Ruggeri dio detalles del día que un vendedor de armas llegó a la concentración de River Plate: “Yo me compré una Itaca, era una locura”

El ex defensor evocó sus vivencias con el plantel que ganó todo en 1986, que tenía un hobby peligroso: “Griguol nos decía: ‘Va a haber un accidente, muchachos, ¿por qué no se calman?’”

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El ex defensor evocó sus vivencias con el plantel que ganó todo en 1986, que tenía un hobby peligroso: “Griguol nos decía: ‘Va a haber un accidente, muchachos, ¿por qué no se calman?’”

El plantel de River Plate campeón de todo en 1986 (torneo local, Copa Libertadores e Intercontinental) estaba cargado de grandes figuras, que también eran difíciles de domar. Tras la partida del Bambino Veira como entrenador, asumió Carlos Griguol en su reemplazo, con métodos de trabajo más rígidos. Y el choque con el grupo resultó inevitable, más allá de que con el correr de los días la relación se encauzó. En el programa ESPN F90, Carlos Aimar, entonces ladero del Maestro Timoteo, y Oscar Ruggeri, referente de aquel equipo, evocaron aquellas épocas, con foco en una particularidad inquietante: la afición de los jugadores por las armas, que compraban en la propia concentración.

“El primer día llega Griguol; River campeón de todo, con un plantel jodido, chivo. Estos tipos se pararon ahí. Pero equivocaron la forma de entrar, porque atacaron así, de entrada, nos trataron de cortar de entrada, con cosas que eran hablables. Con el tiempo, terminamos todos abrazados, llorando, porque eran buena gente, que buscaban lo mejor para nosotros. No querían que bajáramos la guardia después de salir campeones de todo”, prologó el Cabezón la historia

Consultado sobre qué le había intentado cortar ial plantel del Mllonario el cuerpo técnico que brilló en Ferro, Aimar fue concluyente: “Era fácil, estábamos concentrados, abrían la ventana y ¡pam!, mataban un pájaro así”. El ex defensor lo interrumpió. “No, qué pájaro, tirabamos a la noche. A las 12 de la noche tirábamos para arriba. pero eso no fue de entrada. En la primera reunión, estábamos sentados así y dijeron ‘se terminó el pelo largo, las camisas abiertas; si el horario es 8.30, es 8.30...’ Y eran tipos de nombre, reconocidos, pero se encontraron un con plantel que se les paró de mano. Empezamos a competir hasta que nos enganchamos”, explicó.

Si bien el hobby de las estrellas de River fue un tema que ya resultó abordado por Ruggeri en su ronda de anécdotas, esta vez brindó detalles inéditos. “Y con las armas tirábamos a la noche. Al río tirábamos, nos habían vendido armas, un tipo que vino a la concentración. Viste que a la concentración vienen a venderte zapatillas, oro, y de pronto llegó una coupé Taunus dorada y nos dijeron: ‘Che, hay un tipo abajo que vende armas’. De la nada. Y dijimos: ‘Vamos a ver’. Abrió el baúl y era Bin Laden. Escopetas, granadas, revólveres, nunca habíamos visto armas así. Era un tipo que había estado en el ejército. ¿Cuánto valían? A precio de hoy, 100 pesos la granada, 100 la escopeta. Y dijimos todos: ‘Vamos a comprarle’. Salían dos mangos”, continuó la anécdota.

“Le compramos todos. Compré una escopeta, una itaca, y el resto todos revólveres. Unos revólveres tan lindos, plateados, y justo cayeron éstos”, apuntó, en relación a Griguol y compañía. “Nos daban cantidad de balas, y las cargábamos. Arriba íbamos y hacíamos ¡pa, pa‚ pa! Tiraban 12 tiros, no sé cuántos, y la escopeta que hacía un ruido... Griguol miraba la tele a 20 metros, pobre Griguol, porque era un balcón que daba al río. Venía y nos decía ‘tranquilos. Va a haber un accidente, muchachos, ¿por qué no se calman? Y ahí nos íbamos’”, contó cómo se cortaba el improvisado polígono de tiro.

Sin embargo, los usos de las armas no se agotaban allí. “Entrabas a las habitaciones y estábamos con las armas en la mano. El Negro Enrique miraba la tele y daba vueltas con los revólveres. El Negro Palma ya tenía, traía de Rosario. En el vestuario, en el baño de inmersión, tiró un tiro, hizo una explosión que parecía que se caía el Monumental. Tiró al agua”, narró.

“Y Funes... Un cuchillo de rambo así... Tenía la coupé Sierra, corría el techo e iba ‘¡pa, pa, pa!’ por Buenos Aires. Imaginate hoy. Era una locura. Pero éramos buenos pibes. Entrenábamos, y cuando había que entrenar, entrenábamos a morir. Es que estábamos mucho tiempo en la concentración”, justificó al concluir.

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