguridad y en el Curvón Salotto (sector de alta velocidad) se agarró de la butaca y le hice la seña de ok con el pulgar derecho para darle tranquilidad porque ya iba con los ojos desorbitados”, relata el ex piloto que ese año fue campeón de TC y repitió en 1992. Es el último que logró un bicampeonato con Ford en la categoría.
“Íbamos a 260 km/h, pero se lo veía contento. Paramos en la grilla de partida y hablaba como un libro abierto. ‘¿Como puede ir así un Falcon?’ Me preguntó y le dije ‘es que vos te quedaste con los Falcon que eran taxis’. Le pedí disculpas por el susto y me dijo que ‘se dio cuenta de que él no sabía manejar’. Estaba sorprendido por la velocidad de curva de los autos. Se quedó enloquecido y dije que si quería algún día podía ser mi acompañante en una carrera”, agrega.
“Cuando terminó la carrera lo invitamos al podio, se quedó como 40 minutos y saludó a la gente, que lo ovacionó. Me dijo que después de que se retirara quería seguir al TC en una casa rodante por todo el país, comer asado y pasarla bien, como uno más del automovilismo. Yo me fui, pero después me enteré que Diego se quedó en el Autódromo hasta las 20 porque estaba enloquecido”, afirma.
“Gracias a Diego ese día el TC dio la vuelta al mundo. Además, me trajo suerte y buenas ondas porque luego fui campeón. Ese triunfo fue sobresaliente y no fue una victoria más, ya que tuve el honor de llevarlo una vuelta”, destaca.
“Luego hablamos por teléfono un par de veces y dijo que algún día quería manejar un auto de carrera. Lo invité a otras competencias, pero nunca pudo”, revela el Puma.
“Para mí como la mayoría de la gente, fue el mejor. Messi es un fenómeno, pero las cosas que este tipo hizo son impresionantes”, concluye.
Vamos de pesca. En el verano de 1994 Diego vivió otra historia con un ex piloto del TC, Jorge Oyhanart, animador en los años ochenta y principios de los noventa. “Nos encontramos en el balneario Marisol en Oriente, que está en el kilómetro 530 de la Ruta Nacional 3. Yo tenía una casa que la había hecho con mi suegro en 1974. Es un lugar muy lindo y tranquilo. Diego fue ahí después del episodio donde les había tirado unos tiros a unos periodistas en enero de 1994. Quiso descansar, despejarse de todo eso. Nos conocimos en la playa y un día cayó en mi casa y me dijo ‘¿Che, Vasco? ¿No me llevás mañana a pescar tiburones?’ Le dije que sí y que ‘a las 4.30 te paso a buscar porque a esa hora el agua está calma’. Paso por la casa, le toco bocina, y nada, toqué dos veces más y nada. Dije, ‘este se quedó dormido…’ Me fui porque el mar no te espera y después se pone jodido. Cuando llegamos a la playa él ya estaba ahí, sentado a la orilla”, recuerda Oyhanart en diálogo con este medio.
“Al otro día fui otra vez a la casa y, ni bien sintió el ruido de mi camioneta, salió. Él quería entrar todos los días al mar. Un día fuimos y nos metimos con la lancha bien adentro y había unas olas fuertes, Pusimos la lancha con la trompa en la rompiente y cuando quisimos entrar apareció una ola y nos tiró. Menos mal que esa vez no vino el padre de Diego, pero la lancha se me rompió toda (risas)”, sostiene el referente de Ford que fue subcampeón en 1987.
El Vasco siempre fue un especialista en la pesca y Diego se sintió muy cómo con él al punto de compartir un mes en aquel verano: “Había alquilado un tractor con acoplado y cargábamos todo ahí. La pasamos genial. Él comía en casa con Claudia y las nenas. Al único que le daba una nota era Enrique Moltoni. Hacíamos corvinas a la parrilla y un día lo vino a buscar la Policía por la causa judicial del tema de los tiros y lo llevó, pero fue un poco de verso, un show armado. Pero después volvió y comimos”.
También apunta algo que generó el delirio de la gente en la playa: “Recuerdo que Diego agarraba unas naranjas y hacía jueguito con su tobillo que parecía el caparazón de una tortuga. La gente se volvía loca y el no sintió desbordado porque éramos todos laburantes y había muchas familias. Se hizo bastante compinche con mis hijos y mis yernos. Era un tipo muy servicial y todavía no estaba contaminado. Alguien ideal para la joda, un loco lindo. Era un personaje que si quería ir a la luna, encaraba e iba para allá”.
En ese momento Diego venía de jugar en Newell’s, donde tuvo un breve paso. Luego volvió a entrenarse y se preparó para el Mundial de los Estados Unidos en 1994. Es posible que haya encontrado mucha paz con la familia Oyhanart y eso lo marcó. El Vasco añade una anécdota donde Diego lo tuvo presente luego de muchos años. “Un día viene a nuestro taller un cliente amigo que estuvo en Dubai y lo vio a Maradona y le dijo ‘¿Hace mucho que no lo ves al Vasco Oyhanart?’ Un fenómeno, aún se acordaba de los días que fuimos a pescar”.
Derrapes en el rally. En 1997 Maradona tuvo su segundo retorno a Boca Juniors. Mientras realizó su preparación física vivió una experiencia única con un múltiple campeón del Rally Argentino, Gabriel Raies, que lo llevó a girar sobre su Renault Clio Williams, una versión deportiva del modelo del Rombo.
“Yo soy amigo de Guillermo Coppola y ellos fueron al predio Qenti, en Córdoba, por una rehabilitación de Diego. Fuimos con el helicóptero para allá y él no me conocía, supongo que Guillermo le habrá contado quién era. Igual agarramos feeling muy rápido y lo invité a girar donde el Rally Mundial hacía el shakedown (último ensayo previo). Fuimos con una camioneta y mi navegante José María Volta le dio la hoja de ruta. Diego la leyó y en minutos se la acordó”, le afirma Raies a Infobae.
“Giramos con un Renault Clio Williams de 270 caballos y tracción delantera. Estuvimos desde las 10 de la mañana hasta 13, cuando comimos el asado. Volvimos a la tarde y dimos ocho vueltas al circuito que tenía seis kilómetros. Diego estaba enloquecido y no quería bajarse del auto”, agrega el ganador de 17 títulos nacionales en la especialidad.
“El Qenti era un lugar para descansar y con Maradona llegaron 5.000 personas, por eso la gente del predio nos pidió que nos fuéramos. Ellos se fueron a Villa La Angostura, donde Diego siguió su preparación, y a los pocos días me invitaron. Llegué y seguimos hablando y me di cuenta lo sencillo que era. Armaron dos equipos de fútbol y le aclaré a Maradona que yo era horrible y que ni le podía pegar a la pelota. Empezó el partido y a los cinco minutos vino y me dijo ‘te voy a pedir un favor: quedate sobre la línea y no te muevas de ahí porque te voy a pegar un pelotazo’ (risas)”, concluye Raies.
Mundiales. En 1995 Maradona asistió al Gran Premio de Mónaco de Fórmula 1 y estuvo con Niki Lauda, Michael Schumacher y otras figuras de la Máxima. En 2008 repitió la experiencia en el rally con la fecha mundialista en Argentina, en Córdoba, pero con Sébastien Loeb, el más laureado con nueve títulos ecuménicos. Ese año también se encontró con Valentino Rossi en el Gran Premio de San Marino de MotoGP disputado en Misano, Italia. Tanto Loeb y Rossi ganaron esas carreras en las que estuvo Maradona.
El recordado Pelusa siempre fue un imán popular y el ambiente del deporte motor lo recibió con los brazos abiertos. Él se sintió cómodo ya que pudo vivir de primera mano una de sus pasiones y quizá porque se brindó como uno más y por un rato Diego dejó de ser Maradona.
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