La vida de Carlos Tevez es de película. Literal. Su historia inspiró la serie que fue emitida por Netflix y le sirvió para ilustrarles a sus hijos cómo habían sido sus inicios en el fútbol pero, por sobre todas las cosas, la dura infancia que le tocó atravesar en Fuerte Apache. Allí, en el Barrio Ejército de los Andes fue donde se crió bajo la tutela de su papá, Segundo, al que perdió a principios de año después de varios meses de internación por distintos problemas de salud que afrontó desde que se decretó la pandemia del coronavirus.
A Tevez, las enfermedades que padeció su padre adoptivo en el último tramo de su carrera le carcomieron la mente. Fue muy difícil sobrellevar la capitanía de un equipo tan grande como Boca en un momento histórico para el club por los recientes logros del eterno rival, River. De hecho el propio Carlitos confesó que hubo entretiempos en los que no pudo contener las lágrimas por pensar en la internación de Don Segundo, pero que sacaba fuerzas de donde podía para saltar a la cancha a jugar el segundo tiempo.
En el medio, otro golpe: la muerte de Diego Armando Maradona. ídolo, modelo futbolístico a seguir, amigo personal. Tevez fue uno de los personajes que se acercó a la Casa Rosada durante la madrugada del 26 de noviembre del año pasado con motivo del velatorio al que concurrieron los íntimos. El 10 de Boca estaba concentrado con el plantel en Porto Alegre, a punto de disputar la ida de los octavos de final de la Libertadores contra Inter, cuando recibió la triste noticia. Él y sus compañeros estaban al tanto de los rumores que circulaban sobre la salud de Diego y fue Miguel Ángel Russo el que se lo confirmó antes de darle un sentido abrazo. Por la tarde, Juan Román Riquelme lo llamó por teléfono para avisarle de la postergación del encuentro y en ese instante le cayó la ficha. Solo, en su habitación, comprendió lo que acontecía, la magnitud de la pérdida. Lagrimeó en soledad y enseguida pergeñó el homenaje que le haría una semana después en la victoria xeneize con un tanto suyo: “La energía de ese día usando la camiseta de Maradona abajo de la de Boca no la sentí nunca más”.
El 7 de marzo de 2020 fue una fecha que quedó grabada a fuego para Tevez. Fue esa noche en la Bombonera en la que empezó a amigarse con la idea del retiro. El equipo de Russo, que tuvo un sprint final bárbaro en la Superliga, le ganó 1-0 al Gimnasia de Maradona con gol del Apache y le arrebató el título a River. Tras el reencuentro con Diego -con beso en la boca incluido-, mostró credenciales de su vigencia absoluta a los 36 años y dio la vuelta con su padre en la tribuna. “Hay momentos que los recordás para siempre y los tenés que guardar y conservar. Llegué a la felicidad plena en ese momento. Diego en Gimnasia pero sabiendo que una parte de su corazón quería dar la vuelta con nosotros, mi papá en la tribuna... Fue todo como soñado. En ese momento uno no se da cuenta porque venía la Libertadores y un montón de cosas. Cuando pasó lo de mi viejo (su fallecimiento) y lo de Diego, no tenía sentido continuar”, confesó hace poco. A Tevez la pandemia de COVID-19 lo angustió como al resto de la población, pero la sufrió potenciada por el contagio que complicó el estado clínico de su papá. Tras el parate del fútbol, buscó la Libertadores con Boca y el sueño se frustró en las semifinales contra Santos. Se bordó una última estrella con la Copa Diego Maradona y dijo basta a mediados de este año, pese a tener vínculo hasta diciembre y que el conjunto de la Ribera estaba por jugar los octavos de la Copa.
LA NUEVA VIDA DE CARLOS TEVEZ
“¿Pasaron cinco meses y ya me quieren hacer trabajar de vuelta? ¡Pará!”, vociferó Tevez en una entrevista por streaming con Alejandro Fantino. Y es que a Carlos el fútbol le consumió la vida. Desde muy pequeño alternó entre los picados en el barrio con los sábados de baby fútbol en All Boys y los domingos en las infantiles de Boca. Más tarde pasó a inflar redes en los arcos de Casa Amarilla en las jornadas sabatinas, hasta ser promovido por Carlos Bianchi a la Primera. Entre giras nacionales e internacionales con las selecciones juveniles, concentraciones y compromisos con el Xeneize, apenas pudo saborear un poco de las libertades de la adolescencia y de golpe debió hacerse cargo del emblemático dorsal 10 que había dejado Riquelme tras ser vendido al Barcelona y de las comparaciones con el mismísimo Maradona, por destreza futbolística e idénticos humildes orígenes.
Puede resultar llamativo, pero hoy Tevez no extraña para nada el fútbol. Dedica más horas a jugar al golf con amigos y sus hermanos que a la redonda, a la que mantiene apartada de su cabeza. A lo sumo, se enlista para algún picado con el equipo del barrio que lo convoca asiudamente. Y ahí demuestra que la magia está intacta.
Los dobles y triples turnos, las pretemporadas, Copas América y Mundiales que le hicieron perder horas sagradas con su familia lo hastiaron. Donde peor la pasó fue en West Ham, cuando el técnico de turno no lo ponía y luchaba contra el idioma y la cultura británica para adaptarse en su primera experiencia fuera de Latinoamérica. Otros de los puntos críticos a nivel mental y físico fue con su transferencia al fútbol chino en 2017. Las exigencias y obligaciones como referente de Boca lo sobrepasaron, pero ya en territorio asiático comprendió que su propio cuerpo, a través de lesiones musculares recurrentes que jamás había experimentado, que aquel ámbito le generaba cierta incomodidad interna e invitaba a tomarse un avión de vuelta con destino a La Boca.
A pocas semanas de haber confirmado en conferencia de prensa que se iba de Boca expresando que ya no sentía el fuego sagrado con el que defendió la camiseta en cada partido, emprendió sus vacaciones familiares en Miami y luego paseó por Mendoza. Se buscó una tarea que le llevaría horas, días y meses: armar su museo de camisetas y trofeos con cientos de prendas que guardó desde que debutó como profesional. Es tal la dimensión de su figura como jugador que las tareas en el espacio que reservó en su casa para el altar personal se iniciaron en agosto y todavía no están finalizadas.
Así como muchos futbolistas recién retirados hablan del vacío que les genera el no tener que levantarse para ir a entrenar al club de turno, a Tevez le pasa absolutamente lo contrario. Aunque se ejercita, ya no madruga y disfruta a pleno su tiempo libre. El día no le queda largo. Lleva y recoge a sus hijos por el colegio y el único doble turno que afronta en el día es el de los mates matutinos y vespertinos con su esposa Vanesa. Planifica reuniones con amigos, asiste a eventos familiares de los que antes se privaba, organiza viajes relámpago y goza de algún día de campo con amigos a los que les invita un asado y buenos vinos, a cambio de guitarreadas e intercambio de buenas anécdotas.
En la mesa se da algún gusto y ya no gambetea siempre a la cerveza, como hacía antes, aunque en general prefiere el vino, si es que no consume agua. Ojo, si se deja tentar y peca con algún exceso, al día siguiente se echa a correr en la cinta: unas pasadas le bastan para ponerse a tono otra vez y mantenerse en línea.
Es de la vieja escuela, no le gustan las consolas y se inclina por las cartas (el truco es sagrado). Sin embargo ya mostró su facilidad, por simpatía innata, para acompañar a su hija Florencia en algún streaming en las redes sociales. Luce desafiante su traje de padre celoso por posibles pretendientes para la joven de 16 años por la que tiene debilidad. Todavía no sufre por Katie (11), la del medio, y se despreocupa por el permanente desinterés de Lito (7) por el fútbol: “Prefiero que juegue al golf”. Al pequeño heredero se lo tatuará próximamente, al igual que a su papá. Probablemente en su brazo izquierdo, donde tiene lugar, ya que no considera las piernas como superficie para la tinta.
Desde que rompió las cadenas del fútbol, anduvo de gira por Santiago del Estero (visitó el pueblo natal de su padre), Tucumán (junto al comediante Mazi Solo) y Córdoba, donde fue divisiado paseando con su Rolls Royce. Una de sus últimas apariciones fue para hablar sobre Maradona con Martín Arévalo, en una entrevista realizada el 30 de octubre, día del nacimiento del astro nacional. Y asistió hace unos días a un evento solidario que unió a personalidades del polo y el fútbol.
¿PUEDE VOLVER A JUGAR AL FÚTBOL?
Las únicas certezas en la carrera en stand by de Carlos Tevez son que no volverá a ponerse la camiseta de Boca para jugar de forma oficial y que tampoco lo hará en otro equipo del fútbol argentino pese a algunos rumores (se dijo que podía llegar a despedirse definitivamente en All Boys).
Según aseveró, se ve más cerca de ser entrenador que de ponerse nuevamente los pantalones cortos o volcarse a la vida política de Boca, con vistas a las elecciones de 2023. Y advirtió que en caso de que lo convenzan de participar en alguna lista, no confrontará con Riquelme ni se prestará a una guerra de egos e idolatrías.
Es una incógnita si recargará energías para volver a jugar, pero para contar con sus servicios será requisito excluyente del club postor que le presente un proyecto deportivo y comodidades para mudarse junto a su familia. Frente a este contexto, la alternativa que mejor cuaja es la MLS de Estados Unidos, donde no cargaría con las presiones de otras ligas a la hora de salir a la cancha, se mantendría compitiendo junto a otras figuras de renombre y adelantaría plazos para obtener la green card en suelo norteamericano. Washington, la capital, es la ciudad apuntada por predilección de su hija mayor y porque allí vive su ex compañero e íntimo amigo Ramón Wanchope Ábila, que está a préstamo en el DC United.
Por ahora, en lo único que se enfoca Tevez es en seguir disfrutando de su retiro (¿definitivo?), y esperar por la confirmación de la sede de la final de la Copa Argentina que tendrá a Boca como protagonista. Anticipó que tiene ganas de ir a ver al equipo como hincha por primera vez desde que apartó los botines. Y prometió que pronto retornará a su palco en la Bombonera.
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