Las imágenes hablan por sí solas. El video, violentísimo, muestra a miembros de la barra brava de Boca pegándoles a dos mujeres. Sobre todo a una de ellas. Y la aberrante violencia de género esconde, por detrás, otra historia. Una que remite a la familia Di Zeo, a los negocios ocultos de La Doce y a una guerra que incluye traiciones, mejicaneadas, autos incendiados, denuncias judiciales de narcotráfico y dinero que fue y vino hasta quedar en el camino. La agredida es Marta Elizabeth Tato, viuda del extinto Fernando Di Zeo, hermano del jefe histórico de la barra y el hombre al que todos temían de verdad. Los que la emboscan a ella y a una de sus hijas, Tamara Giselle, son miembros de la tropa de Rafa. “Son sus mulos”, dice Tato por sus redes sociales. No es la primera vez que sucede en la Bombonera mientras que se espera que el club tome cartas en el asunto y eche a quienes las agredieron. Un asunto que se va poniendo cada vez más turbio.
Las relaciones entre los cuñados venían de mal en peor hacía tiempo, pero todo explotó el 5 de enero de 2019 tras la muerte de Fernando, quien por entonces era la cara visible de la barra en La Bombonera. Impedido desde 2017 de ingresar a los estadios por derecho de admisión, Rafa había delegado el manejo adentro de la cancha en su hermano menor, quien en la tribuna ostentaba un prestigio de barra con códigos de antes, facultad que en el paravalanchas se perdió hace décadas.
Salvo por una interrupción tras una operación de rodillas, Fernando siempre estaba en la cancha. Pero fuera de ese radio, la relación con la política, el club, los sindicatos y la Policía seguía siendo propiedad del mayor de los Di Zeo, quien siempre se jactó de tener en su agenda todos los números del poder. Esa relación, claro, produce beneficios económicos incalculables que no se reparten por igual. Y en el caso de la familia Di Zeo, esa tensión terminó por explotar tras el fallecimiento del menor, a punto tal que 24 horas después la cuñada acusó a Rafa de haberle robado pertenencias en su propio lecho de muerte, incluyendo dinero, anillos, relojes y camisetas.
Poco tiempo después y sin llegar a ningún acuerdo (la Justicia siempre tuvo en la mira a Di Zeo por supuestas propiedades y negocios manejadas por intermedio de testaferros, aunque jamás se lo pudieron probar y sobre eso no habría habido ninguna división de bienes tras el fallecimiento de Fernando), Tato comenzó a denunciar en las redes los presuntos negocios turbios de Rafa. Tres días después de su primer posteo, su auto fue incendiado y la ex cuñada lo denunció en Tribunales, aunque la causa no avanzó. La guerra siguió con una denuncia anónima explosiva en Comodoro Py que recayó en la fiscal Paloma Ochoa, donde se daban detalles muy precisos sobre negocios de narcotráfico que incluían presuntamente a Di Zeo y dos de sus mayores secuaces. Eso fue unos días antes de que se desatara la pandemia por el coronavirus y tampoco el proceso tuvo avances significativos. Algunos insistían en que eso ocurría porque eran denuncias falsas sólo movidas por el resentimiento, mientras que otros apuntaban al poder de Di Zeo en distintos estamentos.
Lo cierto es que la batalla familiar que esconde también la turbiedad de los beneficios de La Doce siguió en pie. Y Tato continuó con su guerra por las redes. Anoche, para callarla, cinco barras la esperaron al ingreso a la segunda bandeja que da a Casa Amarilla, justo cuando entraba con su hija y, como se puede ver en las imágenes que producen una indignación tremenda, le pegaron. Sobre todo uno, a quién ella identifica como Demián, conocido como el petiso de Moreno, y otro secuaz de Rafa al que también denuncia por el hecho de anoche llamado Javier Góngora. Se vera si la Justicia actúa en serio en esta oportunidad o queda una vez más todo en la nada.
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