Pasaron tres años. Tres largos años donde el Monumental vivió una fiesta libre de barras. Después del escándalo de la final frustrada de la Copa Libertadores 2018 que incluyó el allanamiento a la casa de Guillermo Caverna Godoy y la obtención de los 300 carnets de los miembros de Los Borrachos del Tablón, los barras de River cayeron afortunadamente en desgracia. Porque la dirigencia, con una causa judicial pendiendo como espada de Damocles, decidió cortar el grifo de los tickets. Y porque la fiscalía de Núñez y la de Eventos Masivos de la Ciudad controló cada encuentro del equipo de Gallardo en el Monumental para impedir que los que tenían derecho de admisión pudieran entrar. Pero un día, la facción oficial regresó a pleno. Y no fue cualquier día: anoche, en la obtención de la Liga Profesional, la barra hizo su rentrée y manejó además todos los negocios alrededor del estadio como en las viejas épocas, obteniendo una fortuna.
Y lo más llamativo es que en el paravalanchas estuvieron dirigiendo la operación los miembros más importantes de la primera línea, que supuestamente tienen prohibido el ingreso. Gustavo el Uruguayo Larrain, los hermanos Ferreras de Beccar, Martín de Soldati, Chimi Leguizamón y Emiliano D’Amico (estos dos con la admisión vencida) fueron los directores de una orquesta que no hay manera de que estuviera adentro sin contar con complicidad policial o directiva. Y entre ambos se tiran la pelota. Lo cierto es que un día regresaron mientras su líder, Caverna Godoy, tiene montada su oficina de operaciones en el primer piso de una pizzería de Congreso y Libertador. Y como dicen en el círculo aúlico de la barra, “alta muzza” hicieron con el título de River.
Este retorno se venía gestando desde comienzos del año, cuando Caverna empezó a convocar nuevos hombres que no estuvieran en admisión para armar una barra con ficha limpia mientras él y sus secuaces manejaban todo desde atrás. Primero hubo un intento de acercamiento a la facción disidente, por sugerencia de autoridades del ministerio de Seguridad de la ciudad y del club, y que fue gestionada por un diputado nacional por San Luis. La idea era que si arreglaban las diferencias y volvían todos juntos como una sola barra, habría acuerdo. Pero todo terminó mal entre ambos líderes y hasta hubo una invitación a pelear mano a mano de Hernán Taboada, de la disidente, hacia Caverna, de la oficial.
Este fracaso llevó a Caverna a armar el retorno. Entonces gestó una reunión en Pilar en febrero, donde se acercaron caras nuevas de Lomas de Zamora y de la villa La Cava. Faltaba, claro, recobrar al grupo más violento, el de Ingeniero Budge, que en su momento manejaban Sergio Alejandro Medina y su hijo, distanciados porque cuando cayeron presos acusaron a los líderes de no prestarles asistencia económica ni legal. Hubo un proceso de seducción que se cerró con las líneas inferiores de Budge que se sumaron tras una reunión en San Fernando en abril de este año. Todos entendían que volvería el público a los estadios con aforo reducido y eso pondría los tickets para reventa a valor oro. Y el dinero, se sabe, en ese mundo hace olvidar las diferencias.
En el medio hubo acuerdos con Guillermo Moreno para militar por su partido y también con varios sindicatos, entre ellos el de Comercio, el de los empleados de la Ciudad y el de Maestranza. La idea era ganar la Sívori nuevamente y que la disidente no copara la Centenario. Cuando volvió el público a los estadios, eso se manifestó claramente: en la Sívori había un hueco generado por unos 70 nuevos barras para mostrar presencia desde la ausencia, y en la Centenario entraban cerca de 80 de la disidente. En ambos casos con el compromiso de no mostrar banderas ni detalles identificatorios.
Pero el nuevo aforo del 100 por ciento y la posibilidad de dar la vuelta contra Racing activó todo el mecanismo. La disidente por sugerencia de la propia Policía decidió no ir y sí revender las entradas que tenían en su poder. La oficial siempre tuvo la idea de copar otra vez el Monumental. Y lo hizo. River puso a la venta 11000 tickets para esa tribuna. Según el club, los compradores están debidamente registrados y lo hicieron por derecha. La fiscalía de eventos masivos supone aunque no puede probarlo que parte de esas entradas quizá fueron entregadas en forma directa. Pero lo más llamativo es que la barra partió desde zona norte y sur en cuatro micros que pararon por la tarde en Parque Saavedra sin que la Policía se diera supuestamente por enterada. Y desde allí marcharon a la cancha. Sin bombos ni banderas, que era el único pedido para que pasara inadvertido su regreso.
Cuando llegaron a las inmediaciones del Monumental, vino el descalabro. Algunos tenían entradas, otros no y otros las robaban a los hinchas comunes. Pasaron los distintos vallados y molinetes sin que nadie los parara. Ese escándalo, sumado a la sobrepoblación evidente del Monumental, hizo que 40 minutos antes del comienzo del partido se cerraran las puertas y se reprimiera a los hinchas comunes que con sus entradas y su carnet al día pagado durante toda la pandemia, se quedaban afuera por culpa de una cadena de complicidades. En esas escaramuzas terminaron cuatro detenidos, entre ellos un empleado del club y un policía de la Federal sugerentemente de la zona de Lomas de Zamora, de donde vienen varios integrantes de la facción oficial. Y como si fuera poco, minutos antes de que se largara el match, los barras se pararon en el paravalanchas. Sólo les faltó cantar el clásico “Llegan los borrachos del tablón, llegó la hinchada”. No hacía falta. A la salida, la Policía logró detener al Uruguayo Larraín, que como sus secuaces habían quedado filmados en la Unidad de Control de audio y video del estadio. El resto se salió con la suya. Una vez más como pasa seguido en nuestro fútbol argentino que anoche produjo un hecho que parecía lejano: el regreso de Los Borrachos.
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